sábado, 30 de noviembre de 2024

ALZA LA CABEZA



Jer 33, 14-16; Sal 25(24), 4bc-5ab. 8-9. 10. 14; 1 Tes 3, 12- 4,2; Lc 21, 25-28. 34-36

No caer en la tentación de considerarnos superados por el mal y la violencia

 

 

A la sobriedad lúcida y atenta hay que añadir la vigilancia y la oración.

Silvano Fausti

 

La vida cristiana es un combate permanente. Se requieren fuerza y valentía para resistir las tentaciones del diablo y anunciar el Evangelio. Esta lucha es muy bella, porque nos permite celebrar cada vez que el Señor vence en nuestra vida.

  Papa Francisco

Gaudete et exsultate #158

 



Hemos venido ocupados e interesados en consideraciones escatológicas. Ahora, que iniciamos el Año Nuevo Litúrgico, ciclo C, uno pensaría que dejamos atrás estas ideas y daremos el salto para entrar a acompañar los preparativos de San José y la Virgen Santísima para el nacimiento de Jesús, o –tal vez- a examinar el episodio de la Anunciación. Pero no es así, Nos admiramos que se inicia el Año en franca y abierta continuidad con el tema escatológico; y, nos admiramos de la sabiduría de nuestra Santa Madre Iglesia que da continuidad a esa reflexión mostrándonos con claridad cómo vamos a atestiguar la verdad, ¿recuerdan? ahí habíamos quedado el Domingo anterior, el último de ese Año Litúrgico del ciclo B, estábamos contemplando de qué manera reina Jesús y alcanzamos a vislumbrar que ese Reinado se da a través del compromiso de cada uno con una vida de santidad, no se trataba de tronos, cetros, coronas y capa de armiño, su Reinado resplandece con nuestras vidas.


 

La propuesta consiste en zambullirnos en este Primer Domingo de Adviento, iniciemos con una mirada de profundización en La Oración Colecta: «Concede a tus fieles, Dios Omnipotente, el deseo de salir al encuentro de Cristo por la práctica de las buenas obras, para que, puestos un día a su Derecha, merezcan poseer el Reino Celestial». Podríamos hablar de una especie de combate espiritual, en el cual estamos siempre comprometidos, y -no como vírgenes necias- sino bien provistos del aceite necesario para nuestras lámparas, y muy conscientes que Él viene, permanezcamos aguardándole y salgámosle al encuentro para recibirlo, para acogerlo en nuestra vida, para dejarlo reinar en nuestra consciencia y para desarrollar un estilo de vida verdaderamente cristiano que nos permita reclamarnos cristóforos.


 

“Partir” -porque bien visto el Adviento es una manera de partir, de romper con un antes, de salir, y de salirse de la burbuja, de levantar la cabeza e interrumpir el ejercicio omfalompsíquico, (he oído que existe una práctica auto-hipnótica que consiste en mirarse el ombligo hasta caer en trance). Decía Helder Câmara en su poema “Partir”:

…ante todo

abrirse a los otros,

descubrirnos, ir a su encuentro.

Abrirse a otras ideas,

incluso a las que se oponen a las nuestras.

Es tener el aire de un buen caminante.

  

 

«No se trata solo de un combate contra el mundo y la mentalidad mundana, que nos engaña, nos atonta y nos vuelve mediocres sin compromiso y sin gozo. Tampoco se reduce a una lucha contra la propia fragilidad y las propias inclinaciones (cada uno tiene la suya: la pereza, la lujuria, la envidia, los celos, y demás). Es también una lucha constante contra el diablo, que es el príncipe del mal. Jesús mismo festeja nuestras victorias. Se alegraba cuando sus discípulos lograban avanzar en el anuncio del Evangelio, superando la oposición del Maligno, y celebraba: «Estaba viendo a Satanás caer del cielo como un rayo» (Lc 10,18).»[1]


 

«La Palabra de Dios nos invita claramente a “afrontar las asechanzas del diablo” (Ef 6,11) y a detener “las flechas incendiarias del maligno” (Ef 6,16). No son palabras románticas, porque nuestro camino hacia la santidad es también una lucha constante. Quien no quiera reconocerlo se verá expuesto al fracaso o a la mediocridad. Para el combate tenemos las armas poderosas que el Señor nos da: la fe que se expresa en la oración, la meditación de la Palabra de Dios, la celebración de la Eucaristía, la Adoración Eucarística, la Reconciliación sacramental, las Obras de Caridad, la vida comunitaria, el empeño misionero. Si nos descuidamos nos seducirán fácilmente las falsas promesas del mal, porque, como decía el santo cura Brochero, “¿qué importa que Lucifer os prometa liberar y aun os arroje al seno de todos sus bienes, si son bienes engañosos, si son bienes envenenados?”»[2].

 

Ingresemos a la Liturgia de este Inicio de Año por la puerta lateral, por el Salmo: La Fiesta de Succot (de las “tiendas de acampar”) muy probablemente tenía un espacio penitencial que requirió la composición de Salmos que se le adecuaran y que se han dado en llamar Salmos de Súplica; estos salmos son los más abundantes en el salterio y hemos llegado a contar hasta 33 de ellos en el total de los 150. La idea que conduce todo el Salmo es la del Caminante-Peregrino; Dios sería Luz y Maestro del viandante, y se complace en וִֽילַמֵּ֖ד enseñarle el camino, al עֲנָוִ֣ים anawin (el pobre). Hay dos ideas que le sirven de riel a esta súplica: La fidelidad a la Alianza, y el ruego de perdón por la infidelidad que el pueblo de Israel ha mostrado de cara a esa misma Alianza. Por otra parte, este Salmo 25(24) está escrito acrósticamente, de tal manera que cada estrofa, respetando el orden del alfabeto hebreo (Alefato), inicia con la letra correspondiente: Para la perícopa de este Primer domingo de Adviento del Ciclo C se han elegido Alef; Dalét, He; Tet, Yod; Kaf, Sámek. Este estilo acróstico quiere significar que abarca la existencia humana en su totalidad. En el meollo mismo del Salmo aparece la palabra Berit (Alianza) entre Dios y este pueblo, se manifiesta con el gesto de aliarse, de parte de Dios revelándole sus secretos más íntimos, como sucede entre grandes amigos; mostrándole hasta sus “sendas” que, al ser las sendas de Dios son sendas de חֶ֣סֶד  [hesed] Misericordia y וֶאֱמֶ֑ת [wemed] Lealtad.

 


«En este camino, el desarrollo de lo bueno, la maduración espiritual y el crecimiento del amor son el mejor contrapeso ante el mal. Nadie resiste si opta por quedarse en un punto muerto, si se conforma con poco, si deja de soñar con ofrecerle al Señor una entrega más bella. Menos aún si cae en un espíritu de derrota, porque «el que comienza sin confiar perdió de antemano la mitad de la batalla y entierra sus talentos. […] El triunfo cristiano es siempre una cruz, pero una cruz que al mismo tiempo es bandera de victoria, que se lleva con una ternura combativa ante los embates del mal»[3]

 


Enfoquémonos, así sea por un instante en la Primera Lectura, la profecía de Jeremías lo que anuncia es la llegada de un צֶ֣מַח  צְדָקָ֑ה  [sedaqah semah] Vástago Justiciero constructor de Justicia y Rectitud. Nosotros leemos allí el vaticinio del Mesías, y así, con esta lectura del profeta Jeremías abrimos la estación de Adviento.

 

Ya sabiendo que este Mesías había sido profetizado desde antiguo, vayamos directamente a escuchar lo que Él enseñó a sus discípulos: Les hablo de los signos escatológicos. ¡Ah! ¡Sí, ya lo habíamos advertido arriba!, cuando hablamos de una continuidad escatológica. Son signos cosmogónicos que pueden enloquecer de terror a muchos, pero no a los que siguen los caminos de Justicia y Rectitud; estos –por el contrario- deben erguirse y alzar la cabeza, ¡óigase bien! “se acerca vuestra liberación”. El profeta había anunciado la Llegada (advenæ en latín) del Mesías –Primera Venida- el Mesías; ahora está prediciendo su Segunda Venida, la Parusía, llegada del Hijo del hombre en una nube, con gran Poder y Gloria.
 

Vayamos concisamente al núcleo de esta profecía escatológica: tendremos que estar con la cabeza en alto, libres de vicios, de beodez y de los apuros de la vida; aquí tenemos que encender el parlante a todo volumen porque llegamos a las dos palabras cúspides de este Primer Domingo de Adviento que en el Evangelio -según San Lucas- entrega dos recomendaciones: ἀγρυπνεῖτε “Estad despiertos”, y, todavía hay algo más, de vital importancia: δεόμενοι “orad” y este par de recomendaciones, muy articuladas entre sí, tienen un objetivo muy específico: “mantenerse en pie ante el Hijo del hombre”; sólo mediante estos dos recursos podremos mantenernos fortalecidos en su Presencia, no de otra manera podremos consolidarnos al presentarnos ante toda la Fuerza de Su Gloria y Su Poder.
 
Precisamos regresar ahora a la Segunda Lectura, esta vez tomada de la Primera Carta a los Tesalonicenses. Mantenerse en pie delante de la Presencia gloriosa y poderosa de Jesús al regresar como Vástago de Rectitud a obrar con Justicia y Rectitud, requiere que nosotros sepamos cumplir todas las instrucciones que los discípulos y en especial los apóstoles nos trasmitieron –no lo decimos nosotros- lo dice San Pablo en este texto de la Liturgia de hoy:
1.    Pedirle a Dios para ser capaces de amarnos fraternalmente: «El Apóstol resalta el aspecto dinámico del amor y afirma que este debe desarrollarse más y más en la existencia cristiana: “Dejad que el Señor haga progresar siempre más vuestra caridad” (Cf. 1Ts 3, 12-13; 4, 9-11)»[4]
2.    Presentarnos “santos” e “irreprensibles” ante Él
3.    Proceder tal y como nos lo enseña nuestra fe y no de otra manera

 

