Hch 11, 19-26
Vivir en comunidad implica aprender a caminar juntos, llegar
a dominar la sinodalidad. Es un aprendizaje progresivo, no se llega a “caminar”
la sinodalidad en el sentido de llegar a conocer la respuesta exacta para cada
situación, sino en aprender a respetar al hermano, a buscar juntos, a reconocer
los errores y procurar reaccionar rápidamente a cada equivocación detectada,
pero -además- a entender que no todos tiene la misma velocidad para identificar
los yerros, que algunos se tardan más, y que quienes madrugan a reconocer el
desvío, deben -con toda la paciencia del mundo- procurar “demostrarle al
hermano que hay que re-direccionar; pero sin desesperar por la demora para
entender, sin destruir la solidaridad que garantiza que se está construyendo.
Quizás, alguien quiera aprovechar su rápida detección de la
equivocación, pero pronto sabrá que no se puede ir por delante y abandonar a
sus hermanos; porque entonces, negará y desbaratará todo lo logrado. No es una
carrera, pero especialmente, no es una carrera de velocidad. O se avanza juntos
o, ¡no se va a ninguna parte!
La persecución los había llevado a Fenicia, Chipre y
Antioquía; y ellos persistían en llevar el mensaje exclusivamente a los judíos.
Algunos chipriotas y Cireneos (grupo de judíos helenistas), resolvieron llevar
el Anuncio también a los griegos. A Dios le pareció que esto era muy conforme a
su Proyecto salvífico, y bendijo esta acción con la incorporación de numerosos
creyentes. Cuando esto llegó a oídos de la Iglesia de Jerusalén.
Enviaron a un delegado “observador”: Bernabé
(nombre de origen arameo בר נביא [barnabia] “hijo de profecía”), según nos dice el Libro de los Hechos, era un hombre
bueno, lleno de Espíritu Santo y de fe (Cfr. Hch 11, 24 ab). Así que un grupo
numeroso de estos griegos se les sumó.
Salió
entonces Bernabé hacia Tarso, buscando a Saúl, una vez lo ubicó, se lo llevó
para Antioquía, donde establecieron una especie de “escuela de cristianismo”, y
estuvieron cerca de un año διδάξαι [didaxai] “instruyendo” (viene del verbo διδάσκω [didasko]
que significa dos cosas a la vez: impartir conocimiento; aportar información),
a “muchos”. Fue en aquella localidad donde apareció el nombre de “cristianos”,
para designar a quienes seguían las Enseñanzas de Jesús.
Estas
comunidades tenían ciertos rasgos que iremos identificando posteriormente, pero
que es conveniente enunciarlas aquí, para ayudarnos a mejor acceder a lo que
viene en estas tres semanas de Pascua en las que seguiremos estudiando el Libro
de los Hechos de los Apóstoles, hasta alcanzar el capítulo 28 verso 31, el
último de este Libro, el sábado 27 de mayo.
a)
En sus
comunidades había tanto judíos como griegos.
b)
Eran
comunidades que giraban en torno a una “casa”.
c)
Prontamente,
las mujeres alcanzaron un rol preponderante y se descuartizó el prejuicio
pro-machista del culto judío.
d)
Las
Eucaristía, con sus comidas comunitarias, cuando se realizaban en una casa
judía se comía respetando la dieta kosher que ellos seguían; pero si se
realizaba en una casa helenista, se permitía y era bien visto que los judíos
llevaran los alimentos acordes a sus prohibiciones alimentarias propias. Sabían
acoger y respetar las diferencias. No faltaron -claro- los recalcitrantes que
se obstinaban y volvían el asunto tema de desbarajuste comunitario.
e)
A partir de
estas comunidades surgieron otras comunidades no fijas, sino itinerantes que se
encargaban de ir llevando el mensaje, y expandir la Buena Nueva.
Sal 87(86), 1b-3. 4-5. 6-7
Esta es una especie de himno a Sion, no precisamente himno,
sino Cantico de Sion. Enlaza perfectamente con la Celebración de la Dedicación.
Y, sin duda los versos de la segunda estrofa que proclamamos hoy, resume el
universalismo al que tiende nuestra fe, donde son acogidos los egipcios, los
babilonios, los filisteos, los tirios y los etíopes que la tienen como cuna
adoptiva por haber optado por la fe que desde allí se propagó. Los que se
mencionan son -en la época de la que data el Salmo, los adversarios más
acérrimos: es como si el salmo dijera: los más alejados, que incluso muestran
los dientes en contra nuestra y están prestos a desgarrarnos, se convertirán en
los más amorosos seguidores y amantes del Señor, se contarán entre las ovejas de
mi Redil.
Hay una Puerta preferida por Dios, y una Morada excelsa entre
las moradas de Jacob, esa es la honra y dignidad de esta Ciudad.
Pero hay -aun todavía más- la Fuente de las fuentes, radica
allí. Y sus nativos están -por derecho propio- inscritos en el Libro de Dios.
