jueves, 25 de septiembre de 2025

Viernes de la Vigésimo Quinta Semana del Tiempo Ordinario


Hag 2, 1-9

Los dirigentes políticos o religiosos si no tienen un pueblo a quien dirigir y que les obedezca con fidelidad, no pueden hacer nada. Separarse del pueblo es aislarse yacer condenado a morir; es como una rama cortada de un árbol o un miembro cercenado del cuerpo, que no puede producir frutos. Animo, pues.

Milton Jordán Chigua

 

Se puede enfocar esta perícopa como una arenga de parte del profeta dirigida a Zorobabel, descendiente de David, alto comisionado del gobierno persa en Judá; en segundo lugar, al sumo sacerdote Josué, detentador de la autoridad religiosa; y, en tercer lugar, al sujeto político histórico, el pueblo, al “resto”. Procura levantar la moral de los exiliados que retornan, ellos son “el pueblo”.

 

Dios se dirige a Ageo. Aparece fechado el día veintiuno del séptimo mes -Etanim o Tishri, nuestro septiembre-octubre-  del segundo año de gobierno del rey Darío. Este es, más de un año después de la profecía que se leyó ayer como Primera lectura, en el día de conclusión de la Fiesta de las Cabañas (de las Enramadas), festividad durante la cual Salomón dedicó el Primer Templo (1R 8, 1-2), cuando se celebra, además, la cosecha de verano. Pero, la cosecha fue realmente flaca, lo que aquí se lee como un “castigo” por la molicie con la que asumieron la reconstrucción del Templo.

 

Y, a los sobrevivientes, los reta a comparar con el Primer Templo, sesenta y seis años atrás. Pero después de poner los cimientos, poco o nada se hizo en la verdadera reconstrucción.

 

Aquí se inserta la consigna de Ageo: “Y anímense todos ustedes, gente del país. Trabajen, que Yo el Señor, estoy con ustedes. Yo el Señor Todopoderoso lo afirmo. Tal como se los prometí cuando salieron de Egipto, mi Espíritu los acompaña”.

 

Pero el oráculo Divino no se detiene ahí, y prosigue:

 

“No tengan miedo, dentro de poco haré temblar el Cielo y la tierra, el mar y la tierra firme. Haré temblar a todas las naciones y traerán sus riquezas, y mi Templo se llenará de Gloria”.

 

El profeta nos presenta a Yahweh como el Señor de la Historia, la señal será la destrucción que le sobrevendrá a los enemigos. La reconstrucción del Templo lo que hace es afirmar la llegada de la era mesiánica. El Templo será en lo sucesivo, signo de la era mesiánica, el Templo será su heraldo (kerix).

 

Hoy en día la historia ha marcado la llegada de la era Alejandrina, como el hundimiento de la etapa persa: El Señor del Universo, el Señor Todopoderoso lo afirma: “Míos son la plata y el oro”.

 

Se dan dos razones esenciales para suponer que este Libro no es verdadera y directamente un escrito del profeta, sino el relato de su actuación y de la resonancia que tuvo para animarlos y ponerlos manos a la obra.

1)    No hay un prólogo o alguna forma de saludo, presentación o preámbulo

2)    Su exagerada brevedad, son solo dos capítulos y 38 versículos en total.

 

El esplendor anunciado para el Templo, será, cuando el Niño-Dios sea presentado, y reconocido por Simeón, cuando declare que:

Ahora Señor, tu promesa está cumplida:

Puedes dejar a tu siervo que muera en Paz.

Porque ya he visto la Salvación

que has comenzado a realizar

a la vista de todos los pueblos

la Luz que alumbrará a las naciones

y que será la Gloria de tu pueblo Israel.

 

Cuando el velo a la Entrada del Sancta Sanctuorum se rasgue de arriba a abajo, quedará al descubierto que atrás lo único que se esconde es la vacuidad: El Arca no está. Y la Única Gloria que allí ha residido es la de Jesucristo que lo visitaba.

 

Este Templo que visitaba Jesús, difería en muy poco respecto al Segundo Templo, ya que la obra de Herodes en él, fue sólo de retoque y no una verdadera Gloria Ampliada. Los arqueólogos han encontrado que lo único que hizo fue expandir el perímetro y la elevación del templo, Se erigieron muros de contención para sostener la gran explanada del templo que albergó el centro de la vida religiosa judía, donde los sacerdotes tenían anexos o residencias dentro del complejo del templo, especialmente para quienes tenían turnos de servicio en el Santuario; y las dependencias del Sanedrín (el tribunal supremo); se anexó parte del monte de Antonia, una colina al norte del complejo, y se rellenó el espacio intermedio, lo que le dio un "perímetro" más amplio.

 

Jesús fue a Jerusalén y ¿qué encontró en el Templo? Que lo habían convertido en un “mercado”. Qué es un “mercado”; del latín mercatus, de la raíz merx ("mercancía"), relacionada con el dios romano del comercio, Mercurio. Así pues, la definición de esta palabra dice que es: Sitio público destinado a vender, comprar o permutar bienes o servicios. «Jesús les contestó: -Destruyan este templo, y en tres días volveré a levantarlo» (Jn 2, 19).

