Ex
24, 3-8
Tan
pronto les dio el Decálogo, inmediatamente prescribió como debía ser el Altar.
Y después, en los capítulos 21-23, les enseña otro conjunto de Leyes
convivenciales y algunas. Sobre el Sabbat y estipuló las tres fiestas Mayores
que deberían ser motivo de celebración: la de Los Panes Ázimos, la de las
Primicias y la de fin de año al concluir la Recolección de la Cosecha.
Y
llegamos al capítulo 24, a la perícopa de hoy, Moisés 1) Edificó un Altar y
erigió 12 estelas, 2) Ordenó a unos jóvenes ofrecer sacrificios de holocausto e
inmolación de novillos: en sacrificio de comunión. 3) Se recogió la sangre en
vasijas y la mitad fue derramada ritualmente sobre el Altar 4) Y, además, con
parte de esa sangre -la sangre de la Alianza- asperjó al pueblo.
Un
detalle muy interesante se nos comunica aquí: Moisés entra en la cultura de lo
escrito: “Moisés כָּתַב (es el verbo kathab, “escribir”) escribió todas las palabras que dijo el
Señor” (Ex 24, 4); luego, en el verso 24, 7 aparece el verbo קָרָא.
[qara] “leer en voz alta”, “proclamar”.
El
pueblo -unánimemente- declaró: “Haremos todo lo que ha dicho el Señor y le
obedeceremos”. Esta exclamación sella la Alianza, significa la aceptación de la
responsabilidad por parte del pueblo. Así que es una Liturgia de Alianza, sus
voces son nuestras voces vicarias que asumieron lo que nosotros hoy estamos
prometiendo cuando nos unimos al pueblo de Dios.
Sal
50(49), 1b-2. 5-6. 14-15
Este
es un Salmo de la Alianza. Tiene 23 versos. Hoy tomamos 5 y ½ versos para la
perícopa. Después de que el pueblo se comprometió a cumplir y respetar la
Alianza, el Señor pide que los reúnan para hacerles notar que -totalmente, por
el contrario- lo que han hecho es “despreciar su enseñanza y echarse a la
espalda sus mandatos.
En
la primera parte del Salmo Dios les dice que Él, siendo el dueño de todas las
criaturas, tiene abundantísimos animales -por ejemplo, todos los salvajes- para
prepararse la cena más generosa y saciar su hambre; así que si Él llegar a
tener hambre, no recurriría a nosotros para que le sirviéramos algo.
El
Salmo convoca al pueblo que pactó con Él para juzgarlo, porque la Justicia
Divina existe, llegará el momento en el que Él se sentará en el Tribunal y el
Cielo proclamará su Justicia.
Un
sacrificio de alabanza consiste en cumplir lo que nos hemos comprometido a
cumplir; y, entonces, si cualquier urgencia se nos presenta, cuando invoquemos
a Dios, Él nos librará y nosotros lo glorificaremos.
Si
verdaderamente queremos ofrecer un sacrificio de alabanza, ese es la coherente
fidelidad a lo que Él ha decretado.
Mt
13, 24-30
La
palabra cizaña no es originariamente ni latina ni griega (donde viene a presentarse
por acá en el siglo IV de nuestra era, y aparece -en sus primeras veces- con el
significado de “envidia”, “inquina”, o “celos”); es una palabra sumeria que
significa “falso trigo”, en sumerio zizán significa precisamente trigo.
La palabra llega a nosotros a través del Arameo, la lengua de Jesús.
Es
muy interesante tomar en cuenta que de la zizania se puede fabricar una
harina, que tiene la peculiaridad de ser toxica.
La
palabra ha venido a significar “mal cristiano”. Pero se la usa mucho para
significar la siembra de “discordias”, la divulgación de “calumnias”, o la
alimentación de un espíritu divisionista, separatista.
La
cizaña no la creo Dios, tampoco la siembra el ser humano, es el “Enemigo” el
que la introduce de contrabando. Nosotros, ni por asomo, podemos atribuirle a
Dios su aparición -lo que sería ya una blasfemia, un pecado contra el Espíritu
Santo. No podemos tener la osadía de preguntarle al Señor si fue que se
distrajo, y de pronto sembró “mala semilla”; tampoco podemos pensar que, por ahorrar,
sembró en vez de la buena, mala semilla. Ya al iniciar la parábola se nos
declara contundentemente que “Un Hombre sembró buena semilla en su campo” (Cfr.
Mt 13, 24bc).
Hay
que dejarlas crecer juntas sin impacientarse, sin premuras; Dios mismo nos ha
ordenado aguardar, en el interludio, el Señor obrará prodigios de Salvación,
porque Él es Misericordioso, y su Misericordia dura por siempre.
La operación justiciera de la separación: lo que ira al fuego y lo que ira al granero, es una realidad escatológica. Esperemos pacientemente el Tiempo de Dios, cuando Él tenga a bien enviar sus Ángeles para la siega.
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