SANCTA DEI GENITRIX
(θεός, Dios - τόκος, parto)
Num 6, 22-27; Sal
67(66), 2-3.5.6.8.Ga 4, 4-7; Lc 2, 16-21
ἡ δὲ Μαριὰμ πάντα
συνετήρει τὰ ῥήματα ταῦτα συμβάλλουσα ἐν τῇ καρδίᾳ αὐτῆς
Pero María lo
conservaba y meditaba todo en su interior
Lc 2, 19
1
De
Santa María se dice en la Carta a los Gálatas –Segunda lectura de la liturgia
de hoy: "Cuando se cumplió el plazo, envió Dios a su Hijo, nacido de
mujer, nacido bajo la ley", cotejamos con otras versiones, donde se lee
“Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer,
nacido bajo la ley” (Ga 4, 4), no es mucha la diferencia; Ella, pues, ha sido
quien se ha encargado de darle un cuerpo al Verbo de Dios hecho hombre. La
Santísima Virgen está en la base misma
del proceso de dar ser-histórico a Quien –de Suyo- había habitado por
Naturaleza, la Eternidad; abriendo y destrabando con su Fiat las compuertas de
la Salvación. Esta participación de lo
humano en la Encarnación ya ennoblece al ser humano y dignifica en grado sumo a
la mujer. Ya hemos visto que Jesús gustaba llamarse a sí mismo “Hijo del
hombre” queriendo resaltar con ello su plena humanización; pues es la
aquiescencia de María lo que permite que Jesús pueda asumir la plenitud de
nuestra naturaleza ya que es indispensable que todo lo humano sea asumido para
que todo lo humano pueda ser redimido, para que todo lo humano sea
verdaderamente salvo.
La
Iglesia acepta este "misterio" consignado también en el texto de un
antiguo himno "Él a quien todo el universo no podía contener, fue
contenido en tu matriz, Oh Theotokos". «Aquellos que insisten en que en
Él no hay otra cosa que un hombre
engendrado por José permanecen en la esclavitud de la desobediencia antigua y
en ella mueren no habiendo alcanzado la comunión
con el Verbo de Dios Padre, y no han tomado parte en la libertad que nos viene
por el Hijo, según lo que Él dice de sí mismo: “Por tanto, si el Hijo les da la
libertad, serán verdaderamente Libres” (Jn 8,36). Al ignorar al Emmanuel nacido
de la Virgen (Is 7,14) se privan del don
que Él nos hace, que es la vida eterna; no habiendo recibido al Verbo de la
incorruptibilidad eterna, de la incorruptibilidad, de la muerte, por no haber
acogido el antídoto de Vida.»[1]
Al
celebrar la Madre de Dios, en griego, Theotokos. Madre de la Contemplación, de
la Adoración, de la Vida Mística; por cuya intercesión ponemos nuestra vida y
las primicias del 2019 en las Manos de Jesús, en las del Providente Dios-Padre
y en las de su Esposo, el Espíritu Santo: “En este primer día de un nuevo año
pedimos sólo que nos sea dado adorar tu Presencia, Niño Dios, en este amanecer
de nuestro calendario humano, dejando que Tú guíes los acontecimientos de
nuestras vidas y de la vida del mundo. Te pedimos solamente, Niño Dios, que nos
concedas tener una fe profunda que se sienta satisfecha con mirarte y sonreírte
silenciosamente, para prepararnos desde ya a tener corazones vacíos de palabras y capaces de acoger gozosamente las
tuyas cuando, al encontrarnos nos hables: Madre del Señor, ven con tu Hijo a
nosotros, a pesar del frío y la indiferencia del mundo, nuestro corazón tendrá
–tanto para Él como para Ti, un cálido refugio”[2]
2
Fue
en el 431, durante el Concilio de Éfeso que se proclamó solemnemente la
Maternidad de Dios en la Maternidad de María al dar a luz a su Hijo
Jesucristo-Nuestro-Señor. Con frecuencia saludamos a Santa María-siempre-Virgen
con una antiquísima oración titulada Sub tuum praesidium que viene en la
Liturgia de las Horas y que data del siglo III, al parecer tuvo su origen entre
los Coptos, aun cuando el papiro que se ha recobrado está en griego: “Bajo tu
amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios: no desoigas las suplicas que te
dirigimos en nuestras necesidades; antes bien, líbranos de todo mal y peligro,
oh siempre Virgen gloriosa y bendita”.
