Eclo 35, 1-12
Se
termina este fragmento que leemos hoy, corroborando que Dios, en su Justicia,
no se deja torcer haciendo acepción de persona.
Muchas
veces amputamos la relación con Dios reduciéndola a la más mezquina
manifestación: no hacer unas acciones que el Señor vetó. Pero, podríamos estar
más cerca de su amistad, si hiciéramos todo el bien posible. La perícopa del
Eclesiástico nos da todo un elenco de ejemplos de acciones positivas -un par de
ellas negativas, porque siempre hay que recordar que el basto campo de nuestra
Libertad tiene su límites- demos un vistazo:
a) Observancia de la
Ley y ejercicio de los Mandamientos, si, empezando por ahí.
b) Devolver un favor.
c) Dar limosna.
d) Apartarse del mal y
ofrecer sacrificios de expiación.
e) No presentarse al
Señor con las manos vacías.
f) Abundante práctica
de la Glorificación a Dios.
g) Mostrar regocijo
cuando se le ofrenda a Dios.
h) Darle a Dios
generosamente.
i) No ocurrírsele
“sobornar” al Señor.
A
medida que se avanza en la lista de ejemplos, surgen ideas alternativas o
complementarias de Glorificar a Dios, pero también se va dando uno cuenta que,
glorificarlo a Él es en verdad actuar a favor de uno mismo, así como vivir en
armonía con los otros.
Recordemos,
en conclusión, que el genuino cumplimiento de la Ley -no cosiste en aprender de
memoria listas y listas -lo que está muy bien como ejercicio de memoria- sino
que, está en obrar siempre amorosamente y hacer todo el bien que nos sea
posible, aprovechando y descubriendo las diversas oportunidades que Dios va
dejando a nuestro paso.
Sal
50(49), 5-6. 7-8. 14 y 23
Este
es un Salmo de Alianza. Los investigadores han encontrado documentos que
registran las Alianzas que hacían -pongamos por caso- los Hititas entre el
pueblo y su regente. En ellos se empezaba diciendo quien era el que enunciaba
el pacto, señalando su rengo, su ascendencia y su autoridad. Acto seguido se
mostraba la naturaleza del pacto y cómo se había conciliado, haciendo -a veces-
una enumeración de las situaciones y anécdotas que lo rodeaban y lo habían
promovido. Ahí sí, empezaba a enumerar los artículos del compromiso, lo que
correspondía de parte y parte; y concluía indicando quienes actuaban como
testigos, y -a veces- garantes también del pacto.
Alguna
vez -estudiando los Salmos de Alianza- señalábamos que solían incluirse -aun
cuando no siempre- bendiciones y maldiciones en caso de fiel cumplimiento o de
incumplimiento, respectivamente.
El
pacto de hoy formulado de forma concisa, gira en torno al cumplimiento de los
Mandatos del Señor lo que el Señor se compromete a pagar, entregándole la
Salvación. La pericopa resume el “Tratado” en 3 estrofas:
Nos
cuenta que el “pacto” se selló con un sacrificio y anuncia que llega el momento
de juzgar, preside la sesión el Propio Dios.
Declara
el señor que el problema no está en los Sacrificios que Él reconoce han sido
continuos.
Y
en la tercera estrofa señala como dos clausulas mayores: el cumplimiento de los
pactado es glorificación para el señor y Él lo compensará por darle כָּבַד [kabad] “honra”; el que ha hecho el bien
será premiado dejándole ver la salvación, -no cualquier salvación- sino la que
da Dios, la Verdadera יֵ֫שַׁע
“Salvación”; está palabra hebrea significa “Salvación” + “Seguridad” +
“Bienestar”.
Mc
10, 28-31
El cumplimiento de una Alianza es recompensado con Bendición.
Jesús nos va a señalar hoy cómo será recompensada la Alianza de “Seguimiento
discipular” que se selle con Él. Sin
embargo, como se dice cuándo se va a dar una “mala noticia”, ¡siéntense, por
favor! Aquí no se va a dar una “mala
noticia” que todo lo que contiene el Evangelio -de conformidad con su título-
es Buena Nueva. Lo que pasa es que la cultura en la que, por siglos, hemos
estado inmersos, nos ha venido infiltrando con un “esquema” completamente
opuesto. Se trata del paradigma de el “poseer”. Allí se da una colisión frontal
entre el esquema tradicional (odres viejos), y lo que Jesús propone: ¡el Vino
Nuevo! Según el paradigma cristiano, la cuestión no es poseer, el quid del
asunto está en la “donación”. Y mucho más que dar cosas, en la capacidad de
darse, uno mismo.
Miren como se presenta la Alianza en cuestión: todo aquello
que uno abandona por la causa del Evangelio, será restituido al ciento por uno
con “ñapa”. Cuando se hace una compra, cabe la opción de pedir la “ñapa”, que
es una porción adicional que no se paga, pero se da como premio y estímulo al
comprador. Por ejemplo, se compra una docena de bananos, y se recibe, como
obsequio, una mandarina. Jesús ofrece un vendaje, se recibirá cien veces más de
lo que se ha dejado para hacerse discípulo, y la ñapa serán διωγμῶν [diogmón] “persecuciones”. Esta palabra en griego es lo que
se hace con un animal cuando se le da cacería y -cuando ya se le tiene a mano-
se le apabulla hasta acabarlo. ¡Ahí está la “ñapa”!
Pero, en la realidad escatológica, recibirán la “Vida
eterna”. Este planteamiento desmonta una ideología fundamental de la teología
judía que consideraba que la rectitud y coherencia con la Ley se traducía en
bonanza económica y derroche de salud y longevidad, y también pone termino a
toda fe que quiere comprar con virtud el éxito aquí en la tierra. Por eso el
verso 31 llega a la conclusión: “Muchos primeros serán últimos, y los últimos, primeros”,
porque es necesario poder salirse de la lógica común y silvestre y poder
cabalgar a lomo de la lógica Divina.
Muchos prefieren mantener su apego a la riqueza material, y
no comprometen nada al seguimiento de la fe cristiana; así que siguen porfiadamente
aferrados a su teología de la “retribución”, y ponen en el lema de su escudo
aquello de que “más vale pájaro en mano…” y lo complementan con la consigna
“hoy comamos y vivamos que mañana moriremos” que aparece citada en 1Cor 15, 32,
refiriéndose a quienes desconocen la realidad escatológica. Si cabe, citaré un
comentario que se añade en UNA COMUNIDAD LEE EL EVANGELIO DE MARCOS de
Beck, Benedetti, Brambillesca, Clerici y Fausti, donde se glosa el tema del
culto a la riqueza y de toda esta ideología tan mundana y favorecida, diciendo:
«Vale la pena subrayar que el dinero es el rostro concreto de toda idolatría, y
se le adora más que lo que pensamos desde el Occidente hasta el Oriente, y eso
lo hacen tanto los que se llaman cristianos como los ateos, en forma de capital
o bienestar. En general, todos nosotros somos devotamente solícitos en su
veneración durante 24 horas diarias, en parte con un culto directo (el trabajo)
y en parte con un culto indirecto (el descanso para trabajar). Nuestra misma
“doctrina social” en el fondo corre el riesgo de no hacer más que codificar
razonablemente su culto».
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