Esta tensión y esfuerzo vigilante de “santidad” y coherencia de vida es lo que Henrique Cristiano denomina “tensión escatológica”, que -de alguna manera- se puede visualizar como profecía con hechos de vida y que se podría definir como “compromiso radical con la causa del Reino: «… quien entrega la propia vida a Cristo y vive con intensidad el deseo de encontrarse con Él y de permanecer definitivamente en Él anticipa con su propia existencia la realidad futura»[5]


 

«El discernimiento no solo es necesario en momentos extraordinarios, o cuando hay que resolver problemas graves, o cuando hay que tomar una decisión crucial. Es un instrumento de lucha para seguir mejor al Señor. Nos hace falta siempre, para estar dispuestos a reconocer los tiempos de Dios y de su gracia, para no desperdiciar las inspiraciones del Señor, para no dejar pasar su invitación a crecer. Muchas veces esto se juega en lo pequeño, en lo que parece irrelevante, porque la magnanimidad se muestra en lo simple y en lo cotidiano.[6]  Se trata de no tener límites para lo grande, para lo mejor y más bello, pero al mismo tiempo concentrados en lo pequeño, en la entrega de hoy»[7]

 


Todo esto para abrirse a la llegada, a “su Llegada”, la del que siempre está llegando -no tanto a Belén como a nuestro propio corazón-, con uno y mil rostros; y, aceptarlo como una Madre acepta su bebé, como María abrió los brazos al Emmanuel y aceptó -por todos nosotros- los que después hemos venido a disfrutar de su constante-amorosa-Presencia. José María Rodríguez Olaizola lo pone así:

 

Llegas tú y descolocas mi orden,

y me dices que salte al vacío.

Y me recuerdas que es en los sencillos,

los mansos, los pequeños y los pobres

donde está la Vida sin límite.

 

(Permitidme un comentario a toda esta profecía, algo que bien sabéis, pero soléis olvidar), no llega un monstruo, una bestia, ¡llega un Bebé! Abridle vuestros brazos. ¡Ea pues, erguíos y alzad la cabeza! ¡No estéis alicaídos! Ya llega Él, pura Misericordia y Lealtad.



[1] Santo Padre Francisco. EXHORTACIÓN APOSTÓLICA GAUDETE ET EXSULTATE Ed. Paulinas. Bogotá D.C.-Colombia 2018 pp. 103-104

[2] S. José Gabriel del Rosario Brochero, PLÁTICA DE LAS BANDERAS, en Conferencia Episcopal Argentina, El Cura Brochero. Cartas y sermones, Buenos Aires 1999, 71. Citado por Papa Francisco en Op.Cit. # 162

[3] Santo Padre Francisco Op. Cit #163

[4] José Matos, Henrique Cristiano LA VIDA CONSAGRADA A LA LUZ DE LA ESPIRITUALIDAD PAULINA Ed. San Pablo Santafé de Bogotá-Colombia 2000 p. 61

[5] Ibid p. 43

[6] En la tumba de san Ignacio de Loyola se encuentra este sabio epitafio: «Non coerceri a maximo, contineri tamen a minimo divinum est» (Es divino no asustarse por las cosas grandes y a la vez estar atento a lo más pequeño).

[7]   Santo Padre Francisco Op. Cit. # 169 p. 110. 

viernes, 29 de noviembre de 2024

SAN ANDRÉS


 

Rm 10, 9-18

Según Pablo, la fe cristiana no se reduce a creer en una serie de “dogmas”, ni a cumplir una serie de leyes, ni a practicar ritos religiosos especiales. Su fe se centra en una persona: Jesús, a quien quiere conocer a fondo para poderlo querer de veras y ser capaz así de seguirlo cada vez más de cerca.

José Luis Caravias s.j.

La salvación depende de dos factores

a)    Aceptar que Jesús es mucho más que un hombre, es un hombre, pero además es El Señor.

b)    A Jesús lo mataron en la cruz, pero Dios no permitió que la muerte dijera la última palabra; Dios mismo pronuncio la Palabra Final y Decisiva: Resurrección.

 

Que uno atesore en su corazón la fe, sin dejarla salir, es como tener una oruga adentro, dormida. Esta -en esa fase- apenas “justificado”. Pero cuando se pronuncia y se exterioriza, se vuelve activa, comunicante, expande su efecto Resurreccional: se vuelve Salvación.

 

Nosotros hemos introducido aquí un punto y aparte. No lo hace así San Pablo en Romanos, sino que él, sin suspensión de la continuidad, pasa a anunciar que todo tipo de fronteras y diques de contención se revientan; ya no hay barreras discriminatorias, la que era la condición sine qua non para ser del pueblo de Dios, queda diluida, y pasa a convertirse en una generalización: No hay distinción entre judío y griego porque Uno mismo es el Señor de todos y Él es Generoso con todos los que pronuncian su Santísimo Nombre. La Salvación es una Fuente abundante que se diría inagotable.

 

¿Cuál es el problema de la “privatización” de la fe? Que la fe se queda allí, inmóvil, encarcelada en la jaula de la “individualidad”, reducida e impotente. La parábola con respecto a la metamorfosis de la mariposa se valida con mayor rigor, puesto que clausurada en la cárcel del ego, se queda infructuosa y anulada: nace con las alas atrofiadas, ¡no puede volar!