Debemos
al eminente papirólogo de la Universidad de Oxford Edgar Lobel el
descubrimiento de un papiro, cerca de la ciudad de Oxirrinco Según los
registros históricos, es en esta oración, donde por primera vez hace su
aparición este apelativo dirigido a Santa María: Θεοτόκος. que para el siglo IV
ya se había hecho frecuente tanto en Oriente como en Occidente. Aquí la palabra
aparece en modo vocativo: Θεοτόκε. Lobe dató este papiro en el 250 de nuestra
era.
Gabriele
Giamberardini, pionero especialista en el cristianismo primitivo egipcio, en un documentado estudio, ha mostrado la
presencia del tropario (himno bizantino) en los más diversos ritos y con
diversas variantes que se encuentra, inclusive en la liturgia latina.
Fue
Nestorio, en el siglo V quien puso en entredicho la expresión Teotokos,
proponiendo la limitante de Christokos, es decir, sólo Madre de Cristo; para
Nestorio habían dos personas: por una parte el Verbo, y por otra, bien
distinta, Jesús; murió en la cruz –según Nestorio- Cristo, más no el Verbo, una
presencia especial de Dios en la humanidad de Cristo, como en un ser santo,
como en un templo. Viene aquí, la contra-posición, la de San Ignacio de
Antioquía y San Cirilo de Alejandría, que devino la del Concilio de Éfeso,
aclarando que en Jesucristo hipostáticamente (ύπόστασις) conviven –desde la
concepción- El Verbo y el hombre. Teotokos es, pues, la Madre del Verbo
Encarnado. No se debe leer como si María fuera Madre de una sola de las
entidades, puesto que no encontramos dualidad en Jesucristo, en Él está el
hombre y está Dios; al nacer, nacen unificadamente Dios-y-Hombre, por eso
podemos predicar que María es tanto Christokos como Theotokos. Simultáneamente
ambos. Al decir de San Agustín: “Si la Madre fuera ficticia, sería ficticia
también la Carne (…) y serían ficticias las cicatrices de la Resurrección”
(Tratado sobre el Evangelio de Juan 8,6-7).
«María
no le dio a su Hijo Jesús la divinidad, pero bien podemos decir que es madre,
no solamente de su carne, sino de la persona que engendra, que en este caso
singular es la persona única de Dios hecho hombre. María, la madre de Jesús, es
Madre de Dios.»[3]
3
Bueno,
hoy la Santa Madre Iglesia, para iniciar el Año Calendario, celebra la fiesta
de Santa María Madre de Dios, Θεοτόκος. Vayamos a las lecturas señaladas para
esta liturgia. La primera cosa que notaremos es la -prácticamente total-
ausencia de la Theotokos en ellas. Podríamos decir que se la nombre dos veces,
una de manera directa y la segunda de forma indirecta, a esta ya nos hemos
referido, se trata de la mención hecha sobre ella en la Carta a los Gálatas 4,
4. La mención directa se hace en el Evangelio de San Lucas: «Fueron aprisa y
encontraron a María, a José y al niño acostado en el pesebre» Lc 2, 16. Y eso
es todo. El protagonismo en la perícopa del Evangelio se lo llevan los
pastores.
«La
familia de María estaba lejos, allá en Nazaret. El niño nació, fue envuelto en
unos pañales y dejado en un pesebre sobre la paja (cfr. Lc 2,7). Los pastores
vinieron a hacerle una visita (cfr. Lc 2, 8-12). No apareció ninguna persona
importante en la cueva. Sólo gente pobre. Todo pobre… Solamente la gente pobre
como los pastores y la gente humilde como los magos pueden tomar en serio esta
noticia y creer en ella.»[4]
La
palabra que aparece en el Evangelio de San Lucas, en el capítulo 2, en los vv.
