Hch 4, 23-31
Toda
la perícopa se desarrolla en un clima de oración. Pero la propia oración
transcurre en diferentes momentos: La comunidad vive una cierta experiencia, y
puede suceder que percibamos la vida como una sucesión de episodios en los que
pasan ciertas “cosas”; de ser así, nos quedamos en la superficie de los
“hechos”, sin lograr “vivirlos”, es como si las cosas que pasaran nos
“vivieran” a nosotros, como avatares. Donde las circunstancias nos manejan.
No
es lo que sucede aquí. Primero la comunidad evalúa ¿qué es lo que ha pasado?
Toda la comunidad pone estos hechos ante el Señor. A continuación, -se eleva a
un nivel mucho más alto- va a la Palabra de Dios, y confronta lo que le ha
sucedido, con lo que Dios dice: Lee la experiencia a la Luz de la Palabra de
Dios. No sólo se presenta una cierta Lectura Bíblica, sino que esa Lectura
Bíblica ilumina la realidad para “interpretarla”.
Luego,
vienen una serie de ruegos (Oración Universal de los Fieles), donde una vez
entendida la “experiencia” a la “Luz de la Palabra” se ruega a Dios que haga su
intervención. Lo que muy frecuentemente se pide es que Dios impida que esto
pase, o que las consecuencias del hecho nos atropellen, o que Dios castigue, o
premie y que logremos huir de la “experiencia”. Pero aquí, las peticiones
presentadas piden otra cosa: «Concede a tus siervos predicar con valentía,
extiende tu mano para que se realicen curaciones, signos y prodigios por el
Nombre de tu Santo Siervo Jesús». (Hch 4,30)
Dios
“habla” concediendo los dones necesarios a la misión encomendada, ratifica su
Presencia, Su Escucha; y da la señal de asentimiento, un ¡Yo estoy aquí
respaldándolos!, en este ejemplo es un ἐσαλεύθη [esaleuthe] “temblor”, una “agitación”,
un “estremecimiento”, verbo -en este caso- puesto en voz pasiva. Y, viene
ahora, el compromiso con el cumplimiento de la misión encomendada: Se ponen a
predicar con “valentía”.
Sal 2, 1-3. 4-6.
7-9
Para
“digerir” esta experiencia que Pedro y Juan han vivido de encarcelamiento y
puesta en libertad, la Lectura Bíblica elegida es el Salmo 2. Efectivamente,
como lo explica Hch 4, 27, Herodes y Pilatos han conspirado contra “tu Santo
Siervo Jesús”, conforme en este Salmo se anunciaba: que habría conspiración
contra el מָשִׁ֫יחַ [Masiash] “Mesías”. Este Santo Siervo fue Ungido
por Dios, es decir, establecido por YHWH como Mesías. Cumpliéndose, además, que
los gentiles cohonestaron con los Israelitas para urdir contra el Salvador.
En
el verso 3, se habla de מוֹסֵר [moserah] “coyundas”,
"ataduras"; en el sentido de romperlas, de liberarlos; y de suprimir
las עֲבֹת [ab-oth]
“ataduras”, “cuerdas” “yugo” que pesaba contra ellos.
Dice que el Propio YHWH ha puesto, o sea ha elegido, ha
designado como Rey de Sion, Lugar Santo de la preferencia Divina, sede y
Capital de su Celestial Delegación para el gobierno de toda la tierra a su
Mesías.
En la Tercera Estrofa, señala la designación Real que ha
hecho el Señor de su Hijo para este Encargo Liberador, designación que ha
quedado consignada en un Escrito, no es algo dicho de paso, sino algo que ha
sido Notariado al incluirlo en las Escrituras: esta designación no abarca una
pequeña territorialidad, no está recluida en cierta zona, sino que llega más
allá de toda demarcación limítrofe; además, ostenta Total y Plena Autoridad, es
nombrado Rey con Soberanía Total. En esta tercera estrofa de la perícopa de hoy
aparece el verbo “engendrar” que uno lo lleva automáticamente a pensar
en “ser puesto en el vientre materno”; sin embargo, en este caso, esta palabra
se tiene que entender como “resucitar”, «Tú eres mi Hijo: yo te
he יָלַד [yalad]
“engendrado” hoy» (Sal 2, 7), o sea, “te he resucitado”, en el sentido de
establecer con ese acto un linaje, al resucitarLo lo ha sentado en el Trono
Mesiánico y ahí empezó un linaje que no se interrumpirá jamás. Por eso, se
trata de un Salmo Real, donde el Mesías es Entronizado.
Jn, 3, 11-3.
Desde
hoy, y por cuatro días de esta Segunda Semana de Pascua, nos ocupará el
capítulo tercero del Evangelio según San Juan. Encontramos a Nicodemo en
dialogo con Jesús, hablando de un asunto esencial del cristianismo: el
bautismo. Pero, quizás, lo primero a decir es que no es un bautismo de agua;
sino un bautismo de agua y de Espíritu.
Y
lo segundo, es -de nuevo- el asunto de las “fronteras”, el alcance de la
autoridad y la validez de cobertura del sacramento, implícitamente se está
hablando de qué pueblos o qué culturas recibirán este Sacramento, sobre quiénes
podrán recibir este Don. Iremos podo a poco, esclareciendo, el tema conforme
nos adentremos en el capítulo.
Nicodemo
era un judío, y no un judío cualquiera, sino -conforme se nos informa al inicio
de la perícopa, un ἄρχων τῶν Ἰουδαίων “jefe judío”, “un magistrado”, “un
gobernante”; además, un fariseo, que significaba “purista”, “uno que
voluntariamente se había puesto aparte para conservar y practicar más a fondo
las “reglas” y/o “leyes” de su grupo. Este personaje, viene a “dialogar” con Jesús,
¿en qué momento? ¡de noche! (Cfr. Jn 3,2). Personifica la Ley. En la perícopa
lo vemos personificar otro significado, la “vejez”, que él mismo trae a cuento
cuando pregunta “¿Cómo puede nacer un hombre siendo viejo? Es como si preguntara:
¿cómo yo que ya soy viejo puedo beneficiarme de lo que me estás diciendo sobre
“nacer de nuevo”?
La
visión que tiene Nicodemo es que Jesús tiene por misión hacerle a la Ley los
ajustes necesarios para remozarla. Podemos figurarnos la situación efectiva
como la de un magistrado que viene a consultar a un prestigioso jurisconsulto sobre
las adecuaciones urgentes que se deben hacer a la Ley: Para Nicodemo, desde su
posición, Jesús es un Rabí.
Tengamos
en cuenta al leer este capítulo 3 según San Juan, que aquí se está presentando
la teología fundante sobre la Santísima Trinidad: y en esta perícopa en particular
al Espíritu Santo y al Hijo. Con todo lo importante y lo esencial que es
conocer la Ley, no se puede perder de vista que se puede vivir con entero
ajuste a la Ley y, sin embargo, no haber amado nunca a nadie más que a uno
mismo, o -todavía más grave- a nadie, ni siquiera a sí mismo. ¿Quién es el Espíritu?
La Fuerza que nos mueve, la energía que dinamiza la vida, las acciones, el Resplandor
que ilumina nuestra mente con cada uno de sus pensamientos, y nuestro corazón
con cada una de sus emociones; el Espíritu, Es el Soplo que exhala Dios sobre nosotros
es este Mandamiento que compendia todo y sirve de guía a la vida entera. (Cfr.
Jn 13, 34; 1Jn 4,7).
El
Sanedrín, esa institución judía, termina estando movida por un espíritu de
muerte; Jesús -por otra parte- nos pide que nazcamos de nuevo (de lo alto) ἄνωθεν [anothen]
significa “de lo Alto”, pero también significa, “de nuevo”, “desde el principio”,
“de arriba a abajo”, o sea, “por entero”. En ese sentido es que insistimos que
el bautismo es un Sacramento que nos lleva a ser una “nueva criatura”, y -por
tanto- a nacer de nuevo y totalmente renovados.
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