 

a)    Para creer es necesario que nos alcance la Revelación

b)    La Revelación se vehiculiza por medio de la proclamación

c)    Quien va a proclamar si no hay quien los envíe: del latín “inviare”, poner en camino.

d)    La proclamación siembra las semillas de la fe y -cuando germinan- entonces llegamos a creer

e)    Solo creyendo se puede producir la invocación (epíclesis).

 

El apóstol, en el contexto de la fe, tiene los pies más hermosos que quepa imaginar, porque son los pies del que va recorriendo todo el surco y poniendo en él las semillas.


 

Las parábolas del sembrador nos han enseñado que poner la semilla en tierra no lo es todo, que hay tierras ásperas, llenas de abrojos, que a veces la semilla se la llevan los pájaros, y a veces las quema la intensa resolana.

 

¿Hay rincones donde la voz del apóstol no ha llegado? ¿Hay, todavía, territorios silvestres y agrestes, donde no ha resonado aún -así sea sólo entre las piedras- la voz de algún Enviado? La tarea está por completarse. No podemos desentendernos de aquellos sitios que -por la razón que sea- no conocen todavía a Jesús, no han oído pronunciar su Santo Nombre.

 

Pero allí, donde se ha llegado, ¿han aceptado todos la Feliz Noticia? Hay ciegos, hay sordos, hay personas que no hablan este idioma, personas que sólo conocen la dureza o sólo aceptan la divinidad según una limitada y tradicional presentación.

 

Hay que trabajar y hacer realidad la consigna que propone el Salmo: A toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje. Que nadie pueda decir: ¡No me lo han Presentado!¡No sé nada a ese respecto!

 

Sal 19(18), 2-3. 4-5

Hay que anunciarles a las piedras, a las paredes, a las arenas del desierto, a los arboles de los bosques y a las olas del mar, sería inútil y un autoengaño esperar que medios mecánicos se ocuparan.  Hay algo en la voz humana que es la única capaz de hacer esta labor.

 

A veces hemos creído que podemos juntar muchedumbres para agilizar la labor misionera, llenar estadios y llegar a la vastísima teleaudiencia, para lograr la eficiencia de la “producción en serie”, y adaptarla al anuncio evangélico. Decimos que hay que usar todos los medios habidos y por haber, y no lo vamos a contradecir. Pero de cierto que -en este campo, el “tú a tú” tiene una vigencia incomprensible y una eficacia que ningún otro medio ha probado.

 

Pero, en la segunda estrofa hay otra pauta que bien vale la pena pasar a considerar: dice que, sin pronunciar palabra, sin rasgar el silencio, el pregón cumple su cometido: ¿quiere esto decir que la evangelización -que según San Juan Pablo II debe buscar ser nueva en métodos, nueva en expresión y nueva en ardor-, debe buscar los canales de la acción más y mejor que los discursivos… ¡Meditémoslo muy seriamente!

 

Pero el objetivo se propone claro y contundente: “A toda la tierra alcance su pregón”.

 

Mt 4, 18-22

En la exhortación apostólica Evangelii gaudium hablé de “Iglesia en Salida”. Una Iglesia misionera no puede dejar de “salir”, no tiene miedo de encontrar, de descubrir las novedades, de hablar de la alegría del Evangelio… la missio ad gentes debe llegar a ser el espíritu de la misión de la Iglesia en el mundo: salir, escuchar el clamor de los pobres y de los lejanos, encontrarse con todos y anunciar la alegría del Evangelio.

Papa Francisco


 

Este Evangelio quiere hoy cuestionar los apegos, las rutinas, y proponernos la disponibilidad. Pero también contiene un elemento de definición relacional que dice de la cercanía personal, de ese “tú a tú” que se desplaza en el pentagrama del amor.

 

Llama por parejas, el significado del “par” nos dice mucho: ya desde el Génesis tenemos aquella pauta: “No conviene que el hombre esté solo”. Pero tampoco responde a la tarea específica, los densos equipos de muchos miembros, donde unos entraban a otros en la vía y se les convierten en rémoras. Entonces el andar se hace pesado, los equipos se vuelven grupos de debate y nichos de incomprensión


 

Prioriza aquí lo que más necesita: hombres expertos en la pesca. La pesca siempre requiere paciencia, espera, resistencia a la frustración, la comprensión que no todos caerán, que habrá días en que no se recoja nada, o sólo muy poco. No sufre de inmediatismo y no puede garantizar la abundancia. (También habrá jornadas consagradas sólo a repasar el copo).

 

Nosotros decimos que Jesús es trasparencia del Padre, pues los pescadores que lo siguieron, abandonando todo lo que usualmente hacían, irán poco a poco entendiendo que, en Él, les habla el Padre. Abandonan su padre biológico para irse detrás del Padre Espiritual.

 

Siguiendo la reflexión que iniciamos en el salmo, Jesús no les enseña con la Palabra, sino con la vida.


 

Muchas veces se llama a Pedro por su nombre en arameo, Kefas, que significa “piedra”, “cabeza”, “el que va a la cabeza”, pero también “cabezota”, “cabeza dura”: Cuántos de nosotros hemos sido así en el ejercicio del apostolado? Y, ¡cuánta paciencia nos ha mostrado Jesús!   

jueves, 28 de noviembre de 2024

Viernes de la Trigésimo Cuarta Semana del Tiempo Ordinario

 


Ap 20, 1-4. 11-21,2

Veremos a Jerusalén engalanada como la Novia para su Consorte.

Se acabará todo lo que no es según Dios, todo lo que hoy llamamos corrupción: la absolutización idolátrica del placer, del tener y del orgullo. Con las Bodas del Cordero no habrá más lágrimas: se vencieron las estructuras de la opresión, del engaño, de la maldad y de la misma muerte.

José Luis Caravias s.j.

Podemos identificar una subsección que abarca 19, 11 – 22, 15. Vemos que la perícopa de hoy pertenece a esta subsección. Podemos fraccionar esta subsección -respecto de la perícopa- en tres fragmentos:

1)    Juicio de Satanás.

2)    El tema de la muerte y el lugar de los muertos

3)    Un asomo al futuro de la historia.

 

A su vez, podemos detectar en estos fragmentos, unos ejes temáticos:

En 1)

i)              Satanás encarcelado por mil años

En 2)

i)              El Trono Blanco de Dios

ii)             Juicio de los muertos

iii)           Aniquilamiento de la muerte

Y, en 3)

i)              Cielo Nuevo, Tierra Nueva

ii)             Desaparición del Mar

iii)           La Nueva Jerusalén venida del Cielo, como Esposa Engalanada

 

Como decíamos ayer, se trata para nada del fin de la historia, sino de un Nuevo Comenzar. Donde Cristo es Todo en todos. Es, por otra parte, la Plenitud de la Realización del Cristo Total.

 

Satanás es presentado bajo la figura del Dragón (la antigua serpiente, la misma que engañó a Adán y a Eva; personifica el Gran Enemigo de Dios) encadenado y arrojado al abismo y queda “sellado”. (Advertencia: Más tarde será desatado por un breve lapso).

 


Luego aparecen los que no incurrieron en idolatría, son fáciles de reconocer porque no se habían dejado marcar con el sello de la bestia. Entonces retomaron sus vidas y se in-corporan al Cuerpo Místico, como lo vimos ayer. Adquirieron la Corona de los Resistentes.

 

Los que están muertos pasan al tribunal del juicio (crisis) y son juzgados según los registros que reposan en los Libros. Todos, sin excepción tienen su juicio; muerte y abismo fueron arrojados al aniquilamiento, el de la Verdadera Muerte (aquí se llama “muerte segunda”). El mar tiene que desaparecer porque es el hábitat de la Serpiente (el antiguo Dragón).

 

Todo eso -antiguo- es re-emplazado por la Nueva Jerusalén que es el Regalo Divino: “un Nuevo Edén”.

 

Hemos llegado al final de nuestro estudio del Apocalipsis, como pudimos darnos cuenta, no se puede caer en el literalismo, no podemos volvernos una calaña de cataclismistas. Ni exagerar ni minimizar. Tenemos que mantenernos estables en la lectura de su simbología. Aun cuando las imágenes tan vívidas nos llamen a fantasear, e incluso, llegar a lo patético, cayendo en la zona de la fábula cinematográfica. (Es muy triste que los medios de comunicación hayan asociado la palabra apocalipsis con la palabra “catástrofe”; cuando es toda lo contrario, es la manifestación de la protección divina para nosotros, si persistimos).

 

Notemos que el juicio cuenta con la co-laboración de los mártires (se nombra en especial a los que fueron decapitados) que fueron “probados” y salieron airosos.

 

No se trata de explicarnos cómo va a ser. No necesitamos saber eso. Es como si antes de usar un teléfono inteligente nos empeñáramos en entender todas las minucias de su sistema, de su estructura, de sus materiales. Es necesario tan solo saber iniciarlo, saber cargarlo, y aprender el número que nos identifica y por medio del cual nos podrán “contactar”. De otra parte, si nuestra terquedad por comprenderlo exhaustivamente no es superada, es posible que -a menos que seamos ingenieros electrónicos- entendamos menos que nada; y no tardaremos en descubrir que todos esos detalles -a la hora de la verdad- son inútiles.

 

Se trata de saber que estamos destinados a la eternidad que no es alguna clase de unidad de medida cronológica, sino la Maravilla de un Amor que no nos cabe en la cabeza, pero que puede satisfacer nuestro corazón, como nada más puede hacerlo. De cierto que no dejará nada que anhelar y nada que añorar.

 

Sal 84(83), 3.4. 5-6a y 8a

Si el acto litúrgico ha de ser solemne, entonces el trabajo debe comenzar antes, en la actitud interior del espíritu y del corazón.

Romano Guardini

A veces, sobre todo para excusar nuestra llegada tarde a la Celebración Eucarística, ponemos sobre el tapete, la cuestión de cuando empieza la Sagrada Eucaristía. Se debate si cuando el Sacerdote abandona la Sacristía, si cuando ingresa el presbiterio, o si en el momento en que besa al Altar, mientras otros argumentan que es en el momento en que nos santiguamos. Otros dilatan el inicio hasta el momento de las Lecturas, algunos otros proponen que, con tal alcanzar al Evangelio llegamos bien; y no falta el que se aprestó a salir mucho más tarde, y para él la bandera dice, “si alcanzas a la última frase de la homilía” llegaste a tiempo, alcanzaste a la Celebración y cumpliste con el “precepto”.  Bueno, perdonen, pero esto del “precepto” nos alcanza a perturbar, reducir una amistad con Dios a un tema de “preceptos”. Recórcholis, no queremos sonarles dramáticos, pero -y lo decimos con todo respeto- ¡por ahí no va! ¡tenemos que revisar nuestro enfoque! ¡No estamos entendiendo de qué va la Eucaristía!

 

En realidad, de verdad, nosotros pensamos que la Eucaristía empieza cuando salimos de la casa rumbo al Templo. Quizás, con mayor precisión el Día anterior, cuando resolvemos ir, y empezamos a disponer el corazón. Porque la señal del inicio de este Sacramento Fontal empieza, como empieza el amor, cuando caemos en la cuenta que amamos y elegimos, la manera que le agrada a Quien Amamos, para manifestarle nuestro amor. Digamos como punto de referencia que si a tu enamorad@ le gustan las flores, el encuentro empieza cuando sales a comprar el ramo, o, si el caso es que le agradan los chocolates, el encuentro con él/ella, empieza con estos pensamientos “preliminares”.

 

Para el pueblo judío, las celebraciones, implicaban, a veces, un larguísimo viaje, con todos los preparativos. Y las etapas de ese viaje estaban marcadas dentro de la liturgia de la peregrinación. (referenciémonos recordando los detalles de la Presentación del Niño Jesús en el Templo). Iban y regresaban sinodalmente (encaravanados, sería la traducción de la expresión griega), por eso, en el salterio se incluyen salmos graduales; y, ya al llegar a las puertas del Templo, se contaba con los Salmos de Peregrinación, de los cuales hay por lo menos tres en el salterio, además del 122 que tiene doble carácter, es gradual y cierra siendo peregrinal. Hoy estamos ante uno de esos salmos de peregrinación.

 

En la primera estrofa el Salmista (el enamorado) hace consciencia del profundo e intenso deseo de visitar el Templo y dice que toda la sustancia física de su corporeidad disfruta de este regocijo.

 

En la segunda estrofa compara con otras criaturas que necesitan abrigo y morada, y cita la casa del gorrión, el nido de la golondrina; pero los seres humanos, nosotros, requerimos llegarnos al Templo, porque nuestro abrigo y nuestro refugio es el Señor.

 

En la tercera estrofa, felicita a los Sacerdotes, que siempre están visitando el Templo y su vida trascurre en el “servicio cultual”. Que importante es que construyamos la vida referenciándola respecto al Templo que, como nos lo expresa la antífona, es “la Morada de Dios entre los hombres”.

 

«Ante todo, debemos llegar a tiempo a la Iglesia, para lograr ponernos en orden interiormente. Tengamos claro en qué estado nos encontramos cuando cruzamos la puerta de la Iglesia: estamos intranquilos, confundidos o, hemos de decirlo, en un estado de descuido… “Estoy aquí. No tengo que hacer otra cosa sino participar de la Sagrada Celebración. Sólo esto es importante ahora y estoy totalmente en ello”.» (Romano Guardini)

 

Lc 21, 29-33

El “higo” humanado

Con Jesús ha venido la plenitud del tiempo, plenitud de significado y plenitud de salvación: Y no habrá más una nueva revelación, pero la manifestación plena de lo que Jesús ha ya revelado.

Papa Francisco

 

Un campesino con mediana práctica, va -paulatinamente- aprendiendo los signos de la tierra, de la meteorología, los ciclos de la tierra y toda la gama de su “ciencia”, sin la cual no puede cultivar y cosechar con éxito. Lo que Jesús nos indica hoy es que la vida ha de aprovecharse para adquirir esos conocimientos prácticos indispensables, para nuestra salvación. En ese proceso intervienen sus padres, familiares y amigos, sus vecinos, y todo el raudal de su propia experiencia.


 

El campesino, para todas sus labores agrarias, requiere haber aprendido y eso no se aprende de la noche a la mañana, ha de vivir todo un proceso; y, no es menos lo que se espera de nosotros, que observación, responsabilidad, diligencia.

 

Por ejemplo, ¿cómo sabe el cultivador que va a llegar el verano?  Cuando ven que los arboles empiezan a echar sus brotes, se ven las yemas y los pimpollos.

 

El Señor nos ha dado unas pistas para que sepamos que “la hora es llegada”, que el reino de Dios está cerca.

 

Podríamos decir que los signos del Reino de Dios son los “valores del Reino” que empiezan a despuntar.

 

¿Cuándo es ese momento, teológicamente hablando? ¡Cuando el Árbol de la Cruz sea sembrado en el Calvario! (Casi les apuesto que van a quedar pasmados. Seguramente pensábamos que era cuando cayera una estrella .., o nos chocáramos con otra galaxia, o los noticieros declararan oficialmente iniciada la tercera Guerra Mundial, o cuando un Árbol de papayas empezara a frutecer piñas… No puedo agotar el sinnúmero de monadas que podemos llegar a estar esperando). O -y quizás eso sea más grave y sintomático- de no estar dedicando ningún esfuerzo serio a nuestro crecimiento espiritual: Que no tengamos ni idea de cuál es el síntoma decisivo y perentorio. Que en la higuera ya se estén pudriendo los higos y no hayamos caído en la cuenta.

 

Parece una posición muy cómoda: ¡Yo no puedo hacer nada, ese es el tema de los especialistas, ya el Papa avisará!


 

Parece muy cómodo, pero quizás es espantosamente riesgoso: Dejar que otros hagan por mí, lo que es mi competencia: La señal es la Cruz sembrada en la Calvario, y su Fruto Maduro colgado de ella: El Cuerpo exánime de Nuestro Señor Jesucristo. De ahí brotó la primicia. Cuando lo vean, sepan que el Reino de Dios esta cerca.

 

Es tiempo de dejar abandonado el corazón de piedra que siempre hemos tenido y empezar a tener un corazón de carne, que no pueda vivir con la crueldad de estar del lado de los que Crucifican a su Prójimo.

 

Cuando veas que el Crucificado pende de la Cruz, y resuelvas que tu aporte al Reino va a consistir en hacer todo el bien que puedas, y no saquemos ningún pretexto para dejar las cosas así. Entonces, sabrás que estás maduro para acoger el Reino y te pondrás a cosecharlo.

 

«Jesucristo es la plenitud de la revelación de Dios porque es el Hijo de Dios y en Él el contenido de la revelación y el revelador coinciden» (Benedicto XVI)

miércoles, 27 de noviembre de 2024

Jueves de la Trigésimo Cuarta Semana del Tiempo Ordinario

 


Ap 18, 1-2. 21-23. 19, 1-3. 9a

Venimos de hablar sobre el “mar vítreo”, quisiéramos añadir, para clarificar, que su sentido más firme y neto tendría que ser “bautismo”. Si, su significado es “sacramental”.

 

Si la esposa es fiel, amerita ese noble título, en caso contrario se denuncia su adulterio, en materia sexual, entra a considerarse prostituida, su actuación la califica como “ramera”. Cuando un pueblo, le es fiel a su Señor, ese pueblo es tenido por esposa fiel, pero si incurre en idolatría, pertenece a la categoría de las esposas prostituidas, ese pueblo es tenido por adultero.

 

Después de las señales simbólicas (11,19 – 15,1), viene la sección de las siete copas (15,2 – 16.21) donde siete ángeles derraman la “ira de Dios”. Hoy vamos a saltar directo a las visiones del Juicio que podemos descomponer en

i)              Visión introductoria

ii)             Victoria sobre los monstruos

iii)           Juicio de toda la humanidad

iv)           Anuncios del Cielo Nuevo y de una tierra Nueva.

Estos cuatro apartados ocupan 17, 3b – 21.1. Ahí dejaremos nuestra exploración del Apocalipsis. No veremos ni la “Nueva Jerusalén” (21,2 – 22,5), ni el epilogo, formado por los últimos 16 versículos que cierran el Apocalipsis (22,6-21).

 


La perícopa de hoy está tomada de una subsección que llamaremos el Juicio de la Gran Babilonia, que aquí se llama la Gran Ramera (18, 1-24) y, la segunda parte, enlaza con el capítulo 19 que contiene otra subsección que habla de la liturgia del Triunfo Final 19, 1-8, y un versículo que actúa como gancho para enlazar la conclusión: El título de la bienaventuranza de ser invitados, que está inspirado en Ez 26-28, nos congrega en rededor al Resucitado, el Cordero lanceado, pero en pie. Uno podría -con fines exegéticos-fraccionarla en dos partes: la que proviene del capítulo 18, y la que se toma del capítulo 19.

 

En la primera parte, un Ángel anuncia la caída de Babilonia. La Gran Prostituta es Babilonia, pero en breve se entrevé que es metáfora de Roma, que es analógica, pasado el tiempo, de aquella que causó insoportable dolor y desgarramiento en el pasado, al pueblo de Israel destruyendo el Templo y llevándoselas deportados a Babilonia a saborear el gusto de la esclavitud. Ahora, es Roma la fuente del imperialismo y razón de la persecución contra el cristianismo. Así como antes, Jerusalén fue

a)    residencia de demonios,

b)    guarida de espíritus inmundos

c)    escondrijo de pajarracos inmundos y abominables

El ángel brillante da una imagen de cómo será la destrucción de Roma, como la de una piedra pesada de molino que es precipitada al mar, y entonces, se borrará todo rastro suyo en la tierra.


 

Vienen los “ayes” que preceden la bienaventuranza: Los indicativos de su rotunda destrucción serán precisamente el final de todo aquel jolgorio que la acompañaba:

a)    Se callarán para siempre los cantantes y los citaristas, tanto como sus flautistas y trompetistas.

b)    Ni artistas ni artífices, será el fin de todas las delicias que allí se fabricaban.

c)    Las moliendas, con el chirrido típico de los molinos se acallará

d)    Se apagarán las lámparas que anunciaban su presencia en la distancia y en medio de la noche

e)    Ni los requiebros de los novios ni las carantoñas de sus novias se emitirán en lo sucesivo

f)     En el fondo, todo esto desaparecerá porque se extinguirán sus comerciantes que con sus negocios y sus bártulos eran el origen de las alegrías de esa ciudad. El hagiógrafo afirma que el comercio soterraba la promoción de brujos y brujerías, en la trastienda de tanto comercio pagano.

