lunes, 25 de noviembre de 2024

Martes de la Trigésimo Cuarta Semana del Tiempo Ordinario


 

Ap 14, 14-19

El hijo del Hombre sentado sobre la nube blanca es la representación trascendental (en la consciencia, en el Cielo) del Pueblo de Dios que resiste y se opone a la Bestia.

Pablo Richard

La liturgia se ha saltado los versos 6-13 del capítulo 14. En la perícopa de hoy nos encontramos algunos elementos desconcertantes que a veces pasamos por alto, pero que si los advertimos pueden llevarnos al desconcierto, pueden sorprendernos e, inclusive, bloquearnos toda comprensión.

 

Uno como Hijo de hombre, lleva Corona de Oro y una “hoz afilada”. Pero, el Cordero nunca lleva “corona de oro” y mucho menos “hoz afilada”. Otro elemento muy raro es que Dios-Padre no le habla directamente al “como Hijo de hombre”, sino que se vale de un Ángel para que le saque el Mensaje que Dios-Padre ha dado en el Santuario. Este Mensaje marca la hora de la Siega de toda la tierra. Y la hora está señalada por que la mies por fin se ha secado. Son todas alusiones a la “hora del Juicio”.

 

Vamos a decir ahora como entendemos nosotros este fenómeno aparentemente confuso: Jesús Glorioso, como Tercera persona de la Trinidad Divina, no tiene corona de oro, ni herramienta agrícola para segar el “trigo”, este es un instrumento eminentemente agrícola que simboliza el trabajo campesino, a la vez que la solidaridad -simbolizada por la concavidad que forma como un seno- que es muy propia del campesinado, mientras la cultura urbana impulsa actitudes más insolidarias, donde suele dominar la idea del “sálvese quien pueda”.

 

Ya veremos que hay una tarea que cumplir con la hoz, no es una tarea de crueldad, sino una de evangelización: εὐαγγέλιον [euangelion] “Buenas noticias de Dios”. Sólo los impíos arrastraran temibles y dolorosas consecuencias de “perdición”; pero la “ternura” del Cordero y de su Abba, son la dominante para los que se abran al discipulado. Esta labor evangelizadora compete promoverla al Primer Ángel, que aparece previo a la perícopa de hoy. (Ap 14, 6-7). En la perícopa de hoy empezamos directo con el segundo Ángel.

 

La Esposa del Cordero, forma con Él una sola carne: “…esta sí que es carne de mi carne y hueso de mis huesos”, (cfr. Gn 2, 23); entre ambos conforman el Cuerpo Místico. Nosotros entendemos que el Cuerpo Místico porta la Corona de Oro que establece -de una vez por todas- la Unidad del Cordero y su Esposa. La corona, en este caso, simboliza que al “haber lavado sus vestiduras en la sangre del Cordero, con su Martirio, han adquirido esa Unidad indisoluble que los hace Uno. Nosotros interpretamos en esta visión, a la corona de oro como señal de la “Alianza”. No se lleva en el dedo, pero instituye la conyugalidad del Cordero y su Amada Consorte.


 

Prensar un fruto es algo común como recurso para obtener su zumo. Por esta razón exprimimos las naranjas, comprimimos las aceitunas para extraerles el aceite y pisamos las uvas en el lagar. Por ejemplo, en la noche angustiosa que pasó Jesús en Getsemaní (palabra que significa “la prensa de las olivas”), el dolor y la angustia lo hicieron sudar “gotas de sangre”, si Jesús era una aceituna prensada, el sudor de sus sienes y la hematidrosis subsecuente era, -metafóricamente hablando- el aceite Redentor que se vertía para nuestra Sanación-Liberación.

 

Tanto martirio como se ofreció con la fidelidad de todos los perseguidos y martirizados en la época en que se escribió el Apocalipsis -y siempre-, ha dado como producto el Aceite de la Lámpara que arde Eternamente en el Sancta Sanctorum Celestial. Esta “fabricación de aceite Santísimo”, ha expiado la Ira Santa de Dios, y en el Libro de la Revelación se menciona como “vendimia de la viña de la tierra, para -acto seguido- verter las uvas en el lagar donde las Bestias idolatras las pisotean para obtener Sangre Redentora.

