Mi 5, 1-4a
El tema de la minoridad
es evidente. Dios escoge lo pequeño, lo insignificante para manifestarse
portentosamente; hermosa paradoja y moraleja para nosotros los seres humanos
quienes con frecuencia buscamos a Dios en las grandes manifestaciones y no en
las cosas pequeñas, menos aún en las cotidianas. Se necesita fe para descubrir
lo divino en lo insignificante.
Milton Jordán Chigua.
Miqueas
es un profeta campesino de Judá, cuya cuna era Moréshet; su profecía es un
Libro con dosis de denuncia, de peligros e invasiones inminentes, de
destrucción y castigo, hasta rallar en el destierro, pero, por otra parte,
tiene fuertes dosis de consolación y promesa.
Miqueas vivió y escribió en el siglo -VIII, pero tiene algunas
inserciones -lo que ha dado cabida a hablar de un Deutero-Miqueas,
analógicamente con Isaías, un contemporáneo suyo a quien probablemente conoció
cuando tuvo que abandonar su patria chica como producto de la invasión asiria.
Las adiciones son post-exilicas y corresponden a finales del siglo V e inicios
del IV. De esa manera el Libro canónico que nos ha llegado se puede entender
como resultado de un trabajoso proceso “editorial”.
La
perícopa de hoy, con bastante probabilidad es una de tales adiciones, tomando
en cuenta la ardua discusión sobre los capítulos 4 y 5. A esta profecía se
referirá San Mateo en su Evangelio.
¿Cuál
puede ser su sentido? Posiblemente, mostrar cómo -desde el inicio de Su Vida
Humanada- se da la Opción Preferencial de Dios por los צָעִיר “pequeños” “insignificante”; al entenderlo
quienes oyeron cuál era su cuna, enseguida captaron el trasfondo de absurdez;
el adjetivo explicativo que se le yuxtapone es el de “pequeña”, como quien
dice, “de todas las ciudades de Judá, la más mínima” (¡hurra por los
pleonasmos!). En el lenguaje de Dios, la elección de este caserío de Efratá,
muestra su Predilección, por los pobres, y su antagonismo respecto de la
soberbia. Efratá, - ¡déjense de bromas sarcásticas! - significa “fértil”,
fructífero”, pues ¡cómo será de fértil que de su tierra ha brotado el “Pan de
Vida” de generación en generación para el mundo entero: ¡Ese sí que es un
Pan-Católico, Manjar-nutricio-Universal!
Otros
explicativos comparten términos con el de “pequeña” que sobresale por ocupar el
primer puesto: que Jesús está en existencia desde los orígenes y es previo a
Aquel. Leyendo atentamente se encuentra la afirmación de que, si hubiéramos de
hablar de un principio en Jesús, el “Jefe de Israel”, habría que fijarlo מִימֵ֥י
עֹולָֽם [mi-me oulan] “desde los días de la
Eternidad. ¿No les resuena como pariente del gran titular del Prefacio Joánico?
Estaremos librados al mordisco del Malo-el-gran-mentiroso,
hasta cuando su Madre Lo dé a Luz. El Pastor, en términos veterotestamentarios
se refiere al “gobernante”. Y, nos dice
que el “Jefe de Israel, nos pastoreará, o sea, ejercerá su Gobierno, basado
sobre la Fuerza del Señor Glorioso, Gloria sobre toda Gloria, sin apoyar su
“autoridad” sobre Fuerza distinta a la que dimana de יְהוָ֣ה YHWH.
Entonces,
habrá una “conversión” definitiva de la historia: ¡Toda esta zozobra a la que
nos hemos habituado como el clima normal de la realidad, desaparecerá! Esta
atmosfera incesante de violencia y atropello, de nerviosismo y afán, de consternación
y desastre cesará.
En cambio, viene aquí esa palabra hebrea, tan rica en significado, שָׁל֑וֹם [shaloum] que nosotros solemos traducir por Paz, pero que es supresión de todo nerviosismo y preocupación, salud, con ausencia de toda enfermedad, bienestar, buenaventura, serenidad espiritual, dicha, quietud, prosperidad.
Sal 13(12), 6ab.
6cd
Salmo de
súplica. ¡A ti oh Señor,
elevamos nuestro clamor! No es una simple oración de Petición, es ir al Go-El,
y ponerse incondicionalmente bajo su amparo. Es elegir un Redentor y
sometérsele. Solicitar que nos apadrina -ni más ni menos- que, Dios-Mismo.
Este salmo fracasa ocultando las humanas dudas respecto de Dios: ¿Dios es indiferente a nuestro clamor? ¿Dios nos creó y nos dejó ahí, “colgados de la brocha”? ¿Será que el Señor ha preferido entregarle la victoria al Malo? ¿Hasta cuándo, Señor?, ¿hasta cuándo? ¿No ves que ya no puedo más? Le falta dar el maravilloso salto de la confianza: ¡Dejarse todo en manos del Santo-Padrino!
Pero
aquí, con un solo vero, partido en dos para configurar dos estrofas; toma
impulso y se lanza al vacío:
a) Confía y se gana la
alegría
b) Al reconocer que
Dios lo ha atendido, se lanza a entonar cánticos.
En
síntesis: Salta y reboza de alegría, se vuelve puro gozo.
Mt
1, 1-16. 18-23
El Reino es al mismo
tiempo don y promesa. Ya se nos ha dado en Jesús, pero aún debe cumplirse en
plenitud. La alegría del Evangelio brota de un corazón pobre, que sabe
regocijarse y maravillarse por las obras de Dios, como el corazón de la Virgen
a quien todas las generaciones llaman “Dichosa”.
Papa Francisco
Casi
siempre a uno le da muchísima pereza escuchar esta lista de nombres hebreos,
que para nosotros no pasan de ser nombres raros, y muchas veces difíciles de
pronunciar. Pero, pensemos en esas familias que arman sus árboles genealógicos
y procuran forzar la memoria de sus mayores hasta las generaciones más lejanas,
procurando conocer los nombres de sus ancestros e investigar, de dónde eran, si
tenían propiedades, si fueron famosos, qué hicieron digno de recordación.
Muchas veces se topan con la agradable sorpresa de tener entre su parentela
nobles, marqueses, duques, condes, legendarios personajes de la historia, ser
parientes remotos de algún bravo combatiente, de un guerrero valiente.
En más frecuentes ocasiones, la persona se da con un personaje, digno de ocultación, una vergüenza familiar, algún bandido, bandolero, pervertido, degenerado… mejor, no haberlo sabido. ¡Esas cosas marcan!
Algunos
de los nombres nos resultan memorables, a partir de su mención en el Sagrada
Escritura: demos por caso Isaac, Jacob y Judá. En este caso hay dos personajes
que dan su impronta y marcan el abolengo de Jesús: son Abrahán y David. La
aseveración más rotunda que se infiere es que Jesús, indudablemente, era un
Judío de Ley. Nombrar a Abrahán, ya es entroncarlo en la veta primigenia de
nuestra fe. Y citar el nombre de David, es decir, del linaje mesiánico.
Hay,
sin embargo, ciertas menciones de esta genealogía que rompen el flujo del
judaísmo puro: Tamar, Rajab, Rut, “la mujer de Urías (el hitita)”. Tamar fue
“víctima” de una violación planeada por parte de su medio-hermano Amnón; Rajab
era una prostituta que acogió a los espías que Josué había delegado para ir a
explorar la “Tierra Prometida”; Rut, era moabita, emparentó por fidelidad con
su suegra, a través de Booz; y Betsabé entró en esta genealogía, porque David
se antojó de ella cuando la vio desnuda bañándose y no tuvo reparos en condenar
a la muerte -en el frente de combate- a su esposo Urías, un mercenario, así
ella concibió a Salomón, y pasó a formar parte de una estirpe, (como será que
ni se da el nombre, sólo se la cita en cuanto madre de Salomón).
Acostumbrados,
como estamos, a ver las manipulaciones noticiosas, y el ocultamiento de las
facetas más oscuras de la historia personal de los políticos, quedamos
atónitos, cómo pudo el hagiógrafo manchar de manera tan desastrosa este
parentesco consiguiendo tan solo desmoronar lo que creíamos que era su objetivo
demostrar: Jesús era del más límpido abolengo del pueblo de Israel, el “pueblo
elegido”.
Será,
quizás, que el hagiógrafo quiere dejar puestos los fundamentos para enseñarnos
que a la familia de Jesús se llega por otra vía distinta a los lazos raciales y
consanguíneos. ¡La insinuación es fortísima! José romperá el ritmo del relato,
él no engendró a nadie, fue -oficialmente y según lo entendía la gente- el
esposo de María. José está en el borde de la cima de esta genealogía, pero,
abruptamente, la quiebra, allí hay un hiato abismal, un salto del Cielo a la
tierra.
Se
quiebra allí, la línea de descendencia, y se abre la historia por medio del
quiebre de lo que es -según entendemos nosotros- histórico. Y es que Jesús no
es un ser histórico, es un Excepcional, es Divino, se abaja y humildemente se
solidariza con los ínfimos, sus descendientes no serán los pequeños, serán los
mínimos, los exiguos. Nos lleva a pensar en el concepto matemático del límite,
cuando una cantidad tiende a cero ,
esto es, se pasa de una cantidad pequeña a una que es ridículamente chica, minúscula,
insignificante. Y sólo dado el salto al “límite” podemos verdaderamente
acercarnos al quid, al “meollo”, a la “esencia”: Cuando x tiende a 0.
¡Él
es Trascendente! Paso a paso, y en la media en la que vamos conociendo a Jesús,
vemos que Él nos hace de su parentela por vía de su propia Sangre, que tiñe el
dintel y las jambas de nuestro hogar, signándolas con Sangre Sacrificial,
vertida de Sus Propias Venas. ¡Si, así llegamos a ser verdaderos consanguíneos
con el Salvador!
«Uno
de los grandes santos que ha tenido la historia de la Iglesia cristiana es San
Francisco de Asís, un hombre que, habiendo nacido entre comodidades, se quiso
hacer pobre, menor. Precisamente el acontecimiento de Belén le conmovía
hasta el extremo. Por eso pidió a sus hermanos que fueran “menores”». (Milton
Jordán Chigua)
Muy iluminados hagiógrafos trataron de hacer bien la tarea, de explicar que YHWH les pertenecía, que era del pueblo “elegido”, pero ellos –a pasar de ser tan “iluminados”- no podían concebir que las fronteras de ese pueblo de elección, fueran muchísimo más allá de las barreras raciales y geográficas, que la elección apuntaba a la raza humana, y que Él era de todos y para todos. Así, al encuadrar la genealogía -y como su iluminación era sincera y verdadera- se les escapó por las rendijas y se difundió por todo el Universo, allí donde hubiera un corazón abierto, amoroso, hasta allí llegó, hasta las mismísimas periferias existenciales, donde se agazapa la marginación y el sufrimiento.





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