Hch 4, 8-12; Sal 118(117), 1. 8-9. 21-23. 26. 28-29; 1Jn 3, 1-2; Jn 10,
11-18
…en el momento presente vemos las cosas como en un mal espejo
y hay que adivinarlas, pero entonces las veremos cara a cara. Ahora conozco en
parte, pero entonces conoceré como soy conocido.
1Cor 13, 12
Donde parece que todo
ha muerto, por todas partes vuelven a aparecer los brotes de la resurrección.
Es una fuerza imparable… Cada día en el mundo renace la belleza, que resucita
transformada a través de las tormentas de la historia. Los valores tienden
siempre a reaparecer de nuevas maneras, y de hecho el ser humano ha renacido
muchas veces de lo que parecía irreversible.
Papa
Francisco
Jesús
tiene un Proyecto Salvífico para que logremos llegar a ser co-herederos de lo
que Él ganó en su resurrección. Y nos conduce desvelándonos las pautas y los
hitos en la Liturgia.
En
el #33 de la Sacrosantum Concilium leemos: “… en la Liturgia Dios habla a su
pueblo; Cristo sigue anunciando su Evangelio. Y el pueblo responde a Dios con
el canto y la oración… cuando la Iglesia ora, canta o actúa, la fe de los
asistentes se alimenta y sus almas se elevan hacia Dios a fin de tributarle un
culto racional y recibir su gracia con mayor abundancia.”
Para
este IV Domingo de Pascua, la Oración Colecta pide –remontándose al desenlace-
la “Alegría Eterna del Reino: ese Reino que está previsto para los Elegidos,
para poder participar en la Victoria del Resucitado, para compartir la
Eternidad con el Buen Pastor, ¿se figuran ustedes la enormidad de esta
petición? Poder disfrutar por toda La Eternidad la delicia del Pastor Hermoso,
y ser conducidos por Su Majestad a los Pastos Sin-Término, donde todos los
deleites son incomparables. La figura
del Buen Pastor retrata -como profecía la Benevolencia del Misericordioso, que
tiene previstos goces sin límite en la Opulencia y en La Feracidad del Reino.
.
El
Cielo, lleno de Santidad no requiere ni depende de la Misericordia. Nosotros
–por otra parte- ¡ay de nosotros! Si no fuera por la Misericordia. Pero, ¡Somos
bienaventurados, porque –así como los peces tienen el agua- nosotros tenemos la
Misericordia para zambullirnos en ella! ¡Todo Don! ¡Absoluta gratuidad! ¿Y el
Santo y seña? ¡Es la fe!
Venimos
en este “proceso” –Domingo tras Domingo- de progresiva compenetración con la
resonancia poderosa de la Resurrección en nuestra vida y descubrimos que ella
viene implicando una Donación muy particular, el Agua y la Sangre que brotaron
del costado traspasado se componen en prodigiosa alquimia prodigando un elixir
Sanador-Redentor-Salvador llamado Misericordia.
Jesucristo,
el Vencedor de la Muerte, Él, La Palabra, Él, El Viviente, en cambio, está
Sentado a la Derecha de Dios-Padre. ¿Quién ha obrado tan poderoso prodigio? ¡Ha
sido el Señor!
Conforme
en la música escrita, la clave inaugura el pentagrama definiendo la nota que se
leerá en cada línea, así la Oración Colecta nos asigna un código de
decodificación para cada Lectura y para la Celebración integra. Bajo estas dos
pautas lo entenderemos todo:
a) La Misericordia del
Señor, y
b) La Palabra del
Señor.
Hasta
aquí vemos establecida la elevación y la potencia nutricia de la Eucaristía, pero…y
que Gracia anhelamos recibir. La misma Liturgia, en la Oración Colecta nos trae
la Enseñanza del Espíritu Santo que nos guía para saber pedir y saber qué
pedir, orientando nuestros labios para que sepamos decir: Abbá o sea (Papaito-Celestial):
Y dos cosas vamos a pedir en este Domingo IV de Pascua:
a) La comunión de las
alegrías celestiales y
b) La humildad del rebaño
que va con docilidad tras su Pastor, siguiendo con plena confianza la Voz de su
Dueño y Señor.
(Nosotros
aprendemos a orar, calcando de las pautas litúrgicas, los modelas de la oración
personal).
Como
sabemos, la Pascua nos trae en las Primeras Lecturas el estudio de los Hechos
de los Apóstoles. Hoy, tenemos la perícopa del 4to capítulo, en los versos del
8 al 12. Se trata de la sanación del paralítico que se hacía en la Puerta
Hermosa, episodio que viene narrado en el propio Libro de los Hechos, en el
capítulo 3, versos 1-11. De esta perícopa sólo queremos tomar dos elementos. (Esta
manera de reflexionar tomando partes y abandonando otras, quiere ayudarnos para
asimilar cada Lectura, a su vez que, ayudarnos a poder articular los textos de
esta celebración, dado que ellas no son “miradas a diversas revistas”, esas
Lecturas no se yuxtaponen como el que visita aleatoriamente las páginas delas
redes sociales, sino un minucioso tejido Eclesialmente trenzado para
facilitarnos la experiencia de Vida-en-Plenitud que nos ofrece Jesús, y para lo
cual Él instituyó este Sacramento Culmen que es la Sagrada Eucaristía. No esta
pues destinada a la ocultación de ningún elemento, que ya ustedes podrán
escuchar atentamente las perícopas completas proclamadas durante el Culto-Eucarístico
y, si es de vuestro parecer, podréis ir directamente a la Escritura y examinar
las partes que este intento exegético que hacemos no alcanzó a cubrir). Regresemos
a nuestro tema, las dos piezas maestra de la Primera lectura:
a) “…ha quedado sano
en el Nombre de Jesús de Nazaret,…”
b) Ningún otro puede
salvarnos, pues en la tierra no existe ninguna otra persona a quien Dios haya
constituido como Salvador nuestro.