 

La segunda parte de la perícopa empieza por el Ángel radiante que deslumbra, y proclama la caída de la Gran Babilonia (parece estar diciendo: “Todas las potencias encandelillantes han caído, esta no será la excepción”). En el verso 19,1 aparece la palabra σωτηρία [soteria] “Salvación”; “salvación”, más Gloria y Poder causadas porque Él las detenta, debido a que sus κρίσεις “juicios” son verdaderos y justos. Ya hemos hablado que eso, la Justicia del Señor hace de Dios un “amigo”, un “aliado “Confiable”.

 

La bienaventuranza conclusiva ensalza a los que aceptaron la invitación a las Bodas del Cordero: Μακάριοι οἱ εἰς τὸ δεῖπνον τοῦ γάμου τοῦ Ἀρνίου.

 

Sal 100(99) 1b-2. 3. 4. 5

Este Himno tiene un espíritu universal, inclusivo. Nos llama al gozo, nos convida a ser alegres en nuestro discipulado. Es un Salmo de la Alianza.

 

Inicia con una triple exhortación:

1)    Que todos los habitantes de la tierra aclamen al Señor

2)    Que la tierra entera lo sirva

3)    Que al entra delante de Él entonemos “vítores”.

 

En la segunda estrofa se refiere a tener conciencia que Él es nuestro Dueño y Señor:

1)    El Señor es Dios

2)    Él es nuestro Creador

3)    Le pertenecemos como las ovejas a su Pastor

 

La tercera estrofa reclama nuestra “Acción de Gracias”

1)    Cuando pasemos a estar en su Presencia

2)    Que entonemos himnos al pasar por sus puertas, al ingresar en sus atrios.

3)    Dándole gracias, lo que incluye -claro está- bendecir su Nombre.

 Y, la perícopa concluye dando tres rasgos que apuntalan nuestro deber de darle y mostrarle gratitud

1)    El Señor es Bueno

2)    Su Misericordia es Eterna

3)    Su fidelidad dura por siempre.

 

Lc 21, 20-28

La visión de la Jerusalén Celestial donde se reúnen todos los pueblos en torno al Dios Único, nos mantiene aún más ligados a esta ciudad, y a través de ella, a todas las ciudades de los hombres… Nuestra tarea consiste en mostrar al mundo el Evangelio del Amor.

Vincenzo Paglia

Un verdadero manual de funciones para cuando llegue la hora de la “Evacuación definitiva”, en ese caso, no será un simulacro:

 


Jerusalén estará sitiada por ejércitos, o sea que su destrucción será el episodio consecutivo: Hora de la desolación.

 

Paso 1: Los que estén en Judea que se refugien en los montes.

Paso 2: Darse cuenta que se va a cumplir todo lo anunciado.

Paso 3: Los que estén en el campo, que se queden allá y pernocten allí.

Paso 4: Como se diría en el argot popular: “Las preñadas llevaran del bulto” otro tanto para las que estén amamantando. Serán horas de amargura.

Paso 5: Sucumbirán a filo de espada.  Y, nuevamente sufrirán deportación.

Paso 6: Lo peor que podría suceder: los paganos, esos “impuros” pisotearan la ciudad, patearan las sacras lozas del Templo.

 

Estos seis puntos son lo peor que podía pasar, para poder ilustrar de qué estamos hablando, es indispensable pasar ahora a un lenguaje cósmico. Que el templo sea profanado y destruido sólo puede leerse históricamente hablando, como el fin, no de Jerusalén, sino del Universo entero:

1)    Signos en el sol y la luna, las estrellas y en la propia tierra

2)    Angustias de las gentes

3)    Estruendos del mar y del oleaje

4)    Desfallecimientos de los hombres aterrados por el miedo y la ansiedad

5)    Las potencias del Cielo serán sacudidas.

 

Es la hora, el tiempo ha llegado, sucederá lo tan esperado: El Hijo del hombre vendrá sobre una nube con gran Poder y Gloria.

 


Y, cuando todos los fanáticos fundamentalistas se relamen los labios y frotan con fruición sus manos, entonces, ¡desínflense! ¡No es el fin! ¡Es el Principio de una Nueva Época! Este momento Glorioso se llama en griego ἀπολύτρωσις [apolitrosis] “Redención”, quiere decir, “se pagó el rescate y quedaron libres”. En vez del tan ansiado fin que los milenaristas proclamaban, se produce un seguir adelante; pero ya no bajo el dominio de los opresores, sino bajo la Justicia que trae el Señor.

 


Los que han resistido confiando en el Señor, pueden llenar sus corazones de dicha, sabran lo que significa “Bienaventurados”. El Evangelio en vez de pedirnos angustia y susto, nos propone: ¡Alcen la cabeza!