Ap
14, 14-19
El hijo del Hombre
sentado sobre la nube blanca es la representación trascendental (en la
consciencia, en el Cielo) del Pueblo de Dios que resiste y se opone a la Bestia.
Pablo Richard
La
liturgia se ha saltado los versos 6-13 del capítulo 14. En la perícopa de hoy nos
encontramos algunos elementos desconcertantes que a veces pasamos por alto,
pero que si los advertimos pueden llevarnos al desconcierto, pueden
sorprendernos e, inclusive, bloquearnos toda comprensión.
Uno
como Hijo de hombre, lleva Corona de Oro y una “hoz afilada”. Pero, el Cordero
nunca lleva “corona de oro” y mucho menos “hoz afilada”. Otro elemento muy raro
es que Dios-Padre no le habla directamente al “como Hijo de hombre”, sino que
se vale de un Ángel para que le saque el Mensaje que Dios-Padre ha dado en el
Santuario. Este Mensaje marca la hora de la Siega de toda la tierra. Y la hora
está señalada por que la mies por fin se ha secado. Son todas alusiones a la “hora
del Juicio”.
Vamos
a decir ahora como entendemos nosotros este fenómeno aparentemente confuso:
Jesús Glorioso, como Tercera persona de la Trinidad Divina, no tiene corona de
oro, ni herramienta agrícola para segar el “trigo”, este es un instrumento
eminentemente agrícola que simboliza el trabajo campesino, a la vez que la
solidaridad -simbolizada por la concavidad que forma como un seno- que es muy
propia del campesinado, mientras la cultura urbana impulsa actitudes más
insolidarias, donde suele dominar la idea del “sálvese quien pueda”.
Ya
veremos que hay una tarea que cumplir con la hoz, no es una tarea de crueldad,
sino una de evangelización: εὐαγγέλιον
[euangelion]
“Buenas noticias de Dios”. Sólo los impíos arrastraran temibles y dolorosas
consecuencias de “perdición”; pero la “ternura” del Cordero y de su Abba, son
la dominante para los que se abran al discipulado. Esta labor evangelizadora
compete promoverla al Primer Ángel, que aparece previo a la perícopa de hoy. (Ap 14, 6-7). En la perícopa de hoy empezamos
directo con el segundo Ángel.
La
Esposa del Cordero, forma con Él una sola carne: “…esta sí que es carne de mi
carne y hueso de mis huesos”, (cfr. Gn 2, 23); entre ambos conforman el Cuerpo
Místico. Nosotros entendemos que el Cuerpo Místico porta la Corona de Oro que
establece -de una vez por todas- la Unidad del Cordero y su Esposa. La corona,
en este caso, simboliza que al “haber lavado sus vestiduras en la sangre del
Cordero, con su Martirio, han adquirido esa Unidad indisoluble que los hace
Uno. Nosotros interpretamos en esta visión, a la corona de oro como señal de la
“Alianza”. No se lleva en el dedo, pero instituye la conyugalidad del Cordero y
su Amada Consorte.
Prensar
un fruto es algo común como recurso para obtener su zumo. Por esta razón
exprimimos las naranjas, comprimimos las aceitunas para extraerles el aceite y
pisamos las uvas en el lagar. Por ejemplo, en la noche angustiosa que pasó
Jesús en Getsemaní (palabra que significa “la prensa de las olivas”), el dolor
y la angustia lo hicieron sudar “gotas de sangre”, si Jesús era una aceituna
prensada, el sudor de sus sienes y la hematidrosis subsecuente era,
-metafóricamente hablando- el aceite Redentor que se vertía para nuestra
Sanación-Liberación.
Tanto
martirio como se ofreció con la fidelidad de todos los perseguidos y
martirizados en la época en que se escribió el Apocalipsis -y siempre-, ha dado
como producto el Aceite de la Lámpara que arde Eternamente en el Sancta
Sanctorum Celestial. Esta “fabricación de aceite Santísimo”, ha expiado la Ira
Santa de Dios, y en el Libro de la Revelación se menciona como “vendimia de la
viña de la tierra, para -acto seguido- verter las uvas en el lagar donde las
Bestias idolatras las pisotean para obtener Sangre Redentora.
