Sobre el Dogma de
la Inmaculada Concepción
…la encarnación es la obra mayor y más bella de toda la
historia de la salvación…
Benedicto XVI
A esto estábamos destinados por decisión del que hace todo
según su voluntad.
Ef 1,11b
Queremos
empezar proponiendo tres numerales del Catecismo de la Iglesia Católica: ##
88-90:
88 El Magisterio de
la Iglesia ejerce plenamente la autoridad que tiene de Cristo cuando define
dogmas, es decir, cuando propone, de una forma que obliga al pueblo cristiano a
una adhesión irrevocable de fe, verdades contenidas en la Revelación divina o
también cuando propone de manera definitiva verdades que tienen con ellas un
vínculo necesario.
89 Existe un vínculo
orgánico entre nuestra vida espiritual y los dogmas. Los dogmas son luces que
iluminan el camino de nuestra fe y lo hacen seguro. De modo inverso, si nuestra
vida es recta, nuestra inteligencia y nuestro corazón estarán abiertos para
acoger la luz de los dogmas de la fe (cf. Jn 8,31-32).
90 Los vínculos
mutuos y la coherencia de los dogmas pueden ser hallados en el conjunto de la
Revelación del Misterio de Cristo (cf. Concilio Vaticano I: DS 3016:
"mysteriorum nexus "; LG 25). «Conviene recordar que existe un orden
o "jerarquía" de las verdades de la doctrina católica, puesto que es
diversa su conexión con el fundamento de la fe cristiana" (UR 11).
Los
dogmas marianos son 4, a saber: María Madre de Dios, María Siempre Virgen, La
Inmaculada Concepción de María y la Asunción de María. Estamos celebrando, hoy
8 de diciembre, el dogma de la Inmaculada Concepción.
¿Cómo
habría sido concebida la Santísima Virgen? Si podemos afirmar porque así lo ha
manifestado el propio Jesucristo, que Dios, en la Segunda Alianza inscribiría
la Ley en nuestro propio corazón, de tal manera que no tuviéramos que
enseñarnos unos a otros (Cfr. Jer 31, 33) sino que en el fondo de nuestra
intimidad podríamos ir a buscar los tesoros de la Sabiduría, podemos suponer
que no había necesidad de una declaración ex catedra para que se pudiera intuir que –para llegar a
ser Santa María- lo que llego a ser en tanto que Madre de Dios y Tabernáculo
suyo durante nueve meses, toda pureza, toda beatitud, toda ella bienaventurada,
siempre –desde el primer segundo de su existencia- la Llena de Gracia . Ya
desde el siglo VII se celebraba en algunos lugares la Concepción de María
Santísima, y en otros, más exactamente en Palestina, desde el siglo VIII la
festividad de la Concepción de la Bienaventurada Ana.
Esa
intacta pureza por la que Dios Padre y el Espíritu Santo, tanto como el Hijo,
velaron desde toda la eternidad, y que la Santísima Trinidad –Dueña total del
tiempo- fue reconocida a través de la Bula que proclamaba el dogma en 1854,
mediados del siglo XIX la Ineffabilis
Deus del Papa Pio IX. El Dogma es el de la Inmaculada, esta palabra tiene origen
latino- etimológicamente es “La-sin-mancha”: “... la bienaventurada Virgen
María fue preservada inmune de toda la mancha de pecado original en el primer
instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente,
en atención a los méritos de Jesucristo Salvador del género humano (DS, 2803)”[1]. A continuación el Papa nos
invita: "Escuchen estas nuestras palabras todos nuestros queridísimos
hijos de la católica Iglesia, y continúen, con fervor cada vez más encendido de
piedad, religión y amor, venerando, invocando, orando a la santísima Madre de
Dios, la Virgen María, concebida sin mancha de pecado original, y acudan con
toda confianza a esta dulcísima Madre de misericordia y gracia en todos los
peligros, angustias, necesidades, y en todas las situaciones oscuras y
tremendas de la vida".
Ioannis
Duns Scoti, filósofo escoces que vivió a finales del siglo XIII, a quien
conocemos con el sobrenombre del Doctor Sutil, y de quien San Juan Pablo II aprobó
su culto, al declararlo beato el 20 de marzo de 1993, definiéndolo “cantor del Verbo encarnado y defensor de la
Inmaculada Concepción”, enseñaba en Oxford, luego en Paris y víctima de la persecución
-por fidelidad con el Papa Bonifacio VIII - se vio obligado a partir hacia
Alemania, donde enseñaría en Colonia. Es el eje del sistema del
pensamiento medieval que se oponía al Tomismo durante el medioevo vistos hoy
día como dos cúspides y dos enfoques, simplemente diversos, de una misma búsqueda
sedienta de verdad. Esas dos escuelas fueron las principales de su época.
Se
dice que la inspiración para defender la Inmaculada Concepción le llegó al
pasar por frente de una estatua de la Virgen y decirle: "Dignare me
laudare te: Virgo Sacrata" (Oh
Virgen sacrosanta dadme las palabras propias para hablar bien de Ti).
1.
¿A Dios le convenía que su Madre naciera sin mancha de pecado original? - A
Dios le convenía que su Madre naciera sin ninguna mancha porque eso era lo más
honroso, para Él.
2.
Preguntó ¿Sí Dios podía hacer que su Madre naciera sin mancha de pecado
original? A lo que le respondieron convencidos que Sí, ergo, Sí Dios lo puede todo, y por tanto podía hacer que su Madre
naciera sin mancha: Inmaculada.
3.
¿Lo que a Dios le conviene hacer lo hace? ¿O no lo hace? Todos respondieron: Lo
que a Dios le conviene hacer, lo que Dios ve que es mejor hacerlo, lo hace.
Entonces
Scoto concluye:
1.
Para Dios era mejor que su Madre fuera Inmaculada: o sea sin mancha del pecado
original.
2.
Dios podía hacer que su Madre naciera Inmaculada.
3.
Por lo tanto: Dios hizo que María naciera sin mancha del pecado original.
Porque Dios cuando sabe que algo es mejor hacerlo, lo hace. Así Dios
podía, quería y por lo tanto lo hizo. “Si quiso y no pudo, no era Dios,
si pudo y no quiso, no era Hijo, pudo y quiso porque era Dios y era Hijo. Y por
lo tanto lo hizo”.
Duns
Scoto presentó el argumento de la Redención preventiva–conservativa, argumento con
filiación directa de San Anselmo que lo propuso bajo el enfoque de pre redención, según el cual se habría
resguardado a Santa María en razón de la tarea que le habría de corresponder.
Ella fue exceptuada en previsión, porque de otra manera, si el dardo del pecado
la hubiera alcanzado a rasguñar, habría, por lo menos -durante un instante-
sido servilizada por el Maligno, haciéndola indigna –por tanto- de llegar a ser
el Puro Trono y Sede para El que estaba destinada. Esto no hace que María
hubiera sido sustraída de ser Redimida por su Hijo sino que anticipa los
efectos redentores previos al Santo Sacrificio en la Cruz, ennobleciendo de
multiplicada manera la Grandeza de la Redención. «Para ser la Madre del Salvador,
María fue "dotada por Dios con dones a la medida de una misión tan
importante" (LG 56). El ángel Gabriel en el momento de la anunciación la
saluda como "llena de gracia" (Lc 1, 28). En efecto, para poder dar
el asentimiento libre de su fe al anuncio de su vocación era preciso que ella
estuviese totalmente conducida por la gracia de Dios.»[2]
Si
hemos de buscar las raíces de esta argumentación habrá que irlas a buscar entre
las espinas que cercan las castañas. Fue Eadmero de Canterbury, benedictino,
quien habría sido discípulo de San Anselmo, y que en su TRACTATUS DE CONCEPTIONE SANCTAE MARIAE, para defender la pureza de
la Virgen, se apoyó en la metáfora de la castaña que sale intacta de su
envoltura y argumentó: “¿No podía acaso [Dios] conferir a un cuerpo humano
[...] permanecer libre de toda punzada de espinas, aunque hubiera sido
concebido entre las púas del pecado? Este enfoque se remontó por encima de la
teoría agustiniana, según la cual a María también la habría asaetado las
consecuencias del pecado original.
Recordemos,
además, que a la pregunta insistente, pidiéndole el Nombre, Nuestra Señora de
Lourdes, le contestó a Bernardita Soubirou, el 25 de marzo de 1858, “soy la
Inmaculada Concepción”.
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