1Cor
2, 10b-16
Quien recibe el
Espíritu no está sujeto al juicio de nadie.
1Cor 2, 15
En
esta cita que hemos puesto como epígrafe, tenemos una idea de libertad contra
toda alienación. El hombre que está en el Espíritu de Cristo (el Espíritu Santo),
no se puede manipular desde el antojo del manipulador, porque el Espíritu Santo
impide que sea llevado por fuerzas ajenas que lo sustraen de su propia
realización como persona autónoma y lo hacen juguete de las fuerzas malignas. En
el mundo se agitan una serie de fuerzas y poderes de confusión (teñidos con un camuflaje
de “alta filosofía” y de “pensamiento cientificista), que parecen tornados y
huracanes que arrastran con todo en una dinámica caótica. A esas fuerzas
destructivas no se las puede domeñar y hacen de la gente, muñecos a su antojo y
capricho.
Hasta
este punto hemos visto que hay como una primera división: los que se dejan
fascinar por una sabiduría mundana, una sabiduría estructurada en torno a
ciertas pautas lógicas de una cultura que se daba a la reflexión y despreciaba
a los trabajadores manuales, artesanos, marinos, soldados, estibadores
portuarios; esos iban, por una parte; había otros que aceptaban lo que Dios les
ha revelado y se dedican al discipulado de una sabiduría espiritual, son los
que acogieron a Pablo y formaron comunidad durante el año y medio que él se
encontraba allí.
Esta
parte de la Primera Carta a los Corintios, que trata de las divisiones de la
Comunidad, abarca (1,10 – 4,21), estaremos moviéndonos en esta parte de la
1Cor, hasta el sábado de esta semana, inclusive. Partiendo de la llegada de
algunos judaizantes que pretendían inyectar la línea mosaica y las tradiciones
judaicas como condición para poder ingresar al cristianismo; dónde, a la
comunidad Paulina se le injertó una tendencia divisionista, que los fraccionaba
en bandos: “yo soy de Pablo, yo de Apolo, yo de Cefas, yo de Cristo” (1Cor 1,
12-13), a partir de esta famosa frase de San Pablo, podemos concebir la
existencia de cuatro tendencias, al seno de la comunidad, cada una halando de
una punta, e ilusionadas con la diversidad de liderazgos. A este divisionismo
vamos a arribar mañana.
Por
ahora, Pablo continúa situando la diversidad entre la Sabiduría de Dios y la
sabiduría humano-mundana, deslindando, cómo la comunidad se ha constituido como
una integración de los que han sido capaces del Espíritu. Su enunciado base es
la potencia del Espíritu para “sondearlo todo”, (nótese el lenguaje de
marinería que se usa: con diversos recursos -evidentemente no electrónicos-,
los navegantes iban midiendo la profundidad para evitar que la embarcación
encallara). Con ese tipo de pericia, el Espíritu, podía medirlo todo, cual
marino experto, pero no en navegación sino en espiritualidad.
Es
una metáfora, porque aquí lo que se mide es la intimidad del espíritu del ser
humano e -inclusive- la Profundidad de Dios. Porque para poder sondear a la
persona, hay que ir a su “intimidad” y esta sólo la penetra el Espíritu que,
con tal poder puede aquilatarlo todo. Ahora bien, este Espíritu que han
recibido los miembros de la Comunidad Paulina en Corintio, no es un espíritu
con recursos técnico-lógicos, como los de las escuelas filosóficas, no es un
espíritu que surja de las divagaciones y las elucubraciones más o menos
inteligentes, ¡no! Lo que se aplica no son instrumentales teoréticos fruto de
esfuerzos reflexivos de alguna manera emparentados con el estudio de las
realidades físico-materiales, sino con el Espíritu que es don-dadiva, regalo
Celestial en Jesucristo.
Aquí
San Pablo establece un postulado epistémico que apunta a la diversidad del
saber; a las realidades materiales aplíqueseles una lógica “física”, pero a lo
espiritual, sólo se le podrá explorar desde una óptica espiritual. A la lógica
“física” Pablo la llama “natural”, porque es una perspectiva fértil para el
conocimiento de las realidades de la “naturaleza”.
Si
confundimos la realidad del objeto en estudio y aplicamos a lo espiritual las
metodologías “naturales” incurriremos en “necedad”. Así pues, ante la “realidad
espiritual” que estamos enfrentando, sólo habrá fertilidad aplicándole el
“saber” espiritual del que nos ha imbuido Cristo.
Sal
145(144), 8-9. 10-11. 12-13ab. 13cd-14
Este
salmo alude a un Rey que será Rey a Perpetuidad. Lo cual sería preocupante si
de un mal rey estuviéramos hablando; pero, si nos estamos refiriendo a un rey
Perfecto, que ayuda a todos los que caen y auxilia para que se levante a todo
aquel que esté caído, entonces, estamos hablando de la Esperanza
Resplandeciente. Es un Dios que Reina salvando, ejerciendo su amorosa
paternidad y que nos guarda como un Pastor Fiel.
Este
es un salmo de la Alianza, ¿Quién suscribe la Alianza?: el Rey-Fiel, el Rey
Justicia, el Rey Amor. Esta Alianza lleva un sello de autenticidad: es la Cruz.
El salmo de hecho, nos convida a una “renovación” de la Alianza.
