Hch 8, 1b-8
Una
persecución violenta a los cristianos de Jerusalén se γίνομαι
[ginomai] “empezó”, “llegó”, “se desató”, “tuvo lugar”, “emergió”. Parece ser
que las víctimas principales de este acoso fueron los helenistas y,
posiblemente también los prosélitos. Como resultado de lo cual, se dio una
dispersión por Judea y Samaria. Esta diáspora, permitió que el Evangelio se
expandiera, puesto que ellos iban anunciando la Palabra.
Gentes
piadosas se ocuparon de dar sepultura el protomártir Esteban. Se siente que el
hagiógrafo -San Lucas- quiere mostrarnos lo importante que fue el sacrificio de
Esteban para la difusión de la Palabra -trascendiendo los límites del judaísmo,
desbordando el legalismo farisaico y las delimitaciones rígidas propugnadas por
el Templo en su calidad de autoridad religiosa-; así, la sangre de Esteban fue
abono evangélico y liberador de ataduras para cumplir con la catolicidad del
envío, como leíamos ayer en el Evangelio Marqueano, “… al mundo entero y
proclamen el Evangelio a toda la creación”. Tal vez, ellos confiaban que los
judíos poco a poco se fueran dando cuenta y entendiendo, pero la violencia de
este martirio, les dio la señal patente de que sus corazones estaban
testarudamente obscurecidos. Saulo, por su parte -ratificando lo que acabamos
de decir- acrecentaba su saña contra ellos, y practicaba “allanamientos” para
conducir a la prisión, sin discriminación de sexo, a todos cuantos podía.
Pasamos
a detallar algo de la actividad de Felipe, quien se llegó a Samaria y allí se
dio a la predicación, y hacía múltiples signos; en particular, la expulsión de
espíritus inmundos y la sanación de paralíticos y lisiados.
La
consecuencia de estos signos -la cura de posesos, paralíticos y lisiados- fue
que la ciudad se llenara de alegría.
Sal
66(65), 1b-3a. 4-5. 6-7a
Este
Salmo es un verdadero himno de acción de gracias. Nos invita a guardar
coherencia con la diáspora cristiana -que consideramos en la Primera Lectura- y
no callar el anuncio, sino hacernos portadores de la Buena Noticia contando a
todos lo que Dios ha hecho a nuestro favor (Cfr. v. 16).
En
este salmo se presenta la temática del acrisolamiento. Cómo en el entrenamiento
-a pesar de su rigor, o mejor todavía, gracias a él- se tiempla nuestro ánimo,
y maduramos en la fe.
El
salmo tiene 20 versículos, de los cuales la perícopa de hoy se ha organizado
con 7 versos, tres de ellos truncados.
En
la primera estrofa nos asombramos de la grandeza de la Creación y de todo
cuanto Dios ha hecho y sigue haciendo.
En
la segunda estrofa la invitación es para ejecutar actos de gratitud y adoración
perfecta. Y nos convida a ir a “presenciar” la Acción Indetenible de Dios,
siempre puesto de nuestra parte.
Estas
estrofas se tomaron de la primera parte del Salmo que tiene como propósito
reconocer los portentos obrados por YHWH para sacarnos de la esclavitud de
Egipto y llevarnos en el proceso de acrisolamiento de 40 años. La tercera
estrofa, pues, se refiere a la trasformación del mar en tierra firme para poder
cruzar “a pie enjuto”.
Para
que tomemos conciencia de la vital tarea de proclamación y testimonio el
responsorio nos llama a decir: “Aclama al Señor tierra entera”.
Jn
6, 35-40
Quien hace del pan, de
su ser o de cualquiera otra cosa, comprendida la ley y la alianza, su propio
fetiche, es como quien se enamora del anillo de compromiso y no de quien se lo
ha dado.
Silvano Fausti
En
estos versos empieza a cuajar una re-interpretación -que no se queda en el
plano intelectual, sino que, gracias a que Jesús es Dios, salta al plano
ontológico- Moisés había dado un “pan” puramente “material”, un “pan” útil a
palear el hambre “fisiológica”, pero infecundo para saciar el “hambre”
espiritual. Jesús -en cambio- nos va a nutrir con un “pan” que quien coma de
Él, no volverá a tener hambre.
Estas
declaraciones son muy prolíficas para la edificación de nuestra fe: Jesús es
-Él mismo lo declara- “el pan de vida”. Sin embargo, tenemos la gran dificultad
de que el pecado haya debilitado nuestros sentidos y se hayan hecho ineptos
para ver “más allá”, para saltar de la simple fisicidad. Lo tenemos ahí, frente
a nuestras propias narices, como lo hemos visto en estos días, en los relatos de
Encuentro con el Resucitado, y no lo reconocemos. Sólo el Discípulo amado
logra darse cuenta y gritará: ¡Es el Señor! Que frente a esta
declaración lo reconozcamos, no implica una automática asimilación del hecho.
Ahora, hay que “digerir” esa “percepción”, debe bajar de los sentidos, al
corazón. El discurso que se sucede -y que la Iglesia nos invita a “saborear”
estos 4 días siguientes, contados desde hoy- tiene por objeto, desbloquear
nuestra incapacidad y demoler las barreras. ¡Paladeémoslo!
Aquí
ya empieza a perfilarse la figura del Pastor, que -por eso la Iglesia pasará a
estudiar Domingo, lunes y martes. Dios-Padre nos ha puesto bajo el cuidado del
Hijo-Pastor, y Él se ha comprometido a no fallarle con ninguno de los
“entregados”. Su promesa, es que Él no descuidará a ninguno de los que El Padre
le asignó, sino que a todos les dará el Elixir de la Vida Eterna, que no es
otro que su propia Carne-y-Sangre: ἀναστήσω αὐτὸ ἐν τῇ ἐσχάτῃ ἡμέρᾳ. [Anasteso auto, en eschate hemera]
(Cfr.) “Él nos resucitará en el Último Día”.
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