1
Cor 9, 16-19. 22b-27
Claro
está que hay muchas tareas que asumimos por la paga, porque ese ingreso, la
remuneración, es la fuente monetaria para suplir nuestros gastos, todas
nuestras compras, el pago de todas nuestras necesidades, en fin, subvenir a
nuestra manutención.
¿Entra
la labor evangelizadora en este renglón? Podría ser, y efectivamente hay
personas que dedican por entero su vida a la “labor” del Anuncio y
Proclamación, y de alguna parte tiene que salir su “paga”.
Empero,
no es este el enfoque que da a su labor San Pablo. Él prefiere “trabajar” y
fuera de su horario laboral, ejercer su compromiso de fe. En la perícopa de
hoy, nos informa que él prefiere no representar para nadie una carga; quiere
evitar que se diga que el Servicio que le presta a su Señor, sea la fuente de
sus ingresos, porque sabe que, con ese argumento, muchas personas lo
desautorizarán y argumentarán que todo es por “lucro”.
En
cambio, lo que todos pueden atestiguar es que, su esforzada labor, la hace para
honrar con cada minuto de su vida a su Dios y Señor. En la cultura judía, cada
quien debe tener un oficio, y de eso se encarga el padre, que le enseña a
cumplir una tarea con la que pueda ganarse la vida. El papá de Pablo, le enseñó
el arte de las tiendas de campaña, y son ese oficio, que él desempeñaba,
durante el día, obtenía lo necesario para mantenerse. Nadie podía acusarlo de
ser un “recostado”, o de beneficiarse de los dineros que en las Iglesias se
recababan. Al contrario, todos veían en él, un esforzado trabajador. Sabían que
se alimentaba del esfuerzo de sus laboriosas manos.
Su
tiempo libre, no lo dedicaba al dominó, a la pirinola o a las maquinitas de
video. Todo su tiempo libre era para el Señor, y se sentía responsable de no robarle
ni un segundo al compromiso que había “firmado” de consagrarse a llevar el
Evangelio. Era un Keryx, un Heraldo de la Palabra de Jesucristo, como él mismo
lo decía, era Apóstol de Jesucristo que era quien lo había llamado; y ayudaba a
la gente, con todo su conocimiento de la Torah y con toda la preparación que
había adquirido a los pies de Gamaliel.
Como
Pablo permanecía “libre”, porque no dependía de nadie, ni devengaba del fondo
de las comunidades, sumaron a esto que no había conocido a Jesús, personalmente,
y de allí concluyeron que no se podía llamarse “apóstol”. Jesús había dicho en
el capítulo 10º del Evangelio mateano que el que anunciaba el Evangelio habrían
de vivir de ese oficio de predicadores y que la comunidad tenía a su cargo
sostenerlos y a la mujer que los atendía como dice en esta perícopa (el verso
5, de este capítulo 9).
Pablo
da como ejemplos el soldado que trabaja en el combate y por eso recibe su “sueldo
(soldado), así como el pastor, a alimentarse del producto de su rebaño, y el
agricultor tiene también derecho a lucrar de su trabajo en el agro. Pero para
él, lo que constituye su paga, es dar a conocer el Evangelio. Si el no cumpliera esa tarea sería reo de irresponsabilidad
evangélica, “ay de mi -dice- si no anuncio el Evangelio”.
«Me
he hecho todo para todos, para ganar, sea como sea, a algunos». Y para explicar
este punto recurre a una metáfora deportiva, tomada del campo atlético: ¿No saben que en el estadio todos los
corredores cubren la carrera, aunque uno sólo se lleva el premio? Y luego
enfatiza que él se ha dedicado el “entrenamiento” (o sea a la predicación) como
el más consagrado atleta; lo ha hecho no para ganar una corona que se marchita
-recuérdese que el trofeo atlético consistía en una corona de laureles- sino
que el que anuncia el Evangelio, gana una corona que no se marchitará jamás.
Entonces
se afana en su labor para no correr el riesgo de ser descalificado, él que les
ha predicado a otros ese desvelo, no quiere fracasar, víctima de su laxitud y
del débil esfuerzo al participar en la competencia. Porque alguien que ha
entrenado duro, puede desmayar en la carrera y no poder rendir para clasificar
entre los que llegan a la meta.
Sal
84(83), 3. 4-5. 6- 12
No hay otra luz y guía
sino la que en el
corazón
se mantiene encendida.
San Juan de la Cruz
La
primera estrofa nos habla de la sed de espiritualidad, y cabe pensar en la idea
de Rahner: “cristiano del siglo XXI o será un místico o no será nada”.
Necesitamos hambre y sed de Dios, de una experiencia intensa de Dios, que no tiene
nada que ver con “hacer cosas raras”. (Hna. Yoise Esmit Gutiérrez Pérez).
