2Cor
1, 18-22
“La
palabra que les dijimos no es si y no”. Es muy hermoso saber que la Palabra
comunicada por el Evangelizador, es una palabra confiable, no provisional, y no
engañosa. Antes de avanzar en procura del desciframiento de estas palabras,
insistamos que no se deben tomar aisladas, descontextualizadas, sino que algo
que se dice, siempre está entretejido con lo que se ha dicho previamente y,
también, con mucha frecuencia, se abren a lo que se dirá después.
“La
palabra que les dijimos no es si y no”. A que se refiere, miremos un poco antes
de 2Cor 1, 18-22. Ayer leímos el inicio de esta Carta, del capítulo primero,
los versos 1-7. Debe haber algo en la perícopa que no se lee 2Cor 1, 8-17, que
se remite a esta palabra que les dijimos "no es sí y no". En el verso 13 nos
garantiza que en sus cartas no había segundas intenciones, luego, en el verso
15, nos dice que él se había trazado el proyecto de irlos a visitar, y confiesa
que quizás actuó con precipitud… pero las cosas no se dieron, … y no pudo ir.
Es probable que se hayan quedado esperándolo, es posible que alguien o algunos
hayan echado leña al fuego, azuzando los ánimos contra Pablo, señalando que
decía una cosa, y luego hacía otra, quizá se decía que él los estaba evadiendo,
se ha llegado a establecer que los ánimos estaban verdaderamente exaltados
contra Pablo, y Pablo estaba supremamente entristecido por la actitud mostrada
contra él, de parte de los corintios. La idea como nos la relata en el verso 16
había sido llegar hasta Macedonia y pasar luego a visitarlos. No hubo segundas
intenciones, ni hubo ninguna jugada por debajo de la mesa. Todo cuanto Pablo,
Silvano y Timoteo hicieron fue como Dios lo dispuso, como Dios lo quiso, sin
más allá ni más acá. Todo lo comunicado y enseñado, fue conforme el “SI” de
Dios. Sus siervos Pablo, Silvano y Timoteo se han limitado a decir “Amén” a las
disposiciones de Dios.
Luego,
Pablo les muestra en la Carta sus credenciales, credenciales confirmatorias:
Unción, sello y Espíritu. La tensión que hubo se disipó. Tito supo mostrar y
argumentar la generosa disposición de Pablo y los corintios -en ese entretanto-
tuvieron la bendición de reconocer la valiosa pastoral del Apóstol de los
gentiles desarrollada, en otras partes, pero también entre ellos. Por tanto,
estamos en presencia de una Gracia sanadora y fortalecedora que el Espíritu
derramo sobre ellos para fortalecer esta comunidad y consolar el afligido
corazón del Pastor, Pablo. Queremos trascribir los versos 23 y 24 que
complementan el cuadro mostrado y nos dan a traslucir la obra del Espíritu que
construye comunidad entre los corintios: “Dios sabe, y se lo juro por mi propia
vida, que sólo la misericordia hacia ustedes me inspiró no volver a Corinto. No
pretendo controlar autoritariamente su fe, sino darles motivos de alegría, y
hablando de fe, ustedes se mantienen firmes”. Lo que él entendió es que su presencia -en aquel momento- lejos de ser sanadora, sería acibar en la llaga.
Sal
119(118), 129.130.131. 132. 133. 135
Este
es un salmo de súplica. En torno a la Ley de Dios desarrolla sus 176 versos, de
los cuales se han escogido 6 para proclamarlos en este día. En cada verso
encontramos alguno de los sinónimos de la palabra Ley. Hoy nombramos: Preceptos,
Palabras de Dios, Mandamientos, Norma, Su Promesa y Decretos. A medida que
lo desgranamos, más nos sorprendemos que queramos infringirla y contradecirla.
¿Por qué nos imaginamos más prudentes, más sabios, mejores juristas que Él?
