Gn 3, 9-15.20
¡El
pecado se ha cometido! El ser humano tiene consciencia de su culpabilidad. Es
consciente de haber desoído la advertencia. Dios, en su desvelo por el ser
humano lo previno indicándole cual era la “kryptonita” que lo podría matar, y
que, en diversas variantes, podría adulterar los enormes poderes con los que
Dios lo creó.
Por
haberse hecho pecador, cobra súbita consciencia de su estado de desnudez. Fenómeno
bien curioso, no ha habido ninguna trasformación especial en el ser, pero su corazón
da a sus ojos otro “enfoque” que le hace reconocer en su propio ser algo malo.
Ese descubrimiento lo conduce a quererse ocultar. Al percatarse de la Presencia
de Dios, ya no lo ve como un Amigo que llega a compartir con él, a gozar de su
amistad. Ahora, hay algo que interfiere esta cariñosa armonía entre Creador y
criatura.
Otra
fragilidad humana se nos descubre en este relato: se trata de un
desplazamiento. El hombre achaca la culpa a la mujer; él bien habría podido
negarse a “comer del fruto prohibido, no vemos en el relato que Eva haya coaccionado
de alguna manera a Adán a seguirla en el consumo del “pecaminoso pasa-bocas”,
ella simplemente se la נָתַן [nazan]
“dio”, “convidó”, ofreció”. ¡esto da también inicio a una “fractura” en las
relaciones interpersonales de la pareja; no sólo se ha afectado la relación
Dios-ser humano, sino que esto, además, ha traído una resquebrajadura entre el
hombre y la mujer. Se confeccionaron חֲגֹרֹֽת [jagorot]
“taparrabos”, “especies de delantales que cubrían sus partes pudendas”.
La
acción de la נָחָשׁ [nakjash] “serpiente” es presentada indudablemente
como de נָשָׁא [nashó]
“engaño”; algo parecido a lo que hacen los magos de feria que “prestidigitan”
para conducir aparentemente al prodigio. Obsérvese el parentesco fonético entre
los dos vocablos, que tienen en común dos letras. Dios mira hacia ella como primera
merecedora de sanción.
La perícopa se salta 6 versos y se va directo al nombre que Adán le da a la mujer: la llama חַוָּה [chavah] “vida”, porque ella fue madre de todos los חָֽי [kjay] “vivientes”, lo que tiene “vida”, lo que tiene “vitalidad”. Esta letra hebrea reúne tres factores habla-pensamiento-acción, que remiten a lo que puede hacer el ser humano-existente. Su grafía alude al hombre-la mujer-y-el hijo.
Sal
87(86), 1b-3. 4-5. 6-7.
Este
es un Salmo de Sion. Este tipo de Salmos está relacionado con la Iom Tov fiesta de las Succot, festividad que se
celebra a finales de septiembre e inicios de octubre. El mandamiento dice que
deben vivir una semana del año en “chozas” para que no se olviden como les tocó
hacer durante su travesía por el desierto, y -sin embargo- Dios los fue
cubriendo de protección, de detalles, durante su pasaje por tan árida e inhóspita
zona. Se ha comentado que había una procesión para rememorar el traslado del Arca
-que hiciera David- a Jerusalén. Pero, esta procesión -también lo hemos dicho
no tenía escolta militar, como si la tenía la procesión de Entronización. No es
tanto un asentamiento del rey,sino, más bien, como una subida a la Jerusalén Celestial, por
eso el valor de estos salmos es eminentemente escatológico. Si releemos en el
Apocalipsis del capítulo 21 el verso 2, se dará una imagen más precisa del
valor escatológico de este salmo: Nueva Jerusalén, descendiendo del Cielo ataviada
con traje de Nupcial para su Esposo.
Para
nosotros este Salmo vaticina todo el sentido de la Iglesia en la vida de la
Comunidad creyente. Está directa y muy estrechamente conectado con la
Maternidad de María en relación con todos los fieles, sus hijos -entregados por
Jesús en la cruz- a sus maternales cuidados. Esa maternidad se trasmite sin
discontinuidad a la Iglesia.
Jerusalén
-casi como un absurdo- es presentada en este salmo como la cuna de los peores
enemigos de Israel: Egipto, Babilonia, Tiro, Filistea, precisamente los que la atropellaron,
la violentaron, la incendiaron, la saquearon y tanto daño le hicieron a Jerusalén-
son los mencionados en este salmo para que algún día la reconozcan como su
Madre, la ciudad construida en la ladera de Sion. Pero no será por férula que
será aceptada, sino porque sus habitantes sabrán proclamarla de tal manera que
esos -antiguos enemigos- reconocerán su cobijo maternal. Sabrán mostrar a la
Mamá como prodigadora de cariños universales. La Lumen Gentium en el número 63
dice: “La Virgen Santísima, por el don y la prerrogativa de la maternidad
divina, que la une con el Hijo Redentor, y por sus gracias y dones singulares,
está también íntimamente unida con la Iglesia. Como ya enseñó San Ambrosio, la
Madre de Dios es tipo de la Iglesia en el orden de la fe, de la
caridad y de la unión perfecta con Cristo. Pues en el misterio de la Iglesia,
que con razón es llamada también madre y virgen, precedió la Santísima Virgen,
presentándose de forma eminente y singular como modelo tanto de la virgen como
de la madre. Creyendo y obedeciendo, engendró en la tierra al mismo Hijo del
Padre, y sin conocer varón, cubierta con la sombra del Espíritu Santo, como una
nueva Eva, que presta su fe exenta de toda duda, no a la antigua serpiente,
sino al mensajero de Dios, dio a luz al Hijo, a quien Dios constituyó
primogénito entre muchos hermanos (cf. Rm 8,29), esto es, los fieles, a cuya
generación y educación coopera con amor materno”.
Se
han tomado 6 versos y medio de sus 7 versos, para conformar la perícopa que se
proclama en esta fecha; con ellos se han agrupado 3 estrofas.
Empieza
enunciando la preferencia fundamental de Dios por esta Ciudad, por encima de
todas las otras localidades que los judíos hayan levantado. Luego enumera las
ciudades rivales, y dañinas que terminaran reconociéndola como la Ciudad que el
Propio Dios se construyó. Concluye diciendo que no habrá mayor orgullo para los hijos de Dios que
mostrar su partida de nacimiento inscrita en los archivos del Despacho Notarial de la Santa Ciudad.
Jn
19, 25-34
Continuando
la relación estipulada entre Jesús, María y la Iglesia, queremos aquí, darle un
repaso al Concilio Vaticano II, que, en la Lumen Gentium, en el numeral 58 dice:
«En la vida pública de Jesús aparece reveladoramente su Madre ya desde el
principio, cuando en las bodas de Caná de Galilea, movida a misericordia,
suscitó con su intercesión el comienzo de los milagros de Jesús Mesías (cf. Jn
2, 1-11). A lo largo de su predicación acogió las palabras con que su Hijo,
exaltando el Reino por encima de las condiciones y lazos de la carne y de la
sangre, proclamó bienaventurados (cf. Mc 3, 35; Lc 11, 27-28) a los que
escuchan y guardan la palabra de Dios, como ella lo hacía fielmente (cf. Lc 2,
29 y 51). Así avanzó también la Santísima Virgen en la peregrinación de la fe,
y mantuvo fielmente su unión con el Hijo hasta la cruz, junto a la cual, no sin
designio divino, se mantuvo erguida (cf. Jn 19, 25), sufriendo profundamente
con su Unigénito y asociándose con entrañas de madre a su sacrificio,
consintiendo amorosamente en la inmolación de la víctima que ella misma había
engendrado; y, finalmente, fue dada por el mismo Cristo Jesús agonizante en la
cruz como madre al discípulo con estas palabras: «Mujer, he ahí a tu hijo» (cf.
Jn 19,26-27)».
Aquí
es muy importante mirar las dos palabras que pronunció Jesús en la Cruz, en su
penosa agonía: “Tengo sed” (Jn 19,28) y “Todo está cumplido” (Jn 19, 30). La
sed no se refiere a una sed de agua, sino al anhelo profundo de encontrar
refugio en nuestro corazón. Τετέλεσται [tetelestai], ¿cómo traducirlo? Hay una “misión” que implica
cumplir varios pasos, una secuencia de etapas, se van cumpliendo una a una; al
final, todo lo que se esperaba, se ha hecho. ¡Eso es! Todo se ha hecho, ¡está
cumplido! Lo que se alcanzó, puso las bases para que -con el impulso dado- se
produzcan -hasta la satisfacción- las etapas pendientes. La Madre, los discipulos y nosotros miembros de este linaje, le daremos continuidad y proyección.
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