Tob
1, 3; 2,1b-8
Esta
semana vamos a tener apartes del Libro de Tobías, como Primera Lectura, toda la
semana. Esta es una noveleta romántica, una verdadera historia de amor. Diremos
que es un Libro Sapiencial. Sin embargo, no lo es a la manera como lo es
Eclesiástico, o Qohelet, o Proverbios, que son colecciones de aforismos; sino
que, aquí se trata de narrativa, no histórica.
El
nombre טובי [tobi] significa “mi Bueno”, “Bondadoso mío”,
tan pronto iniciamos, hoy, la Lectura, nos encontramos frente a un hombre
bueno, recto, de costumbres muy exactas, apegado a lo que se prescribe debe ser
la vida de un perfecto judío, podemos llegar a llamarlo prototipo del judío en
tierra extranjera. ¿Cómo así que en tierra extranjera? Si, leemos allí, que se
halla en Nínive, tierra Asiria. Y nos sitúa en un momento muy preciso, es el
Shavuot, la Fiesta de la Semanas, la que para nosotros se llama Pentecostés
(Quincuagésimo día).
¿Qué
le pasó a Tobit aquel día? Le sirvieron un banquete, y, ya estaba a la mesa,
frente a sus apetitosos platos, cuando -no lo dice, pero hubo de ser así- antes
de darse a complacer su propio apetito con las deliciosas viandas, pensó en
aquellos de sus compatriotas, en exilio, que la estaban pasando difícil y que
no tenían qué poner en su plato, y mando a su hijo -quien se convertirá en el
protagonista de todo el relato- que fuera a buscar a un judío “necesitado” y lo
invitara para compartir con él. Se trata aquí de una primera obra de
Misericordia: “Dar de comer al hambriento”. Él por su parte, no probará bocado
hasta tanto se halla satisfecho esta caridad.
El
hijo aprovecha para narrarle otra situación que se está viviendo en ese
momento: Habían estrangulado a un compatriota, en la plaza de marcado y, allí
yacía insepulto. Aquello suponía, desde la ética de aquel pueblo, una urgencia
mayor, y atenderla, antes de invitar algún hambriento, era prioritario: Es otra
obra de Misericordia Corporal: Enterrar a los muertos. Así que, dicho y hecho,
fue a recoger el cadáver, lo resguardó en un cobertizo y aguardó la puesta del
sol. Luego, teniendo en cuenta todas las normas de “pureza” que se prescriben,
se lavó y, comió -pero inmerso en profunda tristeza, por la suerte que corrían
los de su raza, en destierro. Aquel triste suceso enlutaba el Shavuot, y se
relacionaba, directamente con la profecía de Amós. Así que sus bocados se
salaban con la amargura de su propio llanto.
Ya
habiendo caído el sol, se dio al entierro, mientras se dejaba oír el coro de
los vecinos reprochando la insensatez de aquel viejo que -se ponía a cumplir la
Ley- sabiendo que en aquella tierra, eso no era para nada bien visto, y -por el
contrario- repetía su puesta en riesgo de muerte- puesto que los ninivitas lo
tratarían de castigar con pena mortal por su atrevimiento y testarudez.
Precisamente
estas actuaciones eran las que lo convertían en un paradigma del judío
coherente pese al exilio.
Sal
112(111), 1b-2. 3-4. 5-6
Este
salmo tiene 10 versos, de los cuales tomaremos 5 y medio para configurar la
perícopa para la liturgia de hoy. Es un salmo de la Alianza que da los rasgos
de una persona que desde aquella ética -madre de la nuestra, iluminada por las
enseñanzas de Jesucristo- puede tenerse por Tobit.
Hagamos
su elenco:
1) Teme ofender al
Señor (Eso es ¡Temor de Dios! No es tenerlo miedo a Dios, sino vivir alerta
para no llegar a ofenderlo, ya fuera por descuido o por distracción).
2) Siempre, sin
incurrir en distracciones, obra con caridad: Dicho de otra manera, tiene muy
presente la lista de las Obras de Caridad para cumplirlas íntegramente.
3) Brilla -en medio de
la descomposición social que los envuelve como las sombras se vuelven tinieblas
del mundo- por su clemencia y compasión.
4) Tiene piedad con
quien pasa necesidades y el presta.
5) Administra todos
sus asuntos con rectitud.
6) Su corazón se apoya
siempre en el Señor.
7) Les da limosna a
los pobres.
8) Su caridad es
constante.
