Is 50, 4-7; Sal 21, 8-9.
17-18a. 19-20. 23-24; Fil 2, 6-11; Mat 26, 14-27, 66
¡Exulta sin freno, hija
de Sion, grita de alegría, hija de Jerusalén! He aquí que viene a ti tu rey:
justo él y victorioso, humilde y montado en un asno, en un pollino, cría de
asna.
Za 9,9
… en la noche del sepulcro,
germina el alba de la Resurrección.
Etienne Charpentier
Mt
21, 1-11 es el Evangelio que se lee para dar inicio a la Procesión
conmemorativa de la entrada de Jesús en Jerusalén; caminamos al lado de Jesús
que entra con toda su realeza en nuestra vida en el marco de la celebración de
Semana Santa; y luego, durante la Liturgia de la Palabra, leemos –este año, del
ciclo A- la Pasión según San Mateo.
חֲמוֹר [hamor]
“burro”, aun cuando suene
prosaico, el burro es un animal de carga, es un “trabajador”, un “jornalero”,
su función consiste en prestar su servicio. Uno sólo tiene un burro por el
trabajo que puede hacer como “carguero”. Su imagen se contrapone a la del caballo,
que es símbolo de altivez y de arrogancia y que en muchas ocasiones se asocia a
las campañas bélicas, al accionar de los ejércitos, por ejemplo, tomemos un
caso que nos interesa especialmente: los romanos se organizaban en legiones,
conformadas por 4.000 soldados de a pie (la infantería) y 200 de a caballo; de
esa misma referencia eidética tenemos la representación ecuestre de los
Emperadores. Uno puede tener un caballo por ornato, por presunción, por su
porte atlético, por la armonía de sus líneas. Podríamos decir que el burrito es
la antítesis; pero el burrito en este pasaje bíblico va a cumplir una “misión”
fundamental, dará cumplimiento a la profecía de Zacarías, será él quien “lleve”
al Divino Maestro: La misión de este pollino será la de trasportarlo. ¿Quiénes
trasportamos hoy día al Señor, al Mesías? Somos los portadores del Señor, en
otro lugar hemos aludido a nuestra función de Fieles-Discípulos denominándonos Cristóforos,
que viene directo del griego, “Portador de Cristo”.
Lázaro
–después de ser “llamado a la vida”, fue desatado y se convirtió en un testigo
vivo de Jesús, se dice que empezó a ser perseguido para darle muerte porque su
“resurrección” se convirtió en una poderosa “propaganda” de nuestra fe, ponía
muy nerviosos a los del Sanedrín. Nosotros, los cristóforos, requerimos muy
urgentemente ser desatados, nuestra “misión de llevar el anuncio de la Buena
Nueva hasta los confines de la tierra, requiere de nuestra libertad, libres de
nuestras alienaciones, de nuestros temores, de nuestras vergüenzas y respetos
humanos, de nuestra cobardía frente al compromiso, de nuestras ideologías, de
nuestras idolatrías, de las vendas que nos aten los pies, de todos los
“becerros de oro” que desvían nuestro corazón del amor y de la vocación de
servicio. ¡Nos hizo libres! Libres para
amar a Dios, a su Hijo y a nuestros hermanos con alma, vida y corazón.
El
discipulado, pues, entra en la triple dialéctica de libertad, servicio, y
valentía[1] -aunadas a la humildad;
todo esto enlazado por medio del compromiso-obediencia: Tomemos como punto de
partida los versos 7 y 8 del capítulo 2 de la Carta a los Filipenses: “tomando
la condición de servidor, llegó a ser semejante a los hombres. Habiéndose
comportado como hombre, se humilló y se hizo obediente hasta la muerte-y muerte
en una cruz.” Esta acción-decisión está expresada en el texto por un verbo que
la rige: “despojarse”, que implica desproveerse, enajenarse, renuncia
voluntaria, abajamiento, renuncia a la
autoridad propia. Vaciarse que significa desacomodarse, privarse, todo esto puede
resumirse en la categoría teológica de la Kénosis.
Y,
sin embargo, esta renuncia no es capricho, tampoco es rebeldía gratuita; es obediencia
respecto del Padre Celestial, en quien se puede confiar sin límites; pero
rebelión contra la esclavitud, contra el imperialismo romano, contra toda
injusticia. Todo menos callar: Jesús se opone, con parresia, se posiciona,
cuestiona y es capaz de correr todo riesgo sin hacer nada que rompa con su
obediencia al Padre. Por eso leemos: “se hizo obediente hasta la muerte-y
muerte en una cruz”.
Esta
obediencia que implica “rebelarse-contra”, se convierte en la clave de todo el
comportamiento de Jesús. Sabemos que Él es el Camino, la Verdad y la Vida: pues
esta incondicionalidad que demuestra es Camino, Verdad y Vida. Esta es la
manera de ser vida, viviendo su incondicionalidad, con coherencia, con
consecuentalismo. Un consecuentalismo radical. Su radicalidad nos evoca a Sadrac,
Mesac y Abednegó (Dn 3, 16-18) que desobedecen a Nabucodonosor antes que
desobedecer a su Dios aun cuando la condena sea perder la vida muriendo en el
horno: “Si el Dios a quien adoramos puede librarnos del horno ardiente y de tu
mano, seguro que nos librará, majestad. Pero, aunque no lo hiciera, puedes
estar seguro, majestad, que no daremos culto a tus dioses ni adoraremos la
estatua de oro que has erigido.” Dn 3, 1-30.
En
Jesús, la obediencia a Dios exige coherencia con la justicia, y coherencia con
los pobres. Es decir, se espera de nosotros un “ser consecuentes” a la manera
de Jesús. Se dice que Jesús bien podría haberse callado, bien podría haber
huido; pero quizás donde quiera hubiese ido su consecuentalidad le habría
llevado al mismo obediente desenlace. «En la medida en que el Siervo sigue de
frente, el sufrimiento aumenta. Lo escupen y lo insultan, le arrancan la barba
y le golpean el rostro (Is. 50,6). Pero él “pone la cara dura como la piedra”
(Is. 50,7) y no huye. Esta acción no tiene nada de fatalismo. ¡Es la actitud del que sabe que
en un mundo organizado sobre la base de la injusticia y del egoísmo, la
justicia y el amor sólo pueden existir crucificados! Él acepta la cruz como
camino de redención y de liberación. El sufrimiento hace parte de la práctica
de la justicia y el amor.»[2]
¿Quiere
decir que, la exigencia de ser coherente con Dios, de permanecer
incondicionalmente fiel implica llegar a la cruz? ¿Quiere decir que todos los
caminos llevan al Calvario? Diremos que no. ¡No de todos se espera el martirio!
Pero de todos se espera la coherencia, la incondicionalidad hacía Dios, la
fidelidad en el discipulado de Jesús, Camino, Verdad y Vida, Camino que conduce
a Quien es nuestra Verdad, a Quien es Fuente de Vida.
Esa
incondicionalidad para con Dios, para con el proyecto de construcción del Reino
es lo que nos da referente existencial. Ninguna fe verdadera puede ser puro
ritualismo, aun cuando esté impregnada de ritos que llenan el 100% del tiempo y
de la vida. No son los ritos, ni los holocaustos lo que Dios espera –ya nos lo
dijo el profeta: “Lo que quiero de ustedes es que me amen, y no que me hagan
sacrificios; que me reconozcan como Dios y no que me ofrezcan holocaustos (Os
6, 6)- sino la coherencia con la Justicia que es la manera de demostrarle el
amor a Dios. Algunos serán llamados a la gracia del martirio, pero todos
estamos invitados a la gracia de la fidelidad, de la coherencia, de la
obediencia.
Al
celebrar el Domingo de Ramos –nos gusta volver sobre este cuadro, Jesús montado
en un borrego-, nada más humilde, rayando en lo ridículo, las piernas colgando
y los pies prácticamente tocando el suelo. Así lo anunció Zacarías, por allá en
el 440 a.C. «… viene a ti tu rey: justo él y victorioso, humilde y montado en
un asno …» (Za 9, 9). Los reyes y los poderosos iban de a caballo. Nos informan
los historiadores que las autoridades judías, en el antiguo Israel, iban
montando en una mula, pero en burro…
Ruego de Salvación
Jesús… muestra a Dios
como Aquel que ama, y a su poder como la fuerza del amor.
