1Cor
3, 18-23
San
Pablo, nos propone el siguiente principio esencial: “La sabiduría de este mundo
es necedad ante Dios”. Para descifrar esta cita, como siempre y como en todo,
es preciso ir al co-texto. Seguro habremos oído aquello de que “un texto, fuera
de contexto sólo es un pre-texto”. Por tanto, es preciso ir al ADN de la cita
para saber de qué estamos hablando.
San
Pablo nos dice que evitemos gloriarnos en los hombres, y esos hombres en este
caso son Pablo, Apolo y Cefas. En ningún hombre, sino en Jesucristo, que no es un
hombre, sino que es Dios -hecho-hombre. Por eso nosotros nos gloriamos en
Jesucristo, porque esencialmente es Dios; Dios que se abajó y se hizo uno de
nosotros, para rescatarnos de haber caído en el “barro del pecado” y haber
afeado nuestra presencia con su “mancha”.
Que
Dios haya accedido a equipararse con nuestra pobre calidad, nos trasforma, nos
dignifica, nos alza. La humanización de Dios es una kénosis que nos dignifica,
que nos levanta. Ahora, todo es nuestro, porque Él nos ha equiparado en su
calidad de Dueño: Él es el Dueño de toda la creación, por tanto, ahora todo es
nuestro, nosotros de Cristo y Cristo, de Dios.
Entonces,
volvamos a recalcar, ¿a que sabiduría de este mundo se refiere San Pablo? A la
que usan los sabios-filósofos, que pretende explicar todo desde la lógica
humana; ellos ignoran que la única explicación válida es la que se hace desde
la perspectiva Divina. Recordemos que la palabra perspectiva -Del latín tardío perspectīvus, y este derivado del latín perspicĕre significa “mirar a través de …”, en
este caso “mirar desde la óptica de Dios”, “ver a través de Sus Ojos”.
¿Cómo
podemos ver a través de los ojos de Dios? Dejándonos llevar, abriéndonos a sus
enseñanzas; sus enseñanzas no son otra cosa que un entrenamiento para aprender
a ver como ve Él, con los mismos sentimientos, con compasión. Su Revelación no
son más que unas gafas correctivas, que nos dejan ver desde el mismo ángulo que
ve Dios, y llevar al corazón esa visión, pero a un corazón blandito, a un
corazoncito misericordioso que Él nos trasplanta con tejidos tomados de su
propio corazón.
Cuando
se mira con un corazón empobrecido por la falta de espiritualidad, lo que se ve
es sed de poder, codicia pecuniaria, avaricia de riqueza material.
Los
pensamientos y la doctrina que enseñaban Pablo, Apolo, Cefas, fueron
manipuladas para obtener, la que prontamente, se trasformó en la herejía
gnóstica.
Entonces,
¿se invalida lo que enseñó el propio Pablo? De ninguna manera, porque Pablo no
enseñó con sabiduría “humana”, sino, iluminado por la Revelación. Lo que
enseñaba, no era lo propio, él enseñaba lo Divino porque era un Apóstol de
Jesús: Siervo o “agente” del Señor. O sea, miembro de la Iglesia.
Por
tanto, no se debe jugar con el liderazgo de la Iglesia, que es para el
servicio. Si los miembros de la comunidad tienen que alimentar el ego de los
líderes, ya no están sirviendo, su único eje-vital se vuelve sostener su
grupúsculo, su facción, hacerle barra a su pandilla, impulsar su líder, y este propósito
los desvía de la verdadera razón de ser de la Iglesia, que es el testimonio del
que es Dios: Jesucristo que selló con su sangre la Nueva Alianza en el Trono-Altar
de la Cruz.
“Hay
una cosa que la mundanidad no tolera: el escándalo de la Cruz. No lo tolera. Y
la única medicina contra el espíritu mundano es Cristo que murió y resucitó por
nosotros, escándalo y locura". El Apóstol Juan dice que "la victoria
contra el mundo es nuestra fe". La única victoria es la fe en Jesucristo,
muerto y resucitado. Y esto no significa ser fanáticos", dejar de dialogar
con todas las personas, sino saber que la victoria contra el espíritu mundano
es nuestra fe, el escándalo de la Cruz”. Nos dice el Papa Francisco.
Sal
24(23), 1b-2. 3-4ab. 5-6
Traspasar
ese Sagrado Umbral no es asequible a todos. No todos han recibido el don de la
espiritualidad, todos podían para a veces caminamos más bien en dirección del
alejamiento, en vez de aplicarnos a la búsqueda de rutas que nos llevan a ser
más sensitivos con los planos Celestiales de la existencia.
Este
es un salmo del Reino. Dios no tiene que entrar a ser “Coronado”, como se ha
insistido, Dios está eternamente coronado y su realeza jamás se extinguirá; no
depende de nosotros su permanencia en el Trono; Él está siempre en el trono de
la Gloria. Pero, caminar las rutas de la espiritualidad se puede interpretar
como la renovación de su realeza en nuestros corazones. La ruta de la Realeza implica
aceptarlo como Mesías en nuestra vida y ser coherente con esa aceptación, vivir
acogiendo su Ley en nuestra vida, que es -como ya sabemos- la Ley del Amor. El
eje simétrico, es el del rechazo de todas las actitudes y conductas que puedan
separarnos de Él, valga decir, quebrantar su Amor adulterando en nuestro
corazón. Tenemos, pues, que posicionarnos y hacer consciencia ante la pregunta:
¿Quién puede subir al Monte del Señor?
