Hch 4, 1-12
Jesús restituye las fuerzas y da salud
integral; los “judíos” mataron a Jesús, pero Dios lo resucitó; ahora, sigue
actuando a través de sus discípulos que lo hacen presente por medio de Su Santo
Nombre. Muchos de los que habían oído el discurso (de Pedro y Juan), creyeron;
los que oyeron eran alrededor de cinco mil hombres) ¡Una pesca abundante! Así, este
“discurso”, es el “testimonio” al que estamos llamados todos los discípulos.
Cuando se menciona a los judíos, no se
refiere a todos ellos, como lo hemos venido señalando con insistencia, se
refiere a los sacerdotes, los Jefes del Templo y los saduceos, los jefes del
pueblo, los ancianos, los escribas, Anás, Caifás, Juan y Alejandro y todos los
demás que integraban este nepotismo -como claramente se dice en el verso (Hch
4, 6c) καὶ ὅσοι ἦσαν ἐκ γένους ἀρχιερατικοῦ- son los
representantes de estos que, se desenmascaran al apresar a los Apóstoles. Estos
“judíos” ven el “signo” que obró Pedro en las piernas del paralítico, y
reaccionan, los apresan, los hacen encarcelar, y los hacen comparecer ante
ellos.
En este marco, se da la ocasión para que
Pedro “declare”; esta declaración es -de nuevo- la enunciación del Kerigma:
a)
La pregunta es ¡con qué poder o en
nombre de quién han hecho eso ustedes?
b)
La respuesta -contundente y clara,
cantante y sonante- “ha sido el Poder del Nombre de Jesús el Nazareno.
c)
Ustedes lo crucificaron,
d)
Dios lo Resucitó de entre los muertos;
e)
Él es la piedra que “Ustedes” -los
arquitectos” desecharon- y, que se ha convertido en “Piedra Angular”.
f)
Sólo en el Nombre de Jesús el Nazareno
hay Salvación; en γὰρ ὄνομά ἐστιν ἕτερον “en ningún otro nombre” está la Salvación.
Notemos cómo está formulada la pregunta:
“¿Con qué poder”?... Evidentemente los que preguntan, preguntan lo que les
preocupa, lo que los trasnocha: “el tema del poder”. Entre los encarceladores
está representado el poder económico, el poder político y el poder religioso
(el poder centralizado en el Templo y en el Sanedrín). Es valioso destacar que
Pedro no llama a los perseguidores a la “conversión”, solo los
sienta en el banquillo del Juicio, para mostrar al pueblo la enorme injusticia
de la que son reos.
Sal 118(117), 1-2 y 4. 22-24. 25-27a
En este Salmo de Acción de Gracias,
encontramos este estilo litúrgico de dialogo real-sacerdotal, levítico y del
pueblo. Se agradece la Misericordia, que es la bondad de Dios, siempre Fiel a
su Alianza: חָ֫סֶד
[chessed]. Decimos “den gracias”, pero hay un
reconocimiento, que no sólo agradece, sino que “declara”, “canta”, “loa”,
“pondera”.
En el
verso (Sal 118(117), 22) está contemplado el tema de לְרֹ֣אשׁ פִּנָּֽה [le ros pin-nah] “la Piedra Angular”, -tomar una persona, común
y corriente, y sacar de ella el “fundamento” de toda la sociedad, del mundo
entero, se tiene que ponderar, como un verdadero “milagro”- que luego,
San Lucas retomará en Hch 4, 11: κεφαλὴν γωνίας [kefalén gonias] para referirse al Resucitado. Los tres sinópticos
enfatizan que el mismo Jesús, se aplicó este Salmo, donde aparece como cierre
de la parábola de los viñadores asesinos.
