Ex
32, 7-14
Adorar,
Bendecir, Glorificar al Señor consiste en vivir una vida coherente con su
Sacratísima Voluntad. A veces -suprema arrogancia- pretendemos que Dios cobije
nuestra existencia con bendiciones, porque “le hemos pagado por adelantado”. En
esos casos olvidamos que todo el Bien que hagamos -aun cuando haya pasado por
nuestras manos- ha salido de sus Eternamente-Bendecidas-Manos, nos ha hecho la
Gracia, de dejarnos participar de su Obra, pero no hemos sido nosotros, que no
somos más que siervos inútiles; también olvidamos que Él no necesita nada de
nosotros, que Él es el Señor y Dueño de todo, y que su Grandeza es tan
exorbitante que nuestros más necios delitos no pueden hacer mella alguna en su
Perfección. Nuestras faltas son como gotas de agua que tratan de rayar el
Diamante.
Cuando
obramos el mal, lo volcamos sobre nuestra propia existencia y hacemos daño al prójimo
y a nosotros mismos. Tal vez sean sólo minúsculas piedritas, pero las vamos
juntando y al cabo del tiempo tenemos un arma altamente destructiva. Lo que
Dios ha querido no es sencillamente sacarnos de Egipto para que seamos libres,
sino que su economía salvífica quiere enseñarnos a vivir en Libertad y a
disfrutar ese “privilegio” para que en medio de ese marco de libertad podemos
-todos, sinodalmente, como pueblo de Dios- construirnos en la “Justicia” y
alcanzar la “Santidad”, valga decir, retornar al Seno Paterno del que
provenimos. Recordemos, aquí, que no somos otra cosa que un Soplo de Dios,
salido de su Pecho y que nuestro origen está cerca, muy cerca de su Corazón.
Está
mal enfocada nuestra visión si hacemos consistir toda la Bondad de Dios en habernos
sacado de Egipto. Éxodo (έξ (ex) "fuera" y όδός (odós) "camino")
o sea “camino de salida”; pero este Libro es mucho más que “la Salida”,
cualquier atleta entiende que la salida es solo un punto que se ha escogido
convencionalmente para empezar la competencia, pero que no es el todo; tampoco
es el todo, la “llegada”, la “meta”, uno podría pararse un metro atrás de la
línea de llegada y cuando den la partida, recorrer ese metro y simular que
hemos ganado, pero eso tampoco es “haber corrido la carrera”. Pasar por la
llegada no significa nada, y pasar por ahí no nos convertirá en fuertes y
ágiles corredores. En nuestro caso, llegar a la Tierra Prometida, -después de
la muerte de Moisés- tampoco marca el fin de la Historia de la Salvación.
Si
uno va leyendo la Biblia en su consecutividad literaria, para llegar a la
perícopa de hoy tendremos que recorrer
a) La salida de Egipto
b) Las jornadas de
travesía para llegar el Sinaí
c) Al llegar al Sinaí,
La Alianza
d) Las normas
litúrgicas dadas por Dios para construir el Templo “la Tienda del Encuentro”, que
terminan, por lo pronto con el capítulo 31.
e) Y, ahí sí, el
triste momento de hoy: El quebrantamiento de la Alianza.
En
resumidas cuentas, el Libro del Éxodo, relata toda una travesía por el Desierto
en la que el Pueblo de Dios se va formando, se va aquilatando, es una ruta
acrisoladora, que nos gusta comparar con todos los años de estudio que
pacientemente van llenando los años de nuestra juventud. Este tiempo conlleva
un proceso de ordenación, de maduración, de conformación. Es importante
entender que en Egipto nos habíamos cargado de mañas, de hábitos buenos, pero
muchas veces malos, hasta pésimos. Dar vueltas por el desierto sin dirigirnos
con prontitud a la Tierra de Promisión e iniciar su conquista, representó pues
una purificación, una liberación, una re-educación. A veces nos escandalizamos
cómo fue posible que el amado pueblo desembocara en la adoración de muñecos,
representando un animal, fundido con oro, obra de las manos humanas.
Bien,
demos otro paso: ¡Cavilemos! ¿Será posible que Moisés tenga que darle
“enseñanzas” a Dios y explicarle lo que van a pensar las naciones de Él y de su
pueblo escogido, si los llegaba a exterminar? ¿Será posible que Dios sea
víctima de sus propios arrebatos de ira y que, al entrar a corregirlos, se pase
de la raya y nos mate a todos? ¿Será que Él nos creó con la opción de que si
cometíamos ciertas fallas más allá de cierto límite nos iba a borrar del Libro
de la Vida de tachón y plumazo?
Nosotros
vemos en este episodio una faceta más de la Pedagogía Divina, que está formando
en su “Escuela de Líderes” a Moisés, para que aprenda a actuar como un
“Intercesor”, como un pastor de buena laya. Los que guíen al pueblo -porque
Dios les ha dado ese encargo- están para pastorear, inclusive para recoger -con
el propio pecho- los dardos que se disparen contra las Ovejitas del Señor, por
mucho que hayamos “metido la pata”.
