viernes, 7 de diciembre de 2018

POTUIT, DECUIT, ERGO FECIT


Sobre el Dogma de la Inmaculada Concepción

…la encarnación es la obra mayor y más bella de toda la historia de la salvación…
Benedicto XVI

A esto estábamos destinados por decisión del que hace todo según su voluntad.
Ef 1,11b

Queremos empezar proponiendo tres numerales del Catecismo de la Iglesia Católica: ## 88-90:

88 El Magisterio de la Iglesia ejerce plenamente la autoridad que tiene de Cristo cuando define dogmas, es decir, cuando propone, de una forma que obliga al pueblo cristiano a una adhesión irrevocable de fe, verdades contenidas en la Revelación divina o también cuando propone de manera definitiva verdades que tienen con ellas un vínculo necesario.

89 Existe un vínculo orgánico entre nuestra vida espiritual y los dogmas. Los dogmas son luces que iluminan el camino de nuestra fe y lo hacen seguro. De modo inverso, si nuestra vida es recta, nuestra inteligencia y nuestro corazón estarán abiertos para acoger la luz de los dogmas de la fe (cf. Jn 8,31-32).

90 Los vínculos mutuos y la coherencia de los dogmas pueden ser hallados en el conjunto de la Revelación del Misterio de Cristo (cf. Concilio Vaticano I: DS 3016: "mysteriorum nexus "; LG 25). «Conviene recordar que existe un orden o "jerarquía" de las verdades de la doctrina católica, puesto que es diversa su conexión con el fundamento de la fe cristiana" (UR 11).

Los dogmas marianos son 4, a saber: María Madre de Dios, María Siempre Virgen, La Inmaculada Concepción de María y la Asunción de María. Estamos celebrando, hoy 8 de diciembre, el dogma de la Inmaculada Concepción.

¿Cómo habría sido concebida la Santísima Virgen? Si podemos afirmar porque así lo ha manifestado el propio Jesucristo, que Dios, en la Segunda Alianza inscribiría la Ley en nuestro propio corazón, de tal manera que no tuviéramos que enseñarnos unos a otros (Cfr. Jer 31, 33) sino que en el fondo de nuestra intimidad podríamos ir a buscar los tesoros de la Sabiduría, podemos suponer que no había necesidad de una declaración ex catedra  para que se pudiera intuir que –para llegar a ser Santa María- lo que llego a ser en tanto que Madre de Dios y Tabernáculo suyo durante nueve meses, toda pureza, toda beatitud, toda ella bienaventurada, siempre –desde el primer segundo de su existencia- la Llena de Gracia . Ya desde el siglo VII se celebraba en algunos lugares la Concepción de María Santísima, y en otros, más exactamente en Palestina, desde el siglo VIII la festividad de la Concepción de la Bienaventurada Ana.


Esa intacta pureza por la que Dios Padre y el Espíritu Santo, tanto como el Hijo, velaron desde toda la eternidad, y que la Santísima Trinidad –Dueña total del tiempo- fue reconocida a través de la Bula que proclamaba el dogma en 1854, mediados del siglo XIX la Ineffabilis Deus del Papa Pio IX. El Dogma es el de la Inmaculada, esta palabra tiene origen latino- etimológicamente es “La-sin-mancha”: “... la bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda la mancha de pecado original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo Salvador del género humano (DS, 2803)”[1]. A continuación el Papa nos invita: "Escuchen estas nuestras palabras todos nuestros queridísimos hijos de la católica Iglesia, y continúen, con fervor cada vez más encendido de piedad, religión y amor, venerando, invocando, orando a la santísima Madre de Dios, la Virgen María, concebida sin mancha de pecado original, y acudan con toda confianza a esta dulcísima Madre de misericordia y gracia en todos los peligros, angustias, necesidades, y en todas las situaciones oscuras y tremendas de la vida".

