Is
7, 10-14; 8,10
Se
trata del Primer Isaías -Profeta Pre-exilico- de Jerusalén, en el reino del
sur, cuando ya se había dado la división respecto de Judá en el norte. Inicia
con una introducción 1, 1- 5, 30 donde se exponen las desviaciones que se están
cometiendo en este tiempo: hay acaparamiento de tierras, los tribunales -a
sabiendas- dictan fallos injustos, se desmandan en orgias y se rinde pleitesía
a los Baales, y se idolatra el dinero. El culto se propone ocultar, de manera
cómplice, la injusticia social que perjudica a los más débiles de la sociedad.
Todo
el capítulo sexto se ocupa de la vocación del profeta y 7,1 – 9, 6 integran el
Libro del Inmanu-El. De aquí tomamos la perícopa de hoy.
Es
el primer aviso para Acaz (o Ajaz), hijo de Jotán rey de Judá entre el 734 y el
715 a. C. (aproximadamente, otros investigadores dan fechas distintas). Isaías
le trasmite de parte de Dios a pedirla una א֔וֹת
[oth] “señal”, pero esta se puede entender de una manera dual: desde una óptica
significa, pruébeme que, si lo cumplirá, desde otra óptica significa: deme un
recibo-contrato con el que pueda demandar el cumplimiento de lo ofertado. Acaz
da unas razones religioso-bíblicas para no pedir la señal, lo cierto es que él
prefiere comprometerse con las potencias vecinas antes que confiar
verdaderamente en Dios. En su época, una manera de sellar un pacto con los
extranjeros era asumir la religión ajena y adorar sus dioses. Es exactamente lo
que hace Acaz, quema incienso y llega hasta sacrificarle su propio hijo
-atentando contra la dinastía davídica-
al Baal, en el שְׁאוֹל
Sheol (valle de Hinóm). (2Cr 28, 2-4)
Acaz
no pide la señal, entonces, YHWH de su propia iniciativa, le propone una
promesa que no tiene fecha de cumplimiento: הָעַלְמָ֗ה
Ha’almah [ja- almáh] “una doncella” está en cinta y dará a luz un hijo, y le
pondrá por nombre Immanu-El que significa “con-nosotros-Dios”. Si hubiera
querido decir “Virgen” habría usado la expresión בתולה [betulah]. Ha sido el traductor al griego -quien socorrido por
el Espíritu Santo- tradujo “Virgen” con la connotación que nosotros veneramos.
Subrayamos también el hecho del artículo indefinido הָעַ
[ja] “una”, que deja abierto de quién se trata, y la incertidumbre de en qué
época vendrá a concretizarse históricamente.
Según
el uso de aquellas culturas, cuando un hijo estaba destinado a ser rey, era
engendrado por la divinidad, y el papá biológico no tenía nada que ver. Así el
“designado” era hijo del dios y su madre, quien para resaltar la divinidad del
heredero era la llamada a darle el nombre. Esto tiene respaldo en documentos
egipcios encontrados.
Que
sea “con-nosotros-Dios” recoge lo que ellos vagamente habían visto -aun cuando
mal comprendido- que Dios no es un dios-local, sino un Dios-sinodal, que no
cesa de ir con nosotros y que no está preso en el Templo, sino que es
Libérrimo.
♦ ♦ ♦
Sal
40(39), 7-8a. 8b-9. 10.11.
בָ֑אתִי
[bati] “Aquí estoy” es una expresión de apertura, de disponibilidad, de
acatamiento, de entrega, de donación. La expresión significa: “doy un paso al
frente”, “me acerco” (dispuesto, disponible), “camino hacia el altar para
hacerme hostia”. quizás una de las aproximaciones más cercanas a esta expresión
es la “vida consagrada”: al hacer sus votos, habiendo procesado todo el peso y
la resonancia del compromiso de la entrega, el monje o la monja, se acercan al
altar y el Abad, la Abadesa o el Obispo le preguntan, desde su libertad, sobre
la disponibilidad, sobre la capacidad de su entrega. La persona sabe que se da
completamente, sin cortapisas, llevando la obediencia como Confianza, porque es
al Enamorado a quien se entrega, y esa aventura le conducirá -quien sabe dónde-
pero siempre junto a su Amado. Lo que se pide no son ofrendas, ni sacrificios,
lo que se da voluntariamente es “La Vida”: «Para hacer Tu Voluntad, lo quiero y
llevo tu Ley en mis entrañas». Como hemos insistido, es un Amor “entrañable”.
Uno
de los votos que hace el “comprometido” es el de בָּשַׂר [dabar] la
proclamación de la Salvación que es el regalo que retorna el Amado. El “comprometido”
se convierte en un “anunciador”, en alguien que no para de dar la “noticia”. ¿De
qué nos habla la noticia? De la חָ֫סֶד
[chesed] “misericordia”, “bondad”,
“clemencia”; de su אֱמֶת [emeth]
“firmeza”, “rectitud”, “verdad”.
Aquí hay un canje, una especie de “conversión” por parte de
Dios, Él ya no quiere ovejas, vacas, corderitos; Él ahora quiere que seamos
nosotros mismos los que voluntariamente subamos a la piedra de los sacrificios,
nos brindemos, y estemos dispuestos a vivir para glorificarlo, para anunciarlo,
para mostrar sus proezas a favor nuestro; todo, todo nuestro ser es ofrecido y
ofrendado. Hasta nuestras fallas y pecados, para que Él los sane.