Este salmo se refiere a un Rey, pero los
investigadores han encontrado con bastante certeza que este Salmo, en
particular, es un Salmo post-exilico, cuando ya no tenían rey. Lo cual nos
lleva a concluir que este Mesías es una figura escatológica, y este Mesías es
un “revestimiento midrashico”, dicho en otras palabras, fábulas
noveladas, que emplean esta estructura ficticia -de los rabinos- para dar una
enseñanza, forma de literatura sapiencial, con moraleja. Nos enseña Quien es
este Rey-mesiánico que ha tra libertad, alegría, salvación y entendimiento del
corazón para adentrarse en Él: Entonces, lo que verdaderamente se pondera es a
YHWH como Único-Dios.
Jn 21, 1-14
Nos hallamos ante una perícopa
eminentemente eclesiológica. Todo se aclara si entendemos que la “Barca”
precisamente representa la Iglesia. Recordemos que Jesús convocó a los
discípulos -para nada más y nada menos que- para hacer de ellos “pescadores de
hombres” (Cfr. Mt 4,19. 20; Mt 13, 47; Lc 5, 11; Mc
1,17–18).
Sin embargo, aquel día, nadie se unía, nadie estaba interesado en escuchar la
predicación, el esfuerzo parecía ser rotundamente ineficaz. Toda la noche
gastaron los mejor de sus energías con total esterilidad. Era de noche porque
no se ponían en las Manos del Señor, Porque no apelaban al “Nombre”, era de
noche porque solo se respaldaban en sus propias fuerzas. ¿Qué es lo que les
dice Jesús?: Cambien de táctica, echen la red por el otro lado, quizás quería
decir que había que cambiar de estrategia, o que debían cambiar el lugar de
predicación…
Tan pronto el guía de la acción es
Jesús, todo cambia, la pesca se hace abundante, todos los que pescan están en δίκτυον [diktuon] “red”, (Jn 21, 11). Los
“pescados” pertenecen a diversas culturas, diversas lenguas, diversidad de raza,
de nación y color de piel; pero la “red” no se revienta. San Jerónimo decía que
153 eran las distintas variedades de peces que los zoólogos griegos conocían en
aquella época. Pero la “red” no se rompe. Hay ahora, una “soldadura firme” que
une a los miembros de la Iglesia y que supera todas esas diversidades. ¡Su
Catolicidad! Allí había partos, medos, elamitas, habitantes de Mesopotamia,
Judea, Capadocia, el Ponto, Asia, Frigia, Panfilia, Egipto, la parte de Libia
fronteriza con Cirene, forasteros romanos, judíos y prosélitos, cretenses y
árabes. (Hch 2, 9-11a). Todos en la “red”.
Los discípulos de Jesús se notan todavía
desalentados. Pedro no les dice ¡Vamos pescar! en cambio les dice. ¡voy a pescar!,
hay algo de ese tono de “yo voy a hacer esto, ustedes hagan lo que quieran”.
Pese a todo, no se parte de cero, ellos, quizás sin tanto entusiasmo, resuelven
ir con él. Pero, cuando los reciben los
peces asados, hay un toque evocativo de primer orden y se da esa intuición
profunda que tiene el discípulo a quien Jesús amaba: ¡Es el Señor!
No le preguntan a Jesús ¿Quién eres?
Todos sabían ya quién era, sus labios lo callaban, sus inteligencias no lo
pueden aceptar, pero sus corazones ya lo habían reconocido. ¡Era el Señor! Y
nuevamente les celebra la Eucaristía. Se ven los “signos” del amor de Jesús por
su “Barca”: la fogata con sus brasas, peces y panes. Les pide que de los
propios “bienes” de su trabajo, aporten a la Mesa Eucarística: ¡eso es
comunión! Nadie debe decir: “a este lo pesqué yo”, lo que se pesca es gracia,
los que aceptan el mensaje y se unen, han sido tocados por Jesús y por el Santo
Espíritu, no por x o y discípulo; aun cuando es cierto que fue gracias a que
todos ayudaron a sacar la red, que pudieron sacar los tantos peces que Jesús
empujó a la red, el trabajo “sinodal”, cooperativo es esencial a la tarea eclesial
para subir los “peces” a la Barca.
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