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Cor 15, 1-11
Hoy
entramos en el séptimo bloque de esta Carta, el último, antes de la despedida,
donde les hará algunas recomendaciones y les comentará sus planes de viaje en
lo sucesivo; este epilogo, no lo estudiaremos. La temática del capítulo 15, es
la Resurrección. En el discurso de Pablo en el Areópago ya se evidenció que,
para los griegos, hablar de resurrección era una “bobada”, a la que no había
que perderle tiempo (Hch 17, 32).
Algunos,
como Platón, aceptaban la inmortalidad del alma, pero, siguiendo una vertiente agnóstica,
sólo lo inmaterial, resucitaba, pero lo material, era despreciable (en términos
religiosos, saduceos, diríamos “impuro”). Aún otros, creían que los que habían muerto,
a la fecha de la Parusía, ya habían salido del juego definitivamente, muertitos
estaban y muertitos se quedaban. Así que la parte de nuestra Fe que declara la resurrección
de los muertos, se la pasaban por la faja.
Lo
que se hace en esta -la que llamamos 1ª Carta a los Corintios- es muy
importante, Pablo va al “kerigma” y les repasa los puntos esenciales, para
dejar sentado y muy claro, lo que definía (y define) el perfil de nuestra fe. Bien
vale la pena que los desgranemos, uno a uno, y los pongamos bien claro, como
los hitos de nuestra “trayectoria”.
1. Cristo murió por
nuestros pecados (según las Escrituras),
2. Fue sepultado y Resucitó
al Tercer Día (según las Escrituras),
3. Se les apareció a
Cefas y más tarde a los Doce; después a más de quinientos hermanos juntos, la mayoría
de los cuales viven todavía (al momento de pronunciar este discurso), otros han
muerto, después se apareció a Santiago, más tarde a todos los apóstoles
4. Por último, como a
un aborto, se me apareció también a mí. Aquí, aprovecha para señalar su calidad
de apóstol, sin presumir de un rengo principal, sino, poniéndose al final de la
línea de dignidades, último, pero también apóstol.
Y,
nos enseña algo esencial, que no es asunto de dignidad, ni de ser de los
miembros de alguna “rosca”, sino -por el contrario, muy a pesar de haber sido
un “perseguidor de cristianos. Y nos enseña, con todas las letras, que su designación
es “pura Gracia”, y por Gracia, él ha legado a ser lo que es.
Estos
son nuestros “jalones”. Así los predicaron, así pusieron los fundamentos, así
jalonaron el Camino, así señalizaron la Ruta, en suma: ese fue el Evangelio que
les predicaron:
-que
aceptamos
-en
el que estamos fundamentados
-que
nos salva -con la sola condición de perseverar en Él
-y
que Pablo y los demás apóstoles nos trasmitieron, en absoluta conformidad con lo
recibido. Sin desvirtuarlo en lo más mínimo.
Por
esto es tan importante la Resurrección, que no hay que nombrarla por el ladito,
sino dándole su debida centralidad, de otro modo, los judíos entregaron a los
Romanos a Jesús para que lo llevaran al sacrificio de la Cruz, y fin de la película.
La
grave consecuencia es que, entonces, quedó derrotado, y -como muchos los dicen,
para dejarlo enterrado en el Santo Sepulcro- “fracasó”.
¿Dónde
queda, entonces, la Victoria de Jesús sobre la injusticia y la muerte? En el
caso de arrinconar la verdad de la resurrección, la derrota es de Jesús y de
todos nosotros, los que formamos el Cuerpo Místico de Cristo.
Sal
118(117), 1-2. 16-17. 28
Salmo
de Acción de Gracias, una Todah. Parece que data del año 444 a.JC. para la fiesta de Sukkot (la Fiesta de las
Enramadas) y quedó incorporado a esta festividad. En ella, por turnos, van
cantando diversos grupos, se alternan los levitas, el pueblo, el gobernante
(este Rey que toma la Palabra, para esa época, no existía, su voz es, pues,
figurada; con momentos muy definidos: La situación angustiosa es presentada, se
ofrece le Sacrificio de acción de Gracias. El carácter festivo se reforzaba
manteniendo iluminado el Patio Exterior del templo durante toda la noche. Este festejo
seguía por siete días, y se conmemoraba habitando por este tiempo en esas
cabañas improvisadas que evocaban el Éxodo: la travesía de 40 años por el
desierto. Estas cabañas, estas enramadas, se acostumbra todavía levantarlas y
hay que tener diariamente una comida en ella y pernoctar también, para revivir,
para actualizar las condiciones de su liberación de su identidad, de su
configuración como pueblo del Señor.
Observemos
que los versos que se han elegido para la perícopa que se proclama hoy, apuntan
en la dirección de agradecer por la Resurrección.
En
la primera estrofa damos gracias a Dios por su Bondad, por su Misericordia
Eterna, todos los israelitas declaran que la Misericordia Divina dura por
siempre.
El
brazo combatiente del guerrero es el brazo derecho, con este brazo blande la
espada o la lanza, mientras con el izquierdo, maneja el escudo; por eso, el
brazo derecho es el brazo del “poder”. En
esta estrofa se declara el Gran Poder que Dios lleva en su Brazo Derecho, Brazo
Excelso: Este Poder se manifiesta en que el que Canta sabe que no morirá, que
será inmortal, que Dios le prolongará la vida para que dedique su inmortalidad
a cantar Vítores al Señor YHWH.
La
perícopa se cierra reconociendo a YHWH como su Dios, agradeciéndole, pero n con
una gratitud insulsa e insípida, sino con ensalzamiento.
En
el verso responsorial se dice, afirmando nuevamente, la Bondad de Dios y lo
perentorio que es agradecerle.
Lc
7, 36-50
Recordemos
que los profetas no solo se manifestaban por oráculos, palabras reveladas, sino
que, muchas veces, hacían uso de acciones simbólicas para darnos a entender lo
que Dios quiere decirnos. Aquí aparece una mujer que efectúa una acción de
Gracias, por medio de una acción simbólica. Es una acción simbólica que
profetiza que Jesús será Ungido con Mirra, como se hace con los mortales, pero también
con Incienso como corresponde a Dios.
El
alabastro es una variedad de sulfato de calcio, del aljez o de piedra de yeso
que se presenta bajo forma compacta, no muy dura, compacta, a veces traslúcida,
de apariencia marmórea, que se usa para hacer esculturas o elementos de
decoración arquitectónica, con él se pueden hacer copas, o jarrones para
guardar perfume.
En
el relato de hoy, aparece una mujer que lleva un ἀλάβαστρον [alabastron]
recipiente confeccionado en alabastro y lleno de perfume. Empieza toda una
liturgia, una serie ritual de acciones de adoración. (A quienes les gusta
condicionar la “santidad” de las personas encargadas del culto, cabe resaltarles
que esta “sacerdotisa” era una ἁμαρτωλός [hamartolos] “pecadora”.
Hay
aquí, algunas coas que no están dichas, pero que se implican, por ejemplo: ¿cómo
sabía la mujer que Jesús estaba allí? ¿Cómo
fue posible que entrara sin que nadie se lo impidiera? Parece ser la actuación
de alguien que está acostumbrada a entrar “como Pedro por su casa”. Semejante
familiaridad, tal nivel de confianza apunta hacía una “habitual”. Cabe deducir
que la tal prostituta que hoy funge de sacerdotisa-profeta y que ha venido,
hoy, a ungir a Jesús, frecuentaba la casa del fariseo, lo que tampoco nos
sorprende, dado que Jesús con frecuencia nos advierte que ellos “no hacen lo
que dicen”.
(Aún,
hay otra pregunta que queda flotando: ¿cómo sabían que se trataba de una “pecadora”)
¿Qué
pasos comprende el rito?
a) Acercarse
b) Se postra ente Él, en
la zona de sus pies
c) Se deshace en
lágrimas, como una sincera penitente,
d) Lavaba sus pies con
sus lágrimas
e) Se os enjugaba con
su propio cabello
f) Lo cubría de besos
g) Le ungía los pies
con perfume.
Es
un rito de 7 pasos.
A
continuación, Jesús nos va a relatar una משל
[maschal] “parábola”, parábola del prestamista y los dos deudores (Lc 7, 41-50).
Aquí hay uno de esos casos en que, nos aceleramos en juzgar -y que, con toda
razón de nuestra parte, desde la perspectiva de nuestra justicia hipócrita, nos
asiste la razón)- lo que nos impide descubrir tres elementos que pertenecen a
los signos de revelación, el lenguaje que Dios nos habla:
1)
Toda la liturgia muestra un amor gigantesco, descomunal,
por parte de la “mujer”, es un total acto de Amor.
2)
Especialmente las lágrimas y el apocamiento con el que ella
realiza la unción son una forma “penitencial” excelsa.
3)
El corazón Misericordioso de Jesús.
En
un caso tal, había que aplicar aquella enseñanza de Jesús, “Bienaventurados los
de corazón limpio, porque ellos verán a Dios” (Mt 5,8).
Hay
otra gran enseñanza que no podemos dejar marginal: El gran pecador, como recibe
amnistía de una “deuda” descomunal, tendrá mucha mayor gratitud que aquel al que
no se le ha perdonado más que cinco centavos, ese dirá, que no tiene nada que
agradecer. No entenderá ese perdón como dádiva, sino como insignificancia.
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