 

Aquel gesto profético recibe en el Evangelio el nombre de ζῆλος [zelos] esta palabra es una onomatopeya que pretende imitar el sonido del agua al hervir, así suenan las burbujas que se producen la llevar algo a su estado de ebullición, cuando revientan las burbujas: el celo es un estado de hervor por una pasión desatada que lo lleva a uno a tal efervescencia. Es, pues, una pasión que bulle febrilmente.

 


Siempre hemos de recordar con meridiana precisión que la Grandeza del Templo no proviene de su magnífica arquitectura, sino de la Presencia que Alberga. La Persona Ferviente.

 

Sal 43(42), 1. 2. 3. 4

Este salmo es un salmo de súplica. La suplica se presenta como si el orante se encontrara en frente al tribunal, delante del Juez. El Juez es el Señor. El orante presenta su clamor. Clamar -tengámoslo en claro- significa pedir con vehemencia, manifestar con fuerza una necesidad o un deseo. El clamor siempre encierra súplica. En la edad media el clamor siempre era forense.

 

Si el ruego se presenta ante un juez, el salmo pasa a pertenecer al género forense. Cuando se suplica, en realidad se está poniendo uno bajo la protección del otro, en este caso del Otro. Se pide que lo apadrine, que salga en su defensa, que dé un fallo favorable. Se le pide que lo cobije con su piedad, con su poder de Salvación.


Ya la primera estrofa anida tres clamores:

i)              Que lo cubra con su Justicia

ii)             Que lo defienda ante el ataque de gente malvada, de corazón perverso

iii)           Que lo salve de la gente traidora que lo acosa, que lo azuza.

 

En la segunda estrofa el salmista reconoce a Dios como su מָעוֹז [mauz] “fortaleza”, “protector”; pero siente que lo rechaza, lo que hace que camine enlutado, acongojado y amedrentado por su enemigo.

 

En la tercera estrofa le suplica que cambie su situación iluminándolo con su “Luz”, portadora de su אֱמֶת [emeth] “certeza”, “Estabilidad”, “integridad” que le sirvan de guía y lo conduzcan hasta el קָ֝דְשְׁךָ֗ [cadseka] que viene de la palabra קֹ֫דֶשׁ [qodesh] “lugar sagrado”, “Santuario”, “Lugar Santo”, “lugar donde habita Dios”.

 

En la cuarta estrofa, viene a ofrecer sacrificio de gratitud, comparece ante el Altar, en Presencia de su Dios-Alegría y su gratitud se traduce en cantos y música de cítara.

 

En el versículo responsorial lo llama “Salud de mi rostro”, “como quien dice “causa de mi buen semblante”. Y propone el lema de permanecer fieles en alabanza, de aguardar para ver como Dios se manifiesta y da motivo para retornar a las alabanzas.

 

Lc 9, 18-22

Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie.

Lc 9, 21

 

Nuestra manera de ser siempre nos conduce a volver nuestras limitaciones en castillos de humo, y sabiendo que somos hijos de Dios, quisiéramos anticipar la Gloria que nos tiene reservada. Así que, si el Mesías nos ha manifestado su Amistad, queremos que nos dé su Herencia al instante.


Cuando hablamos con Jesús, con gestos melifluos, pasamos el plumero por Su Trono y lo invitamos a tomar asiento, tenemos adulaciones y halagos -de los mismos que usamos con los mercachifles de la política- para procurar granjearnos sus favores y gozar de sus predilecciones.

 

Así que, para neutralizar tanto embeleco, Tú nos exiges sacar el tren de aterrizaje y darnos cuenta de la “realidad”:

 

El Mesías tiene que,

i)      Padecer mucho

ii)     Ser desechado por los ancianos, los sumos sacerdotes y escribas

iii)   Ser ejecutado

iv)   Y Resucitar el Tercer Día.

 

No iba a resucitar esa misma tarde, ni al otro día, sino al “Tercer Día”. Había que esperar para que dijeran como María la hermana de Lázaro, “ya huele mal”; que era como decir: ¡Ni modos, ya no hay reversa! ¡Ya está muerto y recontra-muerto! Sólo si viniera el Mesías en Persona, Él sí podría Levantarlo.

 

Así que los tres primeros puntos eran para llegar al Cuarto, sólo resucitando le ganaba a la muerte, al pecado y al mal. Y sólo cumpliendo el Cuarto punto quedaba irrevocablemente patente que Él es el Mesías Esperado, ¡El Vaticinado en todas las Profecías!


La resurrección alcanza su Cima, no en los testimonios fehacientes de quienes lo vieron ya Resucitado, sino en el hecho de que Él, el Profeta-Supremo lo había anunciado, y ¡todo lo que pronostican los Verdaderos Profetas se cumple!

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