Al
avanzar y a medida que negociamos la Alianza, debemos ir conociendo con quién
estamos aliándonos:
a) Con un Rey clemente
y misericordioso
b) Lento a la cólera y
rico en piedad
c) Bueno con todos
d) Cariñoso con todas
las criaturas
En
la segunda estrofa, proclamada hoy, observamos cómo ha de ser nuestra respuesta,
en cuanto contraparte de la Alianza:
a) Agradecidos
b) Que bendigamos al
Señor, todos nosotros
c) Que nuestros labios
no cesen de propalar a los cuatro vientos, que se trata de un Reinado revestido
de Gloria.
Debemos
tener una fórmula kerigmática, como una especie de resumen, como el lema de
toda nuestra campaña: cuando la gente nos interrogue, ¿Cuál es ese Rey que
tanto publicamos? ¿Qué les responderemos? Diremos que “La Gloria y majestad de
su Reinado, es un reinado perpetuo y gobernará de edad en edad, por años sin
fin”.
Habrá,
también, que ser capaces de explicitar por qué su gobierno no será revocado, en
un tiempo de golpes de estado, de derrocamientos y ataques a los que detentan
el gobierno, ¿Cómo podrá ser este Rey que no sufre colapsos, ni ataques a la
continuidad de su poder?
Tenemos
cuatro rasgos que no podemos descuidar, ninguno de ellos, porque todos son
importantes para la comprensión de este Rey:
a) Fiel a sus
Palabras, es este Rey
b) Bondadoso en todas
sus acciones
c) Sostiene a los que
se ven de piernas débiles y a punto de derrumbarse
d) Y, a los que ya se
doblan, les da un exo-esqueleto que los enderece.
Llegamos
a una conclusión, es una conclusión clara y tan contundente que la
ratificaremos cuatro veces: «El Señor es justo en todos sus caminos».
Lc
4, 31-37
Se quedaban asombrados
de su enseñanza, porque su palabra estaba llena de autoridad.
Lc 4, 32
De
Nazaret pasa Jesús, directamente a Cafarnaúm, en la costa norte del mar de
Galilea. Partiendo de allí se desplegaron muchas de las salidas Misioneras del
Señor, se podría visualizar a Cafarnaúm como la “base de operaciones”. Aquí, es
diferente de los que pasó en Nazaret, la gente lo acoge y se maravillan por la
autoridad con la que habla. La autoridad exhibe la convicción y certeza de su Enseñanza.
No se remita a otras fuentes, su Mensaje tiene la solidez y el respaldo de su
propia autoría, Jesús, es Él mismo La Fuente y referencia de todo su
Hacer-y-Decir.
Lo
que destaca y reluce es que esta ἐξουσίᾳ [Exousia]
“autoridad” es distinta, no es una autoridad ego-centrada, que ordena para
imponerse, sino, una autoridad que favorece, que empodera, que estimula al
crecimiento, Él lo que quiere es el Bien de los que lo Escuchan, una autoridad
que sana y libera. Miremos por un instante hacia el significado de la palabra
autoridad que proviene del latín augere que significa aumentar, hacer crecer. O
sea que la de Jesús, es la verdadera autoridad, no es una manipulación por
propio interés. Muchas veces se enseña erróneamente el significado de esta
palabra mostrándola como si se tratara de una “obediencia” adecuada para construir
el propio pedestal, cuando en verdad se trata de, una virtud de la personalidad,
que busca el bien del otro.
Vemos
en esta perícopa la fuerza que le da a Jesús su autoridad, que le permite
expulsar espíritus inmundos. ¡Lo increpa y los expulsa! El espíritu demoniaco
no puede oponérsele, tiene que obedecerlo. O sea que la autoridad de Jesús
libera al “hombre poseído”. El suyo es un poder liberador. ¡Ojo! No se trata de
un poder para someter. Es un poder para hacer crecer. Si fuera un poder para “sujetar”
sería un poder alienante no sería verdadera autoridad.
El
espíritu inmundo se aterra ante la Presencia de Jesús, reconoce que Él tiene
autoridad sobre él y sobre todos los de su ralea, y se alarma porque ver llegar
a Jesús es ver la proximidad de su destrucción, por eso le dice “¿Has venido a
acabar con nosotros?”
El
dicho popular enuncia que “el miedo no monta en burro”, este sabe que la
Llegada del Santo de Dios es el anuncio de su fin. Lo demoniaco no monta en
burro; Jesús que no tendrá miedo, si montará en burro, y en un burrito entrará
triunfante. No será el miedo lo que detenga su autoridad liberadora, la que
sana y expulsa todo mal. El miedo es la jaula que usa el Malo para tratar de
contener el crecimiento, la realización de la persona. (Miedo y engaño son su
arsenal)
Tenemos
que insistir que la realización de la persona es lo que mueve e interesa a la
verdadera autoridad; aun cuando otros llamarán autoridad a los mecanismos
encadenantes con los que manipulan.
καὶ ῥίψαν αὐτὸν
[Kai ripsan autón] “Tirando
al hombre por tierra”, como cuando se le pone una barra detrás a un maniquí,
para mantenerlo enhiesto; tan pronto se le quita la barra que lo “sujeta” en la
“posición deseada”, el muñeco se escurre, y cae. No cae herido o lastimado,
porque el evangelista aclara que “sin hacerle daño”. ¡Queda libre! La barra ya
no lo engancha, ya no lo obliga, ya no lo sujeta.
Este
evento tiene un poder terapéutico en la comunidad de los “testigos presenciales”
que, al verlo, comprenden que Jesús tiene un poder, una autoridad, que no pide
nada a cambio, libera y no cobra, no le dice que “lo siga”, no le dice “ahora
eres mío, me perteneces”, no se exige ninguna contrapartida: se evidencia que
es un hacer el bien por el bien mismo, porque ese es, el Reino que llega.
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