Dt
26, 16-19
El
jueves después de Ceniza leímos del Deuteronomio en el capítulo 30, los versos
del 15 al 20; decíamos en ese entonces que se puede desestructurar el Deuteronomio en cinco partes, -tomando en cuenta los
discursos de Moisés- hoy vamos a citar de la tercera parte, caps. 12-26, donde
el contenido es un código que legisla sobre lo moral, lo político, los civil y
lo judicial. Este código, precisamente, ha recibido el nombre de “Código
Deuteronomista”.
En aquella oportunidad veíamos como Dios nos presentaba la
gran disyuntiva entre bien/vida y, por el otro lado mal/muerte. Hoy la temática
es la elección Divina de ese pueblo para que sea el pueblo Santo: donde Israel
queda consagrado al Señor. Esta unidad discursiva concluye la tercera parte,
previa la “celebración de la Alianza”. Después se señalarán las bendiciones y
las maldiciones que serán producto de la obediencia o de la desobediencia.
¿Qué sirve de preámbulo a la perícopa de hoy? Dos
temáticas:
1) El
tema de la consagración de las Primicias
2) La
cuestión del Diezmo.
Como inicia pidiendo que cumplamos estas leyes del Código Deuteronómico
vamos a enumerarlas en su generalidad:
1) Tener
un único Santuario
2) Rechazar
todo tipo de idolatría
3) Lo
que se puede o no comer: lo puro y lo impuro
4) El
tema de los años Jubilares con el perdón de deudas.
5) El
asunto de la esclavitud
6) Las
Fiestas del año.
7) Las
reglas para aplicar la Justicia
8) El
sacerdocio Levita
9) El
profeta que vendrá
10) Ciudades
refugio y Santuario: Leyes de asilo.
11) Contra
el falso testimonio
12) Las
leyes a aplicar en la guerra.
13) Qué
hacer con los hijos rebeldes
14) Los
excluidos y el manejo de esas exclusiones
15) Contra
la llamada “prostitución ritual”
16) El
tema del Divorcio
17) El
Levirato
Leyes y Mandamientos que Dios nos pide guardar con toda el
alma y todo el corazón.
Sal
119(118),
Puesto que te amo, me
siento íntimamente obligado a escucharte, a darte gusto, a cumplir tus deseos.
Dime qué deseas, seré feliz haciéndolo.
Salmo
de Suplica. El salmo más extenso de los 150. Con 176 versículos. El eje
temático es la Ley. Dios se ha hecho un pueblo según su escogencia, y para
estructurarlo le ha dado una Ley. Una Ley que -desde el punto de vista práctico-
es un mapa a la vez que una brújula. Con la Ley le ha delineado un perfil y una
identidad.
Recordamos
siempre que se trata de un Salmo alefático y que, en cada estrofa, todos los
versos empiezan con la letra correspondiente siguiendo el orden en el que van
dentro del alefato. Eso tiene el propósito de señalar que en la Ley está
contenido el todo, que es un cántico omnicomprensivo. Una Enciclopedia de la
juridicidad del pueblo elegido. ¡Si nos dejáramos guiar por la Ley no se
precisarían más sacrificios!
Pero
por nuestras venas corre la debilidad llamada “concupiscencia” -y no sólo la de
la carne- la concupiscencia viene siendo como el lado adverso de la “Libertad”.
Si no tuviéramos libertad, no seriamos humanos, y no tendríamos la valía para
ser Amados de Dios. No esclavos, que descargan su responsabilidad en el amo,
sino Libres para amarlo y ofrecerlo la libre elección de opciones que tenemos.
La
Ley nos lleva a entender que el amor se configura a partir de la capacidad de
“escucha”. La escucha es la acogida amorosa de la voluntad del otro; en este
caso de la Voluntad del Otro. “Dichoso el que camina en la Ley del Señor”,
diremos en el responsorio. ¡Se acoge, no se sufre! Es opción, no fatalidad. Si
fuera fatalidad se devaluaría a cero.
“Levantaré mis manos
hacia Ti, recitando tus Mandatos”.
Concluye
hoy la perícopa al proclamar la consigna que expresa esa acogida: “Quiero
guardar tus decretos exactamente”. Pero muy consciente que somos tan frágiles
que nos cuesta, dice el Salmista a continuación: “¡Tú no me abandones!”