En
la cultura judía, las “Velas” Litúrgicas que arden en la Cena de Pesaj (de la
Pascua) las enciende la esposa. Es ella quien prepara los alimentos y enciende
las velas. No así con la Menorah que la encendía el Sumo Sacerdote. Recuérdese
que al principio la Menorah se encendía afuera de la casa, y se ponía en una
repisa o en la ventana para que la gente al pasar la viera. Vemos en ello un
antecedente de las iluminaciones tan típicamente Navideñas.
En
el Libro de la Revelación encontramos dos kinestésias posicionales plenas de
significado y que nos comunican abundantemente la dignidad: se trata de “estar
de pie” o “estar sentado”. En esta perícopa encontramos que el “como Hijo de
hombre” se encontraba
καθημένῳ [kathemeno] “sentado”, que más que todo significa que está
“en su Trono”, “entronizado”. Esta posición se menciona 33 veces en el
Apocalipsis, la mayor parte de las veces referidas a Jesús, posición que es
atribuida a Cristo Resucitado, y en contextos característicos. Nos habla de su
calidad Real, “Rey de reyes, Señor de señores”, que es un superlativo hebreo,
es decir no hay dignidad más Alta.
Sal
96(95), 10. 11-12. 13
Este
salmo nos exhorta a “Cantar un Cantico Nuevo”. Recuerden que sólo los 144.000
son capaces de memorizar el canto: «¡La Iglesia, pueblo de alabanza a Dios,
debe ser misionera, es decir, encargada de convocar a todos los hombres a la
fiesta de Dios, fiesta universal, verdaderamente católica!» (Noël Quesson).
Parte
del Canto de Evangelización es anunciar que “Llega el Señor a regir la tierra”.
Esto será lo que proclamemos en la antífona responsorial. Vamos a leer
continuadamente los versos 10-13. De esta Salmo del Reino. Muy adecuado al co-texto
de la semana: Jesucristo rey del Universo.
En
la primera estrofa se nos entrega un contenido muy preciso para la
evangelización, es una ficha neural del anuncio, prácticamente un eje kerigmático:
¡YHWH reina! Y reina porque Él es el Creador, porque fue Él quien le puso los
cimientos, pero su reinado no se basa sobre el “hecho creador inicial”, sino que,
desde entonces, y para siempre Él lleva las riendas, y su gobierno se
caracteriza por su מֵישָׁרִים [meshar]
“Rectitud”, pero esta rectitud implica dos factores que en nuestra lengua no están
ligados a la rectitud, pero en lengua hebrea si lo están: con una “suavidad y
ternura” y con “equidad”, equidad inalterable, imparcial, incorrupta. Esta
rectitud no se puede comprar, ni chantajear, ni extorsionarla. Para nosotros la
rectitud es “huérfana”, en cambio la palabra meshar, implica las dos
cosas que es inalterable y que se ejerce por medio de la seducción más dulce y
amorosa, no por engaño, ni por manipulación, sino porque el desborde de cariño,
nos convence.
El
asunto de la Victoria Divina no compete sólo a la humanidad, todas las
criaturas quedaron alienadas y comprometidas, afectadas por el “pecado original”.
Pero todas ellas serán liberadas por la Victoria de nuestro Dios. Recordemos y
enfaticemos que ese proceso de Liberación y Restablecimiento empezó desde el
preciso instante de la Resurrección, no es algo reservado para algún remoto
futuro. Parece que le tuviéramos miedo a las consecuencias de esta Victoria,
que siempre la condicionamos para algún remoto futuro.
Las
características de su reinado se pueden presentar también con otras dos
palabras que aparecen en la tercera estrofa: צֶ֫דֶק [tsedek] “Justicia” esta justica implica “prosperidad”, no es
una justicia en un marco de “escases”; y אֱמוּנָה [emunah] “Fidelidad”.
