SANTIAGO EL MAYOR (Fiesta)
2Co
4, 7-15
¡Cójala
suave! ¡No se estrese! Son recomendaciones que oímos con frecuencia y que
suenan muy razonables: ¿Para qué nos vamos a complicar la vida? Y, sin embargo,
esa vida muelle decepciona. Cuando rebozamos de comodidad y tranquilidad, pero,
a la vez vemos circular la maldad -que campea a sus anchas- nos asalta la inquietud.
Y comprendemos que no basta con no hacer el mal, sino que es preciso hacer todo
el bien que esté a nuestro alcance.
Otra
tenaza que nos ponen con frecuencia se refiere al testimonio: ¿Qué tengo yo que
ver con ese Jesucristo? ¡Sí, soy cristiano! pero de ahí para allá, en el tema
del “testimonio”, en el tema de hablar de Él, eso no es lo mío. Mucho hago que
voy a la Eucaristía, pero de ese punto para allá, se lo dejo a los Sacerdotes,
son ellos los que se comprometieron; en cambio yo, soy un simple parroquiano.
Pero
nosotros hemos recibido, directamente, de las Manos de Jesús la Luz de su
Gloria para irradiarla, para que otros puedan tener en sus ojos el Resplandor
del Rostro de Jesús: La vida del fiel es compromiso, es responsabilidad.
En
esta parte de la Carta Segunda a los Corintios, se nos propone tener consciencia
de que somos portadores (Cristóforos) de la Luz de Cristo. Empezando por
reconocer que llevamos ese Maravilloso Tesoro en nuestros débiles cuerpos, que
no somos más que pobres “vasijas de barro”. Sin embargo, al lado del
reconocimiento de nuestra debilidad se nos descubre una serie de fortalezas
insospechadas:
a) Por todas partes
nos aprietan, pero no nos aplastan.
b) Andamos con graves
preocupaciones, pero no desesperados.
c) Somos perseguidos,
pero no desamparados.
d) Derribados, pero no
aniquilados.
e) Siempre portadores
en nuestros cuerpos de la muerte de Jesús, para que también en nuestros cuerpos
se manifieste la vida de Jesús
f) Expuestos
continuamente a morir por la causa de Jesús, y, de este modo, también tenemos
la fortaleza y la bendición de Dios para que la Misericordia se trasparente a
través de nuestra carne mortal.
Todo
esto nos prodiga una férrea convicción: El Padre Todopoderoso que Resucitó a
Jesús, se ocupará, Él mismo, de hacernos coparticipes de esa Inefable Gracia de
llegar a la Resurrección y nos incorporará sinodalmente a Su Presencia.
Quienes
son los agraciados que recibirán en herencia la Vida de Jesucristo. Los que
escuchen (oigan + pongan en práctica) dándole Gracias y Glorificándolo.
Sal
67(66), 2-3. 5. 7-8
Este
es un Salmo de Bendición: Nos habla del compromiso y la responsabilidad del
anuncio del Evangelio. Este Salmo se inicia con una petición magnifica: “Que el
Señor tenga piedad y nos bendiga”. Esto que se pide se pide para un propósito
definido, no se pide para usufructuar el don en beneficio propio; se pide para
que “conozca la tierra sus caminos y todos los pueblos su Salvación”, es decir,
se pide un don para podernos comprometer a fondo en el Misión: Una Misión
Evangelizadora.
En la segunda estrofa se define el kerigma básico: ¿A qué Dios proclamaremos? A un Dios que rige el mundo con Justicia y gobierna todas las naciones de la tierra con Rectitud .
En
la tercera estrofa ve con mirada clarividente que todos los frutos son
manifestación de la bendición de Dios; aún más, que el fruto principal y
verdadero es esa bendición, que todos los demás dones frutecen en las ramas de
este árbol de Bendición. Y, entonces ¿qué haremos? Clamar al Cielo para que Él
-generosamente- nos colme de su Bendición.
El
responsorio pone en nuestros labios el ruego para que el Anuncio llegue hasta
el último rincón de la tierra y así, todos, absolutamente todos los habitantes
del planeta, vuelvan su corazón hacia el Dios-Salvador nuestro. Es, entonces,
un salmo eminentemente ecuménico, de bendición católica, que no reclama la
Bendición para tal o tal grupo humano, sino para “todos los pueblos”.
Mt
20, 20-28
Jesús
nos habla de su estilo. En Jesús se da un profundo cambio de estilo. Hay toda
una tradición de despotismo en los que pretenden pastorearnos. Abundan en este
gremio los altaneros, los petulantes, los caciques. ¿Cómo es el estilo de
Jesús? Es el estilo del “servidor”. ¡Qué cambio tan rotundo! Si queremos llegar
al primer puesto hay que estar dispuesto a esclavizarse.
Tenemos,
sin embargo, una objeción -muy modesta- contra aquellos que pretenden exigir el
servicio, la humildad y la devoción para su provecho. Tenemos también nuestro
modesto cuestionamiento para los que pretenden “ser Jesús” y exigir para sí,
todo honor, obediencia y reverencia. Esta decisión de hacerse “servidor”, es
una opción que cada uno tiene que trabajar y procurar, y entregarla “de buena
fe” como algo que se le entrega a Dios, y no como deber de hacer genuflexión
ante humanos, por muy fieles que sean.
Mucha
confusión se ha generado cuando se ha pretendido hacer del Evangelio una fuente
de prestigio, reverencia y poder. Esto no sólo le ha ocurrido a la madre de los
Zebedeos. Allí se vio un caso de mesianismo tergiversado: claro, si Él iba a
ser el Mesías, pues, había que aprovechar, cuando se sentara en su muy real
trono, que empezara los nombramientos ministeriales poniendo a sus hijos en los
dos cargos principales (¿ministro de gobierno y ministro de asuntos
económicos?). Ella se los “entregaba” de muy buena gana, pero eso sí, que los
nombramientos no se hicieran esperar. Parece natural -y quizás lo es- que toda
madre ansíe para sus hijos los puestos principales.
Nótese
que los otros discípulos se enojaron, no por la torpe petición, sino porque
esos puestos ya estaban reservados para ellos. Ellos pretendían tener ya -por
los menos- media nalga sino a la derecha, por lo menos en la silla de la
izquierda, no con tanta autoridad, pero bueno, el tercero en el reino, no
estaba nada mal.
Tampoco
podemos olvidar, eso sí, que un enfermo, un triste y abatido, un caído a la
vera del camino, o un necesitado, es una “aparición” de Jesús ante nosotros, y,
ahí sí, todo el honor, la caridad y el cuidado. Será la oportunidad de actuar
con samaritanidad, y hacernos prójimos de Aquel.
Observemos
que dice al final de la perícopa, en el verso 28, λύτρον ἀντὶ πολλῶν [litron anti pollon] en “rescate por muchos”.
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