miércoles, 24 de septiembre de 2025

Jueves de la Vigésimo Quinta Semana del Tiempo Ordinario

 


Ag 1, 1-8

Junto a la construcción del edificio material, paralelamente debe ir la construcción del edificio espiritual, el formado por todos los seres humanos.

Milton Jordán Chigua

El mensaje del profeta Ageo, en sus dos capítulos tiene un eje: no sigan dilatando la re-construcción del Templo. Y está estructurado con 5 oráculos. Según los datos proporcionados en el Libro del profeta, este primer oráculo es del 1º de agosto del 520 a.C.

 

Aun cuando muchos dicen que no es momento de reconstruir la Casa del Señor -como hemos dicho se habían concentrado en levantar casonas para ellos, mientras el Señor seguía a la intemperie. En este primer oráculo les pregunta la profecía: ¿es momento de vivir en casas lujosas mientras el Templo es una ruina? Uno no se da cuenta la gigantesca dosis de egoísmo que significa dedicarse a la casa propia, cuando el Templo está pendiente.

 

«Dios ha echado a perder los frutos de la tierra porque el templo sigue en ruinas, pero su reconstrucción traerá una era de prosperidad, será modesto, pero eclipsará al antiguo templo, … Se puede penar en un edificio sencillo que renovó la identidad del pueblo judío» (Milton Jordán Chigua).

 

En otras partes hemos destacado que el Señor no necesita del Templo, pero el pueblo sí. El Templo nos da noción de lo que somos cuando estamos unidos, cuando todos latimos al unísono, y cada latido del corazón comunitario es un tambor Sagrado que nos recuerda que todos vivimos con un mismo rumbo y enfocados en el Único Dios Dignísimo de nuestro Amor.

 

Nos hemos puesto a reflexionar ¿Por qué fueron tan encarnizados los Babilonios y las Romanos al destruir el templo y no dejar “piedra sobre piedra? Si eran paganos, ¿Qué les iba o les venía un Dios que ellos desconocían? Gran parte de esa saña brutal era la de vulnerar la integridad moral del pueblo de Dios. Era un puntapié en la zona más sensible. Levantar el templo, era un acto de re-moralización.

 

Cabe aquí resaltar -nuevamente- el significado de Jerusalén, שֶׁחֻבְּרָה־ כְּ֝עִ֗יר [keir ssehuberah] ciudad compacta (Sal 122(121), 3), que no significa formada con firmes y sólidas edificaciones e imbatibles murallas, sino “donde se fragua fraternidad”, “donde se ejercita la projimidad”, la palabra deriva del verbo חָבַר [chavar] “unidos por la amistad”, denota que El Templo nos da Unidad, Identidad, Solidez, Solidaridad. Nosotros siempre somos avaros en cuanto a reconocer el templo como paradigma de Comunión; casi siempre remarcamos la Presencia de Dios y las plegarias que allí elevamos, pero rara vez pensamos que el Templo es un “compactante” de la Comunidad. El Templo nos aglutina, nos coliga, nos proporciona identidad: el Templo nos mancomuna.

 

Al concluir la perícopa que se proclama hoy, el Señor dice que se complacerá en el Templo y se sentirá glorificado (Cfr. Ag 1, 8), pero no es por el edificio, sino porque el Templo es la radiografía que muestra la vitalidad de un pueblo que lo ama y que se aman entre sí. Recuerden que el mandamiento esencial -que sintetiza todos los demás- nos habla de Amor a Dios, ante todo, y luego de amor de projimidad.

 

Parece muy legítimo adornar la casa propia y hacer de ella una mansión.  Sin embargo, esta Primera Lectura de hoy, nos hace reconocer, qué es lo Primero. Hoy día, parece muy legítimo y lógico, y así se hace, cada uno va al Templo a recoger el agua bendita para su propia casa, y de la comunión fraterna, nadie se da por aludido.


Cuando asistamos a algún hermosísimo Templo, sepamos ver que, detrás de Él, hay una Comunidad que lo erigió y que sacó su fuerza y los recursos necesarios del poder de la fe que los coliga. Por eso, no se aperezan, y “suben al monte a traer la madera (Cfr. Ag 1, 8)

 

Sal 149, 1bc-2. 3-4. 5-6ay 9b

¡Qué dignidad tan alta es elevar nuestras oraciones agradecidas!

Este Salmo es un himno. Israel se refiere en él a la preferencia que Dios le ha demostrado a su pueblo. Dios ha entrado en la historia, ha trenzado su Tiempo con nuestro tiempo humano, ha permitido que contemplemos su Misericordia en el curso de los acontecimientos. Bienaventurados los que han sabido detectar la Acción de Dios que es Alcázar, Almena, Escudo y Muralla y ha fortalecido nuestros brazos para traernos la Victoria. Nos ha entregado la presea, a nosotros עָנָו [anav] los frágiles, los débiles, los pobres, los humildes, los mansos. Estas victorias que -muchos a veces desvalorizan- dicen que fueron episodios pasajeros, minúsculas victorias, hazañas de escaza duración; pero se engañan, esas -que a ellos les parece insignificantes- nos dan el material preciso para extrapolar y poder prever lo victoria escatológica.

 

Muchos se preguntan también: ¿por qué se ridiculizan esos episodios históricos tan reveladores, y se despilfarra de modo tan absurdo el material esperanzador que nos comunican? Nos atrevemos a aventurar la teoría de que este tipo de ceguera que afecta el “órgano” de la fe, proviene, y es consecuencia del pecado original, es “nuestro lado débil”. Una de nuestras fragilidades estriba en caer fácilmente en la desesperanza y no ver lo que “salta a la vista”. 


La palabra orar (verbo) y oración (sustantivo) tiene que ver y su etimología viene de “llevar a la boca”, ¿qué se lleva a la boca” en la oración? El Santo Nombre de Dios. Si hay algo que nos dignifica, que nos eleva, que nos “da alas” es la oración, porque orar es ser “interlocutores con Dios”, dirigirle la palabra y -a su vez- que Él nos conteste. Orar es llenarnos la boca de alabanzas y agradecimientos por las victorias que Él nos regala. ¡Que seamos capaces de reconocer que las murallas de Jericó se abaten, no por nuestras manos, no por nuestro ejército, no las derrumba la fuerza de nuestros brazos, sino el Caminar de “Dios con nosotros”! de Él que nos da su Amistad y viaja y habita en nuestro corazón: Él es Dios-con-nosotros. Pidió tener una Carpa para poder vagar por el Desierto junto a su Pueblo.

 

Que alabarlo pueble nuestros labios y nuestra loa brote como un manantial abundante es -para nosotros sus fieles- un verdadero honor. ¡Broten de nuestros labios plegarias y que sean una fuente que jamás se seque!

 

Lc 9, 7-9.

Es así como la noticia termina por llegar hasta las autoridades, que procuran siempre mantener al pueblo en “orden y seguridad”.

Ivo Storniolo

Hay un público muy especializado que le gusta ver “rarezas”: Visitan y pagan un boleto -a veces altamente costoso- para ver la “mujer barbuda”, “el traga-espadas”, “el hombre elefante”, o por lo menos un “embalsamador de virreyes”, y muchas otras curiosidades de circo y/o de las barracas de atracciones. De alguna y de varias maneras, parece ser que el Tetrarca Herodes era de esta prosapia y que esperaba que Jesús fuera una de sus atracciones.


Hoy otros que les gusta visitar los edificios cultuales de otros grupos, o las casas de brujos y adivinos, o los ashrams donde consultar a sabios gurús para adquirir sabiduría hermética, todo esto encontrado en el mapa del turismo espiritual. ¿Qué esperaría descubrir Herodes en Jesús? ¿Qué monería o que encanto querría verle?

 

Sin embargo, se le clava como un punzón en el ojo porque sus informantes se lo reportan como algún profeta.:

1)    Juan el Bautista

2)    Elías

3)    O que había resucitado alguno de los Antiguos Profetas.

Herodes no quería “oírlo”, no quería aprender algo de Él, no quería ser enseñado o corregido, ni siquiera quería aumentar su cultura religiosa. Sencillamente buscaba una atracción, algo que le recreara la vista, algo que llenara su tedio infinito. Bueno, ¿qué más se podía esperar de un asesino de profetas?


Para lograr ver a Jesús habrá que irlo a ver en dos instancias sucesivas:

1)    Verlo morir en la cruz

2)    Tener un encuentro con Él-Resucitado.

 

En cualquier caso, no se le verá con los ojos físicos, sino con los ojos del alma, que están dispuestos a ver -no un espectáculo circense- sino al Redentor que viene a Salvarnos. Los otros seguirán en vano su cacería de rarezas y curiosidades.

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