Benedicto XVI
«”¡Hosanna!”.
Originalmente, ésta era una expresión de súplica, como “¡Ayúdanos!”… la súplica
se convirtió cada vez más en una aclamación de júbilo (cf. Lohse, Th WNT, IX p.
682). … se saluda como al que viene en nombre de Dios, como el Esperado y el
Anunciado por todas las promesas.»[3]
Estamos
frente al cumplimiento de una profecía. El caballo es –por antonomasia- una
cabalgadura bélica. El burrito no, el burrito simboliza un tipo de pacifismo,
es la renuncia a la violencia, es el anti-poder en esencia, o mejor, es el
signo de otra manera de ejercer el verdadero poder, el poder que -en vez de
subyugar- encanta, seduce, gana el corazón. Este signo del burrito,
re-contextualiza toda la perícopa, explica la práctica de Jesús: la Obediencia,
la Humildad y el Amor. Además, ¡Recordemos que Él siempre está; nunca abandona!
En
el Salmo nos encontramos con esa paradoja: Jesús –si ponemos el salmo en labios
de Jesús, y el evangelio nos informa que Jesús antes de morir pronuncio el
versículo 1º, Elí, Eli lemá Sabactaní
Mt
27, 46 Jesús reclama al Padre ¿por qué aparentemente lo ha abandonado? y, sin
embargo, si le reclama, es porque tiene conciencia que está allí, presente con
Él, que lo está oyendo. Como nos lo dice Carlos Vallés s.j. «Mi queja ante ti
era en sí misma un acto de fe en Ti, Señor. Me quejaba a ti de que me habías
abandonado, precisamente porque sabía que estabas allí.»[4] El salmo queda sumido en
lo incomprensible si no se leen los versos finales:
Para Ti mi alabanza en la asamblea,
mis votos cumpliré ante su vista.
Los pobres comerán hasta saciarse,
alabarán a Dios los que lo buscan;
vivan sus corazones para siempre.
De Dios se acordará toda la tierra
y a Él volverá; todos los pueblos,
razas y naciones ante Él se postrarán.
¡Rey es Dios, Señor de las naciones!
Todo mortal honor le rendirá.
Se agacharán al verlo
los que al sepulcro van.
Para Dios será sólo mi existencia.
No
nos equivoquemos, Él no viene a atar, viene a liberar, viene a desatar nuestra
naturaleza divina -que una cultura de muerte pretende hacernos creer que no
tenemos- y nos induce –atándonos con su pesado cepo- a pensar que somos puro
barro, que no hay soplo divino que nos infunda vida, tratando de hacernos pensar
que no somos hijos de Dios, a imagen del Hijo. No nos dejemos deslumbrar, ni
ensordecer por el barullo, no nos dejemos distraer por el ambiente de alarma…
ya es sabido que detrás del estruendo y el alarmismo está la paz que derrama
Nuestro Redentor, y la Ternura que desde el silencio (de la cruz) nos habla … Dios,
que nunca nos desampara, que siempre está allí, aun cuando no lo sabemos ver o
no lo podemos descubrir; ¡es entonces cuando está más Presente! Sea esta Semana
Santa la oportunidad de aprender a intuirlo, a sentirlo a nuestro lado, sea la
ocasión para sumergirnos en su Amor.
[1]
Prevenirnos de la “valentía” fetichizada en cine-televisión como valentía de
guerrero, héroe cinematográfico, valiente
para atropellar, destripar y cortar vidas.
[2]
Mester, Carlos O.C.D. LA MISIÓN DEL PUEBLO QUE SUFRE. LOS CÁNTICOS DEL SIERVO
DE DIOS EN EL LIBRO DEL PROFETA ISAÍAS. EDICAY y Centro Bíblico “Verbo Divino”
Quito-Ecuador. 1993 p.69
[3]
Benedicto XVI. JESÚS DE NAZARET. SEGUNDA PARTE. Ed. Planeta. Madrid-España
2011. P. 17.18.
[4] Vallés,
Carlos G. s.j. BUSCO TU ROSTRO. ORAR LOS SALMOS. Ed. Sal Terrae.
Santander-España 1989 p.45
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