♦ ♦ ♦
Hb
10, 4-10
Nadie me la quita, sino que yo la entrego por mi propia
voluntad. Tengo poder para entregarla, y también tengo poder para volver a
recibirla. Esto es lo que mi Padre me ordenó»
Jn 10, 18abc
Jesucristo
es Sumo y Eterno Sacerdote, el ofrece el Sacrificio; y Él mismo se hace
Sacrificio, Él es la Víctima propiciatoria, Él paga el Rescate y así se
convierte en el Redentor. En aquellas culturas -en la que vivió el pueblo judío
antes y durante el Éxodo-, matar una res era un sacrificio bastante grande, era
privarse de algo bastante necesario, era la carne de la comida, significaba
abstenerse varios días, quedarse sin la dosis de proteína. ¡tenía su mérito!
Pero
la deslealtad de ese pueblo se manifestó en que “el precio” de redención no les
dolía. Tenían tantas vacas y tantos animales para sacrificar, que dejó de ser
valioso y significativo.
Entonces,
Dios se humanó, se ofreció a Sí mismo. La Víctima era lo más Grandioso que
quepa imaginar: era Nuestro-Propio-Dios, ¡era el Amado el que era asesinado!
Ya
desde los orígenes de nuestra religión, Dios nos puso a pensar lo que significa
llevar al Ara al amado; en el episodio del sacrificio de Isaac, vemos a Abraham
caminando hacia el Monte Moriah, y le solicita al hijo que se acueste en el
Altar. Ya sabemos que Dios no permitió el sacrificio, pero nos dejó pensando:
¿qué clase de locura era aquella? ¿Cómo podía pedirle al pobre viejo que
sacrificara a su hijo único?
Si
nos ponemos a pensar los que Dios Padre hizo para redimirnos, y si vemos como
Jesús se acostó voluntariamente en la cruz, entonces, en ese momento entendemos
que Todo Dios, no sólo Jesús, sino Todo-Dios se sacrifican por su Pueblo, por
sus Elegidos. En esta perícopa de Hebreos podemos escuchar la expresión de
libre aceptación por parte de Jesús: “Aquí estoy yo para hacer tu Voluntad”.
♦ ♦ ♦
Lc
1, 26-38
Se
dice que la Encarnación de Dios es el salto más largo que da la Divinidad. En
la cruz, Jesús salta de vivo a muerto, pero en la Encarnación el salto es de
Dios a Hombre. Hay una hermosísima Alianza en este episodio que llamamos la
Anunciación, Dios pide -a su Criatura- que, desde su entera libertad, acepte
participar en la Aventura Redentora.
No
se trata de volverse la Madre del Rey, no se trata de sentarse cómodamente en
el Trono de David. No se trata de los honores y reverencias que recibiría la
Reina-Madre. No se trata de ropas finas y elegantes y de coronas reales.
Se
trata, por el contrario, de lo inexplicable, de lo imprevisible, de lo
incomprensible, de lo inabarcable. Por eso, decimos que se trata de una
experiencia inefable: ¡No hay palabras para acercarnos! Lo que dice el relato
del diálogo entre María y el Arcángel San Gabriel resulta poco informativo. Es
como periférico. Da la vuelta alrededor de la Luz, pero no llega a la Luz. Es
prácticamente un relato anecdótico.
κεχαριτωμένη [kejaritomene] “Favorecida con toda la
Gracia estable de Dios” El Ángel le dice que Ella está totalmente repleta del
Amor de Dios, que ha sido preparada, purificada, limpiada, y que ese proceso es
un “empaque al vacío” eterno, perfecto, que nunca se debilitará, que conservará
esa condición de plenitud “por los siglos de los Siglos”. Alcanza a insinuarle,
sin entrar en filosofías, ni en categorías “intelectuales”, que no habrá
participación humana en la paternidad; será de los más simple, Πνεῦμα Ἅγιον ἐπελεύσεται ἐπὶ σέ, καὶ δύναμις Ὑψίστου ἐπισκιάσει σοι· “El poder del Altísimo te cubrirá con
su Sombra” Para nosotros la palabra clave aquí es ἐπισκιάσει [episkiasei]
de las raíces epi: “sobre” y skiazo “echarle sombra”, “eclipsar”.
Durante la Eucaristía hay un momento metafórico, es el
momento en que el Sacerdote coloca las manos “sobre” las especies del pan y del
vino, para “hacerle sombra”. Esa sombra no es la que obra la
“transustanciación” sino el “poder” del Espíritu Santo, pero con elementos
materiales y concretos de nuestra realidad, se evoca lo que de ninguna otra
manera podríamos “entender” de lo sacramental. La Unción sacramental que ha
recibido el Sacerdote, le otorga la capacidad de intermediar semejante “prodigio”.
La sombra que cubrió a la Virgen Santísima debió ser
totalmente invisible, ella no podía ser mínimamente eclipsada. La expresión
“sacramental” nos deja ver cómo obró Dios en Ella Ἰδοὺ ἡ δούλη Κυρίου· Ella da el paso al frente y se pone a
disposición. Su respuesta es de dulcísima sumisión, se ofrece como “esclava”.
Le toca a Ella el turno de pronunciar su propio “Heme aquí”. Y ella “admitió”,
pronunció el permiso, el asentimiento: γένοιτό μοι κατὰ τὸ ῥῆμά σου. “Hágase en Mí según tu palabra”
No hay comentarios:
Publicar un comentario