jueves, 8 de febrero de 2024

Jueves de la Quinta Semana del Tiempo Ordinario

 


1R 11, 4-13

Salomón supo construir un gran progreso para el servicio de su corte y de Jerusalén, que vivieron un esplendor que contrastaba con la situación de las tribus empobrecidas y sometidas a duros tributos.

José Luis Caravias.

 

Hablábamos, en este cursillo, de cómo Salomón impidió que los líderes tribales pudieran dar expresión a los descontentos del pueblo. Salomón dividió al pueblo en prefecturas, y a cada una de las doce le puso un “gobernador” que tenía encargado que se hicieran efectivos los recaudos provechosos el rey. Para que esta medida se justificara, desde el punto de vista de la teología, disolvió e inhabilitó los otros sitios donde se rendía culto. El sacerdocio del Templo, estaba, también, al servicio de los intereses del reino, el Templo era un argumento y “prenda” para que su dominio no fuera cuestionado. Ya hemos señalado que más que una Morada para Dios, era una ficha de su centralismo dictatorial. Una fachada para levantar el edificio de su egolatría.

 

Apoyado en la ingeniería fenicia, constituyó una flota mercante que comerciaba con oro, especies, marfil, maderas finas y también aromáticas, perfumes, vestidos, carruajes carros de guerra, caballos (Salomón tenía caballerizas para 40.000 caballos de tiro, y 12.000 de monta; y todos estos animales comen -cebada y paja-, y requieren personal para su atención), pavos reales y micos. La reina de Saba era, también mercante, así que su visita tuvo propósitos comerciales; ella negociaba con incienso y especias, oro y piedras preciosas. Las embajadas comerciales de aquella época se entablaban por medio de intercambio de presentes: mercancías contra mercancías. No se trataba de donativos sino de intercambios de productos. Todavía los gobernantes en sus visitas a sus homólogos, les llevan “regalos”, con los que se espera obtener alguna contraprestación. Salomón adquirió riquezas exorbitantes por medio del monopolio de la fabricación y del comercio.

 

Todo vehículo consume algún “combustible” que es preciso suministrarle. ¿Cuál era la “gasolina” que movía este reino? Hemos mencionado que Salomón oficializó el tributo en trabajo forzado (algunos lo llaman “leva”, otros le dicen “cuervo”), especialmente destinado a las construcciones (el Templo, el Palacio, las ciudades de Hasor, Meguido, Guezer, Bet-Horón, Baalat y Tamar, y las Ciudades-Silo para almacenar su “cereal”, (ver 1R 9, 15-28); la minería, la cantería, la construcción de barcos, la tala, y el trabajo forzado de los navíos (remeros). Todos estos a manera de impuesto. También se pagaba el impuesto en especie: productos agrícolas, ganado bovino y lanar.

 

Con estos ingresos se sostenía la corte y los soldados (1r 4, 22-23).

 

Esto fomentó las revoluciones en las tribus del norte -lideradas por Jeroboam (Jefe de los trabajos forzados, sic; que, a su vez era promovido por Ajías de Silo). La voluntad de Salomón de promover la grandeza de su reinado no paró mientes en lo que esto significaba para la población trabajadora y campesina.

 

Una manera de contar la historia es presentar después de toda una vida pía, una ancianidad demencial y corrompida. No porque así haya sido, sino para ordenar el material y hacerlo legible.

 

Anotemos en este cuadro que Salomón además de haber amado a la hija de Faraón tuvo 700 mujeres que eran princesas y 300 en el rol de concubinas. (1R 11, 1.39) ¡Pobrecito! Es lógico que, entre tantas, fuera fácil torcerle el corazón y convertirlo en un redomado idolatra. “Yaveh se enojó contra Salomón por que se había apartado de Él” (1R 11, 9). “El hombre contestó: -La mujer que me diste por compañera me dio de ese fruto, y yo lo comí” (Gn 3, 12).  

 

Sal 106(105), 3-4. 35-36. 37 y 40

Este es un salmo de Alianza. Si el “pastor” se porta bien con su pueblo, podrá -con justo derecho- poner sus obras como intercesoras, ante Dios, para que Él se apiade del salmista que implora. De otro modo, como puedo pedir que Dios que tanto ama a su pueblo se apiade, si yo he sido el primer y el peor impío con todos los que conforman este pueblo.

