Ex
32, 15-24. 30-34
Vamos
a considerar estos 15 versículos del capítulo 32 del Éxodo, separados por la
perícopa Ex 32, 25-29, que no leeremos (5 versículos).
Moisés
baja del Monte Horeb, trayendo las Tablas de la Ley, un Documento escrito de Puño
y Letra por el propio Dios: Josué le comentó a Moisés que le parecía oír el
canto de guerra del campamento; Moisés lo corrigió, era el canto de la derrota.
Llegaron al campamento y los encontraron en pleno ejercicio de la idolatría,
adorando un becerro de oro y danzando en torno a él. Se trataba de un atentado
contra la primera prohibición que Dios les había dado: no hacer figuras y menos
adorarlas.
Comprendiendo
la gravedad de la trasgresión Moisés rompió las Tablas y las redujo a polvo y,
obligo al pueblo a beber agua con aquel polvo disuelto para que se asquearan
del sabor de su propio pecado. Moisés interrogó a su hermano Aarón, ¿cómo había
llegado a ser complica de tan grave falta? Aarón se intentó justificar,
señalando al pueblo como un pueblo “perverso”. Su perversidad se había detonado
-según Aarón- por la demora de Moisés que se había quedado por mucho tiempo en
el Monte de Sion y por eso, ente la demora, él les había hecho el
becerro-ídolo; según Aarón, él había echado al fuego el oro, y había brotado
espontáneamente el becerro fraguado. ¡Para qué se había demorado!
Ahora,
se verá la concordancia entre los sentimientos de Moisés y los de Dios: no
gastan sus fuerzas en reproches, no se dedican a dar “cantaletas” al pueblo;
por el contrario, Moisés sube de nuevo al Horeb para interceder ante el Señor,
sólo les hace notar que no es cualquier pecadito sino, uno gravísimo.
Moisés se interpone entre el castigo y su
pueblo diciéndole a Dios que antes de proceder a castigar el pecado en la carne
de los pecadores, empiece por borrarlo a él mismo de su Libro. A lo que Dios responde que no descargará su
Justa-Ira sobre los inocentes, sino que cada culpable tendrá que pagar su
propia falta.
Manda
a Moisés que baje y continúe liderando la travesía por el desierto, regalándole
la confianza de ponerle un Ángel precursor que le sirva de mapa y brújula; el
castigo no se pospondrá, ni se anticipará; el Día del Juicio no será según el
afán humano sino según el Reloj de Dios. ¡Dios implementa su cronograma según
los ritmos previstos! Así como en la sinfonía, cada nota se toca -no según el
gusto del Director de la Orquesta-, sino según el Compositor la haya precisado.
Salmo
106(105), 19-20. 21-22. 23
Este
es un salmo de la Alianza. O mejor de la infidelidad a la Alianza por nuestra
parte. La perícopa ha reunido los versos que resumen con exactitud la Primera
Lectura.
Con
tres puntos:
1) Cambiaron la
gratitud hacia el Glorioso, por la idolatría de un toro-come-pasto.
2) Habiendo
testimoniado de primera mano todos los prodigios obrados por Dios en la tierra
de Cam -nombre bíblico de Egipto-, se olvidaron de su Salvador.
3) Moisés se ofreció y
puso el pecho para cargar con la Justa-Ira y así apartó el castigo del Señor.
Queda
sin embargo un punto flotando, frente a un pueblo tan olvidadizo e ingrato,
sería que Dios si guardó memoria de esas faltas…. O, quizás, con su
Misericordia proverbial, prefirio el perdón al castigo.
Tal
vez esto se silencia porque si de salida se dijera que no hubo castigo, quizás
nosotros, más al fondo nos hundiríamos…
Mt
13, 31-35
¡El
tiempo de Dios es perfecto!
El
Reino se nos ha dado, como semilla, y una hermosa virtud -diferentísima de la
resignación- se nos ha regalado, se trata de la paciencia. Parece innecesario
decirlo, pero -a riesgo de ser redundantes- valga la repetición: la paciencia
consiste en llenarnos de Paz, la hemos puesto así, con mayúscula, para destacar
que es una virtud teologal; puede haber otras paces, como el cese de las
beligerancias o el restablecimiento de una amistad rota, pero aquí, estas parábolas
del Reino, que nos trae la perícopa, aluden a la Paz que viene de Dios.
Consiste en reposar en las manos de Dios, y saber que la promesa puede tardarse
siglos, pero podemos contar con lo ofrecido.
¡Misterio!
No sabemos cómo avanza, como se va construyendo, no alcanzamos a distinguir
cuales de tantas acciones contribuyen a acercarlo, pero el Reino ya está allí. Puede
ser que no lo notemos porque su talla provisional es la de una semillita de
mostaza; pero sabemos que crecerá, y se hará tan frondosa que -nosotros, cientos
de miles de pajaritos, podremos venir a anidar en Él. Puede ser que se nos
oculte a la vista, porque ha sido amasada esta levadura, y se ha fundido con toda
la masa, con todo el acopio de los otros elementos, la harina, la mantequilla,
el huevo la difuminen, pero indudablemente está actuante haciendo “que todo
fermente”.
Quizás
si el Reino estuviera en la vitrina, ya listo, nos pasaría desapercibido.
Quizás, sólo anhelándolo fervientemente, nos vayamos comprometiendo con
nuestros aportes de solidaridad, de fraternidad, de samaritanidad. Puede ser
que muchos valores indispensables al Reino, no hayamos cobrado consciencia de
su importancia y sean componentes sin los cuales la masa no pueda llegar a ser
Pan.
¡Sólo
podemos estar convencidos que además de tanto, Dios nos ha engalanado con la
opción de poder llegar a ser partícipes de su construcción! Pensamos que, en
muy diversas situaciones, con acciones muy simples, se nos llena el corazón de
un gozo inefable, como si un Ángel nos susurrara al oído, has aportado, quizás
ni una molécula, pero ¡has aportado!
Todo
esto -que es un anuncio fiable, que no son promesas políticas de temporada- se
nos ha anunciado así, como secretamente, que nos cuesta trabajo entender; pero,
como todas sus parábolas -no hay que hacer un estudio extenso y complicado para
entenderlas- su significado está allí, ¡claro! ¡patente! ¡sencillo!: La semilla
es pequeñita, la levadura, se confunde con la masa; pero ya llegará el momento
en que crezca y en el que toda la masa fermente, sólo hay que aguardar con
confianza y paz aportar todo lo bueno, todo lo mejor que seamos capaces de dar.
Que en nuestro corazón cunda el anhelo -como impregnado de una levadura eficaz-
de llegar a colgar en sus ramas, algún día, nuestros propios nidos.
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