Lc
21, 5-11
También hoy, en efecto,
hay “falsos salvadores”, que tratan de sustituir a Jesús: líderes de este
mundo, santones, también brujos, personajes que quieren atraer a sí las mentes
y los corazones, en especial de los jóvenes.
Papa Francisco
Del
14 al 16 de noviembre hicimos una visita al “pequeño apocalipsis lucano”; hoy
empezamos nuestra vista al Gran apocalipsis lucano, que nos ocupará hasta el
viernes, cuando dejaremos atrás a San Lucas para hacer una visita especial al
evangelio mateano, el sábado, con motivo de la celebración de la fiesta de San Andrés
Apóstol -que tiene lecturas propias. Ahí tocaremos el fin del Año Litúrgico
ciclo par. El domingo 1º de Diciembre, estaremos estrenando el Año Nuevo Litúrgico
del ciclo C. Será el Primer Domingo de Adviento.
Hoy,
Jesús nos va a indicar con entera claridad que cuando “no quede piedra sobre
piedra”, no se estará anunciando el comienzo del fin, sino solo que las obras humanas
son deleznables, y sólo Dios sabe el día y la hora. Todo lo humano, por grandioso
que nos parezca es frágil. Es inconsistente.
Hay
cosas materiales que nos fascinan, podríamos poner por ejemplo esas
edificaciones asombrosas que llamamos las “maravillas del mundo”, tanto las del
mundo antiguo como las del mundo moderno. Son cosas tan sorprendentes que nos
parecen “inmortales” y eternas”. No aceptamos que nos las toquen, ni siquiera
con el pensamiento. Son tesoros de la humanidad y nos hablan del idioma de la
perseverancia, del tesón, del empeño llevado a su más alto nivel.
Para
el pueblo judío, el Templo de Jerusalén era una de esas obras, tan grandiosas
que, en la mente de este pueblo, sólo se entendía poniendo a Dios detrás como
su Arquitecto final. Quien quiera que haya oído a Jesús anunciando el final del
Templo, debió parecerle que Jesús tenía “un tornillo flojo”; expresarse en
estos términos era -de por si- un lenguaje atrevido, profanador, blasfemo.
Cosas así, debían ofender -pensaban ellos, el pensamiento del Propio Dios.
Mientras,
los que lo querían bien le preguntaban en que remoto tiempo iba a pasar
semejante cosa e, indirectamente, le preguntaban como queriendo saber, si esa
sería la señal del “fin del mundo”.
Ya
sabía que muchos iban a comercializar con estos signos, proponiendo la súbita llegada
del “reinado” que ellos quisieran vender”. Por eso los previene: no se vayan
detrás de ellos, no se dejen engañar. Muchos van a decir: “Yo soy”. Pero Uno
sólo es YHWH, y solamente Él es el “Yo Soy”.
Nos
dice con diáfana claridad. Esas no son señales del “fin”. Son coas que estarán ocurriendo
aquí y allá, también acullá, pero no al final sino mucho antes del final. Así que
no se pongan a comprarlas -pagando por eso precios exorbitantes-, porque no son
“liebres” sino “simples gatos”. No son
señales del fin, a lo sumo, advertencias de lo “desequilibrados que estamos”.
Fijémonos
que el egoísmo tiene su fuente en esa idea de la “subasta”. Usted “puje” con
toda la fuerza de su billetera, procure quedársela, llévesela a su casa, y guárdela
muy celosamente que para eso “es suya”. Lo que queremos es algo así como saber
primero que todos donde se va a efectuar la subasta y ver si -corriendo lo
suficiente- logramos ser los únicos en llegar a la “puja” y quedarnos con la
fecha de “cierre definitivo de actividades”. Así quizás, por un módico precio, podemos
ser detentadores de la “primicia”. El que se la lleve, sabrá cuando hacer su “última
confesión” y empacarse directo en el “Primer Vuelo”, directo a la Jerusalén
Celestial. ¡Es cosa de avisparse!
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