Ex 3, 1-6. 9-12
Habíamos
dejado, ayer, a Moisés, que se vio precisado a huir de Egipto por el asesinato
que había cometido. En el capítulo 2, versos 15e-22, Moisés llega a Madian y se
sienta en el brocal de un pozo; estando allí llegan las siete hijas del
Sacerdote de Madian, que solían llevar agua de aquella fuente para los
bebederos de las ovejas de su papá, fueron agredidas por unos pastores que
pretendían echarlas, Moisés, con su naturaleza -que ya conocemos- que no
soportaba la injusticia, intervino para defenderlas. Esta vez el relato le da
otro nombre al que -acto seguido se convertirá en el suegro de Moisés, aquí lo
nombra Reuel-, y nos relata que cuando las chicas volvieron a casa y narraron
lo que les había sucedido, su papá las conminó a irlo a buscar para invitarlo a
comer, como agradecimiento; añadió a su gratitud el muy especial detalle de
entregarle a su hija Séfora como esposa.
Inmediatamente,
ella le da un hijo al que nombran גרסון
[Guersón] “forastero”, porque dice Moisés, “soy forastero en tierra extranjera”
(Ex 2, 22cd).
En
los versos 23-25, se nos narra que aquel Faraón que había condenado a Moisés, había
fallecido, la condena quedaba pues cesante; los Israelitas clamaban por su
condición inhumana, y estas voces doloridas llegaron a Oídos del Señor, y Dios “se
interesó por ellos”.
Moisés
estaba pastoreando las ovejas de su suegro Jetró por el desierto, y en su
errabundo trasegar llegó al חֹרֵב
[Horeb], y allí vio una וְהַסְּנֶ֖ה
אֵינֶ֥נּוּ אֻכָּֽל “zarza que
ardía sin consumirse”, cosa que -como es natural- llamó su atención y se
aproximó a “analizar”, qué era lo que pasaba.
El
Señor llama por dos veces a Moisés (lo que nos señala que se trata de un relato
de “vocación”), El Señor, de inmediato, establece una liturgia, para que Moisés
entienda que no es un dialogo con una “mata”, ni con cualquier persona común y
corriente, sino que está Dialogando con el Propio Dios; y -también- para que se
haga consciente de que aquel Lugar es muy especial, el lugar donde Dios le
habló y donde tendrán que venir a cumplir la segunda parte de la liturgia. El
Señor Envía a Moisés, ante Faraón. En los relatos de “vocación”, suele suceder
que el interpelado rehúsa y no entiende por qué Dios hace recaer sobre él el “llamado”,
siendo que se experimenta a sí mismo como limitado, indigno, desprovisto de la
fuerza y los carismas indispensables.
Le
responde Dios dos cosas: por una parte, le garantiza que Él -Personalmente- lo
acompañará, y, por otra, le da una señal, que se cumplirá a posteriori,
sacará el pueblo de su expoliación y vendrán al Horeb a “dar culto”. Esa es,
pues, la finalidad “litúrgica” de la Liberación: Venir a dar gracias, porque el
Señor se ocupó y se interesó por su clamor, y obrará maravillas para doblegar
la terquedad de Faraón.
Sal
103(102), 1b-2. 3-4. 6-7
De
los 22 versos que lo componen, se toman cinco versos y medio, es un salmo de Acción
de Gracias donde se agradece y se reconocen tantas bendiciones recibidas, pero,
a la vez, el salmista reconoce sus culpas y manifiesta el arrepentimiento por
sus infidelidades con El-Siempre-Fiel.
Se
menciona la “garganta”, que en hebreo alude al alma; y, al vientre, que en
hebreo habla de “interioridad”, se suele traducir como “todo mi ser”. Se pide
que ese aspecto global del ser, “recuerde”, “no olvide” todos los innumerables
motivos que tiene para que el pensamiento de Dios ocupe su totalidad. Esa
memoria nos despeja los ojos, nos hace darnos cuenta; si no, se nos pasaría
desapercibido; es lo que le sucede a los “incrédulos”, su falta de gratitud no
les deja ver que todo lo que tenemos lo hemos recibido, que todos los frutos vienen
de criaturas y que la vida toda, los alimentos, el vestido, la vivienda, todo
ha sido creado, también las personas que las han comprado y aquellos que las
han construido o fabricado.
En
la segunda estrofa se pasa a reconocer el perdón que viene de Dios, la salud,
que también Él nos regala, la constante resurrección otorgada y el cariño y afección
de que somos capaces, pero que nosotros no hemos cultivado ni adquirido, sino
que son don puro.
La
tercera estrofa habla de la liberación y la Justica, y de la figura de Moisés
como líder que -una vez más- ha sido Dios quien lo puso a acaudillar a su
pueblo elegido para rescatarlos del oprobio y la opresión. Así concluye la perícopa,
evocando la Salida de Egipto, como culmen de la liberación del pueblo de
Israel.
Mt
11, 25-27
Una
de nuestras grandes debilidades que el Malo se complace en explotar, es la manía
de querer hacer a Dios a nuestra imagen y semejanza. Sin -casi darnos cuenta-
le colgamos nuestros ideales, y nuestras expectativas; nos cuesta muchísimo
descubrirlo manso y humilde, en cambio, nos apresuramos a imaginarlo como los superhéroes,
rencoroso, violento, arrogante, déspota (y decorar estas imágenes con
eufemismos, llamarlas “autoridad”).
En
cambio, los νηπίοις [nepios] “sencillos”, “niños”, “bebés”, “pequeños”, “personas
de mentalidad ingenua” han gozado de su Revelación. Ellos no quieren que Dios
se les parezca, quieren que Dios sea como Es, “Zarza Ardiente”, y lo único que
esperan es que se les haga Justicia; claman al Cielo porque en su corazón vislumbran
que Él les quitará las cargas pesadas y no los explotará poniéndolos a cocer
los ladrillos de barro de los monumentos idolatras.
Hoy
y mañana nos ocupará el “Himno de Júbilo” que Jesús pronuncia agradeciéndole al
Padre porque los herederos del Reino no tienen requisitos de sabiduría y
arrogancia; pero se les pide aquello con lo que cuentan en abundancia: la sencillez.
La sencillez es por antonomasia el atributo de los “hombres de Buena Voluntad”.
Los
sencillos son humildes con el Único que es digno de humildad: el Padre. El
problema se desprende de una infección letal: el “arribismo” que enseña las manías
de los prepotentes como atributos gratos al Señor, y arrastran al pueblo
sencillo a querer ser como ellos. Por eso es que el Señor nos enseña a no hacernos
“padres”, ni “jefes”, ni “rabinos”; nos pide por el contrario que tengamos como
superior al que esté dispuesto a hacerse nuestro “servidor” (Mt 23, 8-11).
Nosotros somos sencillamente “hermanos”.
¿Y qué es lo que se nos ha revelado a los “sencillos”? La sinodalidad requerida para caminar los senderos que llevan a construir el Reino de los Cielos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario