Is 50, 5-9a; Sal 114,
1-2. 3-4. 5-6. 8-9; Stg 2, 14-18; Mc 8, 27-35
Este es el Dios del
Éxodo: el Dios que llama “pueblo mío” … ¡hijo, hijo mío! Entrando en la
historia de cada hombre con este apelativo, afligido y poderoso, Dios
reconstituye la unidad, la integridad rota por el pecado, por el desorden, por
el escepticismo, vuelve a dar calor y fuerza.
Carlo María Martini
“Tú
eres el Mesías”. ¿De dónde sacó Pedro este conocimiento? Uno queda desconcertado
cómo pudo este sencillo pescador dar tan gigantesco salto para poder
identificar en Jesús al Mesías. San Pedro refleja con su respuesta una
comprensión de su Maestro que le permite aproximarse a Él en la dimensión de
reconocimiento que condiciona la relación interpersonal; pero, el ser humano es
de tal riqueza que reúsa ser captado en trazos definitorios. Mucho había
entendido al reconocer en Él, más que un profeta: Σὺ εἶ ὁ Χριστός. “Tú eres el Ungido”. Sabía que Dios había derramado todo su cuerno
de aceite sobre Jesús, y lo había embadurnado hasta el tuétano con Su Gracia,
atiborrándolo a plenitud de Su Divinidad, hasta saturarlo. Hasta tal punto era
su Unción que no era un gran Profeta sino el Mismísimo Unigénito, porque nadie
nunca será colmado de Dios hasta el punto de ser El-Propio-Dios. Era un paso
gigantesco identificar en Jesús al Χριστός “Ungido”, o sea al descendiente del Rey-de-Reyes,
o sea el Rey-Mismo puesto que esa unigenitura de Jesús le da la calidad de Dios.
Realmente Pedro avanzaba con paso arrollador en cuanto a lo tocante a “entender”
Quien es Jesús. Pese a lo cual no lograba escapar a un esquema limitante.
Ungido-Rey significaba poder político, entre Ungido y Rey-Poderoso hay una
continuidad humanamente lógica. ¿Cómo podía aceptar que el Rey lo fuera a
través de bofetadas y escupitajos hasta ascender al trono de la humillación más
alta, la muerte y muerte de cruz? ¿Cómo podría alguien imaginar las rutas que
Dios escoge para su Plan de Salvación? Efectivamente, a Pedro le faltaba dar el
salto del reinado humanamente concebido al Reinado del Siervo-Sufriente. Pedro
visualiza al Mesías, pero no puede aceptarlo destinado a “padecer”, no puede
concebir que los “ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas -tan sabios y
prudentes, tan entendidos en las cosas de Dios- lo vayan a rechazar, y no le
cabe en la cabeza que lo puedan entregar a la muerte, si en su pensamiento lo
ve destinado al trono de David. Esa imagen cabe sólo en la demencia amorosa de
la “Mente de Dios”; y Pedro -como hombre que era- sólo podía pensar con
categorías humanas.
En
la Primera Lectura «… aparece así el aspecto más impresionante del Siervo que
ocupará amplio sitio en el poema: el Siervo de Dios sufre, es perseguido. Le
golpean en la mejilla como a un idiota (Jb 16, 7-11; 30, 8; Pr 10, 13; 19, 29);
a él, que es el Sabio por excelencia, por ser portavoz de la Palabra, le tratan
como un bufón (1Co 1, 17-25); así serán tratados Miqueas, hijo de Yimlá (1R
22.24) y Jeremías. El desprecio se vuelve agresivo cuando progresa y se
convierte en esputos, y en mesada de barba. Sin embargo, sale conscientemente
al encuentro de estas consecuencias de su ministerio, seguro de Su Victoria
(vv. 7-9; Rm 8,31ss) gracias a la cercanía de Dios (Sal 37, 33).»[1] “El Señor Yahvé me ha
abierto los oídos y yo no me resistí ni me eché atrás. He ofrecido mi espalda a
los que me golpeaban, mis mejillas a quienes me tiraban la barba, y no oculté
mi rostro ante las injurias y salivazos.
¿De
qué le sirve a uno decir que tiene fe, si no lo demuestra con obras? «Como
Pedro, podemos entregar nuestro trabajo y todas las cosas, pero reservarnos en
nuestro fondo de egoísmo»[2] El verdadero discipulado
entraña el compromiso con el Reinado de Dios. Algunos especialistas señalan que
Jesús no nos pide semejante compromiso. ¿Qué clase de especialistas son? La
frase no está consignada como tal, pero con un mínimo de entendimiento del
conjunto, inmediatamente se percibe que el hilo entreverado en toda la
Revelación es este, ponerlo por obra, pues la fe sin obras es inútil.
Tomaremos
los versos de Jesús Burgaleta para decirlo:
Tú,
Jesús, estás en mi torpe amor entregado a cuentagotas a mi hermano.
Tú
eres el que me llama a estar junto al que sufre,
junto
al que llora, junto al necesitado.
Tú
eres el de la cárcel, que no visito,
Tú
eres el que llama a mi puerta,
el
que me pide el pan que no comparto.
Tú
eres el que tiene hambre y sed de justicia por la que no lucho.
Tú
eres el que va desnudo
porque
le han quitado la ropa que yo me pongo…
«Es
posible que en algunas épocas y lugares esta enseñanza se debilitara en la
predicación ordinaria, o que los católicos en números significativos no fueran
coherentes, o que haya sido presentada en forma “espiritualista”, sin llevar a
las consecuencias sociales… Pero es innegable que la orientación más oficial
del magisterio de la Iglesia fue siempre esa.»[3]
Regresemos
a Isaías, y leamos un comentario que, sobre el Siervo Sufriente, hace Carlos
Mesters: «Un rostro no es para ser descrito. ¡No se podría! Es para ser
descubierto, mirado y amado… Para nosotros hablar de Dios, suele ser cosa
abstracta y distante que tiene que ver muy poco con los problemas concretos de
la vida del pueblo… Un rostro tiene muchos rasgos…destaco sobre todo cuatro:
amor desinteresado, poder creador, presencia fiel y …el Dios del pueblo es un
Dios santo: pide justicia, exige compromiso y envía a la misión… “Evangelizar”
es anunciar los hechos donde la gente observa a Dios venciendo la opresión y
liberando a su pueblo; se anuncia la victoria de Dios en hechos concretos que
están sucediendo aquí y ahora (Is 52, 7-10; 62, 11-12; 40, 9-11).»[4]
Por
mencionar una de las obras que nos compromete:
a)
Anunciar que Dios está vivo, que no está muerto, ni dormido, ni distraído.
b)
Que Dios vence aquí y allá; que el Malo, por mucho que se haga propaganda, que
adule sus obras malévolas, está siendo vencido por el Bien. Claro que muchos no
lo ven, sólo ven hombres que parecen árboles. Nosotros tenemos que ser el
segundo pase de la Mano Sanadora de Jesús.
c)
Que no nos agote el pesimismo, que no nos cunda el desaliento, que no tiremos
la toalla solo porque algunos “desanimadores” profesionales tratan de hacernos
ver las cosas marrón oscuro, cuando la Claridad del Señor resplandece como
Alborada anunciada.
d)
Hagamos la tarea a conciencia: No busquemos a Dios venciendo con bayoneta
calada y misiles. Busquemos a Dios floreciendo por doquiera en ternura inmortal
y amor eterno. «Los profetas son las torres de Dios; se dejan conducir por el
Espíritu Santo y, por eso, son los primeros en captar los signos de los
tiempos, las señales que Dios hace a los hombres para que puedan encontrarlo y
seguirlo»[5]
Tenemos
miles de obras por emprender, tenemos que permitirle a la fe que dé sus
pasitos, que aprenda a caminar, hasta que tenga paso firme, y luego… caminar,
caminar y caminar. Correr, si se puede, mientras las piernas resistan, siempre
adelante, siempre en pos de Jesús, y jamás desfallecer: ¡anunciar y denunciar!
Pedro
pensaba como los hombres, nosotros hemos sido convidados a pensar como Dios:
Pensar como Dios -dice Averardo Dini-
“es comprometerse a realizar su
proyecto,
es buscar ante todo su Voluntad,
es gastar la vida por amor,
es aceptar subir al Calvario,
es escoger el último sitio en la mesa…[6]
Arduo
muy arduo dejar a Dios que sea Dios, Aceptar su kénosis. Mientras el ser humano
debe procurar su elevación hacía las “alturas” divinas, Dios elije su
“descenso”, inclusive hasta las profundidades del abismo para rescatarnos, para
redimirnos; su permanente creación lo lleva a la coherencia de “hacerse uno de
nosotros” hasta en los mínimos detalles. Dios es auto-referencia humana para
crear al hombre de nuevo, para sacar del antiguo hombre el Hombre Nuevo, para
darnos paradigma de hermandad, de amor, de entrega, de generosidad, de
fidelidad.
Oremos
con Monseñor Martini:
«Permanece
en nosotros, Cristo Señor, por la fuerza de tu Espíritu, ora en nosotros, para
que podamos comprender la plenitud de nuestra llamada, los peligros que nos
amenazan, las acechanzas de Satanás sobre nosotros, sobre la Iglesia, sobre
nuestro tiempo, y para que podamos tener la valentía de luchar hasta el fin y
ganar la batalla de la fe, de la esperanza y de la caridad. Te lo pedimos, oh
Padre, por medio de Cristo nuestro Señor. Amén»[7]
[1] Ravasi,
Gianfranco. LOS PROFETAS. Santafé DE Bogotá – Colombia 1996 p. 123
[2] Galilea,
Segundo. EL SEGUIMIENTO DE CRISTO. Ed. San Pablo. Santafé de Bogotá – Colombia
1999. p. 18
[3] Ibid.
p. 46
[4] Mesters,
Carlos O.C.D. LA MISIÓN DELPUEBLO QUE SUFRE LOS CÁNTICOS DEL SIERVO DE DIOS EN
EL LIBRO DEL PROFETA ISAÍAS. Quito –Ecuador. 1993 pp. 58-67
[5] Estrada,
Hugo. sdb. PARA MÍ ¿QUIÉN ES JESÚS? Ed. Salesiana Guatemala, 1998 p. 169
[6] Dini, Averardo. EL
EVANGELIO SE HACE ORACIÓN TOMO II – CICLO B. Ed. Comunicaciones Sin Fronteras
Bogotá Colombia pp. 80
[7] Martini,
Carlo María. ITINERARIO ESPIRITUAL DEL CRISTIANO. Ed. Paulinas. Santafé de
Bogotá-Colombia 1992 p. 14
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