Hch 2, 14. 22-33
Nos hayamos
aquí ante una “pieza” kerigmática. Un resumen esencial de nuestra fe.
Intentemos descomponer esta “solemne declaración” de Pedro:
a)
Pedro
muestra las “credenciales” que, a Jesús el Nazareno, le ha dado su Padre, a
saber, ‘δυνάμεσι [dunamesi] “milagros”, τέρασι [terasi] “prodigios” y σημείοις [semeiois] “signos”’.
b)
Jesús,
entregado -como estaba consignado en “el Plan de Dios”-, fue matado por estos
judíos y vecinos de Jerusalén, hecho este que fue instrumentalizado por “manos de
hombres ἀνόμων [ánomos] inicuos”. “gente sin Dios y sin Ley”.
c)
Dios lo
resucitó, ya que no podía permitirse que la muerte lo κρατεῖσθαι [krateisthai] “retuviera”, “detuviera”, “lo trabara” bajo su dominio.
d)
Muestra que
la profecía, del Salmo 16(15) no se refiere a David, sino que en ella David -con
su mirada puesta en el futuro- se refiere al Descendiente de su Linaje que
sería enviado Mesías; y Pedro nos descubre que Ese es, Jesús, el Resucitado.
e)
Quien, por la
Diestra de Dios Padre, ha sido exaltado, en conformidad con la Promesa que el
Espíritu Santo le comunicó.
El “Plan” y
“promesa” remiten a la πρόγνωσις [prognosis], forma de
Conocimiento Divino, que le permite saber los que habrá de suceder, como Aquel
que va modelando los acontecimientos y los dirige.
♦ ♦ ♦
Sal 16(15), 1b-2a y 5. 7-8. 9-10. 11
Veamos el “título” del salmo, porque nos pone
en co-texto, שָֽׁמְרֵ֥נִי אֵ֝֗ל [sa-me-re-ni
El] “Protégeme, Oh, Dios mío”. Es un salmo del Huésped de Yahvé. Que vive en un
ambiente de politeísmo, donde cada vez más proliferan los ídolos, y donde se
degusta beber la sangre de esos rituales idolátricos. El salmista, -que se
confía enteramente a YHWH- afirma que el no manchará sus labios pronunciando el
nombre de esos dioses.
Aun cuando para todos los demás la pía
devoción del salmista es incomprensible, él -en cambio- tiene una felicidad que
lo llena completamente y lo lleva a descansar con serena apacibilidad. Sabe que
será rescatado de la sombría zona de los muertos y Dios mismo se encargará כִּ֤י ׀ לֹא־תַעֲזֹ֣ב נַפְשִׁ֣י לִשְׁאֹ֑ול [ki lo ta o zob
nap-si lis-ol] “para que su alma no se quede atrapada en el Sheol”.
Las estrofas 3ª y 4ª de la perícopa de
hoy, son el material referencial para la “solemne
declaración” de Pedro en la Primera Lectura, donde se “justifica” la Acción
Resucitadora de Dios Padre a favor de חֲ֝סִידְךָ֗ [ja-si-de-ka] “su fiel”, de “su
santo”, “amante”, “amigo de Dios”, deriva de la palabra חָסִיד [Hassid]
“amigo”, “el-que-ama”.
♦ ♦ ♦
Mt 28, 8-15
En el verso
1 del capítulo 28 nos señala que “Pasado el sábado, en la alborada del Primer
Día de la Semana, fueron María Magdalena y la otra María a ver el sepulcro”, se
trata del Evangelio que se leyó en la vigilia Pascual (Mt 28, 1-10); nos
encontramos con un “signo” teofánico: el “temblor de tierra” que quiere decir
que los que sucede allí, es algo que Dios mismo nos revela, en este caso por
medio de su ἄγγελος [angelos] “Mensajero”.
Notemos lo teofánico de su vestimenta y de toda su apariencia en general: como relámpago,
y que la blancura de su traje es nívea.
Este
contacto con el Ángel, se da en un espacio de emociones encontradas: de una
parte, se da el φόβου [fobón] “temor”, “reverencia”, “sentirse indigno”; y -a la vez- de una χαρᾶς [charas] “gran
alegría”, “gozo”. Es importante la misión exegética que tiene el Ángel, es él
quien les interpreta los signos, les deja ver detrás de ellos el correo del que
son “portadoras”, se narra cómo supieron y captaron que Jesús había Resucitado.
Los datos fueron:
·
No estaba
allí, en el Sepulcro.
·
El Ángel
introduce el concepto de Resurrección; las dirige a “ver” el sitio donde había
quedado, (les traduce esa “ausencia”, ese “vacío”), algo que no está, prepara a
entender al que se Encontrarán.
·
Las
comisiona para llevar la convocatoria para que lo vayan a encontrar en Galilea.
Desde allí,
vamos -hoy- directamente al verso 8-. Lo que hizo el Ángel, fue prepararlas,
darles los elementos indispensables para “abordar” ahora, el encuentro con El
Resucitado: les reveló a las “mujeres” que Jesús había resucitado, -pensemos,
sin esta “mensajería” previa ¿cómo habrían encarado el Encuentro? -, quizás
espantadas, se estaban tropezando con un “difunto”, con un “cadáver”, y, este ¡las
hablaba! … ¡Habrían quedado despavoridas!
En lugar de
eso, ellas tienen un gesto supremamente tierno: le abrazan las piernas. Jesús,
ahora, les da un nuevo cometido: comunicar, pero para poder comunicar, tendrían
que llegar a los que se habían desperdigado, a los que -víctimas de la
decepción y el miedo- se habían dispersado; era, llevarles el recado -reanimador-
de que se les adelantaría a esperarlos en Galilea, que allí era la “cita”, en
el contexto de “discípulos” dispersos, desmoralizados, ellas tendrían que
infundir el coraje, Jesús las ha delegado emisarias de bravura.
Propio es
afirmar, aquí, que la mujer siempre ha demostrado una gran capacidad emotiva,
su afectuosidad es un rasgo innegable de su personalidad, lo que en nada niega
su valentía, su decisión -a menos, claro, que se la haya educado melindrosa-;
su firmeza, -que no riñe, para nada, con su fuerza de carácter- ni con la
capacidad para el idioma del amor. Venimos de respirar los aromas del amor, en
el Salmo responsorial, se ha señalado la floreciente amistad entre Dios y el
hombre, entre el salmista y YHWH. El lunes anterior, recordábamos la unción de
los pies de Jesús -por María la de Betania- y recordamos como las fragancias
del Amor, inundaron la estancia. Todos estos signos de Amor y muchos más, nos
van centrando en Jesús, como el Sacramento del Amor de Dios por su rebaño, que
sabe ver a cada uno con amor inefable; y nos permite enfocar la mirada y el
entendimiento en el Mandamiento del Amor. Jesús, le sale al encuentro para
borrarles todo afecto negativo -y, por el contrario- incentivar y acendrarles
la Alegría. Las instituye Apóstoles de los Apóstoles. Es un mensaje de amor que
inculca valentía.
Pero,
tenemos también la imagen de los soldados -su propio nombre nos recuerda que
operan “a sueldo”, (aun cuando la palabra griega no tiene, para nada, relación
con lo salarial: στρατιώταις [stratiotais] de la raíz griega στρατώς [stratos] “ejercito”, “armada”, “flota” y τιώταις [tiotais] sufijo para “integrante”, “miembro”, “uno de ellos”.
Ellos también son instituidos -por los sumos sacerdotes- para ser “mensajeros”,
pero en este caso, mensajeros de falsedad. Tomaron el dinero y se fueron a “obrar
mentira”.
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