martes, 26 de marzo de 2024

Martes Santo


                         

Isaías 49, 1-6

Bernhard Duhm, fue un teólogo alemán que hizo sus mayores aportes en las 3 primeras décadas del siglo XX, contribuyó con valiosos trabajos sobre el profetismo, especialmente sobre Jeremías e Isaías, y, en particular sobre el Segundo y el Tercer Isaías. Fue él quien delimitó en su co-texto los cuatro cánticos y afirmó que se debían a un hagiógrafo del Siglo V a.C. Afirman las autoridades sobre este tema, que no es mucho lo que se haya avanzado -en lo sucesivo- sobre la clarificación de la figura del Siervo de YHWH.

 

Hoy la perícopa para la primera Lectura se toma del Segundo Cantico del Siervo. Mientras el Primer Cántico nos introduce al Siervo y su Misión ubicada en el contexto de la Restauración de Israel presentada como obra a favor de su Pueblo, pero con efectos favorables que alcanzaran el orbe entero, y esto es porque el Pueblo Elegido será resonancia y portador de esa misión.

 

Inicia con a) un tinte “vocacional” (v.1), y luego b) precisa su carisma pedagógico (v.2), c) le hace entrega de su investidura (v.3), d) el Siervo hace una valoración sobre su sentido misional (v.4) y a partir de esta e) YHWH le manifiesta la amplitud y extensión misional, instituyéndola global (v. 5-6).

 

En a) Hay una manifiesta consciencia del carácter divino del “llamado” y de su entera gratuidad.

En b) se define el llamado para que sea “Maestro”, aquí la espada y la saeta no son armas, se trata de definir cómo será de eficaz y profunda la Enseñanza, comparándola con la eficacia de estas dos armas; la enseñanza será חַדָּה [Chad] “afilada” y חֵץ [chayts] “aguda”, “como dardo”. Asistido por la ternura y el cuidado del propio YHWH. Se encarga de enseñar nada menos que la Ley.

En c) viene el nombramiento como Siervo y que de su servicio manará Gloria para el Señor.

En d) al sopesar su envío, le parece que es una especie de paradoja: se siente abandonado, olvidado y contextualiza su misión en medio del exilio como si el pueblo hubiera sido dejado de la Mano de su Dios.

e)  Sería una misión de escaza envergadura que hubiera sido destinado simplemente para el “restablecimiento de las tribus de Jacob”, cuando los límites de su misión son universales, en cambio, ha sido Delegado para que la Salvación llegue “hasta los confines del Orbe”.

 

Después de esto, en 49, 7-12, se enuncia la epopeya del “regreso” a la patria engastado en “maravillas”, conminándolos a “venir a ver”. Todos están invitados -hasta los habitantes de las más lejanas tierras- a gozar de estas maravillas.

 

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Sal 71(70), 1-2. 3-4a. 5-6ab. 15ab y 17

Claro que el Salmo se puede leer con un enfoque “personal”: se trataría de un “anciano” que, llegado a su vejez, le ruega a Dios para que lo cuide y no lo abandone en la debilidad de los años postreros.

 

Pero esta “primera persona” que habla, realmente es portadora de la voz del pueblo de Israel, que ha luchado consigo mismo, tratando de medirse, de encausarse, de lograr cumplir con la Ley de Dios, y -llegado el momento presente- se ve, a sí mismo, como un anciano empecatado, sitiado por el “enemigo”, (un sinnúmero de tentaciones lo acosan cada día de su existencia), y en tal situación, no se conforma con pedir una vida llevadera, una ancianidad placida; sino que clama al Cielo por una revitalización, pide que lo “rejuvenezca”. Va pidiendo y alabando. ¡Es un salmo de súplica!

 

La perícopa está estructurada en 4 estrofas:

En la primera, viene a refugiarse al lado del Señor, para superar su situación, pide ser librado y reguardado rogándole al Señor que preste oído benevolente a su ruego.

En la Segunda, alaba a Dios, porque Él es una muralla protectora que resguarda con solidez y es imbatible. Bajo su resguardo los impíos quedan impotentes.

Dios se lo ha mostrado, desde las propias entrañas maternas ya había empezado a resguardarlo, luego en su juventud, y ahora también, parece estar diciéndole: “YHWH eres mi castillo amurallado que nunca nadie podrá abatir”.

Por eso, -dice el Salmista en la cuarta estrofa-  su vida entera está consagrada a la Alabanza, porque Dios nos educa desde el principio de la vida y -hasta el final- sigue siendo nuestro Guía. Todos los días y durante todo el día, es Digno-de-Alabar.

