Hch
6, 8-15
Inmediatamente después del episodio en el que
son instituidos los 7 diáconos, viene la perícopa de la detención de Esteban.
Donde el tema central es, cómo los de la sinagoga de los Λιβερτίνων [libertinon] “libertos”,
acosan a Esteban y terminan por llevarlo ante el Sanedrín. Los libertos eran
esclavos, sujetos a su “patrón” que a veces, les concedía la libertad, como una
recompensa de “gratitud” -después de muchos años de servicio-, y por lo general,
cuando llegaban a la ancianidad y ya no les eran muy útiles; o bien, porque a
lo largo de su vida esclava, habían logrado ahorrar para poderla comprar. Nunca
llegaban a tener la misma condición de los “ciudadanos”, y sus derechos civiles
estaban notablemente recortados. Estos libertos a los que se refiere en la
perícopa, provenían de Cirene, Alejandría, Cilicia y Asia.
Los libertos querían polemizar con Esteban,
pero ciertamente no lograban derribar sus argumentos sólidamente concatenadas
por la misma Gracia del Espíritu de la que era portador. Muy, pero muy
significativo este nombre: Στέφανος [stéfanos] “Esteban”,
en griego antiguo era “el coronado”, podemos connotar su proximidad con “el
Ungido”. ¿Qué hacía? Obraba grandes prodigios y signos; porque estaba lleno de
Gracia y de Poder (Cfr. Hch 6, 8), vale la pena confrontar con Hch 2, 22, donde
Pedro se refiere a Jesús, en términos supremamente similares, casi idénticos.
Al hacer la lista de los diáconos, Esteban
aparece el primero (Cfr. Hch 6,5b).
El relato menciona, cómo los testigos en su
contra, fueron manipulados con sobornos, para que presentaran lo que había
dicho, de manera adulterada, para que sonara a blasfemia. En el texto
encontramos una afirmación que los desenmascara contundentemente: ¡eran
“testimonios falsos”! Lo acusaban de hablar contra el Templo y anunciar un
cambio de las “tradiciones” mosaicas.
Empero, al mirarlo, vieron los del Sanedrín
que su rostro refulgía con el brillo propio de los Ángeles.
Sal
119(118), 23-24. 26-27. 29-30
Este
Salmo está formado por 176 versos. Estos se descomponen en 22 estrofas. Cada
estrofa tiene 8 versos y cada verso empieza siempre por la misma letra. El
alefato tiene 22 letras, entonces cada estrofa se titula con una de estas
letras, y es con esa letra que inicia cada verso.
La
perícopa de hoy toma la última parte de la estrofa גִּימֵל [Guimel] (tercera letra del Alefato ג,
aproximadamente la “g” nuestra; y que significa la Misericordia Eterna), y las
dos estrofas siguientes son tomadas de דְּ [Dalet] (la
cuarta letra del Alefato, que representa el sonido consonántico de la “d” su
significado es “puerta”, que permite pasar, salir). La Ley es salida, nunca
encierro. ¡No es una prisión!
En
este salmo el hagiógrafo se goza con los sinónimos de la palabra “Ley”. En
todos los versos encontraremos algún sinónimo suyo. Es un salmo de súplica. La
Ley representa la Voluntad Divina. Pero desde el punto de vista hebreo, la ley
no es un corsé, su función no es constreñir, es más bien como el guía que nos
va llevando por los sitios más seguros y con las mayores hermosuras. Nuestra
cultura se ha solazado en mostrar el filo represivo de la Ley, señalándola
siempre como “mandato opresivo”; la Ley, a la que se refiere el salmo, es la
que nos permite gozarlo todo y no irnos a dañar con algo. Observemos que dentro
del salmo la Ley es שַׁעֲשֻׁעָ֗י [saya suay] “la delicia”, el “deleite”.
En
la primera estrofa de la perícopa de hoy, se nos trata de un tema vital para
nuestra vida moral: se podría condensar en la idea de “no vivir de lo que digan
los demás”, aun cuando los שָׂ֭רִים “nobles”, “príncipes” se pongan a
juzgarme, yo sólo me dejo guiar por tus Enseñanzas, que son mis únicos
consejeros.
En
la siguiente estrofa, ya de Dal; ruega el salmista que, lo instruya en los
mandamientos Divinos que son el “mapa”, por así decirlo, del camino a seguir.
Se
cierra esta perícopa suplicando que le evite seguir el mal camino y -por el
contrario- le dé la Gracia de cumplir su Ley.
Como
se nota, el cumplimiento de los mandatos divinos es algo que se hace de buen
grado y no por mera aceptación resignada y a regañadientes.
Jn
6, 22-29
Los
versos 6, 22-24 nos dan una reconstrucción aclaratoria y profundizadora de lo
que hemos visto hasta ahora en el capítulo 6, que empezamos a leer el viernes
pasado.
a)
Jesús da de comer a 5.000 hombres.
b) Los discípulos lo
vieron caminando sobre el mar.
c) Al otro día la
gente notó que no había más que una barca, y que Jesús no se había embarcado en
ella con sus discípulos, ἀλλὰ μόνοι οἱ μαθηταὶ αὐτοῦ ἀπῆλθον· [alla monoi oi mazetai autou apelthon]
“sino que ellos se habían marchado solos”.
d) Mientras tanto, otras
barcas llegaron al sitio donde había ocurrido la multiplicación de panes y
peces y al darse cuenta que ni Jesús ni los discípulos estaban allá, se
embarcaron rumbo a Cafarnaúm.
e) Cuando, por fin,
dieron con Él, le preguntaron, ¿cuándo había llegado allí?, sin embargo, la
intención de la pregunta era saber ¿Cómo? (porque si había sólo una barca, y no
había viajado con sus discípulos, entonces, ¿qué medio de trasporte había
usado?) ¡Hay muchos que lo único que quieren es la “tarjeta” con la dirección
electrónica -con el código QR- para los pedidos a domicilio! Claro, ¡otros
quieren saber cuánto tiempo antes hay que hacer el pedido para que lo despachen
oportunamente!
Jesús,
-atendiendo al sentido connotativo- les habla de lo que en verdad está pasando:
Ellos no lo buscan porque -atentos a los signos- se están preguntando por el
sentido de este signo-alimentación, sino -lo único que les interesa- es que
siga habiendo “restaurante gratuito”.
Aquí
llega el mensaje contundente: No piensen en el pan de saciar el estómago
físico, concéntrense en el Pan de la Vida Eterna. Esta multiplicación de panes
y peces se ha hecho para que logremos dar el “salto mental” (metanoia), y
seamos capaces de entender que nos va a hablar de otra cosa, pero que es un
asunto súper importante. Y nos lo dice con todas las letras: “Trabajen no por
el alimento perecedero, sino por el alimento que perdura para la Vida
Eterna”.
El
Hijo del hombre no fue enviado por Dios-Padre para que montara un negocio gratuito de “fast food”, panadería y pescadería. Él, ἐσφράγισεν [sfragisen] “le ha puesto el
sello”, “le ha hecho el control de calidad y luego lo ha despachado”, “le ha
impuesto el Sello de su Real-Anillo” para que venga a darnos el “Pan de
Eternidad”.
Entonces, si hemos de afanarnos por este pan eternal, ¿qué
debemos hacer? Es la pregunta que la gente le hace a Jesús. Él les responde: lo
que hay que hacer es πιστεύητε [pisteuete] “reconocer”, “aceptar” y “poner la fe” en el Enviado del
Padre: Que aprendamos a decir de todo corazón ¡Jesús, en Ti confío!
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