Ex 3, 13-20
Ya
oyendo Moisés que Dios le promete asistirlos y acompañarlo para poder cumplir
la Misión que le encomienda, le hace una pregunta muy interesante, muy
importante: cuando él se presente ante sus hermanos Israelitas y les comunique
este propósito que tiene Dios, ellos enseguida -y sin duda- le van a preguntar
¿cuál es ese dios? ¿de qué dios está hablando? ¡Miren que pregunta tan
acertada!
Entonces
viene el culmen de esta teofanía: Dios le revela su Nombre. Ahí está la grandeza
de Moisés, a ninguno le había confiado Dios su Nombre, y, ya sabemos lo
importante que es en esta cultura el nombre. Prácticamente ellos piensan que si
uno sabe el nombre de alguien lo puede dominar, lo puede poner bajo su control,
bajo su gobierno, bajo su dominio. O sea que, al confesarle su Nombre, Dios se
está haciendo Siervo de aquel pueblo.
Dios
le dijo: אֶֽהְיֶ֖ה אֲשֶׁ֣ר אֶֽהְיֶ֑ה [ehye aser ehye]
“Yo-soy-quien-Yo-soy”, y, añade algo esencial: este es mi nombre para siempre,
así me llamaran de generación en generación”. Esta respuesta es enigmática, no
podemos usarla como arma para “manejar” a Dios, porque sabemos su Nombre, pero
no sabemos lo que Su Nombre implica. Para nosotros el verbo ser
implica algo inmutable, algo permanente: entonces, hemos querido deducir que
significa “que no cambia” ...
Este Nombre Santo, tiene que entenderse como un Sacramento, la dación de
Dios al hombre. Él se entrega, pero sigue siendo Misterio.
Es sugestivo lo que dice Dios inmediatamente después de darnos Su
Nombre:
a)
He observado como los tratan,
b)
He decidido sacarlos de la opresión
c)
Y he decidido llevarlos a una tierra que mana leche y miel.
No desconozcamos que no le envía solo,
claramente le dice que organice una “comisión” junto con los ancianos de Israel
para presentarse ente el Rey de Egipto.
Ante Faraón, se presentarán como la
delegación enviada por el Dios de los Hebreos. No es el Dios de algún
grupúsculo, o de alguna organización o comunidad particular, sino el Dios de Su
Pueblo Entero. Y declara que el objetivo de esta salida de la cautividad es
recorrer una distancia igual a tres jornadas, para llegar al Horeb a ofrecer
Sacrificios. Ratificamos lo dicho ayer: el propósito intrínseco de esta
liberación es el cumplimiento de una liturgia: ir a adorar. Un objetivo
cultual.
Sal
105(104), 1 y 5. 8-9- 24-25. 26-27
Este
es un Salmo de la Alianza. En esta oportunidad la Alianza que ha sellado Dios
con su pueblo delega en Moisés el Encargo, y da como contraseña y símbolo de
este Pacto, la entrega de Su Nombre.
La
perícopa está organizada con ocho versos, entresacados de los 45 versos que
componen este Salmo. Con esos ocho, se han configurado 4 estrofas, a saber:
En
la primera estrofa se nos llama a “invocar” el Nombre del Señor, a proclamar
sus hazañas, a recordar los Portentos, los Primores, y las Palabras poderosas
que Él pronunció para su bien.
En
la segunda estrofa dice que Dios se acuerda de esta Alianza Eternamente, fue
declarada por primera vez a Abrahán, luego a Isaac y así, sucesivamente por
generaciones y generaciones.
En
la tercera señala que Dios ha hecho a su pueblo poderoso, y fecundo para poder
cumplir las dos promesas: mucha prole y tierra propia. Y, para que fuera más
resplandeciente su Bondad preferencial, hizo que del corazón de los opresores
brotara más rabia y saña.
Y,
envió a Moisés y a su hermano Aarón, para exhibir, a través de ellos, todo el Poderío
y los Signos tan especiales de su Excelsitud.
Mt
11, 28-30
¡Es
lógico que llevar un yugo produzca fatiga, es una carga, es una incomodidad, es
llevar un peso en la nuca, es agotador! ¿Cómo puede haber un “yugo” que, por el
contrario, produzca descanso?
Parece
que -de todas maneras- hay unos compromisos a satisfacer para que los yugos que
carguemos se alivianen: consiste en aprender la humildad y la mansedumbre; no
de otra manera llegaran nuestras fatigas a ser “vacaciones” plácidas y desahogadas.
Jesús
llama a los que han padecido, ofrece este reposo a los que han padecido, los
que han alcanzado el límite de sus fuerzas y están desfallecidos. El apacible
reposo no llegará para los que se han refocilado en la holgura, sino para los
que han padecido la penuria, y sufrido la escasez. Él convoca a los que han
probado en su espalda el mordisco del látigo y llevan las venas vacías porque
su sangre ha sido succionada, y sus vestiduras sudadas y sus fuerzas exánimes.
Como
lo decía el Venerable Veda: “Se equivoca el que se imagina que va a encontrar
la paz en el goce de los bienes y las riquezas de este mundo. Los frecuentes
problemas de este mundo-aquí abajo- y, el fin mismo de este mundo, debería
convencer a los hombres que han puesto las bases de su paz en la arena”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario