Hch 12, 24-13, 5a
Muy a pesar de todas las dificultades, contradicciones y a la
persecución y desplazamiento, vamos a ver que Dios había previsto y designado
precisamente a los que estarían encargados de dar el impulso decisivo a la
expansión del Evangelio.
Fue la persecución la que condujo a la diáspora y desplazo a Jerusalén
como foco de irradiación de nuestra fe, y llevó a Antioquía de Siria -importante
ciudad por ser un pasadizo obligatorio del tránsito de los viajeros y comerciantes
donde se agilizaba la circulación de las culturas y de los credos.
Aparece la idea de “misión a los paganos”, y la estrategia de
los “viajes misionales” que son como los dos hitos que nos traducirán esta
diseminación y difusión, que como se nos informa hoy, fueron Cirineos y
chipriotas sus precursores.
Ya a partir de esta perícopa tenemos la disyuntiva urgente
para los “misioneros” de discernir entre lo sustantivo y lo incidental y se
entró a plantear cómo se realizaría lo que en tiempos recientes hemos dado en
llamar la inculturación, valga traducir, la adaptación a las realidades
particulares, la idiosincrasia y el modo de pensar tan propio de cada comunidad
sin sacrificar en absoluto lo esencial de nuestro mensaje en la fe y nuestro
discipulado cristiano.
También es conveniente tomar en cuenta el signo sacramental
del envío: “la imposición de manos” que simbólicamente expresa la entrega de
los dones del Espíritu Santo, para que bajo su Luz y Guía se lleve a cabo la
Misión Encomendada. Se aloja en este signo una “brújula” que garantiza la
recepción del carisma indispensable para discernir con sabiduría lo esencial de
los adyacente. Y así, no desfigurar y perder lo que Jesús les había encomendado
a su custodia: Que no era inventarse cosas o cambiar aleatoria y caprichosamente
todo lo que se les ocurriera y antojara, sino dar continuidad a los Revelado con
sagrada fidelidad.
Sal 67(66), 2-3. 5. 6 y 8.
El salmo hace un claro encomio a la idea de "misión”, de “evangelización”,
y clama suplicante que tengan esa Luz diáfana de la fidelidad para no desviarse
y para no desviar ni confundir a los destinatarios del mensaje. Solo la Tutela
Celestial sobre los discípulos-misioneros puede preservar y salvaguardar de
desfigurar la esencia del Mensaje y librarnos de deformar el Anuncio.
Este es un salmo de “bendición” una especie de imposición de
manos sobre los que llevarán la Noticia a todos los pueblos. Hoy podríamos estar
preocupados de no tener nada que hacer porque el Anuncio ya parece haber
alcanzado los límites y las fronteras propuestas. Pero, es el momento de
diagnosticar las flaquezas del proceso vivido y la tibieza del anuncio para
reconocer que nuestras fuerzas no quedaran en balde, sino que tenemos la
oportunidad de avivar y rejuvenecer el anuncio con una proclamación “encendida”,
entusiasmante, renovadora.
Estamos en el bendito momento de darnos cuenta que la
Justicia que debió anunciarse se desdibujó en medias tintas y en odios y
rivalidades intestinas; y hacer notar que los gobiernos humanos se han retrasado
en nimiedades y vanos intereses, y, que sólo Dios “gobierna con justicia las
naciones de la tierra”. El y sólo Él acallará los cañones y desvanecerá el
armamentismo nuclear para dar paso a la realidad paradisiaca que tanto añoramos
y que estamos llamados a proclamar.
Entonces, caigamos en la cuenta que no todo está hecho, que aún
queda un maravilloso trasegar a recorrer, que tenemos que descubrir su Rostro
Radiante y dejar ver, superando nuestros propios fanatismos, que Su Bondad es Eterna
y que es Eterna Su Misericordia. Para que lo alaban hasta los confines del Orbe
Jn 12, 44-50
TERCER Y ÚLTIMO GRITO DE JESÚS
Creer
constituye un acto de inteligencia, que logra descifrar el significado de los
signos, un ver lo invisible, la gloria que en ellos se manifiesta, un
desentrañar el significado de una palabra.
Silvano
Fausti
Muchas veces, con total humildad y la más sincera reverencia
nos esforzamos por poner a Jesús en el centro del foco. Pero hoy Jesús parece
decirnos algo un poquitín diferente: Hoy nos recalca muy enfáticamente que, al
creer en Él, en realidad de verdad estamos aceptando al Padre, que Es-El-Que-Lo-Envió.
¡Esta precisión que nos hace no es de poca monta!
¡Continuemos! Dios -El Infinitamente Misericordioso- ha
querido revelarse y para eso se ha “humanado” y se ha dejado ver en su Hijo. Tenemos
que reconocer que en Jesús Dios ha tenido la Suprema Bondad de dejarse ver a
nuestros pobres ojos.
En el siguiente peldaño nos dice que hay unas tinieblas
invasivas que sólo pueden ser derrotadas y echadas atrás por el Luminoso
Resplandor de una Celestial-Linterna.
Pero ahí mismo entra a intervenir -se da el gigantesco salto
que pasa del Emisor Divino, al receptor humano- porque se pone en juego nuestra
“intelección”.
Antes que nada, hay que reconocer que Dios nos ha dado dos
cosas, que en este contexto son fundamentales.
-Una inteligencia, limitada, ¡sí! pero, a pesar de todo “capax Dei”.
-Y, nos entregó un “Mensaje”, al darnos a su Hijo.
Que enorme paradoja sería que Dios nos hubiera enviado su
maravilloso “Emisario” que nos viene a decir ciertas cosas que nos somos capaces
de entender. (Aquí se debe añadir que no las podemos entender en su totalidad,
profundidad y vastedad; pero sí en lo requerido para nuestra salvación).
La Iglesia está llamada a ser “guardiana” de la fidelidad y a
viabilizar su expansión, su llegada a todos los que quieran “escuchar”.
Hay quienes la oyen y se hacen los “sordos”. A pesar de lo cual,
Jesús no los juzga. Aquí hay una férrea declaración que no podemos dejar por
ahí, escondida detrás de bastidores: Él no ha venido a juzgar; ¡¡¡ha venido a
Salvar”!!!
¿Qué quiere decir que lo juzgarán las Palabras que Él ha
pronunciado? Que ahí están las pautas, los “códigos” en los que se fundamentará
el juicio y la sentencia. Llegado el esjatón, cada quien se pondrá frente a la
Palabra que Él nos reveló y se medirá en ese espejo; como por automatismo,
brotará en su consciencia la “sentencia”.
Quitándose del Centro, declara que las Palabras que Él ha
dicho, no provienen de Él, que Él ha sido el Profeta para la Voz que el Padre puso
en sus Labios. Casi -aunque es exagerado- podríamos hablar de una Función ventrílocua
del Hijo.
Viene, a continuación, otro poderoso enunciado digno de mucha
atención: El Mandato del Padre es “Vida Eterna”. Significa que ninguna Silaba
del Hijo es Sentencia de Perdición. Todo lo que habla el Padre, por medio de su
Hijo, es Vida y Vida Perdurable.
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