 

En la cultura judía, las “Velas” Litúrgicas que arden en la Cena de Pesaj (de la Pascua) las enciende la esposa. Es ella quien prepara los alimentos y enciende las velas. No así con la Menorah que la encendía el Sumo Sacerdote. Recuérdese que al principio la Menorah se encendía afuera de la casa, y se ponía en una repisa o en la ventana para que la gente al pasar la viera. Vemos en ello un antecedente de las iluminaciones tan típicamente Navideñas.

 

En el Libro de la Revelación encontramos dos kinestésias posicionales plenas de significado y que nos comunican abundantemente la dignidad: se trata de “estar de pie” o “estar sentado”. En esta perícopa encontramos que el “como Hijo de hombre” se encontraba

καθημένῳ [kathemeno] “sentado”, que más que todo significa que está “en su Trono”, “entronizado”. Esta posición se menciona 33 veces en el Apocalipsis, la mayor parte de las veces referidas a Jesús, posición que es atribuida a Cristo Resucitado, y en contextos característicos. Nos habla de su calidad Real, “Rey de reyes, Señor de señores”, que es un superlativo hebreo, es decir no hay dignidad más Alta.

 

Sal 96(95), 10. 11-12. 13



Este salmo nos exhorta a “Cantar un Cantico Nuevo”. Recuerden que sólo los 144.000 son capaces de memorizar el canto: «¡La Iglesia, pueblo de alabanza a Dios, debe ser misionera, es decir, encargada de convocar a todos los hombres a la fiesta de Dios, fiesta universal, verdaderamente católica!» (Noël Quesson).

 

Parte del Canto de Evangelización es anunciar que “Llega el Señor a regir la tierra”. Esto será lo que proclamemos en la antífona responsorial. Vamos a leer continuadamente los versos 10-13. De esta Salmo del Reino. Muy adecuado al co-texto de la semana: Jesucristo rey del Universo.

 

En la primera estrofa se nos entrega un contenido muy preciso para la evangelización, es una ficha neural del anuncio, prácticamente un eje kerigmático: ¡YHWH reina! Y reina porque Él es el Creador, porque fue Él quien le puso los cimientos, pero su reinado no se basa sobre el “hecho creador inicial”, sino que, desde entonces, y para siempre Él lleva las riendas, y su gobierno se caracteriza por su מֵישָׁרִים [meshar] “Rectitud”, pero esta rectitud implica dos factores que en nuestra lengua no están ligados a la rectitud, pero en lengua hebrea si lo están: con una “suavidad y ternura” y con “equidad”, equidad inalterable, imparcial, incorrupta. Esta rectitud no se puede comprar, ni chantajear, ni extorsionarla. Para nosotros la rectitud es “huérfana”, en cambio la palabra meshar, implica las dos cosas que es inalterable y que se ejerce por medio de la seducción más dulce y amorosa, no por engaño, ni por manipulación, sino porque el desborde de cariño, nos convence.

 

El asunto de la Victoria Divina no compete sólo a la humanidad, todas las criaturas quedaron alienadas y comprometidas, afectadas por el “pecado original”. Pero todas ellas serán liberadas por la Victoria de nuestro Dios. Recordemos y enfaticemos que ese proceso de Liberación y Restablecimiento empezó desde el preciso instante de la Resurrección, no es algo reservado para algún remoto futuro. Parece que le tuviéramos miedo a las consecuencias de esta Victoria, que siempre la condicionamos para algún remoto futuro.

 

Las características de su reinado se pueden presentar también con otras dos palabras que aparecen en la tercera estrofa: צֶ֫דֶק [tsedek] “Justicia” esta justica implica “prosperidad”, no es una justicia en un marco de “escases”; y אֱמוּנָה [emunah] “Fidelidad”.