Ioannis Duns Scoti, filósofo escoces que vivió a finales del siglo XIII, a quien conocemos con el sobrenombre del Doctor Sutil, y de quien San Juan Pablo II aprobó su culto, al declararlo beato el 20 de marzo de 1993, definiéndolo “cantor del Verbo encarnado y defensor de la Inmaculada Concepción”, enseñaba en Oxford, luego en Paris y víctima de la persecución -por fidelidad con el Papa Bonifacio VIII - se vio obligado a partir hacia Alemania, donde enseñaría en Colonia. Es el eje del sistema del pensamiento medieval que se oponía al Tomismo durante el medioevo vistos hoy día como dos cúspides y dos enfoques, simplemente diversos, de una misma búsqueda sedienta de verdad. Esas dos escuelas fueron las principales de su época.

Se dice que la inspiración para defender la Inmaculada Concepción le llegó al pasar por frente de una estatua de la Virgen y decirle: "Dignare me laudare te: Virgo Sacrata"  (Oh Virgen sacrosanta dadme las palabras propias para hablar bien de Ti).

1. ¿A Dios le convenía que su Madre naciera sin mancha de pecado original? - A Dios le convenía que su Madre naciera sin ninguna mancha porque eso era lo más honroso, para Él.

2. Preguntó ¿Sí Dios podía hacer que su Madre naciera sin mancha de pecado original? A lo que le respondieron convencidos que Sí, ergo, Sí Dios lo puede todo, y por tanto podía hacer que su Madre naciera sin mancha: Inmaculada.

3. ¿Lo que a Dios le conviene hacer lo hace? ¿O no lo hace? Todos respondieron: Lo que a Dios le conviene hacer, lo que Dios ve que es mejor hacerlo, lo hace.

Entonces Scoto concluye:
1. Para Dios era mejor que su Madre fuera Inmaculada: o sea sin mancha del pecado original.
2. Dios podía hacer que su Madre naciera Inmaculada.
3. Por lo tanto: Dios hizo que María naciera sin mancha del pecado original. Porque Dios cuando sabe que algo es mejor hacerlo, lo hace. Así Dios podía, quería y por lo tanto lo hizo. “Si quiso y no pudo, no era Dios, si pudo y no quiso, no era Hijo, pudo y quiso porque era Dios y era Hijo. Y por lo tanto lo hizo”.

Duns Scoto presentó el argumento de la Redención preventiva–conservativa, argumento con filiación directa de San Anselmo que lo propuso bajo el enfoque de pre redención, según el cual se habría resguardado a Santa María en razón de la tarea que le habría de corresponder. Ella fue exceptuada en previsión, porque de otra manera, si el dardo del pecado la hubiera alcanzado a rasguñar, habría, por lo menos -durante un instante- sido servilizada por el Maligno, haciéndola indigna –por tanto- de llegar a ser el Puro Trono y Sede para El que estaba destinada. Esto no hace que María hubiera sido sustraída de ser Redimida por su Hijo sino que anticipa los efectos redentores previos al Santo Sacrificio en la Cruz, ennobleciendo de multiplicada manera la Grandeza de la Redención. «Para ser la Madre del Salvador, María fue "dotada por Dios con dones a la medida de una misión tan importante" (LG 56). El ángel Gabriel en el momento de la anunciación la saluda como "llena de gracia" (Lc 1, 28). En efecto, para poder dar el asentimiento libre de su fe al anuncio de su vocación era preciso que ella estuviese totalmente conducida por la gracia de Dios.»[2]


Si hemos de buscar las raíces de esta argumentación habrá que irlas a buscar entre las espinas que cercan las castañas. Fue Eadmero de Canterbury, benedictino, quien habría sido discípulo de San Anselmo, y que en su TRACTATUS DE CONCEPTIONE SANCTAE MARIAE, para defender la pureza de la Virgen, se apoyó en la metáfora de la castaña que sale intacta de su envoltura y argumentó: “¿No podía acaso [Dios] conferir a un cuerpo humano [...] permanecer libre de toda punzada de espinas, aunque hubiera sido concebido entre las púas del pecado? Este enfoque se remontó por encima de la teoría agustiniana, según la cual a María también la habría asaetado las consecuencias del pecado original.

Recordemos, además, que a la pregunta insistente, pidiéndole el Nombre, Nuestra Señora de Lourdes, le contestó a Bernardita Soubirou, el 25 de marzo de 1858, “soy la Inmaculada Concepción”.



[1] CEC. # 491
[2] CEC. #490.

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