Ex
14, 5-18
El
sábado, cuando celebramos la Fiesta de Santa María Magdalena, tendríamos que
haber leído la perícopa del capítulo 12 del Éxodo, los versos del 37 al 42. Donde
se cuenta que salieron -de Ramsés hacia Sucot- aproximadamente seis cientos mil,
a pie, sin tener en cuenta los niños. Érase una muchedumbre -en desorden-
llevando gran cantidad de ganado, ovino y bovino. Salieron mal preparados, no
llevaban provisiones, y el pan que llevaban lo convirtieron en tortas de pan ázimo.
Llevaban ya cuatrocientos treinta años, en Egipto, y en la misma fecha en que
los completaron, salieron de Egipto toda esa צָבָא [tsabá]
“masa de personas”. Aquella noche el Señor estuvo velando por los suyos, por
eso se instituyó entre el pueblo judío, guardar en vela aquella noche por todas
las generaciones sucesivas.
En
la perícopa de hoy, nos saltamos hasta el paso del Mar Rojo: Cuando le
notificaron a Faraón que los israelitas habían huido, nuevamente se
arrepintió, pues vinó a caer en la cuenta que ya no los tendría bajo su
yugo de explotación. Faraón mando que le aprestaran su carro de combate, tomó
seis cientos carros de combate de los mejores y más equipados y se lanzó a
perseguirlos. Mientras el pueblo hebreo avanzaba pesadamente y al verse perseguidos
y que ya les pisaban los talones, se dejaron desconsolar por el temor y empezaron
a recriminar a Dios diciéndole a Moisés si era que en Egipto no habían tumbas que
él los había sacado para venirlos a sepultar en el desierto. Por eso era que,
estando en la servidumbre en Egipto le decían: No se preocupe por nosotros y déjenos
conformarnos con nuestra condición. ¡Triste y descorazonadora condición cuando se
cae en la resignación y se pierde la dignidad de hombre libre! Cuando nos
conformamos con los grilletes, perdemos la condición de hijos de Dios. Él sólo
recibe con agrado el culto de los libres.
El
Señor, por medio de su emisario, les trasmite un mensaje de aliento: ¡A esos
egipcios que hoy les inspiran miedo, no los volveréis a ver!
El
poder de Dios se ejerce por medio del Bastón de Moisés. Bastará que lo levante
para que el agua les abra paso. La gloria de Dios Liberador se dará a conocer a
ambos lados, y los egipcios también verán cernirse sobre ellos la Infinita
Misericordia para con los que Él ama.
Ex
15, 1b-2. 3-4. 5-6
Los
versos 1-18 del capítulo 15 del Éxodo, son un himno, un canto que entonaron los
israelitas. En el verso 19 se nos presenta una síntesis de la motivación de
este Cantico: “Cuando el caballo de Faraón y su carro y sus jinetes entraron
por el mar, el Señor volcó sobre ellos las aguas del mar; en cambio, los
israelitas atravesaron el mar a pie enjuto”.
El
cantico concluye con un cierre muy significativo: «El Señor reina por siempre
jamás». (Ex 15, 18). Esta perícopa que se proclama hoy, toma los 6 primeros
versos para componer 3 estrofas:
Primera
estrofa: Moisés canta reconociendo que no es su poder el que obra, que su victoria
proviene de Dios, arrojando al mar los caballos del Faraón, se ha cubierto de
Gloria, entonces, ¡a alabarlo se ha dicho!
En
la segunda estrofa: con este desenlace descubre en Dios un Verdadero Guerrero, que
ahogó en el mar a los más adiestrados capitanes (oficiales superiores) del
ejercito faraónico y los llevó hasta el fondo, como si de piedras se trataran.
En
la tercera estrofa se ensalza la Fuerza de la Mano Divina, reconociendo el
Tremendo Poderío del Brazo de Dios, trayéndole a su pueblo la victoria que
destruye al enemigo.
El
verso responsorial es la introducción del Cantico que pronuncia Moisés: “Cantaré
al Señor, gloriosa es su Victoria”.
Mt
12, 38-42
Podríamos
arriesgar la interpretación de pensar que durante el Primer Testamento Dios
obro prodigios y multiplicó sus portentos. Un paso más y nos aventuramos a
afirmar que nosotros, los seres humanos, su pueblo elegido, sus hijitos-queridos,
nos mal acostumbramos a tener todo Su Poderío a nuestra disposición. Él ve la
necesidad de que maduremos, salta a la vista que nos estamos convirtiendo en
niños caprichosos y mimados que, por eso mismo, no asumimos nuestras
responsabilidades. Las pruebas que buscamos sólo son para fanfarronear ante
nuestros amigos, y no para vivir en conformidad con ellas.
Ha
llegado el momento que Él se plante en su lugar y con firmeza se niegue a
seguirnos el juego. Ya no se nos dará más portentos, tendremos sólo in “signo”
grandioso, el Hijo bajará al vientre del cetáceo (monstruo marino), como
siempre, el mar en aquellas culturas -especialmente para los hebreos- era la
vivienda de los poderes malignos. Por analogía es bajar al שאול Sheol.
Jesús bajará a la muerte durante tres días con sus respectivas noches, ahí está
nuestra “prueba”, la que tanto pedimos.
Pero
esta incredulidad empecinada tendrá su precio para nosotros, porque hemos
dudado peor que los Ninivitas, ellos cuando recibieron el anuncio, a pesar de
su paganismo, se entregaron a una conducta francamente penitencial y realizaron
actos de “conversión”; nosotros -por nuestra parte- seguimos estancados en el
rechazo y la incredulidad.
Se
nos cobrará un altísimo precio por la desconfianza y la duda, por no aceptar a
Jesús, mucho mayor que Salomón que fue tenido por muy sabio, -el más sabio de
todos los hombres- pero de nada le valió tanta “sabiduría” porque sucumbió a la
idolatría, y se apartó de la senda a la que lo había llamado su Dios y Señor.
Carísimo
será el precio si se toma por referencia la reina del sur, porque ella vino
desde semejante distancia “buscando” la Sabiduría, y el que busca ser sabio se
engrandece con su honesta búsqueda ante los ojos de Dios. Téngase en cuenta que
los que han venido pidiendo pruebas y portentos, son los escribas y los
fariseos, falsos buscadores de la Verdad, pero auto-engañados porque buscan
donde no lo podrían encontrar, y se ponen unos lentes que les deforma la visión,
tal que, aun teniéndolo frente a sus narices, no lo pueden ver: Esta es la
falsa búsqueda, la que no quiere encontrar, sino hacer creer que “busca”, y
exhibir sus falsos resultados para engatusar a los demás. Es la “sabiduría” de
los que posan de “sabios” pero no les interesa “hallarlo”, sino esconderlo,
desacreditarlo, desautorizarlo. Es la búsqueda deshonesta.
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