 

Lc 21, 5-11

También hoy, en efecto, hay “falsos salvadores”, que tratan de sustituir a Jesús: líderes de este mundo, santones, también brujos, personajes que quieren atraer a sí las mentes y los corazones, en especial de los jóvenes.

Papa Francisco

Del 14 al 16 de noviembre hicimos una visita al “pequeño apocalipsis lucano”; hoy empezamos nuestra vista al Gran apocalipsis lucano, que nos ocupará hasta el viernes, cuando dejaremos atrás a San Lucas para hacer una visita especial al evangelio mateano, el sábado, con motivo de la celebración de la fiesta de San Andrés Apóstol -que tiene lecturas propias. Ahí tocaremos el fin del Año Litúrgico ciclo par. El domingo 1º de Diciembre, estaremos estrenando el Año Nuevo Litúrgico del ciclo C. Será el Primer Domingo de Adviento.


 

Hoy, Jesús nos va a indicar con entera claridad que cuando “no quede piedra sobre piedra”, no se estará anunciando el comienzo del fin, sino solo que las obras humanas son deleznables, y sólo Dios sabe el día y la hora. Todo lo humano, por grandioso que nos parezca es frágil. Es inconsistente.

 

Hay cosas materiales que nos fascinan, podríamos poner por ejemplo esas edificaciones asombrosas que llamamos las “maravillas del mundo”, tanto las del mundo antiguo como las del mundo moderno. Son cosas tan sorprendentes que nos parecen “inmortales” y eternas”. No aceptamos que nos las toquen, ni siquiera con el pensamiento. Son tesoros de la humanidad y nos hablan del idioma de la perseverancia, del tesón, del empeño llevado a su más alto nivel.

 


Para el pueblo judío, el Templo de Jerusalén era una de esas obras, tan grandiosas que, en la mente de este pueblo, sólo se entendía poniendo a Dios detrás como su Arquitecto final. Quien quiera que haya oído a Jesús anunciando el final del Templo, debió parecerle que Jesús tenía “un tornillo flojo”; expresarse en estos términos era -de por si- un lenguaje atrevido, profanador, blasfemo. Cosas así, debían ofender -pensaban ellos, el pensamiento del Propio Dios.

 

Mientras, los que lo querían bien le preguntaban en que remoto tiempo iba a pasar semejante cosa e, indirectamente, le preguntaban como queriendo saber, si esa sería la señal del “fin del mundo”.

 

Ya sabía que muchos iban a comercializar con estos signos, proponiendo la súbita llegada del “reinado” que ellos quisieran vender”. Por eso los previene: no se vayan detrás de ellos, no se dejen engañar. Muchos van a decir: “Yo soy”. Pero Uno sólo es YHWH, y solamente Él es el “Yo Soy”.

 

Nos dice con diáfana claridad. Esas no son señales del “fin”. Son coas que estarán ocurriendo aquí y allá, también acullá, pero no al final sino mucho antes del final. Así que no se pongan a comprarlas -pagando por eso precios exorbitantes-, porque no son “liebres” sino “simples gatos”.  No son señales del fin, a lo sumo, advertencias de lo “desequilibrados que estamos”.


 

Fijémonos que el egoísmo tiene su fuente en esa idea de la “subasta”. Usted “puje” con toda la fuerza de su billetera, procure quedársela, llévesela a su casa, y guárdela muy celosamente que para eso “es suya”. Lo que queremos es algo así como saber primero que todos donde se va a efectuar la subasta y ver si -corriendo lo suficiente- logramos ser los únicos en llegar a la “puja” y quedarnos con la fecha de “cierre definitivo de actividades”. Así quizás, por un módico precio, podemos ser detentadores de la “primicia”. El que se la lleve, sabrá cuando hacer su “última confesión” y empacarse directo en el “Primer Vuelo”, directo a la Jerusalén Celestial. ¡Es cosa de avisparse!

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