8. 15.18. 20, es Ποιμένες pastores; como
se puede ver, son mencionados cuatro veces, y toda la perícopa gira en torno
suyo. ¿Qué es lo que hacen? Reciben un anuncio y se dedican a difundirlo
δοξάζοντες καὶ αἰνοῦντες, es decir,
actúan como misioneros evangelizadores. Eso es lo que encontramos en el
Evangelio de hoy.
Abel,
Abrahán, Isaac, Jacob, Moisés, David figuras especialísimas de la Sagrada
Escritura eran pastores. Los pastores se caracterizaban porque eran
seminómadas, vivían trasladándose de un
lugar a otro, en busca de agua y pastos
para sus rebaños. Además, debían proveer un lugar seguro para sus rebaños, los
pastores tenían que proteger a sus ovejas de los ladrones y de los animales
tales como los lobos, los leones y los osos
y prevenir que se apartaran del rebaño y se perdieran.
La
palabra "pastor" se usa con frecuencia en el texto bíblico para
designar a la dirigencia: los sacerdotes y gobernantes, los escribas y la clase
acomodada. Los profetas Isaías, Ezequiel y Zacarías reprendieron duramente a
los dirigentes de Israel, y los compararon con pastores despiadados,
insensibles, codiciosos, que conducían a la perdición a los que estaban bajo su
cuidado, y se aprovechaban de ellos expoliándolos hasta la muerte.
Con
frecuencia, también, se designa al propio Jesús como un Pastor que conduce y
cuida de sus "ovejas" con ternura, bondad y fidelidad. En el capítulo
10 de San Juan, Jesús se llama a sí mismo “el Buen Pastor”, dispuesto a dar su
vida por sus ovejas (Jn 10, 11-15). Por otra parte, las ovejas llegaban a
identificar de tal forma a su pastor, que lo reconocían y sólo respondían a su
voz.
Identificamos
a los pastores con los Anawin, con los “clientes” de Jesús; Él siempre estaba
rodeado de enfermos, leprosos, jorobados, cojos, inválidos. Los pastores
aparecen en las pinturas egipcias frecuentemente como seres miserables, sucios
y barbudos, desnudos y medio muertos de hambre, a menudo deformes y rengos.
Emilio
Mazariegos define quienes son estos pastores: «La gente. La buena gente. Lo que
no tiene nombre. Lo perdido. Lo que no se da importancia. La gente. Los del
montón. Los de la noticia. La gente. Los de corazón sencillo y humilde.
Aquellos que hicieron temblar el corazón de Jesús de gozo. Aquellos que se
sienten bien al lado de un Nazareno, un don nadie. Aquellos que le buscan
porque lo necesitan. Aquellos que comen el pan de cada día.
En
la noche de la historia los testigos fueron una buena gente, los pastores. Gente
despreciada, gente tenida por marginados. Fueron testigos de la Buena Nueva, de
la Gran Noticia, los que vivían despojados de todo –en eterno éxodo- los que
dormían al sereno de la noche. Fueron testigos del don de María al mundo los
que tenían el corazón lleno de estrellas, como las que cubrían su cuerpo, los
que estaban acostumbrados a ver la luz en la oscuridad de la noche.
En
la noche escucharon la Gran Noticia. Y en la noche les llovió paz. Paz porque
eran buena gente. Paz porque ya la llevaban en su corazón sin poderes. Ellos
descubrieron la nueva Estrella, el Mesías esperado.»[5] En esta fecha la Iglesia
nos convida a la Jornada Mundial de Oración por la Paz.
«Así,
para designar a sus pastores, Lc tomó como modelo a los misioneros cristianos.