Hay
un preámbulo, está en la primera estrofa de la perícopa de hoy: reconocerlo
como Creador nuestro. Se puede decir que es un buen preámbulo, pero no basta,
veamos por qué: sería lo mismo que quien dice aquel es mi papá y aquella mi
mamá, pero no los respeta, no guarda el amor a los padres, no los honra, cuando
le piden que vaya a la viña, los ignora y no va. Sí, eso no es suficiente,
llamarlo Creador -y muchas veces así obramos- vamos con el tambor para allá “es
mi Creador, es mi Creador” y regresamos con el ruidoso tambor de allá para acá:
“es mi Creador, es mi Creador”, ¡de ahí no se pasa!
¡Eso
no sirve!
Cuando
nos hacemos la pregunta ¡Quien puede estar en el Recinto Sacro? Hay dos
respuestas orientadoras: ¿cuál es el norte, y cuál es el sur? De allí depende
todo el rsto de la Rosa de los Vientos. Veamos esas dos preguntas claves:
1. ¿Son mis manos
inocentes? o ¿somos de los que ayudan a flagelarlo? ¿A apuntillarlo en la Cruz?
¿A lancearlo? (Recuérdese que a veces no se lo hacemos a Él, se lo hacemos a
alguno de sus ἐλαχίστων “más pequeñín”, tengamos viva en la consciencia aquella
frase: “¡A mí mismo me lo hicieron!” Mt 25, 45).
2. ¿Soy de los que confían
en los ídolos?
No
recorro las “rutas espirituales” si sólo lo reconozco como Creador, de dientes
para afuera. Tampoco si llevo las manos tintas en la Sangre de Cristo, con cada
violencia que haga a mis hermanos, me entinto las huellas.
Mucho
menos, soy espiritual si me desvío por los caminos dela idolatría.
Si
cumplo estas tres directrices, entonces he traspasado el umbral de la
espiritualidad y podré ponerme a la tarea de la construcción del Reino, obra
pertinaz que me irá elevando por la escala de Jacob: Entonces seré parte de la
generación de los que buscan a Dios, atento el resplandor Deslumbrante de su
Rostro. ¡Seré un verdadero “Buscador del Dios de Jacob”!
Lc
5, 1-11
Discipulado con el estupor a cuestas
El
camino de la espiritualidad es laberintico. Hay, sin embargo, un Hilo Magnifico
que nos permite recorrerlo con certeza: Es Jesús quien nos lleva de la Mano,
como Pastor que lidia con sus ovejas extraviadas. Para eso instituye su
Iglesia. Es como una barca, pero no una barca solitaria, es una barca a la que
se suman otras barcas, para ayudar que “no se reviente la red” cuando está
repleta, desbordante. No se trata de una organización, sino de un organismo,
que crece, que madura, que puede ocuparse de la tarea sin desfallecer. Que puede
ejercitarse en la Misericordia y aprender y enseñar -a su vez- a ser misericordiosos.
Primero,
Jesús mismo habla, nos deja sus Evangelios (distintos ángulos del Único
Evangelio, que es Su-Divina-Persona), el Nuevo Testamento, toda la Escritura.
Luego nos pide, prestemos especial atención a esta indicación que nos da Jesús Ἐπανάγαγε εἰς τὸ βάθος, καὶ χαλάσατε τὰ δίκτυα ὑμῶν
εἰς ἄγραν. “Remen
mar adentro y echen sus redes para que pesquen”.
Sí,
ellos eran pescadores expertos, sabían muy bien de la pesca material, de la
pesca natural; pero, ahora estamos pescando “personas”, es la misma labor, pero
el cambio es rotundo, no se trata de seguir haciendo lo mismo que se había
hecho siempre, por mucho que aborrezcamos que nos cambien el libreto sobre la
marcha, hay que iniciar un des-aprendizaje y empezar un re-aprendizaje.
Se
puede decir: “Seguimos siendo pescadores”, sin faltar un ápice a la verdad.
Pero tenemos que hacer un esfuerzo adaptativo, porque ya no se pescará como
solíamos hacerlo. Habrá que dar el brazo a torcer y acceder a iniciar de nuevo ¡desde
cero!
¡Es
lo hermoso que tiene Pedro! En su clarividencia se da cuenta que hay que
desaprender y reaprender. Esa comprensión profunda radica en esta clave: “En
tu palabra”. ¡Porque Tú lo has dicho, se hará como Tú lo has dicho!
Esto
no es magia. (recordemos que no hay que incurrir en “idolatrías”). Se dice muy
fácil, se escribe con pocas palabras, pero hay un largo, larguísimo tramo de
recorrido, esforzado para transitar este cambio, esta acogida de la Palabra,
esta aceptación, este acatamiento.
Es
una victoria sobre sí mismo. Pero es un giro no personal, es todo el “equipo de
pescadores” los que tienen que renunciar, ¿cuánto cuesta? En nuestra propia
experiencia hemos visto que hay quienes prefieren dejarse morir que aceptar al
cambio. Uno de los elementos que contribuyen a esta obcecación es el convencimiento
de que, seguir haciendo lo mismo es “lealtad”, ellos patalean y chapucean,
salpicando agua a diestra y siniestra y lloriqueando, mientras gritan “somos
fieles a las enseñanzas”. No es respeto a la tradición sino empecinamiento en
el “tradicionalismo”. No se requiere la conversión de una persona, ¡es un giro
comunitario, un acto sinodal!
Una
parte crucial de este reaprendizaje está retratada en este gesto Petrino: “…se
echó a los pies de Jesús diciendo: «Señor, apártate de mí que soy un hombre
pecador»” Como si le dijera: “esta tarea que nos entregas no es una obra para
humanos, es algo sobre-humano, nosotros no podríamos porque no somos ángeles”.
Es el ser que con su débil espiritualidad se ve sobrecogido por la grandeza de la Misión. El hombre enfrentado al Misterio de Dios, que no estremece sólo a un individuo, sino que “se había apoderado de todos los que estamos siguiéndolo”.
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