Gn
27, 1-5. 15-29
Los años pasaron, paulatinamente Isaac se hizo mayor, ahora, va en declive,
perdiendo la vista, hasta el punto de poder ser engañado por no poder
distinguir de cuál de sus hijos se trata, y eso que no eran sino Esaú y Jacob. Recordemos
que la Primogenitura correspondía a Esaú. La Señora Rebeca, por el contrario,
era partidaria y simpatizante de su hijo menor y -poniendo en acción su
preferencia- diseña una estrategia para robarle la “Bendición” del hijo mayor,
y hacerla recaer en el segundón, el “benjamín”, como suele llamarse al menor de
la casa.
¿Cómo
resolver el asunto del sentido del tacto, tan socorrido por las personas que
sufren de la vista? Porque -como ya se ha visto Esaú significa velludo, y, en
cambio, parece ser que Jacob era mayormente lampiño. Así que Isaac podía
identificar por este rasgo al primogénito. La creatividad de los embaucadores
es ilimitada: tenemos aquí el truco de la piel de los cabritos,
convenientemente cobertora de los brazos y la nuca. Y quedó preparado para
llevarle al papá el “sabroso guisado”. ¡Ah! Nos faltó comentar que Rebeca tuvo
buen cuidado de ponerle ropa de Esaú al farsante, para también engañar el
sentido del olfato de su envejecido marido. Pensamos que el aroma del guiso fue
el elemento más propicio para dar telón de fondo al artificio ya que como
distractor colateral, era exacto.
Este
Jacob, de las añagazas, es el personaje que luego mencionaremos como antepasado
de la línea patriarcal, mientras que, por otro lado, Esaú desaparecerá de la
historia y no tendrá nada que ver con el linaje del pueblo escogido. Jacob vino
a constituirse en el padre de las doce tribus de Israel. Entonces, es adecuado
repetir aquí que Jacob significa “Usurpador”. ¿Por qué? Pues por la vía por la
que vino a apropiarse de la bendición paternal que rogaba para él la
prosperidad, la abundancia de trigo y vino, y la autoridad para captar respeto
y obediencia de los pueblos y naciones y, así, enseñorearse de toda su
descendencia.
Moraleja:
No ha sido por méritos y buen comportamiento que Dios ha escogido este pueblo
como pueblo Suyo; más bien ha sido a pesar de nuestras flaquezas que Él nos ha
mirado con tanta Misericordia. (No ha venido por los “justos” sino por los más
“infectados”).
Sal
135(134), 1b-2. 3-4. 5-6
En
este Salmo vamos a alabar el “Querer” de Dios, porque gracias a esa manera de Querer
tan “Divina” es que nos escoge a pesar de todos los pesares.
Que
los servidores del Señor -aquellos que velan en Su Templo- Lo alaben ya, desde
antes de entrar, cuando estén en los atrios del Santuario.
Alábenlo
y reúnanse a ensalzar la Dulzura de Su Nombre, ha escogido al Embaucador, ha
obrado el bien en Jacob, pese a ser quebrantador de la Virtud.
¡Nuestro
Amo está por encima de todo! Nos ha sido regalada la comprensión de su
Incalculable Misericordia. Él lo obra todo según su Voluntad, que no alcanzamos
a entender, y su Poderío se ejecuta Arriba, en el centro, en el mar e
-inclusive, en el abismo.
Sea
la Alabanza para la Misericordia que se manifiesta como trasformación de un
pecador en un Santo. Y que inicia el linaje-de-Salvación, partiendo de un
bribón que cojeaba -por el nervio ciático-, porque se aferró a Él hasta la
aurora (Cfr. Gn 32, 25-33).
Mt
9, 14-17
Hay
un quiebre en la continuidad histórica; hay que enfatizarlo, no una “ruptura”,
no una “anulación”, esto no se trata de alguna clase de “revocatoria”. Ayer
veíamos que la Buena Nueva es una Noticia que enfoca las cosas desde otro
ángulo, que nos enseña a mirar el tema de la Salvación desde otra perspectiva.
No se trata de predicar la “condenación”, se trata de ver el Descomunal Poder
Divino que puede más que la muerte, la muerte en realidad ha quedado vencida,
la Resurrección es ahora el eje del Anuncio.
Estamos
atravesando una etapa tan complicada, el Novio ha sido llevado, a nosotros nos
corresponde vivir una edad de sombra y pecado, de tiniebla más que oscura, porque
su Belleza Resplandeciente fue adulterada por sus verdugos y se han repartido
su envidiada hermosura, haciendo de Ella girones e hilachas. La dicha quedó
reservada para los que lo alcanzaron a conocer en su Beldad, y lo han oído
cuando su Dulcísima Voz esparcía la fragancia de todas sus Enseñanzas.
Ay
de nosotros, que tanto lo anhelamos, que nos llenamos de la nostalgia de verlo
y escucharlo, se ha llegado la hora en que queremos verlo y no lo vemos. Hoy
día, sólo tenemos lágrimas para beber y mitigar con ellas la sed y nutrirnos el
alma ante aquellos que nos echan en cara que no esté.
Pese
a sus ciegos ojos -por la ceguera-nuestras almas si lo ven -sentado a la
Diestra del Todopoderoso, qué pesar que no podemos mostrárselo a los que
reniegan de Él y a los descreídos que nos lo preguntan.
Consolaos,
incrédulos con esta promesa, que durante un breve tiempo será Invisible; pero,
luego, volverá de su Invisibilidad, y volverá a estar al alcance de nuestros
ojos. Permita Dios que no sea demasiado tarde para vosotros, ¡oh, increyentes!
Con
esta paráfrasis de San Agustín (Sermón 210), hemos querido mostrar que los ojos
positivistas no alcanzan a discernir una religión que tiene como columnas
estructurales la Libertad y el Amor; no se salvan los justos, ya que nadie es
verdaderamente “justo”, sino que Dios saca -aun cuando parezca imposible- de la
noche más oscura, una mañana radiante y del pecador más perdido, un discípulo y
apóstol Suyo.
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