sábado, 7 de septiembre de 2024

Sábado de la Vigésimo Segunda Semana del Tiempo Ordinario


 

1Cor 4, 6b-15

Según nuestro mapa de la estructura de este Libro, que como ya lo dijimos, para efectos de su estudio, lo hemos parcelado en siete bloques, hoy entramos a la cuarta y última parte del primer bloque. En esta perícopa de hoy se hace un contrapunto entre la situación de los que se han dado a la tarea de llevar el anuncio, y -como contraparte- los miembros de esta comunidad que como hijos han heredado un tesoro, el tesoro del Reino que Jesucristo les ha traído y que Pablo, junto con Apolo les llevaron, junto con otros predicadores que fundaron la Comunidad Corintia.

 

No deben enfrentarse ni crear separaciones entre unos y otros, porque unos hayan recibido el anuncio por vía de un portador y otros por el trabajo y desvelos de otro. Lo importante es mantenerse firmes en la Verdad del Mensaje y no andar fracturando la Unidad porque unos sean discípulos del uno y otros de otro. Quien haya llevado “la carta” no es lo valioso, no importa quien haya actuado como cartero, importa que les haya llegado la carta -portadora del mensaje- a sus manos.

 

La comunidad se aleja de Pablo y es la arrogancia la que los aparta y los va llevando al desvío. Siempre es amenazante cuando los frutos de nuestra fe nos embriagan y en nosotros viene a florecer la toxina del éxito. Pensamos que en muchas oportunidades nuestros poderes -los que Dios nos da para respaldar nuestro testimonio-, se bloquean, precisamente porque al ejercerlos, nos descresta la obra de Dios por medio de nosotros: llegamos a dudar si es obra de Dios, o quizás, somos nosotros solos, los que traemos tanto poder. Por eso se seca la fuente y no fluye más.

 

Sería grave que los carteros por el camino abrieran los sobres y adulteraran el contenido. ¡Eso sería muy preocupante! Pero, mientras el contenido de la correspondencia se mantenga intacto, todos deberían estar felices de las abundantes contrataciones de la “oficina de correos”, porque a mayor número de carteros, más pronto y con mayor eficacia llegará la correspondencia a su destino.

 

Es asombroso que en una comunidad surjan envidias y se generen roces porque hay abundancia de “carteros”, ¡bendito sea Dios que ha socorrido más jornaleros! La siembra será más amplia y más pronta. Lo que hay que cuidar es la fidelidad del Mensaje.

 

Los que actúan como “apóstoles” los que se ponen en la punta de la lanza a la tarea del anuncio, les corresponde jugar el papel de “locos por Cristo”. Y pese a todo, tenemos que soportar ser tratados como a la” basura del mundo”.

 

Dice San Pablo que él es -por así decirlo- el papá de la comunidad en tanto que fundador, y que esa gloria no le puede ser hurtada, porque su existencia como Comunidad parte del hecho fundacional; y al padre se le podrá reprochar otros defectos, pero el dar vida a la fe, ya lo indemniza de cualquier otra falla de que se le pudiera acusar.

 

Sal 145(144), 17-18. 19-20. 21

Todas las épocas tienen sus altibajos, sus dificultades, sus laceraciones y sus piedras de tropiezo. Es difícil compararlas: a veces nos parece que la nuestra es de las peores, pero en cada edad “se han cocido habas”. A nosotros nos ha tocado como caldo de cultivo una era de incredulidad y ateísmo, y cierto que la navegación se dificulta bastante con tantos icebergs flotando acelerados en el oleaje que nosotros tratamos de sortear.

 

Jesús es nuestro radar para detectar, ya desde lejos, las amenazas flotantes que se nos vienen encima, y nos va llevando con su Sapientísima Guía por entre todos esos gigantes de hielo portadores de desgracia y del congelamiento de la fe.

 

Como si fuera poco Jesús nos trae un nutrimento vitamínico que nos hace agiles para todas las maniobras, que, para estar a salvo, requerimos. Este es un salmo de la Alianza, un salmo alefático, donde cada estrofa -como un acróstico, inicia con una de las letras del alefato. La fórmula es magistral, todos los días “hablar bien” de Dios, traer al escenario de nuestra consciencia, la claridad del Dios que nos protege, del Dios que es Salvación, del Dios que es Digno de toda Alabanza. Del Dios que reina en nuestras vidas y al que le ofrecemos nuestro corazón por Trono: ¡Dios cuyo reinado es perpetuo!

