Is 52,7-10; Sal
98(97), 1. 2-3ab. 3cd-4. 5-6; Heb 1,1-6; Jn 1, 1-18
Se ha manifestado la gracia salvadora de Dios que trae la
salvación a todos los hombres, enseñándonos a renunciar a la impiedad y a las
pasiones mundanas, y a llevar desde ahora una vida sensata, con justicia y
piedad, aguardando la feliz esperanza y la Manifestación de la gloria del gran
Dios y Salvador nuestro Jesucristo.
Ti 2, 11-13
1
Echemos un
vistazo a la perícopa de San Lucas, capítulo 2, versos del 4 al 12.
[4]
José también, que estaba en Galilea, en la ciudad de Nazaret, subió a Judea, a
la ciudad de David, llamada Βηθλεέμ Belén, porque era descendiente de
David; [5] allí se inscribió con María,
su esposa, que estaba embarazada.
[6] Mientras estaban en Belén, llegó para María
el momento del parto, [7] y dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en
pañales y lo acostó en φάτνῃ un pesebre, pues no había lugar para ellos en
καταλύματι la sala principal de la casa.
[8] En la región había ποιμένες pastores que
vivían en el campo y que por la noche se turnaban para cuidar sus ποίμνην
rebaños. [9] Se les apareció un καὶ ἄγγελος κυρίου ángel del Señor, y la gloria del Señor
los rodeó de claridad. Y quedaron muy asustados.
[10]
Pero el ángel les dijo: «No tengan miedo, pues yo vengo a comunicarles una εὐαγγελίζομαι
buena noticia, que será motivo de mucha alegría para todo el pueblo. [11] Hoy, en la ciudad de David, ha nacido para
ustedes un σωτὴρ Salvador, que es el
χριστὸς Mesías y el κύριος Señor.
[12] Miren cómo lo reconocerán: hallarán
a un niño recién nacido, envuelto en pañales y acostado en un pesebre.»
Καταλύματι
deriva del sustantivo κατάλυμα es el singular neutro de la forma dativa; ya en
otro lugar hemos discutido que la palabra no significa “posada”, tampoco
“albergue”; sino, “sala principal de una casa”. Este asunto de la sala
principal de una casa nos trae a la memoria la práctica del Padre Carlos Vallés
que resolvió mendigar posada en casas indias, donde gente que él no conocía
pero que -por la tradicional hospitalidad en ese país- se la brindaban. De esta
manera, cada tarde él iba en bicicleta hasta la casa de sus anfitriones pasaba
allí la noche. Como él mismo nos lo cuenta, en esas condiciones “trabajé, oré,
preparé clases y escribí libros, mientras miraba, veía, asimilaba, sufría y
disfrutaba la vida diaria, las preocupaciones, las alegrías, el ruido de los
niños, las riñas de los padres, los apuros económicos y la fe religiosa de la
gente sencilla en los barrios más pobres.»[1] y, al otro día, vuelta a
pedalear de regreso a la Universidad de Ahmedabad, donde el fungía como
profesor de matemáticas. Así durante casi diez años.
El
sacerdote jesuita describe con dos pinceladas el ambiente de sus alojamientos:
«Casas pequeñas de un solo cuarto, donde pequeños y mayores se reparten el
espacio común durante el día y cubren el suelo con esteras para dormir por la
noche»[2]. Aun cuando no exactamente
igual, esta descripción nos da una idea porque María no podía dar a luz a su
Hijo en presencia de “pequeños y mayores”, hombres y mujeres convivientes, que
comparten la cotidianidad, pero no tiene por qué estar presentes durante un
parto.
Pero,
seguramente hay motivaciones comunes entre esta acción del Padre Vallés y las
de Dios-Humanado por conocer, por vivir de cerca, por compartir las vivencias
de “aquella gente”. Nadie conoce mejor a las personas que quien convive con
ellas. Eso hizo el Padre Vallés y, nos lleva a entender a Jesús, que quiso
hacerse uno de nosotros para conocernos a fondo, para “asumirnos” totalmente,
única manera de podernos redimir.
En
otra parte de su caleidoscopio el Padre Vallés cuenta la anécdota de un joven
estudiante universitario, que cursaba sus estudios en San Sebastián, donde el
Padre Vallés dio una conferencia en el Museo de San Telmo. Al finalizar la
conferencia el joven agradeció a Carlos Vallés con estas palabras: «Al oírle a
usted me he sentido orgulloso de ser indio. Gracias.»[3] Igual nos pasa a todos los
seres humanos, al saber que Dios se hizo hombre, nos podemos sentir
completamente orgullosos de nuestra naturaleza humana y confesar: De todo lo
que podría haber sido dentro de la Creación, lo mejor y lo máximo que se puede
ser es “humano”.
Pero
bueno, nos hemos apartado del tema que nos ocupa para devolvernos al que ya
tratamos suficientemente en el Tercer Domingo de Adviento. Queríamos,
simplemente, recordar que Belén significa Casa de Pan. El nombre de este
pueblito, al que Roboam –nieto de David- le construyó torres y murallas de
protección que no alcanzaron a resistir dos siglos; es una alusión a la
Eucaristía, puesto que Jesús se ha hecho Pan de Vida, con razón su pueblo natal
es “Casa de Pan”, digno portador de la enseña “Hic De Virgine Maria Iesus
Christus Natus Est”.
«Belén
parece que estuviera poblada para siempre de ángeles y pastores. Existe todavía
Belén, a diferencia de otras muchas ciudades de la antigüedad que han
desaparecido sin dejar rastro. Es una aldea de calles irregulares en la cual la
atención se concentra en la Basílica de la Natividad y sobre todo en la cueva
del nacimiento que allí dentro ha quedado encerrada. Una estrella en el
pavimento del suelo señala el sitio en que Cristo nació y una inscripción,
sobria pero elocuente, pregona: “Aquí de la Virgen María nació Cristo Jesús”.
El dato histórico y teológico del nacimiento de Jesús matizado de modo especial
por ese adverbio: fue aquí.»[4]
II
Una
Lectio Divina consta de cinco partes: Lectio, Oratio, Meditatio, Contemplatio y
Actio. El Padre Weisensee propone 7 preguntas para la Meditatio de esta Lectio,
la perícopa que hemos propuesto para esta hermosísima fecha, de las cuales
entresacamos las siguientes que nos parecen claves:
· ¿tiene algo que ver el hecho que Jesús
nazca en Belén? ¿qué importancia tiene Belén?
· ¿qué implica el hecho que María no
encontrara un lugar en el pueblo para ella dar a luz?
· ¿qué nos dice el hecho que Jesús nazca en
un pesebre, en medio de animales?[5]
«Lo
que sucede en la noche de la navidad es acontecimiento y misterio. Nace un
hombre, que es el Hijo eterno del Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la
tierra: en este acontecimiento extraordinario se da a conocer el misterio de
Dios. En la Palabra que se hace hombre se manifiesta el prodigio de Dios
encarnado. Un niño es adorado por los pastores en la gruta de Belén. Es
"el Salvador del mundo", es "Cristo Señor" (cf. Lc 2,11).
Sus ojos ven a un recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre, y
en aquella "señal", gracias a la luz interior de la fe, reconocen al
Mesías anunciado por los Profetas.
Es
«Dios-con-nosotros», que viene a llenar de gracia la tierra. Viene al mundo
para transformar la creación. Se hace hombre entre los hombres, para que en Él
y por medio de Él todo ser humano pueda renovarse profundamente. Con su nacimiento,
nos introduce a todos en la dimensión de la divinidad, concediendo a quien
acoge su don con fe la posibilidad de participar de su misma vida divina. Dios
se hizo Hombre para hacer al ser humano partícipe de su propia divinidad. ¡Éste
es el anuncio de la salvación; éste es el mensaje de la Navidad!»[6]
"Entonen al Señor un canto nuevo, pues ha hecho
maravillas, la salvación provino de su diestra, de su brazo de santidad. El
Señor dio a conocer su salvación, les hizo ver a los paganos su justicia, se
acordó de su amor y fidelidad en favor de la casa de Israel. Todos, hasta los
confines del mundo, han visto la salvación de nuestro Dios." Sal
98(97), 1-3
¡FELIZ NAVIDAD!
[1] Vallés,
Carlos. CALEIDOSCIPIO. Ed. Sal Terrae Santander – España 1985 p. 124
[2]
Ibid
[3]
Ibid p. 92
[4]
Bravo, Ernesto. LA BIBLIA HOY. Ed. San Pablo Santafé de Bogotá-Colombia. 1995
p. 230
[5] Weisensee,
Jesús Antonio Pbro. EVANGELIOS DE LA INFANCIA MATEO–LUCAS LECTIO DIVINA Ed.
Federación Bíblica Católica FEBIC-LAC Bogotá –Colombia 2000 p. 76
[6]
Restrepo S, Jaime Pbro. NAVIDAD EN FAMILIA, UNA EXPERIENCIA DE FE. En Revista
Iglesia SINFRONTERAS. #361 Misioneros Combonianos.
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