Nosotros
como pollitos, como pajaritos, queremos hacer nuestros nidos en el alero del
templo, para estar siempre en contemplación. (Este es un salmo de
peregrinación: ¿hacia dónde se peregrina? ¡Claro! Hacia el Templo. Tratemos de
intuir lo que significa para un Judío el Templo, nosotros que tenemos Iglesias
por doquiera). “Depende de ti que esta imagen no sea únicamente la hermosa
creación de un poeta, sino la patética expresión de tu experiencia espiritual.
(Noël Quesson)
Otra
pregunta: ¿Quiénes son los bienaventurados? Los que viven en el Templo, en
constante y permanente alabanza, los que en medio de la tempestad tienen un
lugar para refugiarse. recordemos que no se trata de vivir en la Iglesia, sino
de tener la clara intelección que somos “Templos del Espíritu” (1ª Cor 6,
19-20) y que “en Él vivimos, nos movemos y existimos” (Hch 17, 28).
¿Explíquenos
eso? Y, el salmista responde? Es que Dios es a la vez: escudo y sol, da Gloria
y Gracia, y le regala sus tesoros al que no tiene tachas en su conducta. Al de
vida inmaculada Dios le consigna todos sus Dones. ¡Alta exigencia!
¡Qué
repetimos en la antífona? ¡Que deseables son tus moradas, Señor del Universo!
Zambullirnos en Tu-Amor-Ágape, ese es nuestro ideal, nuestra meta. El sentido
de nuestra vida, la misión que nos encomendaste para ser verdaderos discípulos.
Lc
6, 39-42
Según
vemos hoy, Jesús se dirige a los discípulos, mientras que, en el pasaje paralelo
que está en Mateo, Jesús les está hablando a los Fariseos (Mt 15, 14-30). Se
trabaja el pinto desde dos ópticas: 1) ¿Cómo puede un ciego hacerse “conductor”
de otros? Y, b) ¿Cómo puede alguien con un gravísimo problema ocular, tratar de
reparar un pequeño daño en el ojo de su “prójimo”? esta parábola doble no se
puede leer en el vacío, tiene su piso en el Mandamiento que Jesús estableció
ayer: Sean compasivos, como su Padre. (Lc 6, 36). Sin este piso la perícopa de
hoy flota en el éter.
¿Cuál
es la palabra griega que ocupa el lugar de “Compasivos”? Es la palabra οἰκτίρμων [oiktirmón] “compasión
visceral, uterina, si se quiere, es un sentimiento nacido de las entrañas, sólo
comparable al amor de la madre por su hij@”. Es bueno saber esto porque nos da
un excelente referente de lo que es “compasión”, que nosotros siempre
asimilamos como lástima, como “pobrecito”, ¡qué pesar!”
Ahora, si damos un vistazo co-textual a la palabra, aquí,
por relación a lo que se dice, tiene una definición cuádruple, es un amor
maternal que:
i)
No juzga
ii)
No condena
iii)
Perdona
iv)
Se entrega, se da, no retiene nada para
sí
¿Si ven? Así el drone aterriza, deja de flotar en el vacío, se vuelve una palabra repleta
de significado, deja -por fin- de ser una mera abstracción. Al principio Dios
creó la Luz, en la Segunda Alianza Dios creo la Compasión. Quien no la recibe y
la desprecia, queda “ciego”. Jesús hará barro y nos creará unos Nuevos Ojos,
ojos capaces de “darse cuenta” y de “compadecerse”. De otra manera nos daremos
contra las paredes y nos enredaremos con todo.
¿Hay algo que podamos hacer para “abrirnos” a la capacidad
para ese sentimiento Divino? ¡Lo hay! Es la Confianza. Pero, tristemente,
vivimos en la era de la “desconfianza”, somos maestros de la “suspicacia”. La
suspicacia es el obstáculo que el Malo le atraviesa a la “compasión”. Si el pizco
ese consigue entrabar nuestras piernas con la “suspicacia” nuestro proyecto
de fe va a pique. No hay un peor corrosivo para la inteligencia mística que la
suspicacia.
En la perícopa se nos da un paso a paso: ¿Cuál es el primer
paso para sacarse la “viga” del ojo propio? A ver… ¿Qué nos dice la perícopa
que es lo primero?
¿Qué es lo primero que hace una madre? ¿Reprenderlo por el
error? No, ¡lo primero que hace es ¡amarlo con todo su amor entrañable! ¿Cómo
es el amor entrañable? el que nos salva de los miedos y nos da seguridad, y guía
para que se acepte a sí mismo (no tiene nada de malo que seamos limitados, que
fallemos… sólo hay que “persistir”), y luego le pone el sello de aprobación, ¡un
beso de madre en la frente!
Esta compasión debe sufrir “adaptaciones”, no podemos andar
besando a todo el mundo y actuando como una mamá con todos. También una mamá
adapta su “compasión” y no la ejerce igual con el bebé que con el grandulón.
¡Pero siempre es compasiva!
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