1Tm
1, 1-2. 12-14
Dejamos
atrás la Carta a los Colosenses y pasamos a estudiar la 1ª Carta a Timoteo; es
decir, que dejamos atrás una carta -supuestamente escrita desde la prisión- y
pasamos a otra carta, esta vez, Pastoral. Este nombre de Cartas Pastorales, se
les dio hace ya mucho tiempo, por allá en la edad media, ya se las comenzó a
llamar así, porque no estaban destinadas a una comunidad o a algún grupo de
comunidades, que las iban llevando de ciudad en ciudad y releyéndola. Aquí la
carta se dirige a un líder, uno del equipo de evangelización que se fue
generando en torno a San Pablo, y que fueron sus colaboradores en la difusión
del Evangelio, en este caso se trata de Timoteo.
Los
historiadores de la Iglesia nos hablan de una primera etapa, básicamente con
líderes carismáticos, que no le daban mayor trascendencia a la estructuración
de las Comunidades, parece que en esa etapa el foco estaba puesto en el
crecimiento numérico; pero algunos de los dirigentes, empezaron a reflexionar
sobre la pervivencia de la Iglesia y se dieron a la tarea de crear las
condiciones para que, una vez desaparecidos los de la primera línea
“carismática”, quedara fijado un eje de continuidad.
Es
interesante ver que San Pablo no se pone a imaginarse una estructura tal o
cual; él, lo que trabaja en sus cartas Pastorales, parte de las dificultades y
rasgos de las Comunidades existentes, y de los problemas y trabas que tenían
que sortear.
Para
establecer esa veta de continuidad se instituyeron Obispos y Diáconos y se
introdujo la Ordenación, como Sacramento de esa continuidad; inspirados en la
institución de los Apóstoles que había establecido Jesús; y a su vez, mirando
al pasado mosaico y, en mayor o menor medida a la trasmisión del Sacerdocio
Aarónico, aun cuando en este caso no se diera por parentela ni por pertenencia
a una tribu.
Nuestro
estudio de la Primera Carta a Timoteo, abarcará desde hoy hasta el sábado 20 de
septiembre, 8 días, ya que, el 15 de septiembre, tendremos la Memoria
Obligatoria de la Bienaventurada Virgen María de los Dolores, con Lecturas
propias- e interrumpiremos, con motivo de esa Celebración el flujo de nuestro
estudio.
Tengamos
presente al estudiarla, que se trata de una Carta Pastoral, y la especificidad
de su género- para comprender el Mensaje global y entender su propósito. San
Pablo inicia presentándose como Apóstol de Jesucristo. A Jesús lo señala como
a) Salvador y b) Esperanza. Y luego, nombra al destinatario de la Carta.
Timoteo, su hijo, pero no engendrado en la carne sino engendrado en la fe. Le
manda, junto con la Carta, un “paquetito” con tres “regalos” muy espirituales:
1) Gracia, 2) Misericordia, y c) Paz. ¿De dónde sacó San Pablo estos tres
regalos? ¿son regalos propios? ¡No! Son, verdaderamente, encomiendas de Dios-Padre
y de Su Hijo Jesucristo.
Nos
saltamos la denuncia de los “falsos maestros” (vv. 3-11) y vamos directamente
sobre la relación existente entre el remitente y el destinatario: El remitente
bendice al Señor que lo ha elegido, muy a pesar de todos sus defectos, de sus
limitaciones y de su pasado. Pasa a afirmar, como ley transitiva, que sí él, Pablo,
ha sido elegido -a pesar de todos los pesares- la Carta y su Mensaje serán
válidos y han sido autenticados por ser un documento brotado de la pluma del
“Elegido”: por eso, es un mensaje de fiar y de ser aceptado sin reservas.
Cristo,
vino a salvar a los pecadores, Él es digno de honor y Gloria eternamente. E,
instruye a Timoteo por vía de esta Carta, para que se sienta firmemente
establecido y respaldado, porque su labor y su predicación fueron bendecidas
por profecías que lo anunciaban. Tómese en cuenta que, en esta época, la
trasmisión de autoridad, era todavía sostenida por anuncios proféticos que
indicaban quienes estaban “designados” por el Altísimo, para llegar a convertirse
en keryx (portadores del mensaje, del “kerigma”). ¿Qué puede premunirlo para no
llegar a naufragar en la fe? ¡Tener Fe y Buena consciencia!
Tenemos
pues que al lado del Evangelio está la parangélia, y es que toda buena noticia,
hace necesario al emisario, al anunciador, al comunicador: San Pablo le dice
que le da esta παραγγελία [parangelia] “Encargo”, “Misión”,
“comando”, “envío con plena autorización”, “también el conjunto de órdenes,
parámetros y credenciales que se entregan para cumplir la comisión”.
Sal
16(15), 1-2a y 5. 7-8. 11
Salmo
del Huésped de YHWH. Aún tenemos memoria de los casos en que una persona
perseguida, buscaba refugio en el Templo, y se resguardaba allí, donde el brazo
del perseguidor estaba vedado de alcanzarlo. Los guardianes llegaban hasta la
puerta del Templo y la “Casa de Dios” lo resguardaba; los poderes humanos no
osaban traspasar sus umbrales.
Sólo
los “justos”, los que respetan al Señor, podían entrar, y sólo los justos
buscaban defensa bajo su Techo, porque es la Morada de Dios. El salmo nos
señala todas las virtudes que deben adornar al fiel: ha de practicar la
Justicia, no calumniar, proceder honradamente, tener intenciones puras, no le
hace mal al prójimo ni de hecho ni de palabra, no presta para ganar intereses,
y no acepta soborno, mucho menos de los poderosos cuando quieren dañar al
indefenso.
Le pide a Dios que lo refugie en Su Santo Templo porque él se ha fiado del Señor, a YHWH lo ha llamado Dios, su porción de la Herencia, la Copa que prueba cual es el “terreno que la ha asignado su Padre.
En
sus sueños se le presenta YHWH y le da Consejos y le infunde sus Mensajes en
las entrañas.
Le
permitirá conocer previamente el mapa de su propia vida y avanzar en
conformidad con él y así gozar ante el Trono Divino de la Lealtad de Dios que
cumple su Alianza.
Lc
6, 39-42
Si
no nos libramos de nuestro propio veneno seremos predicadores ponzoñosos.
¿Queremos trasmitir las enseñanzas de nuestro Dios y Maestro? ¡Atentos! No
propaguemos ninguna clase de odio, ni siquiera el que nos parece el “odio más
justiciero”.
Volvemos sobre Lucas, capítulo 4, verso 18d, y, en el corazón del quiasmo, la Misión que le dio a su Hijo: dar vista a los Ciegos. El asunto está en que nuestra naturaleza de pecadores, hijos de pecadores, consiste en que todos somos ciegos. Ahora bien, esta perícopa nos plantea un callejón que no tiene salida: Un ciego no puede guiar a otro que también es ciego, ambos irán de cabeza al abismo. Y, si todos somos ciegos ¿Qué vamos a hacer?
¡La
receta es fácil! Antes de pretender guiar a alguien, antes de meternos de
oftalmólogos a sacarle a alguien una basurita del ojo, viene la fase de
auto-cuidado. Primero que todo, ¡auscultemos nuestros propios ojos!
En
aquellos tiempos, originalmente la palabra ὑποκριτά
[hupocrita] “hipócrita”, “el que responde con una máscara”, (los actores,
usaban una máscara llamada “prosopón”, de donde se deriva la palabra
“persona”), hipócrita sería la respuesta que no es de la propia persona sino de
otra. Quien tendría que dar consejo, no la persona que también es “ciega”, sino
alguien que no sea ciego; pero, si todos somos ciegos, ¿quién podrá responder?
Sólo está llamado a guiarnos Dios, en la “Persona” de Su Hijo Jesucristo, Único
que está libre de pecado, sólo Él puede enseñarnos, corregirnos, guiarnos.
¡Que
no nos eduquen pensando que debemos ser mejores! “Mejor” es el adjetivo
comparativo irregular de “bueno”. Es el adjetivo de los arrogantes (“aristócrata”
es un modelo de gobierno que propone poner al mando a “los mejores”), esta idea
de “los mejores” socaba las bases de un modelo social que declara “la igualdad”,
en particular, ante los ojos de Dios. Que miremos a Jesús (su pedagogía no
consistía en “ser” por comparación a otro, sino en ser conforme Dios nos llama
a ser); que nos eduquen aprendiendo de Él. Que por fin sepamos con docilidad y
alegría quien es la Verdad, el Camino y la Vida (Cfr. Jn 14, 6). Que
abandonemos las predicas que quieran imponer la verdad a rajatabla, que no
vivamos enseñándonos la cultura del rencor y del ojo por ojo. ¡Estamos hasta
aquí del Talión! ¡Entristecidos hasta el límite con los que todavía anhelan la
era del garrote y el fuete!
Releamos
un fragmento del Evangelio de ayer (Lc 6, 27-30): «Pero yo os digo a los que me
escucháis: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a
los que os maldigan, rogad por los que os difamen. Al que te hiera en una
mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le niegues
la túnica. A todo el que te pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames».
Y
si es necesario, releámoslo mañana, y pasado, y si nos ponen una cita para la
relectura, gustosos iremos, porque ¡cuánta falta nos hace compenetrarnos hasta
el tuétano de esta Enseñanza!, y salir de nuestra lamentable condición de
ciegos.
Hay,
sin embargo, una idea de “mejor” que para nosotros los que queremos caminar por
el Camino que Jesús propone, nos ilusiona, y nos estimula. Es cuando uno se
compara -no con otro- sino consigo mismo. Porque “yo” puedo superarme, y ser
mejor que lo que era ayer. Puedo descollar sobre aquel que “yo mismo” era en mi
pasado, y alcanzar la cima, rumbo al paradigma que es Jesús.
Es
por esto que la propuesta de Jesús no le apuesta a ser por comparación a otros;
Jesús lo que nos propone, es que logremos “ser perfectos como mi Padre es
perfecto. Así como su Padre, que está en el Cielo, lo es”. (Mt 5, 48)
Una perfección así no se conforma con amar profundamente a los amigos, va hasta el ideal del cristianismo de amar inclusive a los enemigos y ser capaces de hacerle el bien a los que nos odian”.





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