.
Sal
106(105), 19-20. 21-22. 23
Salmo
de la Alianza, pero de la Alianza quebrantada, porque aquí se traza el retrato
de un pueblo desagradecido, rebelde, olvidadizo que en cinco minutos ya ha
olvidado todas las bondades y los favores entregados por el Señor. Nosotros
somos la clase de criaturas que pagamos mal el bien concedido.
Nuestra
situación es gravísima: No solamente hay ingratitud, sino que somos capaces de
reinterpretar lo que se nos ha dado por pura generosidad, como maldades
indeseables, como si Dios nos hubiera querido entregar a las garras del mal.
Y,
sin embargo, a pesar de todos nuestros entuertos, Dios siempre nos salva. Una y
otra vez, con toda Su Paciencia, con toda su Benevolencia. Sin rencores, sin
ajustes de cuentas. “No nos trata como merecen nuestras culpas”.
De
todos los portentos obrados por Dios para sacarlos “a pie enjuto” de Egipto y
ayudarnos para cruzar el Mar Rojo; de todo eso se olvidaron; y la rindieron
tributos a un buey, de los que comen pasto, que no puede, ni tiene idea de lo
que significa compadecerse.
A
causa de la rebeldía sobre la que volvían una tras otra, Dios los perdonaba;
Moisés tuvo que cargar y pagar con su propio sufrimiento la deslealtad de aquel
pueblo para con su Señor.
Y
Dios los perdonaba y les toleraba, no porque ellos hicieran algo por enmendar,
sino, sólo y simplemente porque Dios no puede faltar a su Palabra y Él había
empeñado su Palabra al pactar la Alianza. Lo perdonaba, sólo por honrar la
Alianza.
La
perícopa del Salmo recuerda punto por punto la rebelión en el Horeb. El verso
responsorial se acoge al Amor que Dios le tiene a su pueblo y pide, poniendo
por mediación ese Gigantesco Amor.
¡También
nosotros, oremos, poniendo por Testigo al Amor Fiel de Dios! Y que todo el
pueblo diga: ¡Amén, Aleluya!
Jn
5, 31-42
El
evangelio gira en torno al concepto de avalar. Se pregunta una y otra vez en la perícopa
¿quién meterá la mano en el fuego por mí? ¿Quién garantizará que soy
verdaderamente el Hijo de Dios? ¿Llegada la hora de dar fe sobre Jesús, quién
se hará cargo? ¡Quien regará su propia Sangre para hacer saber que Él es el
Mesías, el Enviado del Padre?
En
ambientes comerciales y laborales hablamos de padrinos y madrinas, en el marco
financiero hablamos de fiadores, en los contextos forenses se les llama
testigos; en todo caso se trata de una persona o personas que responden por
otra frente a una obligación, comprometiéndose a asumir totalmente la
responsabilidad.
En
la perícopa hay todo un elenco de “avales”:
1) El auto-testimonio,
sin embargo, no siempre se acepta que uno de testimonio por sí mismo.
2) El testimonio del
propio Papá.
3) Un primo, por
ejemplo, en este caso era Juan el hijo del sacerdote Zacarías y de Isabel,
prima de la Virgen María.
4) Las obras
especiales (signos y prodigios) que Dios Padre le concede poder realizar.
5) La Escritura.
6) Moisés.
Pero
Jesús no requiere de testimonios humanos, el aval que lo acredita, no lo pueden
dar los seres humanos, Él es avalado por Dios-Padre.
Ellos
no lo pueden reconocer porque el Amor de Dios no los habita. Careciendo de este
amor, somos incapaces de reconocer, nuestros sentidos y nuestros razonamientos
se perturban y quedan “ciegos y paralíticos”.
Nosotros
nos afanamos por los “likes”
que los otros nos puedan dar, pero no nos urge el único “Like” que es válido: el que viene de Dios.
Siempre
se plantea la imagen de Dios desde una perspectiva errónea. Se cree que Él es
un “lleva-quejas” que tiene por oficio ir a decirle al Padre, noticias que nos
perjudican a Sus Ojos. Hay personajes como Moisés que tiene esa tarea, ¡Jesús
no!
En
las Escrituras aparece Jesús y está definido Mesías e Hijo de Dios, pero,
nosotros -para eludir la responsabilidad- lo negamos.
El
Patas nos ha hecho una transfusión perversa, nos ha infundido sangre idolatra:
Nos ha uniformado para ser “fans” (apocope de “fanático”, ¿qué es un fanático?
Una persona que padece un apasionamiento desmedido, rayano en el paroxismo, por
alguna creencia, opinión religiosa o política, o por algún personaje de la
farándula). Mientras llega la hora de la Parusía, nosotros seguiremos -sin
tregua ni descanso- fabricando ídolos, adorando becerros de metal.
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