jueves, 12 de septiembre de 2024

Viernes de la Vigésimo Tercera Semana del Tiempo Ordinario


 

1 Cor 9, 16-19. 22b-27

Claro está que hay muchas tareas que asumimos por la paga, porque ese ingreso, la remuneración, es la fuente monetaria para suplir nuestros gastos, todas nuestras compras, el pago de todas nuestras necesidades, en fin, subvenir a nuestra manutención.

 

¿Entra la labor evangelizadora en este renglón? Podría ser, y efectivamente hay personas que dedican por entero su vida a la “labor” del Anuncio y Proclamación, y de alguna parte tiene que salir su “paga”.

 

Empero, no es este el enfoque que da a su labor San Pablo. Él prefiere “trabajar” y fuera de su horario laboral, ejercer su compromiso de fe. En la perícopa de hoy, nos informa que él prefiere no representar para nadie una carga; quiere evitar que se diga que el Servicio que le presta a su Señor, sea la fuente de sus ingresos, porque sabe que, con ese argumento, muchas personas lo desautorizarán y argumentarán que todo es por “lucro”.

 

En cambio, lo que todos pueden atestiguar es que, su esforzada labor, la hace para honrar con cada minuto de su vida a su Dios y Señor. En la cultura judía, cada quien debe tener un oficio, y de eso se encarga el padre, que le enseña a cumplir una tarea con la que pueda ganarse la vida. El papá de Pablo, le enseñó el arte de las tiendas de campaña, y son ese oficio, que él desempeñaba, durante el día, obtenía lo necesario para mantenerse. Nadie podía acusarlo de ser un “recostado”, o de beneficiarse de los dineros que en las Iglesias se recababan. Al contrario, todos veían en él, un esforzado trabajador. Sabían que se alimentaba del esfuerzo de sus laboriosas manos.


 

Su tiempo libre, no lo dedicaba al dominó, a la pirinola o a las maquinitas de video. Todo su tiempo libre era para el Señor, y se sentía responsable de no robarle ni un segundo al compromiso que había “firmado” de consagrarse a llevar el Evangelio. Era un Keryx, un Heraldo de la Palabra de Jesucristo, como él mismo lo decía, era Apóstol de Jesucristo que era quien lo había llamado; y ayudaba a la gente, con todo su conocimiento de la Torah y con toda la preparación que había adquirido a los pies de Gamaliel.

 

Como Pablo permanecía “libre”, porque no dependía de nadie, ni devengaba del fondo de las comunidades, sumaron a esto que no había conocido a Jesús, personalmente, y de allí concluyeron que no se podía llamarse “apóstol”. Jesús había dicho en el capítulo 10º del Evangelio mateano que el que anunciaba el Evangelio habrían de vivir de ese oficio de predicadores y que la comunidad tenía a su cargo sostenerlos y a la mujer que los atendía como dice en esta perícopa (el verso 5, de este capítulo 9).

 

Pablo da como ejemplos el soldado que trabaja en el combate y por eso recibe su “sueldo (soldado), así como el pastor, a alimentarse del producto de su rebaño, y el agricultor tiene también derecho a lucrar de su trabajo en el agro. Pero para él, lo que constituye su paga, es dar a conocer el Evangelio.  Si el no cumpliera esa tarea sería reo de irresponsabilidad evangélica, “ay de mi -dice- si no anuncio el Evangelio”.

 

«Me he hecho todo para todos, para ganar, sea como sea, a algunos». Y para explicar este punto recurre a una metáfora deportiva, tomada del campo atlético:  ¿No saben que en el estadio todos los corredores cubren la carrera, aunque uno sólo se lleva el premio? Y luego enfatiza que él se ha dedicado el “entrenamiento” (o sea a la predicación) como el más consagrado atleta; lo ha hecho no para ganar una corona que se marchita -recuérdese que el trofeo atlético consistía en una corona de laureles- sino que el que anuncia el Evangelio, gana una corona que no se marchitará jamás.

 

Entonces se afana en su labor para no correr el riesgo de ser descalificado, él que les ha predicado a otros ese desvelo, no quiere fracasar, víctima de su laxitud y del débil esfuerzo al participar en la competencia. Porque alguien que ha entrenado duro, puede desmayar en la carrera y no poder rendir para clasificar entre los que llegan a la meta.

 

Sal 84(83), 3. 4-5. 6-  12

No hay otra luz y guía

sino la que en el corazón

se mantiene encendida.

San Juan de la Cruz

 

La primera estrofa nos habla de la sed de espiritualidad, y cabe pensar en la idea de Rahner: “cristiano del siglo XXI o será un místico o no será nada”. Necesitamos hambre y sed de Dios, de una experiencia intensa de Dios, que no tiene nada que ver con “hacer cosas raras”. (Hna. Yoise Esmit Gutiérrez Pérez).


