Hch
18, 9-18
Para
darle continuidad a la misión de Pablo en Corinto, el Señor -por medio de una
visión- lo incita a persistir sin desalentarse y a permanecer allá, y la razón
que tiene Dios para tal persistencia, es que de allí va a brotar una comunidad copiosa
por el número de fieles que se le sumarían. Dice en los Hechos que se quedó
allí año y medio.
Galión
-nombrado procónsul de Acaya- fue la ocasión que trataron de encausar contra
Pablo los judíos lugareños, pero Galión se negó a terciar en un conflicto -muy
poco claro para él- para Galión, el compromiso era un asunto de palabras, de
nombres y de leyes del judaísmo; y no de un delito serio o de algún crimen
punible para le ley romana.
El
que pagó el pato fue Sostenes, el jefe de la Sinagoga, que -muy seguramente-
fue mal visto por su ineficacia para liderar el juicio contra Pablo, y se lo
cobraron con una paliza, delante de los del Tribunal y en presencia del propio
Galión.
Las
cosas así, Pablo aún se quedó otro tiempo allí, y -junto con Áquila y Priscila-
se embarcaron, más adelante, rumbo a Siria. La perícopa concluye brindándonos un
detalle: por una promesa -que no se menciona cuál era- Pablo se hizo rasurar el
cabello durante su estancia en Cencreas.
Sal
47(46), 2-3. 4-5. 6-7
Este
salmo, también, es un Salmo del Reino. Conviene, aquí, entender, que, desde el
punto de vista del judaísmo, el Trono sobre el cual se sentaba YHWH, era el Arca
de la Alianza, que se guardaba en le recamara Real del Templo, denominada el
Sancta Sanctorum, versión en latín para el קֹדֶשׁ הַקֳּדָשִׁים [Kodesh haKodashim] “el Sitio más Sagrado del Templo”. Hasta allí se lo
conducía en Procesión -que partía de la Fuente de Sion, al fondo del Valle del
Cedrón- para entronizarlo, como se ha venido explicando. Al Kodesh haKodashim
sólo entraba el Sumo Sacerdote, una vez al año, en el Yom Kippur (Día de la
expiación), en aquel
Día, entraba y salía cuatro veces, que este año 2023 caerá nuestro 24 de
septiembre. Es un acto de זיכרון־ [zijron]
“memoria que actualiza” no es algo que se trae a la memoria -no es histórico
según nuestro concepto de algo pasado de lo que se tienen registros, sino algo
que se vive, como si lo sucedido, acaeciera -una vez más- frente a nuestros
ojos, si somos del mismo linaje, tenemos todo el derecho a vivirlo como nuestros
padres y todas las generaciones que son, no que fueron; no es una película que
se vuelve a proyectar, es la vida misma que místicamente retorna.
En
la primera estrofa de la perícopa de hoy, se llama a acompañar la
revivificación con batir de palmas, lo primero que se retrotrae, gracias al
zijron, es la dicha que lo acompañó entonces, y que hoy vuelve a poblar nuestra
vida.
Nosotros,
en la segunda estrofa, no somos otras personas, sino la, misma heredad que el
Señor se escogió para que fuera su pueblo, por tanto, todas las bendiciones que
Isaac dio a su Primogénito -aun cuando fueron recibidas por un impostor- son
válidas para nosotros y nos cobijan como los que Dios quiso desde los orígenes
mismos de Israel -linaje de Jacob (que debió haber sido linaje de Esaú).
En
la Tercera estrofa, como la procesión viene del fondo del Cedrón, quiere decir
que el cortejo que finge ser portador del arca, viene subiendo, a medida que
suben, resuena la Teruah, son ovaciones, alaridos de jolgorio, aclamaciones de
alabanza, es un pueblo en solaz que -emocionado- estalla en júbilo, y tañen sus
instrumentos para mostrarle al Dios que camina-con-nosotros, la dicha de ser
sus Elegidos.
Jn
16, 20-23a
La
mujer cuando va a dar a luz se alarma, se preocupa, se asusta; ha oído que es
como si se le partiera el alma. Que sentirá como que es descuartizada. Luego,
la invade un λύπην
[lupen] “temor”. “dolor”, “dolor emocional”, es la incógnita de no saber
-especialmente la primeriza- cómo lo soportará su cuerpo. Claro, es una pesada
aflicción, es temor al dolor, que se manifiesta como una angustia.
Pero,
ya nacido el bebé, la madre, descubre asombrada, que es más fuerte de lo que
pensó, y que lo pudo resistir; su atención se vuelca por entero al nuevo ser
humano al que ella ha dado vida. ¡Con su parto! Entonces, toda la alarma, se
convierte en jolgorio, y se convierte en alegría.
Así
ha sido para los Discípulos, han vivido la deprimente experiencia de perder a
su “Líder”, de sentirse desprotegidos, ya sin su Pastor; pero a medida que constataron
la Maravilla de la Resurrección, entonces el corazón se notó estrecho para
poder contener tanta alegría.
Esto
fue una vez Resucitó, pero cuando sólo era aviso de su Partida, todo era
incomprensible: ellos -como claramente lo expresaron los Dos que iban camino de
Emaús, “Nosotros pensábamos que él sería el que debía libertar a Israel”. (Lc
24, 21a), y, ahora, “valiente libertador”, ¡les anuncia que se va!
Todo
esto es mucho más que incomprensible. Jesús les profetizó que el día de su
Partida no le iban a preguntar nada; estaban apabullados por la falta de
entendimiento. No era asunto de inteligencia. Era humanamente imposible de
entender, y sus cuestionamientos quedaban bloqueados ante la apabullante
realidad de la “derrota” y el desmoronamiento de todas las ilusiones
“victoriosas”. En ese momento, como en el de la mujer cuando va a dar a luz,
todo era zozobra, incertidumbre, inquietud, y, ¡claro que las lágrimas se
asomaban ante estas noticias, al borde de los párpados.
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