 

Por eso podemos decir que es bienaventurado el que “respeta el derecho y practica la justicia”, porque sus obras estarán puestas ante el estrado de Sus Pies como ofrenda de desagravio. ¡acudirá presto con Su Salvación a defendernos!

 

Pero sí, por el contrario, soy de los que atropellan a Su Amado Pueblo, me haré pariente de los paganos por practicar sus más depravadas costumbres, por caer en el cepo idolatra.

 

El sacrificio de seres humanos -explotándolos, condenándolos al hambre, al frio, a la fatiga brutal, al agotamiento, que es igual que ponerlos en la pira del sacrificio- sin duda que la ira del Señor -Quien ama la Justicia- se encenderá como el horno siete veces más caliente y voraz.

 

En vez de agradecerle su liberación de manos de Faraón, se cubrieron de oprobio con su iniquidad que no tuvo respeto para hacerse un becerro de oro y para casarse con las que lo llevarían directo a la infidelidad: Dios hizo maravillas en su favor, pero bien pronto olvidó Sus Obras; se olvidaron de Dios su Salvador, que no sólo obró prodigios en Egipto, sino que además le dio un trono como sucesor de David.

 

¡Quebrantó toda Alianza hollando con su planta la cerviz de sus vasallos y flagelando las espaldas de los de su propio pueblo, las ovejas que Él le encomendó!

 

Mc 7, 24-30



Para un judío, el pagano no es más que un perro. Jesús en su respuesta a esta pagana (Fenicia de Siria -ayer considerábamos la influencia de los arquitectos fenicios en el diseño del Templo de Salomón-) usa el diminutivo κυναρίοις [kynariois] “cachorrito” (de perro). Los llamaban “perros” porque como los paganos no distinguen la comida kosher y comen de todo, también alimentos considerados impuros.

 

En términos generales Él sentía que su Padre lo había enviado a laborar y pastorear en la región judía, y dejar de lado a los paganos: “No fui enviado sino a las ovejas pedidas del pueblo de Israel” (Mt 15, 24 bcd). Se daba por sentado y por obvio que el pueblo elegido estaba llamado a sentarse a la mesa, y en eso consistiría su misión, y sólo en último término, si quedaban sobras, se las tirarían a los paganos. La misión, en cambio, no era esa, sino ser los que atendían a todos los paganos del mundo en la mesa y ser ellos los llamados a distribuir el pan de la gracia. Así como Jesús que está en medio de nosotros, no como primer comensal, sino como quien trae a la mesa el Pan de Vida.

 

Este paganismo de la región consistía en la creencia en dioses y diosas que controlaban diferentes aspectos de la vida: el mar, la agricultura, la fertilidad y el comercio, eran religiones cósmicas; se practicaba el culto a Baal y Astarté, el matrimonio divino que representaba el sol y la luna; además del culto a Moloch y Dagón y otros dioses y divinidades; con modificaciones y adaptaciones en cada lugar. Ellos se llamaban a sí mismos “cananeos”, por la región que habitaban.

 

Nosotros vemos en esta mujer y en la afectación del demonio que dominaba a su hija, un mensaje del Padre a cambiar esa óptica, y a entender -como ella se lo expresó-, que los que estaban sometidos al desconocimiento de YHWH, tenían, en cualquier caso, la oportunidad de recoger las migajas de pan (recordemos que estamos en la sección de los panes, ya tuvo lugar la Primera Multiplicación (Mc 6, 34-45) y el sábado 10 leeremos la Segunda (Mc 8, 1-10)), que los παιδίων “hijos”, “niños” tiraban.

 

Esta lección habla de una universalización del mensaje de YHWH y de la elección que el Señor había hecho de Israel para que fuera el encargado de llevar su anunció y Proclamación hasta los extremos de la tierra. Eso corregía la visión que todavía ostenta el judaísmo, como pueblo llamado a extender su imperio y su dominio y su visión de un Mesías que sería el Emperador universal.

 

Porque lo que Él vino a traernos fue liberación y sanación.

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