En
la perícopa encontramos más:
9) Ama de corazón los
Mandamientos de Dios.
10) Es justo, clemente
y compasivo.
Y
concluye garantizando que el “justo” será “inolvidable”. (Entendemos que tal
vez -aquí en la tierra se le olvide, pero en el corazón de Dios su nombre
estará inscrito con letras de Molde.
Mc
12, 1-12
En
esta sesión del Evangelio Marqueano encontramos a los que emboscan a Jesús, ya
habíamos visto una primera escaramuza: ¿Qué se cree este tal Jesús, que ¿de
dónde saca “autoridad” para venir a controvertirnos? ¡pobre chiflamicas, no
sabe ni donde está parado! ¡un ignorante en temas religiosos y con pretensiones
de asumo Sacerdote o de Rabbuni! ¡No, mejor dicho, los pájaros tirándole a las
escopetas!
Hoy
se produce un nuevo ataque. Jesús -dándose perfecta cuenta de qué es lo que
esta gente se propone- decide plantearles una “parábola”. A veces, el análisis
de este episodio del evangelio se va en la siguiente dirección: ¿es de verdad
una parábola o se trata de una alegoría? Nosotros pensamos que -este debate y
la manera de enfocar la atención sobre el fragmento, aun cuando es muy
interesante desde un punto de vista técnico-literario, corre el riesgo de
dejarnos por fuera del Mensaje.
Al
decir Mensaje, así con mayúscula, no es que se pretenda meter esta “lectura”
que hacemos, de lo que Dios nos quiere decir, como enyesándola y aspirando a que-
lo que aquí se plantea sea el non-plus-ultra, de la interpretación, y, ya
nosotros no tengamos que darle más vueltas al asunto. En cambio, lo que aquí se
pretende, y de lo que se trata, es simplemente, de prender un bombillo, que nos
permita, “reflexionar” directamente, con los párpados bien abiertos y
con el corazón muy alerta, sobre nuestra relación de amistad con Dios. Y ¿qué
es esto de “directamente”? Que muchas veces leemos o escuchamos la proclamación
del Evangelio y “bajamos la guardia” en 2 posibles sentidos: o bien decimos
“este chicle ya los mastiqué el otro día, entonces, por hoy, lo dejaré de lado;
o, nos atenemos a un comentario limitado y “ajeno”, sin hacer el esfuerzo de
“trasladarlo” a nuestra propia vida, a mi hoy actual. Decíamos que nuestro
empeño es el de operar sobre un interruptor, sencillamente para “alertar
nuestra consciencia”; pero los esfuerzos de “personalización” y de adaptación a
nuestra talla de “cada uno”, siempre corren por nuestra cuenta. ¡Cuidado! ¡No
vayamos a reblandecer la Palabra de Dios en procura de obtener una papilla
insípida, que no dice nada, que da nauseas precisamente porque se ha vuelto
desaborida!
Hoy,
fácilmente podemos desembocar en la interpretación de un Dios que dizque lo
sabe todo, que ya sabía que estos desagradecidos lo iban a volver papilla, y
pues “tanto va el cántaro al agua que, por fin se rompe”. En síntesis, ir a dar
con la imagen de un Dios fracasado. ¡Qué bendición! Se la quitó a los judíos y
nos la dio a nosotros.
Vendrá
y hará perecer a los labradores, eso ¡que castigue! ¡Que eche chispas como en
las mejores películas de acción, metralla y lanzallamas, para que esta vaina se
ponga buena! ¡Compadre, ponga en el horno micro-ondas unas palomitas de maíz,
que vamos a pasar el desenlace de la película, ya va a sacar la ametralladora
que tiene en el closet!
Una
propuesta: (en vez de las palomitas de maíz), cuando llegue a la parte de “¿Qué
hará el dueño de la viña?” ¡Póngale pausa, y reflexione! ¿Qué voy a hacer con
esta “parábola”? ¿Qué me dice ahora y aquí? ¿Qué le puede aportar a mi camino
de fe?
Hay
dos claves que nos orientaran mucho:
1. “La piedra que
desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular”
2. ¿Que era los que
pretendían los “sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos? Tal vez nos
encontramos con unas personas que no estaban dispuestas a ninguna “conversión”,
que ya habían enyesado su religiosidad y lo que ahora poseían era… una papilla
muy blanda, que producía nauseas, pero que podía usarse para desatar
persecuciones y para otros usos egoístas “muy buenos”.
Todo,
¡sí! Todo, menos reconocer en Él, la Piedra Angular.
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