Mt
43-48
Pero yo les digo
Otro
“se os dijo”, el sexto y último. Pero, como Jesús no vino a abolir la ley, sino
a llevarla a plenitud, veamos hasta que fronteras se extiende este mandato. Se
trata de amar al πλησίον [plesion] “vecino”, al que está en nuestra cercanía, dentro
de nuestro radio de acción. Porque Dios se expresa -para nosotros- en todas las
personas que vemos, que están en nuestro entorno. “Prójimo” no es un concepto
abstracto, el prójimo tiene rostro propio, y, aun cuando ignoremos su nombre lo
vemos, no es un imaginario, no es un sustantivo más, es la “persona” con la que
me cruzo, el conocido, también el desconocido, mi amigo, mi contradictor, mi
compañero de labores, la persona que viaja en el mismo trasporte público, la
que entra a la cafetería que frecuento, la que baja o sube en el mismo
ascensor, etcétera.
Me
asiste ningún derecho para negarle a alguien el título de “prójimo”; compañero
es el que come conmigo, camarada el que comparte domicilio, pero prójimo es más
amplio, más abarcador: es el que veo, no un “fulano de tal”, no un “x”, sino el
de carne y hueso, al que podría tocar si extendiera mi acogida.
Claro
que puedo practicar el “sacerdotismo” o el “levitismo” (de los personajes de la
parábola del samaritano), y voltear la cara, y cambiar de andén; pero seguirán
siendo mis prójimos, a pesar de que yo les haya conculcado su derecho a ser
“hijos de Dios”, como yo también lo soy”.
¿Qué
nos trae el cristianismo que amplía y perfecciona la Ley Mosaica? Que anula la
categoría de “enemigo”. ¡Nadie es mi enemigo! Esta palabra es sólo una barrera
ideológica para poder poner mi egoísmo por encima de la fraternidad y de la
sinodalidad. “Enemigo” es un vocablo del lenguaje de la “cultura de la muerte”.
“Enemigo” dice en todas las cartillas bélicas, en todas las cajas de armamento.
¿Quién
está interesado en hacernos ver enemigos, y que los veamos en todas partes? ¿A
quién le interesa alimentar los odios? ¿Qué negocio sucio se oculta tras el
pretexto de la enemistad? No nos gusta por ningún motivo infundir desconfianza,
pero si debemos tener una mirada crítica capaz de desenmascarar los falsos
profetas. Desconfiad, os lo rogamos, de todo el que traiga su álbum de
fotografías y empiece a mostrártelas diciendo que son “tus enemigos”. ¡Podéis
confiar en todos, excepto en los que echen paladas de odio en el fogón de tu
corazón! No importa el argumento que traigan, son serviles del Malo, padre de
la mentira.
Sería
muy sencillo -por lo menos aparentemente- vivir en un mundo donde nadie se
atreviera a disentir de mí, donde todo el que naciera enfocara como yo, tuviera
la misma perspectiva, aceptara los mismos valores, tuviera el mismo credo,
respaldara el mismo partido político, agitara las mismas banderas y gritara las
mismas consignas, practicara el mismo deporte y fuera fanático del mismo
cantante y de la misma clase de música.
¡Despierten,
ustedes los que duermen! ¡Ese mundo no existe! Pero la diversidad de pensamientos,
de opiniones y de gustos no han de verse como obstáculos, sino como riquezas. Tenemos
que ser tesoneros contra la voluntad impositiva de la uniformidad, de la “igualdad”
abstracta: ¡somos iguales en dignidad, pero diversos en todo lo demás! No
soñemos con disolver la diferencia, (mucho menos por rutas dictatoriales, lo
que sólo genera rencores y exuda veneno). Trabajemos por la sinodalidad en
medio de la diversidad Amar a los que nos aman, ¿qué mérito tiene? No
mereceremos ninguna recompensa. (Cfr. Mt 5, 46).
Saber
compartir nuestra realidad con la riqueza que anida en la diferencia, ese será
el Paraíso Terrenal, (es un milagro que puede obrar la Grandeza del Corazón que
ama a su Prójimo), nos hará merecedores de la mayor recompensa, (lo que incluye
dialogar con tesón -no para uniformarnos- sino para entendernos): ¡Seremos
llamados “perfectos” por le Voz del Propio Dios!
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