Hag 2, 1-9
Los dirigentes
políticos o religiosos si no tienen un pueblo a quien dirigir y que les obedezca
con fidelidad, no pueden hacer nada. Separarse del pueblo es aislarse yacer
condenado a morir; es como una rama cortada de un árbol o un miembro cercenado
del cuerpo, que no puede producir frutos. Animo, pues.
Milton Jordán Chigua
Se
puede enfocar esta perícopa como una arenga de parte del profeta dirigida a
Zorobabel, descendiente de David, alto comisionado del gobierno persa en Judá;
en segundo lugar, al sumo sacerdote Josué, detentador de la autoridad
religiosa; y, en tercer lugar, al sujeto político histórico, el pueblo, al
“resto”. Procura levantar la moral de los exiliados que retornan, ellos son “el
pueblo”.
Dios
se dirige a Ageo. Aparece fechado el día veintiuno del séptimo mes -Etanim o
Tishri, nuestro septiembre-octubre- del
segundo año de gobierno del rey Darío. Este es, más de un año después de la
profecía que se leyó ayer como Primera lectura, en el día de conclusión de la
Fiesta de las Cabañas (de las Enramadas), festividad durante la cual Salomón
dedicó el Primer Templo (1R 8, 1-2), cuando se celebra, además, la cosecha de
verano. Pero, la cosecha fue realmente flaca, lo que aquí se lee como un
“castigo” por la molicie con la que asumieron la reconstrucción del Templo.
Y,
a los sobrevivientes, los reta a comparar con el Primer Templo, sesenta y seis
años atrás. Pero después de poner los cimientos, poco o nada se hizo en la
verdadera reconstrucción.
Aquí
se inserta la consigna de Ageo: “Y anímense todos ustedes, gente del país.
Trabajen, que Yo el Señor, estoy con ustedes. Yo el Señor Todopoderoso lo afirmo.
Tal como se los prometí cuando salieron de Egipto, mi Espíritu los acompaña”.
Pero
el oráculo Divino no se detiene ahí, y prosigue:
“No
tengan miedo, dentro de poco haré temblar el Cielo y la tierra, el mar y la
tierra firme. Haré temblar a todas las naciones y traerán sus riquezas, y mi
Templo se llenará de Gloria”.
El
profeta nos presenta a Yahweh como el Señor de la Historia, la señal será la
destrucción que le sobrevendrá a los enemigos. La reconstrucción del Templo lo
que hace es afirmar la llegada de la era mesiánica. El Templo será en lo
sucesivo, signo de la era mesiánica, el Templo será su heraldo (kerix).
Hoy
en día la historia ha marcado la llegada de la era Alejandrina, como el
hundimiento de la etapa persa: El Señor del Universo, el Señor Todopoderoso lo
afirma: “Míos son la plata y el oro”.
Se
dan dos razones esenciales para suponer que este Libro no es verdadera y
directamente un escrito del profeta, sino el relato de su actuación y de la
resonancia que tuvo para animarlos y ponerlos manos a la obra.
1) No hay un prólogo o
alguna forma de saludo, presentación o preámbulo
2) Su exagerada
brevedad, son solo dos capítulos y 38 versículos en total.
El
esplendor anunciado para el Templo, será, cuando el Niño-Dios sea presentado, y
reconocido por Simeón, cuando declare que:
Ahora Señor, tu promesa está cumplida:
Puedes dejar a tu siervo que muera en
Paz.
Porque ya he visto la Salvación
que has comenzado a realizar
a la vista de todos los pueblos
la Luz que alumbrará a las naciones
y que será la Gloria de tu pueblo
Israel.
Cuando
el velo a la Entrada del Sancta Sanctuorum
se rasgue de arriba a abajo, quedará al descubierto que atrás lo único que se
esconde es la vacuidad: El Arca no está. Y la Única Gloria que allí ha residido
es la de Jesucristo que lo visitaba.
Este
Templo que visitaba Jesús, difería en muy poco respecto al Segundo Templo, ya
que la obra de Herodes en él, fue sólo de retoque y no una verdadera Gloria
Ampliada. Los arqueólogos han encontrado que lo único que hizo fue expandir el
perímetro y la elevación del templo, Se erigieron muros de contención para
sostener la gran explanada del templo que albergó el centro de la vida
religiosa judía, donde los sacerdotes tenían anexos o residencias dentro del
complejo del templo, especialmente para quienes tenían turnos de servicio en el
Santuario; y las dependencias del Sanedrín (el tribunal supremo); se anexó
parte del monte de Antonia, una colina al norte del complejo, y se rellenó el
espacio intermedio, lo que le dio un "perímetro" más amplio.
Jesús
fue a Jerusalén y ¿qué encontró en el Templo? Que lo habían convertido en un “mercado”.
Qué es un “mercado”; del latín mercatus,
de la raíz merx ("mercancía"), relacionada con el dios romano del
comercio, Mercurio. Así pues, la definición de esta palabra dice que es: Sitio público destinado a vender,
comprar o permutar bienes o servicios. «Jesús les contestó:
-Destruyan este templo, y en tres días volveré a levantarlo» (Jn 2, 19).