 

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Jn 13, 21-33. 36-38

Volubilidad del corazón humano

Entrando en el capítulo 13, hemos entrado en el “Libro de la Glorificación”. Parece que Jesús se reserva muchas sorpresas, hoy señala que la traición brota de uno de ellos, que su muerte sobrevendrá patrocinada por uno de su propio grupo de Discípulos. Quizá no se trata de eso, se trata de dejarnos entrever que nosotros tenemos el hábito -pésima costumbre- de ir tejiendo suposiciones en torno a las personas, y esto se agravó cuando se trató de la figura del Mesías. Nosotros empezamos a adornarlo de Dones y Atributos propios de su Excelsa Majestad. Viniendo de Dios, proyectamos en Él todos los atributos de heroicidad y poderío que caben en nuestra mente. Por ejemplo, lo imaginamos rodeado de personas finas, elegantes, cultas, de la alta jerarquía religiosa y gubernamental; todo nos cabía en la mente, menos suponerlo rodeado de gente del común, “del “populacho”, de pescadores, pastores, cobradores de impuestos, enfermos, niños, viudas. Lo queremos con triple corona, con capa de armiño, cetro y coronas de oro, y -algo que no le íbamos a permitir era dejarse matar, dejarse tratar como un peligroso bandido, que cualquier soldadito de pacotilla le fuera -ni siquiera a rozar- la piel, a Él, que -suponemos- iba a despachar humilladas a las huestes romanas.

 

Pero ya algo que se sale de la mejor y más elevada imaginación es poder aceptar la idea de que Él -que conoce y lee el corazón de los seres humanos- fuera a permitir entre los suyos a un “traidor”, y no haber detectado a tiempo su potencial peligrosidad para, no sé, “contratarle un sicario” que se hiciera cargo. ¡Esto sí, ya era la patada! Debió, -dirán muchos- darles sabiduría infusa y purificación del corazón ¡y de las entendederas! “Imponiéndoles las Manos” ¡Sus Divinas manos!

 

Hoy en día, hacemos mucha alharaca reprochándoles a todos los personajes de la Pasión, no haber sido más piadosos, más devotos, más inteligentes, más perspicaces, más fieles, más oportunos, más prudentes, más estratégicos, más alegres o más tristes. Más virtuosos.  Y nos cogemos la cabeza a dos manos porque ¡si eran muy cerraditos! (En alguna parte del corazón está aquello de “si hubiera sido yo” …) En el Evangelio -la parte que leemos hoy- todo esto se compendia en el “mirarse los unos a los otros con perplejidad”.

 

Y -automáticamente- enviamos a nuestro “agente del re-contra-espionaje”: Aprovechemos que Juan está recostado cerca de su corazón y pidámosle que sea él quien averigüe ¿a quién se refiere? Pensamos que esta debilidad es “muy humana”, uno no puede permitir que ¡“de pronto” esté desconfiando de mí! Y, dentro del pensamiento, se pasa revista; ¿habré hecho algo que pueda malinterpretarse…? Quizá, siempre hay resquicios de culpabilidad, donde nuestro actuar se preste a ser “traición”, puede darse siempre un “margen de culpabilidad”. Detrás del pan, entró en él Satanás.

 

El Malo, lo que hace es añadirle en el corazón la “gota que derrama la copa”. Le mueve a “llevar a cabo” aquello que ya le había sembrado en la zona debilitada de su alma, “Ese ya se las está oliendo, ya sospecha que es usted el que va a traicionarlo, por lo menos tiene pistas de que es alguien del grupo… ¡apúrese! Antes de que lo señale y lo neutralice, efectivamente, trago el bocado que -como ya estaba envenenado el corazón-, bajó directo al estómago, porque ya no podía ser “fermento de espiritualidad”. Se da todo un juego de dobles sentidos, los discípulos entienden algo, pero lo que realmente significa es lo contrario, el significado no va por allá, sino por acá.

 

Pedro, por ejemplo, no logra tampoco auto-descubrir su potencial fragilidad, ¡él se siente decidido, se siente firme, reboza de fidelidad! Lo del gallo, alude a la brevedad del plazo en que toda esta firmeza se volverá “negación” y negación por triplicado. Si el plazo es antes del canto del gallo, quiere decir, antes de terminar esta jornada. Jesús le está develando que ese arrebato de lealtad no alcanzará a durarle más allá de ese día.

 

Hijitos, me queda poco de estar con ustedes”.

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