Se convierten entonces en modelo de lo que todo cristiano tiene que hacer en el
mundo.»[6]
4
Escasa,
muy escasa mención de la Virgen María en las lectura de esta liturgia si se
tiene en cuenta que estamos celebrando la fiesta de la Madre de Dios. Estábamos
revisando el Salmo correspondiente, el 67(66) “Que te alaben todos los
pueblos”, se trata de un salmo para pedir bendición; se dice sobre este salmo
que «desarrolla la formula ritual de Num 6, 24-26 por la que los sacerdotes
ponían el “nombre de Dios sobre los hijos de Israel “para que Dios los
bendijese»[7] El Padre Eliécer Sálesman
dice sobre este salmo que es un salmo verdaderamente misionero. Nos hemos
topado con la siguiente glosa: «Si yo fuera un ermitaño en una cueva, podrías
hacerme a un lado; pero soy un cristiano en medio de una sociedad de hecho
pagana. Soy tu representante, tu embajador aquí abajo. Llevo tu Nombre y estoy
en tu lugar. Tu reputación, por lo que a esta gente se refiere, depende de mí.
Eso me da derecho a pedir con urgencia, ya que no con mérito alguno, que
bendigas mi vida y dirijas mi conducta frente a todos estos que quieren
juzgarte a ti por lo que ven en mí, y tu santidad por mi virtud. Bendíceme,
Señor, bendice a tu pueblo, bendice a tu Iglesia, danos a todos los que
invocamos tu nombre una cosecha abundante de santidad profunda y de servicio
generoso, para que todos puedan ver nuestras obras y te alaben por ellas.»[8]
El
salmo nos dio la pista: Entonces entendimos que la liturgia tiene un eje
misional. Se refiere a ese papel de representantes, de embajadores “aquí
abajo”, está en la urgencia de que transparentemos a Dios, que vivamos
Jesusmente –valga decir- a la manera de Jesús, con el fin de que su Nombre sea
Santificado. Se cumple en la figura de los pastores y de la función que cumplen
en el relato del Evangelio. Miremos ahora, cómo está lo misional en la Madre de
Dios.
5
Félix
Moracho dice: «Dios fue enteramente libre para escoger a la madre de su hijo.
¿A qué María escoge Dios, de entre tantas mujeres, para madre de su hijo hecho
hombre? ¿A qué “señora” elige? A una mujer judía, María pertenece al pueblo
judío, un pueblo pequeño, entonces pobre, colonizado y ocupado militarmente por
el Imperio romano (Lc 2, 1-7) María es de una región, Galilea, despreciada por
los de la capital (Jn 7, 52) de un pueblito del que se dice “¿De Nazaret puede
salir algo bueno? (Jn 3,46). A una mujer pobre. Esta es la realidad. Dios no
escoge a una princesa, una persona importante. Lo podía hacer. Pero María ni
siquiera es la esposa de un sacerdote judío (y había 7.200 en aquella nación
tan pequeña), ni de un doctor (escriba), ni siquiera de un piadoso fariseo.
Mucho menos es la mujer de un hacendado, ganadero o comerciante judío. De una
mujer pobre nació el Hijo de Dios en la tierra. A una mujer de pueblo. La madre
de Dios es María de Nazaret, un pueblecito pequeño, más bien un caserío. Es una
mujer campesina. Como su hijo Jesús “el de Nazaret” (cfr. 1, 45-46) nació y
vivió pobre en medio de su pueblo. Da a luz a su hijo en un establo y no tiene
otra cuna para él que un pesebre de animales (Lc 2, 7-19).»[9]
Su
cuna es un pesebre, φάτνῃ [fatné] dice el original griego; la palabra en
español es de origen latino, viene de praesepe que significa establo, pesebre,
caballeriza, corral, cuadra, cercado o lugar cerrado en que se recoge el
ganado, cuadra. Formado por el prefijo prae
por delante, más el sustantivo saepes, que significa recinto, cerca,
cercado.
