Hch
28, 16-20. 30-31.
Y toda carne verá la σωτήριον τοῦ Θεοῦ [soterion tou Theo] “Salvación
de Dios”.
Lc 3, 6
Se
tiene la sensación de que San Pablo quiere abrirles los ojos a los
“principales” del judaísmo en Roma. Denuncia que fueron los propios judíos los
que lo entregaron a los romanos, muy a pesar de que él no había hecho nada
contra las tradiciones de sus mayores y mucho menos contra su amado pueblo
Israelita. Les relata que, al interrogarlo, los propios representantes de Roma,
querían liberarlo; pero los judíos se empecinaron en contra suya, él tuvo que
apelar al César -como ciudadano romano. Les dice que precisamente por eso fue
que los convocó porque les quiere presentar que su coherencia con la causa
judía y su confianza en las promesas que fueron hechas a su pueblo, él arrastra
esta condena.
A
veces, por algunas frases que se pronuncian, se puede y se ha llegado a pensar
que Pablo dejó de lado a los judíos y se entregó por entero a la predicación
entre los paganos. Lo que vemos aquí, en estas últimas páginas, es que el
apóstol de los gentiles nunca los descuidó y estuvo al cuidado de ellos hasta
sus últimos momentos. Ya el profeta Isaías se lo había predicho, son tercos,
duros de corazón, hay que anunciarles, pero te estrellaras y quebraras tus
élitros contra la dura roca de su corazón (cfr. Is 6, 9-10). Otro detalle muy
válido de señalar es que Pablo no ve el cristianismo como una secta del
judaísmo -como lo veían los romanos que no observaban con detalle los
pormenores de esta Buena Noticia- y pasaron desapercibidos de la novedad y la
diferencia del Evangelio respecto del Vino viejo en los odres viejos. Es esto
lo que Lucas quiere destacar en estos versos. Haber apelado al César llevó el
Anuncio Apostólico a Roma, indirectamente el Imperio tomó a su cargo llevar al
Mensajero a aquellos dominios y anunciar la Noticia del Reino de Dios por los
territorios imperiales.
Pablo
vivía en Roma en su condición de “casa por cárcel”, como -en la época no había
grilletes con señal electrónica, tenía un guardia que lo controlaba
permanentemente. Allí recibía a todos los que venían a visitarlo, a
consultarle, aprovechando toda oportunidad de predicar, y testificar en favor
de Jesucristo. Y así pudo enseñar «lo que se refiere al señor Jesucristo con παρρησίας
[parresias] “toda libertad”, ἀκωλύτως [akolutos] “sin estorbos”, “sin impedimentos”.» Esta es la palabra
final de Los Hechos.
Sal
11(10), 4. 5 y 7
Este
salmo cae en el grupo de los salmos “proféticos”. De él -7 versos- se toman
tres para organizar le perícopa de dos estrofas.
Dios
está en su templo, en su Morada-Celestial, uno podría pensar que allí no le
llega ninguna noticia de todo cuanto ocurre en esta tierra. Pero estamos muy
equivocados, su Amor se expresa en su constante Mirada, tierna y cuidadora, que
vela, así como un padre/madre terrenal vela por su criatura. Sus ojos no
parpadean para cuidarnos y su Paternidad es constante en su Protección.
No quiere decir que Él no discierna entre nuestros comportamientos de buena o mala laya; Distingue entre los que no tienen culpa de nada y el que ha sembrado las semillas de huracón y está presto a cosechar tempestades. ¿hay alguien a quien Dios rechace? ¡Si! Al violento, al que usa la fuerza y su “autoridad” contra el desvalido, su sangre clamará el Cielo Eternamente y Dios no lo olvidará. Así que ¡Solo los justos contemplaran el resplandor de su Rostro!
¡Está
es, lo reiteramos, una profecía!
Jn
21, 20-25
Dejamos
un poco a Pedro cumpliendo su Misión de pastorear. Nos acercamos al que tanto
amaba al Señor y a su vez era amado por Él. No podemos olvidar que tenía la
dicha de reclinar su cabeza en el pecho de Jesús. (Cfr. Jn 13, 23). A Él le
entregó el Mandamiento del Amor, fue él el hagiógrafo (su Comunidad) a quien le cupo la dicha
de consignar lo de la Amistad, porque Él no nos ve como “Siervos”, si del
régimen de la servidumbre se trataba, no nos ve como esclavos, si el régimen
imperante era el de la esclavitud, no nos ve como peones, si de labrar la
tierra se ocupaba aquella sociedad. Nos ve como Amigos, y llega a dar la vida
para llegar al colmo del Amor por nosotros y dejar fundido a fuego el sello de
la Amistad (Cfr. Jn 15, 13-17).
Pero
nosotros siempre nos vamos por las ramas, nuestra dificultad para llegarnos a
su Amistad consiste -no tanto en nuestra torpeza- más bien en esos
desplazamientos, en esas evasivas para no ver la realidad a los ojos. Jesús nos
está hablando de que lo prioritario es el cumplimiento de Su Santísima
Voluntad, totalmente conforme a la del Padre, y ellos en cambio, se ponen a
cavilar si eso tal vez significa que el Discípulo Amado iba a ser inmortal.
Cualquier cosa es buena para desviar la atención y pasar al territorio de lo
mágico, de lo pueril, de lo esotérico, de los mistérico. ¡Nuestra debilidad
consiste en una obcecada dificultad para sacar el “tren de aterrizaje” y, en
cambio, preferir un sobrevuelo a distancia sideral!
Otro
ejemplo es este de los libros sin cuenta que se podrían escribir si el empeño
consistiera en reparar en todos los detalles y anécdotas. Y no podemos
aterrizar en que ya está todo lo necesario, que si algo faltara Él lo habría
hecho incluir. Que Él -que lo hace todo Bien y Completo-, juntó todas las piezas
indispensables. No se trata de desvelarse calculando si tendría que ser una
biblioteca como la de Alejandría, o la del Congreso en Washington, o la Británica, o la Beinecke en la Universidad de Yale (New Heaven). O, dadas las
técnicas actuales de almacenamiento de la información, si se podría constituir,
por fin, la biblioteca exhaustiva sobre Jesús.
Es muy seductor sobrevolar a distancia y despistarse. Pero el amor, nada tiene que ver con esto. El amor consiste en dar testimonio, y en que el “testimonio” sea ἀληθὴς [alethes] verdadero. Quepa destacar que este concepto entraña no tanto un acuerdo con la “realidad” sino más bien, una concepción ética de ser una información que no se puede ocultar, sino que se ha de difundir, algo que se tiene el deber de compartir, algo que sería “pecado” acaparar, porque todos dependen de Ella para poderse Salvar.
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