Aquel
gesto profético recibe en el Evangelio el nombre de ζῆλος [zelos] esta palabra es una onomatopeya que
pretende imitar el sonido del agua al hervir, así suenan las burbujas que se
producen la llevar algo a su estado de ebullición, cuando revientan las
burbujas: el celo es un estado de hervor por una pasión desatada que lo lleva a
uno a tal efervescencia. Es, pues, una pasión que bulle febrilmente.
Siempre
hemos de recordar con meridiana precisión que la Grandeza del Templo no
proviene de su magnífica arquitectura, sino de la Presencia que Alberga. La
Persona Ferviente.
Sal
43(42), 1. 2. 3. 4
Este
salmo es un salmo de súplica. La suplica se presenta como si el orante se
encontrara en frente al tribunal, delante del Juez. El Juez es el Señor. El
orante presenta su clamor. Clamar -tengámoslo en claro- significa pedir con vehemencia, manifestar con
fuerza una necesidad o un deseo. El clamor siempre encierra súplica. En la edad
media el clamor siempre era forense.
Si
el ruego se presenta ante un juez, el salmo pasa a pertenecer al género
forense. Cuando se suplica, en realidad se está poniendo uno bajo la protección
del otro, en este caso del Otro. Se pide que lo apadrine, que salga en su
defensa, que dé un fallo favorable. Se le pide que lo cobije con su piedad, con
su poder de Salvación.
Ya la primera estrofa anida tres clamores:
i)
Que lo cubra con su Justicia
ii)
Que lo defienda ante el ataque de gente malvada, de corazón
perverso
iii)
Que lo salve de la gente traidora que lo acosa, que lo
azuza.
En
la segunda estrofa el salmista reconoce a Dios como su מָעוֹז [mauz] “fortaleza”, “protector”; pero siente que lo rechaza, lo
que hace que camine enlutado, acongojado y amedrentado por su enemigo.
En
la tercera estrofa le suplica que cambie su situación iluminándolo con su “Luz”,
portadora de su אֱמֶת [emeth]
“certeza”, “Estabilidad”, “integridad” que le sirvan de guía y lo conduzcan
hasta el קָ֝דְשְׁךָ֗ [cadseka] que viene de la palabra קֹ֫דֶשׁ [qodesh] “lugar
sagrado”, “Santuario”, “Lugar Santo”, “lugar donde habita Dios”.
En la cuarta estrofa, viene a ofrecer sacrificio de
gratitud, comparece ante el Altar, en Presencia de su Dios-Alegría y su
gratitud se traduce en cantos y música de cítara.
En el versículo responsorial lo llama “Salud de mi rostro”,
“como quien dice “causa de mi buen semblante”. Y propone el lema de permanecer
fieles en alabanza, de aguardar para ver como Dios se manifiesta y da motivo
para retornar a las alabanzas.
Lc
9, 18-22
Él les prohibió
terminantemente decírselo a nadie.
Lc 9, 21
Nuestra
manera de ser siempre nos conduce a volver nuestras limitaciones en castillos
de humo, y sabiendo que somos hijos de Dios, quisiéramos anticipar la Gloria
que nos tiene reservada. Así que, si el Mesías nos ha manifestado su Amistad,
queremos que nos dé su Herencia al instante.
Cuando hablamos con Jesús, con gestos melifluos, pasamos el plumero por Su Trono y lo invitamos a tomar asiento, tenemos adulaciones y halagos -de los mismos que usamos con los mercachifles de la política- para procurar granjearnos sus favores y gozar de sus predilecciones.
Así
que, para neutralizar tanto embeleco, Tú nos exiges sacar el tren de aterrizaje
y darnos cuenta de la “realidad”:
El
Mesías tiene que,
i) Padecer mucho
ii) Ser desechado por
los ancianos, los sumos sacerdotes y escribas
iii) Ser ejecutado
iv) Y Resucitar el
Tercer Día.
No
iba a resucitar esa misma tarde, ni al otro día, sino al “Tercer Día”. Había
que esperar para que dijeran como María la hermana de Lázaro, “ya huele mal”;
que era como decir: ¡Ni modos, ya no hay reversa! ¡Ya está muerto y
recontra-muerto! Sólo si viniera el Mesías en Persona, Él sí podría Levantarlo.
Así
que los tres primeros puntos eran para llegar al Cuarto, sólo resucitando le
ganaba a la muerte, al pecado y al mal. Y sólo cumpliendo el Cuarto punto
quedaba irrevocablemente patente que Él es el Mesías Esperado, ¡El Vaticinado
en todas las Profecías!
La resurrección alcanza su Cima, no en los testimonios fehacientes de quienes lo vieron ya Resucitado, sino en el hecho de que Él, el Profeta-Supremo lo había anunciado, y ¡todo lo que pronostican los Verdaderos Profetas se cumple!
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