Pero, en el verso que sirve como responsorio, se hace una
aclaración esencial: No es la Ciudad por la Ciudad misma, sino, la Ciudad porque
ella ha sido electa por Dios lo que gatilla la Alabanza. Se alaba al Señor,
porque Él es para todos, lo que dimana del Monte Santo es el Señor que fijó
allí su residencia y quiso sembrar el Árbol de la Cruz en sus laderas: “Alaben
al Señor todas las naciones.
¡Ojo! No se trata del concepto de nación que manejamos
nosotros, no son “naciones-estado”, que es una idea muy siglo XVIII, así como
la de patria y la consecuente de nacionalismo. Aquí ha de entenderse como
“lugar de nacimiento”, no como delimitación geopolítica. El salmo es muy
estricto al cargar la palabra de significado: זֶ֝֗ה
יֻלַּד־שָֽׁם׃ [ze yudlad sæm] “todos han nacido allí”.
Jn 10, 22-30
Alcanzamos a hacer una mención mínima sobre la Fiesta de la
Dedicación, causada porque este tema es presentado como marco temporal de la
perícopa de Jn que nos ocupará hoy: Se celebraba la Fiesta de la Dedicación. La
historia de Sion, de Jerusalén y en particular del Templo, tiene tanto que
mostrarnos y tanto para guiarnos que bien se merecería darle un mayor realce,
siempre con el propósito de acercarnos con mejores herramientas exegéticas.
Las perícopas anteriores, las que hemos venido estudiando
últimamente tenían otro marco temporal, era la fiesta de las Succot, que se ha
traducido por “tabernáculos” que para nosotros ha llegado a significar otra
cosa. Es mucho más claro si lo traducimos por “chozas”, “cabañas”, en fin,
“enramadas”. El tipo de viviendas improvisadas que armaban los hebreos en su
tránsito por el desierto durante el Éxodo. Tres meses más tarde, el 25 del mes
de Kislev, se celebra la Hannukah -a mediados de diciembre- Fiesta de la
Dedicación del templo.
Judá fue una colonia egipcia, luego de Babilonia, luego de
los Medos, luego griega. Antíoco IV introdujo el culto a deidades griegas -y
como siempre hay muchos que se inclinan “al sol que más calienta”, es decir, allí
donde mejor se lucra y encajan sus conveniencias, los camaleones
político-económicos que usan su piel mimética para camuflarse- se vestían como
ellos, comían lo que ellos -descuidando la tan sonada “pureza alimentaria”-
adoptaban sus costumbres, no guardaban el Sabbat y se acomodaban a esa cultura
en general, y -además- adoraban sus
dioses y participaban en sus cultos, fomentando el culto a Zeus.
Apareció el movimiento guerrillero de Matatías, víctimas de
la presión y la degradación de sus preciadas normas-mandamientos, habían tenido
que huir a las montañas o a la región desértica. Tras la muerte de Matatías, su
tercer hijo, Judas Macabeo, logró que muchos judíos se adhirieran al movimiento
y golpeó con rudeza estos centros de culto pagano, alcanzando una
re-santificación del Templo, que una vez purificado mereció su Dedicación 164
a.C. Esta es Hanukkah -una fiesta que llevaba a la meditación sobre Ez 34 donde
precisamente se censura a los pastores que están preocupados por engordar
ellos mismos, mientras su pueblo les importa menos que una col; y es
precisamente lo que Jesús nos está relatando, cuando se pasea por el Templo, y
se muestra para que reconozcamos su Autoridad, su Mesianismo.
El punto medular de la perícopa es el “desafío” que nos
presenta Jesús para que seamos capaces de enraizarnos en la identidad entre Él
y su Padre: Ἐγὼ καὶ ὁ πατὴρ ἕν ἐσμεν. [Ego
kai o Pater jen esmen] el Templo tiene que ser Dedicado, pero el Templo no es
una edificación; el Templo es la Unidad de Dios-Padre y su Hijo que nos
recapitula a todos, y nos conduce a la unidad personal y a la Unidad Colectiva
de Pueblo escogido; así como el pan recoge las espigas dispersas en el campo y
el vino recolecta las uvas regadas por el viñedo y las unifica: El Templo es el
Cuerpo Místico y el Pastor trabaja día y noche en la arquitectura Perfecta y
Maravillosa de esta Consagración: Ese Templo es el Templo Escatológico: Jesús
se paseaba por el Pórtico de Salomón como revisando el factor que hizo a Dios
no aceptar que David le construyera un Templo; La Nube-Shekina llenó el Templo
y los Sacerdotes no pudieron seguir oficiando (1Re 8, 10-11). La Liturgia
aceptable a Dios será la Apocalíptica que presida Jesús (Ap 19, 5-9). Así, esta
perícopa nos asoma en una perspectiva general, desde un Templo no aceptado, a
uno profanado, a uno limpiado y purificado, hasta llegar al Templo definitivo
dedicado con la Sangre del Cordero, un Templo-Viviente, el Templo del Pastor
que se olvida de Sí mismo y sólo piensa y se ocupa de su Rebaño.
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