Eclo
35, 1-12
El
bloque 34,18 – 35, 13 trata sobre “El verdadero culto a Dios”. Como vemos, la
perícopa de hoy está tomada de ese bloque; y se refiere a las ofrendas y
sacrificios válidos y agradables al Señor. (Digamos que el bloque completo va
hasta el final del capítulo 35 (35,24).
Veamos
los principios sacrificiales que se enumeran aquí:
a) Observar la ley →multiplica
las ofrendas.
b) Guardar los
Mandamientos → ofrece sacrificios de expiación.
c) Devolver un favor
→hace una ofrenda de flor de harina
d) Dar limosna → hace
sacrificio de alabanza
e) Apartarse del mal →
complace al Señor
f) Apartarse de la
injusticia → hace un sacrificio de expiación
g) No presentarse al
Señor con las manos vacías → va en contra de lo que prescriben los mandamientos
h) La ofrenda del
justo → enriquece el Altar y su perfume sube ante la Presencia del Altísimo
i) El sacrificio del
justo → es aceptable y su recuerdo se conservará
j) Glorifica al Señor
con generosidad → no escatimes las primicias de tus manos
k) Cuando presentes
tus ofrendas y pagues a tiempo los diezmos de buena gana → pon cara alegre
l) Da al Altísimo,
según tus posibilidades → como Él te ha dado a ti, con generosidad
m) El Señor sabe
recompensar → te devolverá siete veces más
n) No trates de
sobornar al Señor, no te apoyes en sacrificios injustos → Él no lo aceptará
o) El Señor es Juez →
a Él no le valen los prestigios que las personas pretenden poseer.
Como
podemos notar, lo que se establece es que la vida sea acorde con el Culto; no
se han de pretender cultos pomposos cuando no hay coherencia de vida. Los dos
planos se alimentan recíprocamente.
La
manera de construir sincera amistad dentro de nuestra sinodalidad es lo que
valoriza el culto. A veces nos imaginamos que, si ofrecemos una vela con costo
bimillonario, nuestra oración será perfecta y el Señor estará más listo a
recibirla y complacerla. Muchas veces también creemos que si voy con mancornas
a la Iglesia o el dije es una cruz de oro, quedaré mejor posicionado en la
lista de clasificación y me despacharán más pronto mis pedidos. Miremos qué es
lo que plantea la perícopa de hoy, la última que estudiaremos del Sirácida.
Entendamos
bien lo de “no presentarse al Templo con las manos vacías”. Debe entenderse -creemos- como llevar las
manos llenas de buenas obras, habiendo servido con atención y delicadeza al
hermano y habiendo practicado las “obras de Misericordia”.
Nosotros
hemos encontrado una fórmula que, resume óptimamente lo que trae la perícopa de
hoy: “Cumplir la Voluntad de Dios”: pero lo que hacemos es recortarla por la
“línea punteada” y reinterpretarla como decir muchas oraciones o prender muchas
velitas, y así le robamos toda la vitalidad que estriba en actuar con todo amor
y con sumo detalle con todos los hermanos, suprimiendo toda discriminación. Que
se haga verdad que la gente se admire de cuánto y cómo nos amamos.
¿Qué
es “recortar nuestra fe por la línea punteada”? Ser creyentes de Misa Dominical
y no más. O cumplir con una pía y devota Semana Santa (ayunos, abstinencia, y
mucho golpe de pecho), y el resto del año, lejos de Dios.
Se
tiene que insistir que todos somos hermanos y que esa es la regla de oro para
ver a quien cuidamos, con quien somos caritativos.
Sal
50(49), 5-6. 7-8. 14 y 23
Sé que no necesitas mis
sacrificios, mis ofrendas, mi dinero o mi sangre. Lo que Tú quieres es la
sinceridad de mi devoción y el amor de mi corazón. Ese amor a Ti que se
manifiesta en el amor a todos los hombres por Ti. Ese es el sacrificio que Tú
deseas, y sin el que no te agrada ningún otro sacrificio.
Carlos González Vallés
s.j.
Un
salmo de la Alianza, como este, dirige nuestra atención hacia los elementos que
forjan y sostienen nuestra amistad con Dios. La Alianza es para una Amistad, y
esa Amistad es un acompañamiento fiel que nos asesora y nos dirige para seguir
el Camino Salvífico.
Podemos
suponer que la vida nos presenta una multiplicidad de Caminos, algunos nos
llevan directamente a la Salvación -es decir, a una amistad que se acrecienta y
que se hace cada vez más hermosa, más cercana, más intensa, más
resplandeciente.
Otros
caminos sólo conducen a la perdición. A veces, antes de empezar la andadura,
dedicamos mucho tiempo para cambiar toda la señalización, y las primeras
víctimas de ese falseamiento somos nosotros mismos.
En
San Mateo tenemos una mención aclaradora de lo que nos trae este salmo: «Por
eso, si tú estás para presentar tu ofrenda en el altar, y te acuerdas de que tu
hermano tiene algo contra ti, deja allí mismo tu ofrenda ante el altar, y vete
antes a hacer las paces con tu hermano; después vuelve y presenta tu ofrenda».
(Mt 5, 23s) Y es que fraccionamos y disgregamos las piezas. No tomemos el
mensaje en conjunto, sino por segmentos que -así nos hemos acostumbrado a leer
la Palabra- que una cita no tiene nada que ver con otra, y lo que obtenemos es
un conjunto troceado, discontinuo, incomprensible. Luego, insertamos citas
descontextualizada y las encajamos.
La
perícopa nos hace fácil descifrar el Salmo de hoy y llegarnos hasta su médula:
“Al que sigue buen camino le haré ver la Salvación de Dios”
«Lo
reconozco, Señor; con frecuencia me he portado mal con mis hermanos; ¿y qué
valor pueden tener mis sacrificios cuando he herido a mi hermano antes de
llegarme a tu Altar? Gracias por decírmelo, Señor; gracias por abrirme los ojos
y recordarme cuál es el verdadero sacrificio que quieres de mí. Nada de toros o
machos cabríos, de sangre o ritualismo, sino amor y servicio, rectitud y entrega,
justicia y honradez. Servirte a Ti en mis hermanos antes de adorarte en tu
Altar.» (Carlos González Vallés s.j)
Mc
10, 28-31
¿Dónde
dejamos el sábado? En Mc 10, 13-16. Pasamos por alto Mc 10, 17-27. Y
desembocamos aquí. En la perícopa que no se lee, están los mandamientos, y es
muy interesante que los mandamientos que allí se nombran son los que relacionan
al hombre con su prójimo, y se dejan por fuera aquellos que resaltan
directamente la relación del hombre con Dios.
En
lo que no hemos leído, está el señalamiento de la casi imposibilidad de que los
que tienen riquezas entren al Reino; casi casi que este evangelio los
candidatiza para que se queden por fuera. ¡Para suerte de ellos, nada se escapa
a la red Salvadora que Dios echa al mar!
«Jesús,
de hecho, afirma que, si “recibe ya ahora en este tiempo cien veces en casas,
hermanos, junto a persecuciones». Por tanto “todo y nada”. Explicó el Papa: “todo
en cruz, todo en persecuciones, junto a las persecuciones”. Porque se trata de “entrar
en otra forma de pensar, en otra forma de actuar”. De hecho, “Jesús se da todo
Él mismo, porque la plenitud, la plenitud de Dios es una plenitud aniquilada en
la cruz”. Aquí está por tanto el “don de Dios: la plenitud aniquilada”. Y aquí
está entonces también “el estilo del cristiano: buscar la plenitud, recibir la
plenitud aniquilada y seguir por ese camino”. Ciertamente un compromiso que “no
es fácil”». (Papa Francisco)
El
joven le pregunta sobre la “vida eterna”. No lo dice directamente, pero con
suficiente arrogancia dice luego: “Ya lo tengo en el bolsillo, porque los
Mandamientos los he cumplido a pie juntillas”.
El
cristiano que verdaderamente capta el sentido del Reino en la historia, lo que
nos dice el Evangelio, se une a una comunidad creyente que es una familia real,
donde todos se esmeran en cuidarse, en hacer florecer la fraternidad, en
asegurarse que todos estén bien, que impere el cariño mutuo, donde el Emperador
(imperator) es el Amor concretizado formando una red de madres, padres,
hermanos, hermanas, hijos e hijas. No para ahí, hay como un “condimento” que lo
aliña todo: “las persecuciones”. ¡Qué importa! ¡En el mundo venidero, tendremos
“Vida Eterna”!
Cuando
San Pedro pregunta, lo que espera es ser nombrado ministro de gobierno, y que
los otros cargos del gabinete sean distribuidos entre los otros discípulos. Él
se adelanta a preguntar, porque lo reconoció Mesías, ya habiéndole dado el título
de Rey, había asegurado el puesto de preeminencia. ¡No había rival a la vista!
Así lo visualizaba Pedro.
En
toda la perícopa hay un infiltrado, que está en el corazón de cada uno de los
presentes, excepto en Jesús que es el “interrogado”. Por lo general, el
interrogado es el “acusado”. Si vamos tomándole el pulso al relato, vemos que
la manera “insolente” de preguntar pone a Jesús en el banquillo de los
acusados. Jesús no deja vulnerar su Amor por ningún azote, ya lo veremos en la
Semana Mayor. Pese a todo: Lo miró con Amor. Se ratificó en lo
suyo, no dudó ni un solo instante. De sus facciones no se retira ni un solo milímetro
esa Misericordia que borbotea en su Tiernísima Compasión. Antes de ir adelante,
releamos tres, cuatro o cinco veces el verso 10, 21a: “Jesús, fijando en él su
mirada, le amó”.
Destaquemos
que no fija en Él una mirada rencorosa, o suplicante, o asustada; la mirada que
le dirige es “penetrantemente amorosa”. Es la misma mirada que nos dirige
cuando venimos a rogarle riquezas, o solución de problemas…
¿Qué
dice al final de la perícopa? “muchos primeros serán últimos y los últimos,
primeros”. Porque los adinerados siempre -así se acostumbra en este mundo- son
los primeros; esos serán -en el reino- los últimos”.
Y
¿a quienes tenemos por últimos? ¿a quienes nos empecinamos por relegar al
último lugar? Y nos aliamos, y hacemos organizaciones especializadas en
fabricar desechables y desechados; ensayamos en el espejo nuestras miradas más
hirientes, si no fuera porque nos vemos muy cursis, les sacaríamos la lengua.
Todo eso contra los más pobres. Y elaboramos nuestras sofisticadas
argumentaciones para demostrar que, esos son “mala leche”. “Brutos”, “Ignorantes”.
«Pues,
el hombre, aunque no quiera admitirlo de alguna manera sirve siempre y adora a
alguien, o mejor alguna cosa: ¡es esencialmente fetichista! En otras palabras,
tiene siempre algo que absorbe toda su existencia como “interés” … al dios
Moloc. Se puede decir que con varios nombres casi toda la humanidad hoy adora
ese dios, se postra de rodillas delante de él y le sacrifica la propia vida…
Vale la pena subrayar que el dinero es el rostro concreto de la idolatría, y se
le adora más que lo que pensamos, desde el Occidente hasta el Oriente, y eso lo
hacen tanto los que se llaman cristianos como los ateos, en forma de capital o
de bienestar. En general, todos nosotros somos devotamente solícitos a su
veneración durante 24 horas diarias, en parte con culto directo (el trabajo) y
en parte con un culto indirecto (el descanso para trabajar). Nuestra misma “doctrina
social” en el fondo corre el riesgo de no hacer más que codificar
razonablemente su culto». (Beck, Benedetti,
Brambillesca, etal).
Pero,
por si acaso, se pudieran poner nerviosos los ricos, mejor dejemos la Doctrina
Social debajo de la cama.
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