miércoles, 21 de junio de 2023

Miércoles de la Décimo Primera Semana Ordinaria



2Cor 9, 6-11

Cuando Tito les llevó esta “Sexta Carta”, junto con ella, San Pablo había enviado cartas a otras Iglesias que estaban en la misma orbita de la Iglesia de Corinto, valga decir, a otras iglesias de Acaya. Posteriormente, y dada la consonancia que estas tenían con la realidad y los problemas y tareas de la Iglesia de Corinto, ellos las anexaron y se conformó, de esta manera, el capítulo 9 de la 2Cor.

 

Un asunto clave era precisamente el tema de la colecta para la iglesia de Jerusalén, algunos daban a regañadientes, otros se negaban a aportar alegando que estaban en peor situación, otros retaban a los que no tenían capacidad para ofrendar más. La fórmula de Pablo es taxativa: “cada uno dé como le dicta su corazón”, y les advierte que el Sembrador Celestial que les da las semillas para plantarlas y pan para su propia alimentación, tomará a su cargo multiplicarles ambos, y más. No tienen que preocuparse, porque como sucedió con el profeta Elías: “La orza de harina no se vaciará, la alcuza de aceite no se agotará…” (1R 17, 14bc), el Señor es Providente y Misericordioso.

 

No se ha de dudar del Poder Divino que socorre abundantemente. Y, las comunidades loaran al Señor con asombrada Acción de Gracias, al ver como la mano generosa de YHWH socorre -desconcertantemente- no a través de los favorecidos, sino por medio de los que menos tienen.

 

Sal 112(111), 1b-2. 3-4. 9

El Salmo continúa rodando en la misma orbita. Concita a la generosidad, enseñando el sentido de la “donación”. La caridad, el amor “ágape” dignifica, da honra y buen nombre a quien practica caritativamente.

 

Es una Salmo de la Alianza. ¿En qué consiste la Ley? La Alianza es precisamente la coherencia con la Ley. Pero no una coherencia meramente juridicial. El regulador no es una oficina de impuestos que registra vigilante los ingresos y el producido; sino que el control lo ejerce la “oficina del propio corazón”, como lo dijo San Pablo en la perícopa de la Primera Lectura. Se debe dar, y dar con alegría, no con la amargura y el dolor de un dinero que se escapa, sino con el jolgorio de cuánto bien el Señor nos regala la capacidad de hacer. No ponemos el reflector sobre aquello que se va, al contrario, las luces rutilantes se intensifican mostrándonos las sonrisas y la vida que florece y los problemas y dificultades que son derrotados, así como la Gloria de Dios que se expresa en la generosidad que llegó a otros, por medio de nuestras pobres manos.

 

Esa es la Alianza, no dudar de la prodigalidad Divina, porque Él se ha comprometido a socorrernos para que nuestras vidas sean un puente de su Munificencia.

 

Mt 6, 1-6. 16-18



Estamos siendo convocados a sentar las bases de una Justicia “como Dios manda”. No se trata de una justicia que empieza por fijar unas fronteras, no me puedo enfadar con mi hermano, pero todo aquel que nos sea hermano mío, es digno merecedor de todo mi enojo, el que no saqué contra mi hermano, lo descargaré en los ajenos. Puedo odiar a mis enemigos, con tal que diga amar a mis amigos, puedo adulterar con el prójimo, pero eso sí, que mi prójima -tan prójima que vive conmigo- no se vaya a dar cuenta. Y, así sucesivamente, el punto está en ir estrechando el cerco de aquellos con los que estoy obligado, cuanta menos gente haya en el corral de “los míos”, más fácil será sembrar el mal sin pecado.

 

Una Justicia Superior, es la que pone por criterio obrar como hijo del Padre y reconocer en todos los demás, hijos también del Padre Celestial. La alianza entera ha de cumplirse poniendo el corazón en el Padre, nada de cuanto sea bueno se hará para exhibirlo, toda la Alianza y su cumplimiento será un “secreto” entre Dios y tú.

 

Y hay que tener mucho cuidado, puesto que tan pronto sea bondad por espectáculo, se anulará la recompensa. La única recompensa a recibir, será “el aplauso de los hombres”, que dura menos que un sueño, y ¡qué triste despertar!

 

Esto es complicado en la sociedad del “aplauso” que quiere hacer de todo instante, un “show”, y ha ensartado cualquier momento de la existencia en la “telerrealidad” y que promueve poner cada instante de la vida en las redes sociales para buscar la aprobación del “like”. Dime cuántos “likes” tienes, y te diré si eres alguien. O, si eres un “don-nadie”. Y muchas veces le hacemos el juego a las trompetas y contratamos “plañideras” y “corifeos” y desarrollamos nuestro propio departamento de “imagen y relaciones públicas”, o damos amplio espacio al culto de la personalidad, lo que nos lleva a obsesionarnos con la “opinión pública”.

 

Si leemos la perícopa de San Mateo para hoy, se hace muy claro que nuestra vida sólo está llamada a ser mostrada a Dios y que es Su Solo Juicio lo que nos compete.

 

En esta perícopa, se plantean también las tres “obras pías” de la tradición judía: La limosna, la oración y el ayuno. Igual las tres han de quedar reducidas al “secreto”, puesto que son obras destinadas a Dios-Padre, con las que se entreteje la relación del hombre con Dios, a nadie más atañen, luego, deben reposar en el “secreto” de nuestra relación con Él. Podríamos decir que pertenecen -las tres- al ámbito de nuestra Intimidad con el Señor. 

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