Declamar
este Salmo, o alguna de sus partes podría, si le permitimos al Espíritu obrar,
hacernos más dóciles y mejores amantes de su Bondad retratada en sus Mandatos de
insólita perfección.
Cuando
amorosamente escuchamos alguno de estos versos de inmediato brota en nuestra
alma la voluntad de acatar, y la sorpresa del total Amor que Él nos profesa.
Advertimos que ha legislado para nuestro bien y para procurarnos la mayor
felicidad. Comprendemos que nos ha plantado un sendero florido para convivir en
armonía y gozar de la existencia. La perfección de este Jurisconsulto nos
conduce a la Alabanza emocionada y, a sentirnos hijos protegidos por el Padre. Te
rogamos para que nos conserves libres de la maldad que nos podría encarcelar y
cargar nuestros tobillos de tristes grilletes.
Ilumínanos,
¡Señor! con el Dulcísimo Resplandor de Tu Sabia Ley.
Mt
5, 13-16
Continuamos
en la órbita del ¡Gustad y Ved! ¿Qué hemos de degustar? ¿Qué hemos de ver? La
sal y la luz, respectivamente. Nosotros estamos llamados a llegar a esa
condición. ¿Cómo podemos llegar a ser sal? ¿Cómo podemos ser luz? Igual que
ayer, estamos invitados a adquirirlos en Jesús, Él es el Maestro del Buen Sabor
y de la Iluminación. No sólo hemos de adquirir Sabor y Luz, sino que -además-
hemos de aprender a conservarlos.
Siempre
se debe enfatizar y tener muy presente que no “adquirimos” la Sal y la Luz para
“almacenarlos”, sino, para ofrecerlos, para compartirlos, para comunicarlos. ¡Ese
Sabor y esa Claridad evidentemente nos llenan de gozo, nos inyectan la
bienaventuranza, y el corazón vive en una paz sinigual!
¡Qué
se nos note! Con todo respeto de los que con muy buen y santo ánimo quieren que
nuestra dicha transparente al Señor para de esa manera promover la Evangelización;
expresamos nuestras reservas. Hemos tenido la ocasión de vivirlo en carne
propia: el peligroso riesgo de este beatísimo propósito, que se va diluyendo,
como los fuegos artificiales, y lo escaso que queda, se deshace en humo. No
somos “figuras públicas”; nuestro único afán debe ser “agradar y alabar a Dios".
Lógico que no podemos andar por ahí dando el mal ejemplo, o viviendo de espaldas
al Evangelio; pero eso no debe obsesionarnos por los que critican porque si, y
también porque no. Pensemos, la luna -que como bien sabemos, no produce luz-
sin embargo, con su silencioso, modesto, pero a la vez, persistente reflejo
de la luz solar, nos da un testimonio imperecedero.
Nuestra
manera más contundente de dar Testimonio -a través de toda la historia- ha sido
“hacer el bien”. La Iglesia registra de manera incuestionable la memoria imperecedera
y el testimonio de caridad tan contundente que las instituciones caritativas de
la Iglesia y algunos santos, han dejado como huella y proclamación del Poder Divino
y de la Gloria de Jesús, que pasó haciendo el bien, que padeció y sufrió, que
inclusive lloró con amargura por la amada ciudad en Sion. Pero que poco afán
tuvo en el qué dirán, en arrancar sonrisas o en participar en bailes y otras
actividades carnavalescas. Pensé un ratito, y no se me ocurrió ningún chiste
que Jesús hubiera pronunciado…
El objetivo no es dar pretextos a los de ceño fruncido, sino justipreciar lo que verdaderamente nos debe preocupar e interesar a la hora de querer ser Sal y Luz del mundo. Una vez más pronunciemos nuestra jaculatoria: Ilumínanos, ¡Señor! con el Dulcísimo Resplandor de Tu Sabia Ley.
No hay comentarios:
Publicar un comentario