 

Nosotros como pollitos, como pajaritos, queremos hacer nuestros nidos en el alero del templo, para estar siempre en contemplación. (Este es un salmo de peregrinación: ¿hacia dónde se peregrina? ¡Claro! Hacia el Templo. Tratemos de intuir lo que significa para un Judío el Templo, nosotros que tenemos Iglesias por doquiera). “Depende de ti que esta imagen no sea únicamente la hermosa creación de un poeta, sino la patética expresión de tu experiencia espiritual. (Noël Quesson)

 

Otra pregunta: ¿Quiénes son los bienaventurados? Los que viven en el Templo, en constante y permanente alabanza, los que en medio de la tempestad tienen un lugar para refugiarse. recordemos que no se trata de vivir en la Iglesia, sino de tener la clara intelección que somos “Templos del Espíritu” (1ª Cor 6, 19-20) y que “en Él vivimos, nos movemos y existimos” (Hch 17, 28).

 

¿Explíquenos eso? Y, el salmista responde? Es que Dios es a la vez: escudo y sol, da Gloria y Gracia, y le regala sus tesoros al que no tiene tachas en su conducta. Al de vida inmaculada Dios le consigna todos sus Dones. ¡Alta exigencia!

 

¡Qué repetimos en la antífona? ¡Que deseables son tus moradas, Señor del Universo! Zambullirnos en Tu-Amor-Ágape, ese es nuestro ideal, nuestra meta. El sentido de nuestra vida, la misión que nos encomendaste para ser verdaderos discípulos.

 

Lc 6, 39-42



Según vemos hoy, Jesús se dirige a los discípulos, mientras que, en el pasaje paralelo que está en Mateo, Jesús les está hablando a los Fariseos (Mt 15, 14-30). Se trabaja el pinto desde dos ópticas: 1) ¿Cómo puede un ciego hacerse “conductor” de otros? Y, b) ¿Cómo puede alguien con un gravísimo problema ocular, tratar de reparar un pequeño daño en el ojo de su “prójimo”? esta parábola doble no se puede leer en el vacío, tiene su piso en el Mandamiento que Jesús estableció ayer: Sean compasivos, como su Padre. (Lc 6, 36). Sin este piso la perícopa de hoy flota en el éter.

 

¿Cuál es la palabra griega que ocupa el lugar de “Compasivos”? Es la palabra οἰκτίρμων [oiktirmón] “compasión visceral, uterina, si se quiere, es un sentimiento nacido de las entrañas, sólo comparable al amor de la madre por su hij@”. Es bueno saber esto porque nos da un excelente referente de lo que es “compasión”, que nosotros siempre asimilamos como lástima, como “pobrecito”, ¡qué pesar!”


 

Ahora, si damos un vistazo co-textual a la palabra, aquí, por relación a lo que se dice, tiene una definición cuádruple, es un amor maternal que:

i)              No juzga

ii)             No condena

iii)           Perdona

iv)           Se entrega, se da, no retiene nada para sí

 

¿Si ven? Así el drone aterriza, deja de flotar en el vacío, se vuelve una palabra repleta de significado, deja -por fin- de ser una mera abstracción. Al principio Dios creó la Luz, en la Segunda Alianza Dios creo la Compasión. Quien no la recibe y la desprecia, queda “ciego”. Jesús hará barro y nos creará unos Nuevos Ojos, ojos capaces de “darse cuenta” y de “compadecerse”. De otra manera nos daremos contra las paredes y nos enredaremos con todo.

 

¿Hay algo que podamos hacer para “abrirnos” a la capacidad para ese sentimiento Divino? ¡Lo hay! Es la Confianza. Pero, tristemente, vivimos en la era de la “desconfianza”, somos maestros de la “suspicacia”. La suspicacia es el obstáculo que el Malo le atraviesa a la “compasión”. Si el pizco ese consigue entrabar nuestras piernas con la “suspicacia” nuestro proyecto de fe va a pique. No hay un peor corrosivo para la inteligencia mística que la suspicacia.

 

En la perícopa se nos da un paso a paso: ¿Cuál es el primer paso para sacarse la “viga” del ojo propio? A ver… ¿Qué nos dice la perícopa que es lo primero?


 

¿Qué es lo primero que hace una madre? ¿Reprenderlo por el error? No, ¡lo primero que hace es ¡amarlo con todo su amor entrañable! ¿Cómo es el amor entrañable? el que nos salva de los miedos y nos da seguridad, y guía para que se acepte a sí mismo (no tiene nada de malo que seamos limitados, que fallemos… sólo hay que “persistir”), y luego le pone el sello de aprobación, ¡un beso de madre en la frente!

 

Esta compasión debe sufrir “adaptaciones”, no podemos andar besando a todo el mundo y actuando como una mamá con todos. También una mamá adapta su “compasión” y no la ejerce igual con el bebé que con el grandulón. ¡Pero siempre es compasiva! 

No hay comentarios:

Publicar un comentario