Aquí
lo que tenemos es una noticia de exclusividad. La Salvación sólo puede venir de
Jesucristo; a Él Dios lo ha constituido Salvador, ese es el núcleo de su
Mesianismo. Él ha recibido todo poder y es por su Nombre (o sea por su Persona
Total que se obran prodigios Divinos. Él es la expresión transparente de Dios
que se ha Humanado. Él ha encarnado la Misericordia del Padre, porque –hemos de
saberlo, sin lugar a dudas- Dios es Infinitamente Misericordioso, y ha hecho
venir al alcance de la humanidad a su Hijo, Su muy-Amado, en quien encuentra
total complacencia. (cf. Mt 3,17)
Él
es la Piedra Angular. Él -muy a pesar de que en nuestra torpeza lo hemos
desechado- se nos vuelve a otorgar la oportunidad de reconocerlo como basamento
de toda la Edificación: Pilar esencial de la estructura integra.
El
Salmo nos trae una ratificación de estos aspectos que venimos considerando:
a) Te damos gracias
Señor, porque eres Bueno, porque es Eterna tu Misericordia.
b) “Bendito el que
viene en el Nombre del Señor. Que Dios desde su Templo nos bendiga”. Es una
glosa al Milagro del tullido que estaba pidiendo limosnas en la Puerta Hermosa,
precisamente en el Templo de Jerusalén. Lo que hacen los discípulos no lo hacen
por propia cuenta, lo hacen en el Santísimo Nombre de Jesús de Nazaret. De Él
viene todo Poder y toda Gloria.
Todo
esto nos reafirma que Jesús es “la Piedra Angular”, lo que repetimos en el
verso responsorial, para que nuestra lengua lo haga consciente en sus
alabanzas. Él es el eje y nodo de todo el Plan de Salvación.
San
Juan, en la Segunda Lectura nos llevará a un pináculo de comprensión.
El
Padre, nos ha amado asombrosamente. No solamente decimos ser sus hijos, sino
que en realidad de verdad Él ha querido adoptarnos y por eso se llama Padre.
Pero, y allí esta lo arduo: a veces nos miramos unos a otros, juzgamos nuestras
acciones (afortunadamente, ninguno de nosotros es Juez, que sólo a Jesús se le
ha entregado la Soberana Autoridad), miramos nuestra manera de ser, o, nos miramos
al espejo o, quizás hacemos consciencia de lo que somos, y ¿qué encontramos?
Realmente no vemos en nosotros reflejada esa condición de hijos de Dios,
tendemos a desinflarnos, a desilusionarnos, porque “…aún no se ha manifestado
como seremos al fin”, este es el “problema” que en teología se llama el
“Esjatón”, el extremo final, el remoto desenlace. Lo hermoso, más hermoso que
la Puerta Hermosa (que no en vano se llamaba así), es que nuestro proceso,
nuestro pobre-proceso sólo porque está iluminado por su Misericordia (ojo
atento, oído muy alerta) si no fuera por su Misericordia, sabe Dios en que
pararía nuestra historia, sucumbiríamos seguramente en el Abismo; pero -como
Dios es Misericordia y se Encarnó para ser Misericordia palpable- el desenlace
será que, llegaremos a ser semejantes a Él, ¿por qué o cómo alcanzaremos
semejante superación? ¡Bastará verlo! Se acuerdan que Él nos puso una cita, por
allá en Jn 1,39, nos dejó puesta y emplazada la cita, dijo “Vengan y verán”, en
eso consiste el discipulado, en cumplirle esa cita y llegar a ver su Rostro,
porque será esa visión la que nos plenificará, entonces se manifestará “cómo
seremos al fin”. Allí San Juan, en su Primera Carta, nos hace una profecía que
contesta a nuestras inquietudes escatológicas.
Pero,
el final–final lo vemos tan lejos,
¿cómo vamos a sobrellevar todo este extensísimo interludio? Y aquí viene el
Evangelio a traernos la Feliz-Noticia. Tenemos un Buen Pastor, que es nuestro
Dueño y Señor. No es un asalariado, no es un mercenario que sólo le inquieta la
paga, que hace mínimos esfuerzos con tal que le den su salario. El Buen Pastor,
que es Dueño y Señor, está dispuesto a dar la vida por su rebaño, por una
cualquiera de sus ovejitas, porque son “sus Hermanos-Hermanas”, hijos de su
mismo Padre. Ahora, llegado el caso de que le quitaran la vida en nuestra
defensa –y el caso llegó- no fue que le quitaron la vida, fue que Él mismo la
dio, por su libérrima decisión, porque desde el Principio de los Tiempos ya lo
había decidido así, porque Dios-Misericordioso es Dios-Amor y el sentido de su
vida es –lo contrario de lo que pensaba Caín que no se creía guarda de su hermano-
en cambio, Jesús, sí se siente llamado a enfrentar lo que fuera, nos defenderá
para que no se pierda ni uno solo de los que el Padre le ha dado sino que los
resucitará en el ἐσχάτῃ ἡμέρᾳ [esjate emera] “último día” [se refiere al “esjatón”]. La Voluntad de mi
Padre es que todo hombre que ve al
Hijo y cree en Él tenga la vida Eterna y yo lo resucitaré en el “último día”.
(Jn 6, 39-40).
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