María
dejó que Jesús tomara forma en su vientre y también en su corazón, en todo su
ser, meditando hondamente lo que Jesús hacía y decía, dos formas de palabra ῥῆμα,
palabra hecho vida y palabra verbal (palabra pronunciada y palabra sucedida,
distingue Etienne Charpentier). Otro tanto hemos de hacer nosotros, ir a Jesús
y atesorar συνετήρει con profundidad cada palabra y cada gesto, dejarlos
madurar en nuestro corazón συμβάλλουσα y luego, difundirlo, proclamarlo por
doquier, procurando desatar hambre y sed de Dios.
Doquiera
se presenta María, en cualquiera de sus advocaciones, allí llega Ella,
misionera, portadora del Evangelio viviente, viene siempre con el Mesías en sus
brazos, siempre nos está indicando “Lo que les diga, háganlo” (Jn 2, 5b). «El
don que María hará a este continente es el revelar a Dios que “dispersa a los
hombres de soberbio corazón, derriba del trono a los poderoso y enaltece a los
humildes”. En pocos lugares de la tierra, María es centro de atención y de
esperanza tanto como en América Latina. Desde Guadalupe hasta Maipú, he visto
masas inmensas recorrer de rodillas interminables y duros pavimentos, para
tocar la imagen de María y confiarle su impotencia frente al sufrimiento.»[10]
“¡Te
saludo Madre de Gracia!... Con la Iglesia entera profeso y proclamo que
Jesucristo… es el único mediador entre Dios y los hombres: pues su encarnación
prodigó a los hijos de Adán, quienes están sujetos al poder del pecado y de la
muerte, su redención y purificación. Al mismo tiempo, estoy plenamente
convencido de que nadie ha sido llamado a participar tan profundamente como tú,
Madre del Redentor, en este inmenso y extraordinario Misterio. Y nadie está
mejor capacitado que tú misma, María, para permitirnos penetrar este Misterio
de manera más sencilla y clara, nosotros que lo anunciamos y que formamos parte
de Él.”[11]
María
es nuestro ejemplo de misioneros evangelizadores, aun cuando muchas veces
evangelizamos sin palabras. «Es necesario y urgente “plantar viñas”. “Sembrad,
segad, plantad y comed de sus frutos”, dice el profeta Isaías. Sembrar y
cosechar para dar con abundancia lo que cada uno ha recibido del Señor. Si no
somos misioneros no somos plenamente cristianos… Tu testimonio de buen
cristiano es fundamental donde te encuentres y tu palabra atenta para anunciar
tu experiencia de vida de Jesús a los demás es muy importante.»[12]
[1] San
Ireneo, CONTRA LOS HEREJES III,19,1
[2] HIMNO
DE NOTRE DAME
[3] Moracho,
Félix LA VIRGEN MARÍA ES MARIA DE NAZARET Ed “Tierra Nueva” Quito Ecuador p.29
[4] Mesters,
Carlos. MARÍA LA MADRE DE JESÚS. Ed. “Tierra Nueva” Quito Ecuador. 2001 pp.
38-39
[5] Mazariegos,
Emilio L. EN ÉXODO CON MARÍA. San Pablo Santafe de Bogotá. 2da ed. 1997 p. 38
[6] Charpentier,
Etienne. PARALEER EL NUEVO TESTAMENTO Ed. Verbo Divino Estella Navarra 2004 p.
115
[7] Mannati,
Marina. ORAR CON LOS SALMOS Ed. Verbo Divino. Navarra España. 1994 p.47
[8] Vallés,
Carlos G. sj. BUSCO TU ROSTRO ORAR LOS SALMOS Ed. Sal Terrae Santander España
1989 p. 126
[9] Moracho,
Félix Op. Cit. p. 7
[10] Paoli Arturo. LA PERSPECTIVA POLÍTICA DE SAN LUCAS
Siglo XXI Editores Buenos Aires Argentina 1973 p. 183
[12]
Munera Ochoa, Oscar pbro. LLAMADOS TODOS A LA MISIÓN PERMANENTE. En Revista
IGLESIA SINFRONTERAS Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús #341 p.49
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