miércoles, 5 de julio de 2023

Miércoles de la Décimo Tercera Semana del Tiempo Ordinario



Gn 21, 5. 8-20

Por fin, nos han tenido en suspenso, pero ahora ya, Abrahán ha tenido su hijo propio con Sara. Tuvo que completar un siglo de vida para tener por fin ante sus ojos al tan ansiado primogénito יִצְחָק. Pasa -dando un pequeño salto, al día del destete- y, mostrándonos el valor celebrativo del “banquete”, Abrahán ofrece uno. “El ser humano es eminentemente celebrativo”.

 

A renglón seguido, tenemos una rápida descripción de las dos vertientes del linaje abrahamico. La imagen es la de יִשְׁמָעֵאלIsmael” jugando con Isaac, y ya vienen los celos de Sara con Agar, porque ahora el heredero es Isaac, y el hijo de la criada, “nada que ver”; por eso Sara pide que la criada y su prole sean expulsados del clan. Dios no quiere eclipsar el júbilo de Sara y le concede que Abraham se ajuste a su celoso pedido. Sin embargo, Dios tampoco quiere nublarle el gozo a Abrahán y le pronostica que Ismael también será padre de un gran pueblo.

 

Así que Abrahán despacha a Agar con mogolla y cantimplora al desierto. Cuando se le agotó el agua, Agar desesperó, y se echó a morir, junto con su hijo. Lo puso a la distancia para no verlo agonizar, y mientras el niño lloraba, ella hacía lo propio.

 

Este cuadro de inhumanidad conmueve a Dios quien acude y le pregunta a Agar ¿Qué es lo que pasa? Continúa diciéndole que Él ha oído el llanto de Ismael y que vaya y lo coja “fuerte” de la mano porque ha determinado sacar de él un pueblo grande. Y la condujo a un pozo donde llenó su cantimplora y pudieron beber.

 

Dios cumplió y asistió al chico que aprendió las artes de la arquería y aprendió a vivir en aquellos territorios inhóspitos. 

 

Sal 34(33), 7-8. 10-11. 12-13

A estos salmos los denominamos Eucarísticos, porque estaban destinados a liturgias de Acción de Gracias. Destinados a la presentación de ofrendas sacrificiales por haber recibido atención y clemencia frente a determinada situación de angustia.

 

Agar e Ismael han enfrentado una situación de mucha angustia: una angustia mortal. Han mirado a los ojos a la muerte en el desierto, víctimas sedientas. El Señor ha acudido en su auxilio. Enfaticemos nuevamente que el nombre Ismael significa “Dios oye”.

 

Invocaron a Dios y Él los escuchó y los libró de su angustia. Les puso ángeles de protección que los acompañaron y sacaron adelante el muchacho, para hacer posible el cumplimiento de la promesa Divina.

 

Nada faltará a los que se refugian en el Señor. Evidentemente el “temor” del que se habla se podría muy bien interpretar como “confianza”. Aún las mayores penurias serán solventadas para los que tienen su confianza puesta en el Señor. A Él no hay que temerle, sino reconocerlo y seguir sus Enseñanzas. Pero, ante todo, “confiar”.

 

Si de verdad alguien ama la vida y quiere encontrar paz, tranquilidad y abundancia, que venga y aprenda a vivir abrigado con la “Confianza puesta en el Señor”.

 

Mt 8, 28-34

Jesús pasa a la región pagana. Nos lo confirma el hecho de ser criadores de cerdos. De la propia boca de la muerte manan dos endemoniados furiosos, temibles que se habían adueñado de ese paso. Vivían muertos en vida, sus dormitorios entre sepulcros.

 


Como endemoniados que son, ven en Jesús un enemigo, y eso es lo que le gritan sus bocas. Se había profetizado que, al final de los tiempos, el Ungido vendría a someterlos; pero, a ellos les parece que todavía no es la hora, y que aquí se está dando una anticipación que no corresponde con lo previsto. Los demonios alegan procurando prorrogar su temporada de recreo, en la que pueden hacer y deshacer a sus anchas.

 

Tienen que admitir que se les adelantó lo inevitable. Que Dios les marcaría un límite para su accionar, y rápidamente se dan por vencidos, suplicando que por los menos -dilatando su estancia final en las mansiones tan indeseables del infierno-  los deje por aquí, morando entre los cerdos. La condición de los cerdos, siempre entre el barro y la suciedad, sin reparar en la mugre y la pestilencia, habitando entre deshechos alimenticios y fangales, y con el hocico clavado a estas inmundicias, era una situación suficientemente indeseable para figurarnos ¿cómo será habitar en la “paila mocha”? que estos demonios prefieren vivir en el cuerpo de los marranos, antes que ser despachados a sus territorios propios. (Dicho sea de paso, contrasta esta situación con la cría actual, que se hace entre lujo de aseo y detallados aspectos de asepsia, que vuelve la vida del cerdo un flagrante contraste con aquellas maneras de otrora). Como quiera que sea, se entiende que la vida del cerdo era, ya aquí, una leve insinuación de lo que sería la vida infernal.


 

Evidentemente, el que cría cerdos -porque ese es su negocio- no quiere que a sus animalitos les pase nada malo hasta que les llegue la hora, porque ya están lo suficientemente gordos; así que los demonios rechazan la Presencia del Señor, porque es su Rival; y los porquerizos, porque les malogró el negocio. Estos también lo rechazaron por motivos mercantiles obvios. Los paganos no querían tener nada que ver con aquella “religión” que se tomaba la limpieza -como canon de “pureza”- tan en serio. Que los dejaran en paz con su negocio y la fe, se fuera para otro lado que no los perturbara. Sigue sucediendo que se prioriza la ganancia sobre la fe y el lucro desplaza los asuntos religiosos como inutilidades. ¡Esas son bobadas m´hijo”

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