viernes, 16 de febrero de 2024

Viernes (Después de Ceniza)



Is 58, 1-9a

Para muchos, Isaías es Isaías, el gran profeta que, por la extensión de este Libro, está colocado entre los profetas mayores. Vivió por allá en el año 765 a.C. y su profetismo se ejerció durante los tiempos de los reyes Urías, Jotán, Ajaz, y Ezequías. Pero hay que tener en cuenta que este es el Proto-Isaías, que dio lugar a una escuela y que su obra, que abarca los caps. 1-39, se prolonga en el Deutero-Isaías, caps. 40-55, llamado el profeta de la Consolación, porque profetizó durante el destierro, y aún hay más, con la repatriación, se dio lugar a un Trito-Isaías (caps. 56-66, que animó los proyectos de re-construcción.

 

La perícopa que nos ocupa hoy es tomada del Trito Isaías. (esta clase de datos son importantes a la hora de leer, para entender qué hay detrás de la Voz del profeta, porque el profeta no habla en el vacío, no es un tipo de sermón prêt-à-porter, que se acomoda a toda situación y que podemos coaccionar para que diga lo que se nos antoja). Tenemos que pasar por la situación de ver las ruinas del Templo, y de llorar sobre ellas, y ver y comprender que haya personas afanadas por su propia casa, o por sus cultivos, o por sus negocios, y no estén tan afanados por el Edificio-Cultual. Sentir, junto con ellos -con ánimo empático- el tan amado Templo destruido, deshonrado, profanado. La Honra-del-Dios-de-Israel venida a menos.

 

Estemos listos para oír estas palabras -francamente cuaresmales- que nos concitan a superar la exterioridad y la superficialidad de lo aparente; a trabajar por la justicia y a expresar nuestra religiosidad más allá de lo puramente externo.

 

Ante todo, el profeta nos llama a la denuncia, a no callar, a no quedar cómplices, sino a tocar el corno de alerta donde el pecado empieza a construir su nicho. Hay que empalmar la observancia exterior con la espiritualidad interior. El judaísmo tiene una celebración de expiación que guarda hondo parentesco con nuestro Miércoles de Ceniza, y es el Día llamado יום כיפור Yom Kippur, “Día de la Expiación”. Allí, en el corazón de esta celebración está puesto el ayuno. Los elementos de ese ayuno, que se deben enumerar para entenderlo son:

      I.        Abstenerse de entrar al lecho conyugal.

    II.        Abstenerse de usar calzado de cuero.

   III.        Abstenerse del uso de adornos de oro.

  IV.        No se pueden bañar: “acostarse sobre saco y ceniza”.

    V.        No pueden comer ni beber. (Este es el elemento exclusivo de nuestro ayuno).

 

La palabra ayuno viene del latín ieiuno y significa “hambre”, por eso para nosotros es prioritariamente la tarea de pasar hambre por precepto religioso, (palabras como desayuno, significaría lo-que-quita-el-hambre). En cambio, en hebreo es צ֔וֹם [tsom], y ya nos damos cuenta qué es.

 

Tienen sus propias formas de ayuno otras religiones como el islam, el judaísmo, el hinduismo y el budismo. A nosotros nos compete saber de qué se trata el ayuno del que habla Dios y cuál es el ayuno aceptable a su querer.

 

Ahora bien, en contraposición, la perícopa del Tritoisaías nos señala las características del ayuno que quiere el Señor:

      I.        Soltar las cadenas injustas

    II.        Desatar las correas del yugo

   III.        Liberar a los oprimidos

  IV.     Quebrar todos los yugos (¿qué queremos imaginarnos para que este compromiso no nos toque, que se trataba de romper los aperos agrícolas?)

    V.        Partir tu pan con el hambriento

  VI.        Hospedar a los pobres sin techo

 VII.       Cubrir a quien ves desnudo

VIII.      No desentenderte de tu parentela, con truquitos como el “corbán”.

 

La profecía que estamos leyendo nos exige desenmascarar los “gatos” que estamos promoviendo y poniendo en circulación haciéndolos pasar por “liebres”.

a)    El día de ayuno es un Día comercial, para hacer negocios.

b)    Apremian a los empleados y trabajadores para que les rinda más y la producción sea mayor que otros días.

c)    Arman bonches, y se pelean que da miedo para cumplir con todo decoro su ayuno, inclusive, aprovechan la fecha para uno que otro bombardeo: “Hieren con furibundos puñetazos”, así lo decía el profeta porque en esa época no existían nuestras contemporáneas tecnologías de muerte.

 

El profeta resume el asunto así: “No ayunen de esta manera si quieren que se oiga su voz en el Cielo”.

 

No desoigamos estas sirenas que son la voz del profeta -recordemos que el profeta lo único que hace es prestar la voz a YHWH- nos ponen bajo alerta, pensemos en los bombardeos y las sirenas que los anuncian, esa es la alarma que nos advierte el bombardeo del pecado en nuestra vida. Que esta Cuaresma sea la oportunidad de entender, por fin, cuál es el ayuno que place al Señor.

 

Sal 51(50), 3-4. 5-6ab. 18-19.

En la primera parte del Tiempo ordinario, estuvimos considerando en el Libro de Samuel, la narración de David y su “pecadillo” con Betsabé, la de Urías, el hitita. Y, la denuncia que el profeta Natán hizo para hacerlo caer en cuenta la “tamaña embarrada” que había cometido”.

 

Nos parece hermoso que El salmo presenta una conducta de reparación, este pecador que nos presenta el Salmo, es alguien consciente que no se puede conformar con hacerse el arrepentido, sino que de alguna manera tiene que “reparar” el daño causado. Y ¿qué es lo que ofrece? Hacerse apóstol del Señor, proclamar y anunciarlo:

 

“Señor, me abrirás los labios y mi boca proclamará tu alabanza”.

 

Pero hay algo que acrecienta la enseñanza que se nos da en este Salmo, y es que la complacencia de Dios no está en los זֶ֫בַח [zebach] “Sacrificios”. Sino un corazón quebrantado y humillado, eso, ¡Dios no lo desprecia!

 

De nuevo nos encontramos en un traslado hacia la interioridad, hacia lo profundo del corazón, porque es en ese territorio donde se sacraliza lo que se entrega. El corazón es el Altar -por excelencia- donde el hombre puede colocar su ofrenda para hacerla cercana a YHWH. Por eso este dístico (vv. 18-19), forma el eco responsorial que se repite como conclusión de las tres estrofas.

 

Mt 9, 14-15



No nos lo dejemos arrebatar

Ayuno -venimos ratificando, significa “no comer”. ¿Quiénes son los que no comen? ¡Los muertos! Los muertos por el pecado, ayunan porque el pecado los ha matado y lo único que arrastramos -como un contrapeso que no nos deja volar- es un cuerpo biológico.

 

Nosotros, ¿por qué no ayunamos? Porque Jesús murió por nosotros, para que nosotros no muriéramos; para ganarnos la Vida de la Gracia, la Vida Eterna.

 

Tenemos que ser muy conscientes que dónde está Jesús no cabe la muerte, que Él la derrotó completamente, y que Él es Dios-con-nosotros. ¡Si! Él está aquí, acompañándonos, y lo reconocemos como el Emmanuel, por eso tenemos que saber que no necesitamos ayunar, pasando hambre porque Él se quedó como Banquete Eucarístico, y ¿es que pueden guardar luto los amigos del Novio mientras Él está con ellos?

 

Durante el Santo Sacrificio de la Misa, el Cuerpo y la Sangre se separan, como sucede en toda muerte, pero con la Inmixtión, Cuerpo y Sangre se vuelven a juntar y Celebramos la Resurrección. Ya no estamos ofreciendo el Sacrificio, sino Festeando la Resurrección. Y, a partir de tal momento, Él nos hace co-participes de su Victoria sobre la muerte, entonces, para celebrarlo, no ayunaremos más, pasaremos a comerlo: Manjar de Resurrección que correrá por nuestras venas y transustanciará nuestra Carne Pecadora en su Carne Inmortal.

 

No ignoremos tanto poder que Libera. Pero para eso, hay que vivir apasionadamente la Vida Sacramental.

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