jueves, 20 de julio de 2023

Jueves de la Décimo Quinta Semana del Tiempo Ordinario



Ex 3, 13-20

Ya oyendo Moisés que Dios le promete asistirlos y acompañarlo para poder cumplir la Misión que le encomienda, le hace una pregunta muy interesante, muy importante: cuando él se presente ante sus hermanos Israelitas y les comunique este propósito que tiene Dios, ellos enseguida -y sin duda- le van a preguntar ¿cuál es ese dios? ¿de qué dios está hablando? ¡Miren que pregunta tan acertada!

 

Entonces viene el culmen de esta teofanía: Dios le revela su Nombre. Ahí está la grandeza de Moisés, a ninguno le había confiado Dios su Nombre, y, ya sabemos lo importante que es en esta cultura el nombre. Prácticamente ellos piensan que si uno sabe el nombre de alguien lo puede dominar, lo puede poner bajo su control, bajo su gobierno, bajo su dominio. O sea que, al confesarle su Nombre, Dios se está haciendo Siervo de aquel pueblo.

 

Dios le dijo: אֶֽהְיֶ֖ה אֲשֶׁ֣ר אֶֽהְיֶ֑ה [ehye aser ehye] “Yo-soy-quien-Yo-soy”, y, añade algo esencial: este es mi nombre para siempre, así me llamaran de generación en generación”. Esta respuesta es enigmática, no podemos usarla como arma para “manejar” a Dios, porque sabemos su Nombre, pero no sabemos lo que Su Nombre implica. Para nosotros el verbo ser implica algo inmutable, algo permanente: entonces, hemos querido deducir que significa “que no cambia” ...

 

Este Nombre Santo, tiene que entenderse como un Sacramento, la dación de Dios al hombre. Él se entrega, pero sigue siendo Misterio.

 

Es sugestivo lo que dice Dios inmediatamente después de darnos Su Nombre:

a)    He observado como los tratan,

b)    He decidido sacarlos de la opresión

c)    Y he decidido llevarlos a una tierra que mana leche y miel.

 

No desconozcamos que no le envía solo, claramente le dice que organice una “comisión” junto con los ancianos de Israel para presentarse ente el Rey de Egipto.

 

Ante Faraón, se presentarán como la delegación enviada por el Dios de los Hebreos. No es el Dios de algún grupúsculo, o de alguna organización o comunidad particular, sino el Dios de Su Pueblo Entero. Y declara que el objetivo de esta salida de la cautividad es recorrer una distancia igual a tres jornadas, para llegar al Horeb a ofrecer Sacrificios. Ratificamos lo dicho ayer: el propósito intrínseco de esta liberación es el cumplimiento de una liturgia: ir a adorar. Un objetivo cultual.

 

Sal 105(104), 1 y 5. 8-9- 24-25. 26-27

Este es un Salmo de la Alianza. En esta oportunidad la Alianza que ha sellado Dios con su pueblo delega en Moisés el Encargo, y da como contraseña y símbolo de este Pacto, la entrega de Su Nombre.

 

La perícopa está organizada con ocho versos, entresacados de los 45 versos que componen este Salmo. Con esos ocho, se han configurado 4 estrofas, a saber:

 

En la primera estrofa se nos llama a “invocar” el Nombre del Señor, a proclamar sus hazañas, a recordar los Portentos, los Primores, y las Palabras poderosas que Él pronunció para su bien.

 

En la segunda estrofa dice que Dios se acuerda de esta Alianza Eternamente, fue declarada por primera vez a Abrahán, luego a Isaac y así, sucesivamente por generaciones y generaciones.

 

En la tercera señala que Dios ha hecho a su pueblo poderoso, y fecundo para poder cumplir las dos promesas: mucha prole y tierra propia. Y, para que fuera más resplandeciente su Bondad preferencial, hizo que del corazón de los opresores brotara más rabia y saña.

 

Y, envió a Moisés y a su hermano Aarón, para exhibir, a través de ellos, todo el Poderío y los Signos tan especiales de su Excelsitud.

 

Mt 11, 28-30



¡Es lógico que llevar un yugo produzca fatiga, es una carga, es una incomodidad, es llevar un peso en la nuca, es agotador! ¿Cómo puede haber un “yugo” que, por el contrario, produzca descanso?

 

Parece que -de todas maneras- hay unos compromisos a satisfacer para que los yugos que carguemos se alivianen: consiste en aprender la humildad y la mansedumbre; no de otra manera llegaran nuestras fatigas a ser “vacaciones” plácidas y desahogadas.

 

Jesús llama a los que han padecido, ofrece este reposo a los que han padecido, los que han alcanzado el límite de sus fuerzas y están desfallecidos. El apacible reposo no llegará para los que se han refocilado en la holgura, sino para los que han padecido la penuria, y sufrido la escasez. Él convoca a los que han probado en su espalda el mordisco del látigo y llevan las venas vacías porque su sangre ha sido succionada, y sus vestiduras sudadas y sus fuerzas exánimes.

 

Como lo decía el Venerable Veda: “Se equivoca el que se imagina que va a encontrar la paz en el goce de los bienes y las riquezas de este mundo. Los frecuentes problemas de este mundo-aquí abajo- y, el fin mismo de este mundo, debería convencer a los hombres que han puesto las bases de su paz en la arena”.

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