Gn 17, 3-9
Podríamos, para su estudio y
comprensión, dividir el Génesis en dos partes:
a)
Hasta el
capítulo 11, inclusive, es la Creación del mundo y la introducción de la
humanidad, y cómo el pecado se coló en la realidad de esa Creación.
b)
El linaje
del pueblo hebreo, y -en general- de la humanidad que reconoce a YHWH como su
Dios. (caps. 12-50).
Esta segunda parte, aun
podríamos descomponerla en dos ciclos
-
Las
parentelas y clanes que dieron origen al Pueblo Elegido. (Caps. 12-36)
-
Los
diversos hechos que muestran que Dios acompaña a su Pueblo y actúa favorable y
misericordiosamente con él. (Caps. 37-50)
Si queremos rastrear el desarrollo del Génesis hasta llegar a la perícopa
que se lee hoy, podríamos marcar las siguientes etapas:
a)
La vocación
de Abram (Gn 12, 1-19.)
b)
La lucha
por mantenerse libre y conseguir una tierra propia donde habitar. (Gn 14,
10-24).
c)
Establecimiento
de una relación con YHWH, donde Dios le promete y él le cree. (Gn 15, 1-20)
d)
La alianza
se arraiga (Gn 17, 1-27).
La perícopa de hoy tiene dos elementos, definitivos para que la Alianza
eche raíces:
-
YHWH le
cambia el nombre (o sea que le cambia la vida), de Abram, que significa “Padre
excelso” por Abraham que significa לְאַ֖ב הֲמֹ֥ון
גֹּויִֽם׃ [le ab hamoun gouyim] “Padre de una multitud de Pueblos”.
-
La Promesa
de YHWH
Veamos cuales son los elementos (clausulas) de esta Promesa:
a)
Hacer a
Abraham especialmente fecundo y padre de reyes.
b)
Dios
mantendrá con su descendencia una Alianza Perpetua: Será su Dios y el de toda
su descendencia.
c)
Les
entregará la tierra en la que -en ese momento- eran sólo transeúntes (Canaán).
El texto de la Alianza
concluye con una sola condición de reciprocidad: Que tanto él como su
descendencia mantengan el cumplimiento de la Alianza: Es decir, ser siempre
conscientes de que YHWH es nuestro Dios. El compromiso es mantenernos apegados
a nuestro monoteísmo, a ese Dios-Único, en Tres-Personas-Distintas.
♦ ♦ ♦
Sal 105(104), 4-5. 6-7. 8-9.
Este es un Salma de la
Alianza, insistiremos hasta el cansancio que este es una clase de salmos con
una destinación litúrgica muy precisa: renovar la Alianza. Lo más similar que
tenemos a la mano son la renovación de Votos, por parte de los cónyuges. Uno se
podría preguntar, ¿para qué se hacen renovaciones de votos? Y la respuesta es
tajante: ¡Para revitalizar la relación! ¡Para poner al orden del día la clara
consciencia del vínculo que los une! ¡Para significar que la fuerza del amor
sigue tan viva como el primer día! ¡Para significar que, si hoy me lo volvieran
a preguntar, gozosamente volvería a dar el “Si”!
Hay otra alianza que renovamos
con mucha frecuencia los católicos: ¡La Eucaristía!
Con la Eucaristía actualizamos
la Entrega hasta el Sacrificio del Hijo de Dios, que nuevamente se nos da en
Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, valga decir, que de nuevo se entrega
integralmente para nuestra Salvación, y nosotros le respondemos que, el Amor
Agradecido que le profesamos sigue vivo en todo su esplendor.
En la primera estrofa la
parénesis es de apoyarnos en Él, fiarnos de Él, amararnos a su Poder. Y, hacer
memoria agradecida de sus favores, y de su Palabra.
En la Segunda estrofa dice a
Quién le habla el Salmo, estas palabras ¿a Quién están dirigidas? Al Dios de
Abraham, de Isaac, de Jacob, al Dios de nuestros padres. Y, al mismo tiempo,
tiene una tiernísima connotación: Él nos inserta en su Pueblo, nos reconoce
miembros de este linaje, el que empezó en Abraham. Sea para Él, ¡el Dominio, la
Potestad y la Soberanía sobre toda la tierra!
Por fin, en la tercera estrofa
se garantiza que Dios tiene una Memoria portentosa, una Memoria que nunca
olvidará y que sostiene en el lugar privilegiado de sus Recuerdos, el haberse
Aliado con nosotros.
♦ ♦ ♦
Jn 8, 51-59
Antigüedad
de Jesús en la historia de Israel
La perícopa del Evangelio está
articulada con Abraham como Padre de nuestra fe, como patriarca de nuestro
linaje, como ascendiente de nuestra estirpe de creyentes. En ella se manejan,
cuatro aspectos íntimamente articulados
1)
No morirá
para siempre, quien guarde la Palabra de Dios.
2)
Si Abraham
murió y los profetas murieron, ¿cómo es que Jesús pretende poder dar la Vida
Eterna? Le preguntan los judíos.
3)
Jesús tiene
que reconocer que Él conoce a Dios-Padre, porque no puede volverse mentiroso
negándolo: es Dios-Padre quien glorifica a Dios-Hijo; así lo declara aquí el
mismo Jesús.
4)
Abraham se
alegrará de ver cuando Jesús se Encarnó: a eso Jesús lo llama “su Día”.
En el verso (Jn 8,58) se engarza -nuevamente- la identidad de Jesús con el
Santo Nombre de Dios, cuando él se auto-denomina “Yo-Soy”. De esta manera, la
perícopa no resulta como un elemento más del discurso, sino que hilvana
perfectamente con la totalidad del capítulo que pone de manifiesto que es Dios,
en cuanto es el Hijo-de-Dios. ¿Quién, sino Dios, podría otorgar la Vida Eterna?
Se recordará que el Evangelio de Juan se consignó precisamente en el
contexto de la expulsión de los cristianos de las sinagogas, y del rechazo por
parte de los fariseos de esta que, para ellos era una secta. Pero, también ha
de tenerse presente que Jesús era judío, era el rey de los judíos, que los
Apóstoles eran judíos, y que muchos de los primeros seguidores del cristianismo
lo eran. Después de la Resurrección ellos siguen frecuentando el Templo. Cabe
destacar que San Pedro y San Pablo, también eran judíos. Cuando, en este
Evangelio se habla de judíos, se debe recordar que el contexto ha cambiado. Y
la actitud de los judíos hacia el cristianismo se volvió recalcitrante. Sin
embargo, también cabe recordar que ellos siguen siendo la raíz del Pueblo
escogido, que la promesa de la Alianza es una promesa Eterna, que somos
hermanos en el linaje abrahamico, y que esta expresión -como se usa aquí- no
debe dar pie al fomento del antisemitismo. En Jn 4, 22 podemos leer que “la
Salvación viene de los judíos”.
Aquellas expresiones despectivas, y muchas veces peyorativas, hacía el
judaísmo, eran -a falta de otra palabra y para evitar complicaciones
explicativas- una manera de denotar a cierto núcleo jerosolimitano de
dirigentes y de autoridades del Templo. En los versos precedentes a la perícopa
de hoy, encontramos que -por labios de Jesús- son declarados “de su padre el
Diablo y quieren realizar los deseos de su padre” (Jn 8, 44).
Pretenden lapidarlo, -de tal manera, el sujeto de la lapidación ha cambiado
radicalmente: al inicio del capítulo, es la adultera, al final, será Jesús; ya
habíamos dicho que, de todos modos, el propósito era acorralar a Jesús y
encontrar pretexto para asesinarlo- hay aquí, entonces, una denuncia en
retrospectiva, cuando señala que ellos lo quieren matar, y muestra la decidida
voluntad que tenían de hacerlo; a todo ello se refiere el Evangelio según San Juan, como previo, siendo que la
redacción del documento se efectuó después del año 60, y muy probablemente,
llegando el 100.
Mientras la propuesta de Jesús es una propuesta de Vida, los dirigentes del
Templo optaron por una religión de muerte -contra lo que muchos pensarían-, que
la cultura de la muerte es de esta época, ¡no es así! (lo que pasa es que esta
cultura en nuestros días se incrementa en su tecnificación, en su eficacia para
generar muerte), sus corifeos se han mantenido activos a todo lo largo de la
historia.
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