 

En la primera estrofa tenemos tres rasgos divinos que queremos bendecir: a) Dios es Justo b) Dios es bondadoso en todo lo que hace, c) Dios es un Dios cercano, no interpone ninguna distancia, no saca pretextos de lejanía para descuidarnos.

 

En la segunda estrofa, nos explica cómo se desvela y como nos tutora como “Tierno y Dulce Pastor”: a) satisface nuestros deseos, b) escucha nuestros clamores de salvación, c) guarda a los que lo aman, d) sólo permite el castigo de los malvados.

 

En la tercera estrofa nos dice que, por los motivos antes señalados, la misión de nuestra vida es cantar y contar bendiciones para nuestro Dios y Señor.

 

La antífona nos lleva a repetir por cuatro veces que Dios es “cercano” y especialmente lo es, con aquellos que a Él claman.

 

Lc 6-1-5



Seguimos viendo la actividad de Jesús en Galilea. Jesús pone todo su esfuerzo en sacarnos de la “cuadricula religiosa”, la que ritualiza la fe en fórmulas culticas, la que prefiere el legalismo -como fetichización de la fe-  y le sacrifica a ese ídolo la Bondad Divina, que siempre fluye, libre y sanadora, siempre priorizando la dignidad de la persona por encima de los bloqueos sabáticos. En esta parte del evangelio lucano, Jesús levanta blindajes y libra el poder de Dios de las férreas interpretaciones cultuales relativas al Sabbath.

 

Para mostrarles como hay que flexibilizar y “humanizar” la ley, Jesús les da un ejemplo Davídico: "el pan de la presencia," o "el pan de los rostros." Quiere decir que estaban continuamente delante de su Rostro, en el Santa Sanctorum, donde sólo podía entrar el Sumo Sacerdote: sobre la Mesa de los Panes de la Proposición, que se podría traducir “Panes del Ofrecimiento”, 12 panes que representaban a las 12 tribus de Israel, presentados y puestos en el Templo de Jerusalén, en la Presencia de Dios. Los panes eran un reconocimiento simbólico de que Dios era el recurso para la vida y el sustento de su pueblo, Israel; y también servían como un acto de agradecimiento de Israel a Dios. Estaban destinados a que Dios los comiera.

 


Y Jesús lo que nos trae a la memoria es que en cierta situación en la que David y los suyos tuvieron hambre, no se pararon en “leyes”, y pusieron por delante la necesidad humana. Con este ejemplo, Jesús nos lleva de la mano hasta una poderosa conclusión: El Hijo del hombre es Señor del Sabbath.

 



Sólo que si hay una cosa que empodera la testarudez de los ritualistas es la fuerza de la letra. A ellos no les bastó la enseñanza, y una y otra vez lo cuestionaron y lo juzgaron, porque para ellos la visión “cuadriculada de la fe”, convertida en un amasijo de fórmulas y preceptos era más importante. Es más, todo el odio que descargaron contra Él y que lo llevó a la crucifixión, estaba empapado de ira por contradecirles su fetichización del legalismo como fundamento de su fe. Así como para otros, el tema era “de quien se era discípulo”, para estos la cuestión está en la preceptualidad del Sábado. Para ellos, el precepto era su padre: se llaman “Bar Mitzvah” hijo del precepto, o “Bat Mitzvah” en el caso de una mujer.  Para ellos, El Sabbath estaba totalmente por encima del Hijo del hombre.

 

Nosotros nos sorprendemos y nos escandalizamos de esto, pero tenemos nuestros propios “fetichismos” religiosos, que no queremos que nadie nos toque. No podemos quedarnos en la anécdota; hay que superar la historieta y revisar ¿qué anquilosamientos de la fe nos victimizan y nos condenan a la parálisis? Citamos el caso de aquellos aspectos en los que la Iglesia abre sus brazos al dialogo interreligioso y nosotros decimos: “me importa un rábano, yo, por mi parte, mantengo mi persecución, al horno con ellos”. Por solo dar un ejemplo.

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