1Pe 5,
5b-14
Leemos en la primera lectura de hoy, la
parte final de la Primera Carta de San Pedro. Aparece en esta perícopa la
palabra Νήψατε [nepsate]. Podría
entenderse “sobrio”, es decir, el que no se emborracha, especialmente porque
quiere mantener el “buen juicio”. Su uso en este contexto es muy interesante,
porque remite al pecado, refiriéndose a él como un alucinógeno; o sea que lo
que se está recomendando es permanecer libre de codicias y de narcisismos que
alteren nuestro buen juicio, para dirigirnos equilibradamente por los Caminos
que Jesús indica. Lo que no se puede lograr si dejamos engañar nuestros
sentidos morales con la alucinación que nos invade a causa del egoísmo.
Siempre debemos estar muy atentos a no descuajar las
perícopas de su contexto, esto es muy riesgoso porque puede conducir a que
respaldemos una falsedad con una cita bíblica recortada. En nuestro pasaje de
hoy, no se sabe a quién se dirige la recomendación de “tener sentimientos de
humildad”, puede pensarse que es una camisa toda-talla. Si vamos al co-texto,
encontramos que la recomendación se dirige a dos destinatarios muy precisos: a los
Πρεσβυτέρους [presbiterous] ancianos (los líderes de estas comunidades
cristianas) (1Pe 5, 1); y a los νεώτεροι [neoteroi] “jóvenes” (1Pe 5, 5a), “los
que acababan de insertarse en la comunidad y aún no habían sido bautizados”, ni
siquiera alcanzaban el carácter de neófitos. No es una política que obligaba a
la comunidad en favor de sus dirigentes, la humildad debía practicarse en
“horizontalidad”, y todos debían tenerse entre sí, como hermanos: al Único que
se le debía humildad de parte de todos era a Dios (cfr. 1Pe 5, 6). A Dios Padre
y a su Hijo Jesucristo, el Poder y la Gloria por los siglos. A ese trato
fraterno se refiere el término ἀδελφότητα [adelfoteta] al que
remite -precisamente- 1Pe 2, 17, para convocarnos a un trato que hace de todos
los miembros de la comunidad hermanos en Cristo Jesús, “como hombres libres,
que no usan de la libertad para encubrir la maldad, sino más bien como
servidores de Dios, honren a todos, amen a los hermanos, respeten a Dios,
honren al rey. (1Pe 2, 16s).
Obsérvese que esta perícopa concluye llamándonos a ese trato
cuando nos exhorta a ἀσπάσασθε ἀλλήλους ἐν φιλήματι ἀγάπης. “saludarnos -entre nosotros con el beso del amor fraterno”
(1Pe 5, 14a), este beso no es cualquier beso, es el beso que se dan las
personas que comparten un vínculo de consanguinidad y que además es una muestra
de respeto.
Una recomendación, que pertenece al núcleo de esta perícopa,
es la de permanecer “alertas del “enemigo, el diablo, que, como león rugiente,
ronda buscando a quien devorar” (1Pe 5, 8).
Sal
89(88), 2-3. 6-7. 16-17
Tomamos
de este salmo real, 6 versos, para conformar tres estrofas:
En la
primera, se reconoce que la Misericordia de Dios es “un Edificio Eterno” que
merece ser cantada y anunciada.
La
segunda nos pregunta sí ¿habrá algo, aunque sea pálidamente, comparable a las
maravillas y la fidelidad de Dios, en alguna esfera o plano de la realidad? El
cielo proclama Sus Portentos, y los Ángeles se reúnen en sesión plenaria para
reconocer Su Fidelidad.
En fin,
la tercera estrofa, reconoce la bienaventuranza del pueblo que se pone bajo su
Real Patronato, será dichoso porque lo iluminará el Rostro Majestuoso de Dios,
y el motivo de su orgullo será el Nombre de YHWH.
Mc 16,
15-20
Muy acorde con el tiempo Pascual en el que se inserta la celebración de la memoria del Evangelista San Marcos, el Evangelio de hoy nos remite a la perícopa final, a sus seis últimos versos: El Resucitado -dirigiéndose a los Once- pronuncia el “Envío”. Lo primero es enunciar la “universalidad de este Envío: “a toda la Creación”.
Luego,
se da el lugar de “Sacramento Puerta” el bautismo, que será lo primero después
de haber creído. Podemos resistirnos a creer, lo que será motivo de
“condenación”.
Los
que sean capaces de aceptarlo, recibirán ciertos “signos”
a) Expulsar demonios
en el Santo Nombre de Jesús.
b) Hablarán “lenguas
nuevas”
c) Podrán coger
serpientes y manejarlas con sus manos y si beben veneno mortal, estarán
exceptos de su efecto.
d) Sanarán enfermos
con la imposición de sus manos.
Reconocer
el poder recibido es parte de esta fe aceptada. Se dan estos poderes, no para
la espectacularidad, sino para obrar el bien, como nos enseñó el Divino
Maestro.
Sucedió,
inmediatamente, la Ascensión del Señor, para llegar a su Real Sitial en los
Cielos. Allí a renglón seguido se nos advierte que no se fue para desentenderse
de la Misión Discipular, sino que continua συνεργοῦντος
[sunerguontos] con “Su Asesoría Permanente”, “trabajando junto con ellos”,
“obrando para trabajar estrechamente unidos” en la proclamación de la Buena
Nueva, y permitía la realización de “señales” que βεβαιοῦντος
[bebaiountos] “confirmaban”, “respaldaban”, “reforzaban”, -estrictamente significa
“caminar sobre terreno firme y sólido”- la veracidad de lo anunciado.
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