Ex 11,10-12,14
Ya
les había predicho Dios que permitiría que Faraón se pusiera terco y se negara
a dejarlos partir: y era obvio, no iba a perder la mano de obra y los impuestos
que les cobraba a los hebreos, así como así; a veces pensaba que podía evitar
tanta protesta y tanto reclamo y quitarse de encima a Moisés y su Combo -Aarón
y los ancianos del pueblo israelita- pero, tan pronto se acordaba de lo que se
perdería, automáticamente, daba marcha atrás y plantaba su negativa.
¡Atención!
Pongamos los cinco -o más, todos nuestros sentidos- en este proceder de Dios:
atención porque Él no empieza preparativos bélicos, no adiestra a sus tropas en
el uso del arco y otros armamentos, no los arenga, no se detiene en aspectos
del entrenamiento de tropa y combate; Él establece una “Fiesta”, estipula los
pasos de una liturgia, señala un ejercicio cultual, que logra solidificar a un
pueblo que padece, con Su Dios Poderoso que los acompaña y los dirige. ¡No es
Moisés! Es Dios quien va al frente, es Dios el que lleva a Moisés ante Faraón y
lo hace sentir cumplidor del Mandato Celestial de hacer conforme Dios le ha
dicho. Notemos que nada de esto es una iniciativa de Moisés -al contrario- si
por él fuera, no haría nada de esto; Moisés contribuye con su “obediencia”,
pero todo esto acaece conforme Dios lo quiere. Dios les adiestra el corazón.
El
entrenamiento que Dios da a su pueblo es una liturgia. No los capacita
fortaleciendo sus músculos o sus habilidades para la ofensiva; les infunde en
el corazón, la liturgia, que es una “vitamina” para el corazón- Dios los
entrena, los capacita con la “Liturgia de la Pascua” Dios les indica todos los
detalles de la celebración
Pascual: פֶּ֥סַח ה֖וּא לַיהוָֽה [Pesaj ju Yahweh] “es
la Pascua del Señor”.
Y, se ha de leer muy atentamente -a detalle- porque este ritual inspira y está a la base de nuestra celebración Eucarística. Cada cosa, cada mínimo aspecto, conlleva un profundo significado de Alianza y de establecimiento y voluntad de cumplir, de parte y parte; en cada pormenor se alberga una Amorosísima particularidad de esta Amistad tan maravillosa que nos envuelve, que nos cobija, que nos dona Dios como respuesta a nuestros clamores.
Observen que mientras ellos están acatando el
ritual que Dios les prescribe, quedando como protegidos por el escudo
sacrificial, el Señor, afuera, está pasando con su Poder-que-extermina-la-maldad.
Esto lo tendremos que celebrar siempre, de edad en edad, por todos los siglos,
como dijo Jesús: “Haced esto en memoria mía” (Cfr. Lc 22, 19).
Sal
116(115), 12-13. 15-16. 17-18
FELIX
CULPA
Salmo
Eucarístico, es decir, de Acción de Gracias. Este Salmo tiene 16 versos, se
toman 6 de ellos para la perícopa que se proclama hoy: Con esos seis versos se
estructuran 3 estrofas.
La
primera nos habla del brindis Eucarístico, la que llamábamos “la Elevación”: se
nos presenta la Copa de la Salvación, y se pronuncia la Doxología -que
corresponde al Presidente proclamarla- y a la cual nos unimos con el Gran Amén.
La Doxología contiene el Nombre del Señor pronunciado en su Trinidad Santísima.
Segunda
estrofa: Si a Dios le duele tan intensamente la muerte de uno de sus fieles,
¿cuánto habrá de dolerle la muerte de su Hijo? ¡Pero nada escatimó por nuestra
salvación!
¿Oh
Feliz culpa que mereció tal Redentor!
El
voto que sella nuestra Alianza es el compromiso de “Hacer esto en su Memoria”,
es decir, una Celebración Memorial. Pues cumplámoslo, como dice la tercera
estrofa: “Cumpliré al Señor mis votos, en presencia de todo el pueblo”. Recalquemos
este carácter celebrativo de la Asamblea Eucarística, no es un rito privado, un
gesto intimista, es “congregarnos”. A veces al poner la palabra celebrar,
anteponemos un significado de alegría, de festejo, pero, el sentido primigenio
de la palabra “celebrar” es el de reunirnos comunitariamente, sinodalmente: del
latín celebrare visitar un lugar, un santuario, por ejemplo, en gran
número; acudir en gran tropel.
Mt 12, 1-8
El
núcleo de esta perícopa es la expresión del profeta “Misericordia quiero y no
sacrificio” (Os 6, 6). En este texto Jesús vuelve a señalarse como Templo, lugar
cultual. Jesús es nuestra “Casa de Culto”, en Él celebramos, a Él acudimos.
Él
no nos dice: “abajo la Ley”. No nos dice: “Abajo la Palabra”. Lo que hace es mostrarnos que la Escritura hay
que entenderla holísticamente, no a “retazos”. Que la verdad de su mensaje es
textual, o sea que está entretejida, que no se puede desmenuzar en fragmentos,
porque como bien sabemos, a punta de fragmentos se puede demostrar inclusive lo
contrario de lo que dice el texto (del latín, textum: tejido).
Muchas
veces sujetamos un fragmento de la Palabra para convertirlo en macana quiebra cráneos;
e incurrimos en fundamentalismo sectario. Tampoco, vamos a caer en el otro
extremo, que cada cual interprete lo que se le ocurra, y proponga como palabra
Divina lo que sólo es producto de una lectura defectuosa o distorsionada, o de
un sesgo mal intencionadamente tergiversado.
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