Ro 4, 1-8
Ciertas
obras se cuentan como trabajo y merecen una paga. Esa paga se debe entregar, es
una responsabilidad de quien se ve favorecido con el producido de ese trabajo.
Pero, algunas labores, no ameritan paga y más bien, son lo que llamaríamos
“voluntariados”, pueden merecer otra cosa que no la paga. Por ejemplo,
podríamos hablar de ceder el puesto, quien cede el puesto puede acarrearse
simpatía, ser valorado por su cortesía, o, recibir, en cambio, un gesto de
desprecio, que a veces sucede, porque -por ejemplo- la persona se siente
ofendida por haberla tratado como “alguien de mayor edad”; en todo caso, no se
hace para obtener con ello, “un salario”.
Continuando,
dentro de la sección doctrinal de la Carta, todo el capítulo 4 toma como
referencia a Abrahán. “Dios le tomó esto ἐλογίσθη [elogisde] “en
cuenta”, del verbo griego λογίζομαι [logizomai]
“registrarlo en el libro de cuentas”, “incluirlo en el balance final”, concluir
si alguien está en “rojo” o está bien de cuentas y se le puede emitir el “paz y
salvo”. Como se suele decir, este verbo, en griego, es un verbo eminentemente
contable. Esta contabilidad da pie al aval de Dios para Abrahán, que pasa a ser
paradigma del “justificado”: Padre de la fe.
San
Pablo parte en su argumentación de Abraham, quien obtuvo la “justificación” por
la fe; y la fe, no es de la clase de obras que generan una paga. Nos parece que
uno de los elementos más hermosos de este enfoque consiste en no interpretar la
fe como mercancía. Esta teología des-mercantiliza la fe. Y, nos gustaría
actualizar un pensamiento de J. Ratzinger que emitió hace ya más de 70 años:
“La Iglesia no descansa en el esfuerzo de los hombres sino en la gracia,
descansa en el a-pesar-de-todo dicho por Dios y, en él, es para siempre
Iglesia Santa”.
Dios,
lo que hace es tomar al pecador, y -en virtud de su Infinito Poder
Misericordioso, lo crea de nuevo, y al re-crearlo, lo hace enteramente “justo”.
Con su materialidad ha creado otro “nuevo”, en todo idéntico al anterior, pero
que “no-ha-pecado”. Es por eso que sólo Dios puede “perdonar” los pecados,
porque entraña un acto de בָּרָ֣א [bará] creación y este verbo es exclusivo de Dios, sólo Dios
puede Crear sensu stricto, (a veces hacemos extensivo el verbo, en nuestro
idioma, para referirnos por ejemplo al acto del artista, que no es -en
propiedad- una creación).
Se apoya en Abrahán, pero también en David, porque ellos
son paradigmáticos para toda la humanidad, y no solo para el pueblo judío. Por
ejemplo, Abrahán precede las Tablas de la Ley, y llegará a ser Padre en la Ley,
precisamente porque le creyó a Dios, antes de que pudiera ser reo de la Ley. Le
creyó y se confió enteramente -contra todos los hechos- que llegaría a tener
una descendencia propia con Sara, y sorteo exitosamente la prueba cuando
amenazó la vida de Isaac, y no se lo ocultó de la muerte.
Como ya habíamos comentado, en esta comunidad -la de los
Romanos- había fieles tanto del judaísmo como fieles de la gentilidad, por eso
subdivide su argumentación, presentando primero una muestra de aceptación de
los gentiles en esta fe; y luego un argumento a propósito de su pueblo y en la
medula de su tradición. De esta manera, lo que Jesús-humanado adquirió para la
humanidad -y no exclusivamente para los judíos- 
fue la Gracia de poderles trasferir en herencia -como si se tratara de
hermanos legítimos en su carnalidad- los Frutos de la Resurrección, en este
caso la Resurrección heredada es ser-creados-de-nuevo, para ser regenerados en
calidad de “justos”, dejando -en la primera versión- el pecado que hizo precisa
esta versión 2.0 de cada uno de nosotros: se nos perdonaron las maldades y se
sepultaron nuestros delitos, no se nos ha tomado en cuenta nuestro pecado.
El lunes continuaremos viendo, en este capítulo 4, cómo esa paternidad en la fe, no es para el judaísmo, como de primera mano se entendió; sino que la descendencia abrahamica cobija a todos los que reconocen en Jesucristo y se ponen en sus manos de Redentor. La Redención será la vía por la que Dios nos restablece y resana nuestra condición filial, por la adopción, consciente de nuestra parte, de Jesucristo como Hermano Mayor en la fe, Verdadero Hijo de Dios.
Sal 32(31),
1b-2. 5- 11.
Este
es un salmo de Acción de Gracias. La Acción de Gracias es gratitud porque ha
habido Reconciliación entre dos seres que fueron dispuestos para amarse: Jesús
y su cuerpo místico, valga decir, su Esposa, el pueblo de Dios. Se han
restituido las relaciones, el Novio ha dado su brazo a torcer -no porque la
novia haya reconocido su error, ni siquiera porque ella haya tenido un gesto de
Ternura para con su Amado. Las relaciones han sido sanadas y toda herida
cicatrizada, porque Su Amor es Eterno y Él es Fiel a la Misericordia de su
Alianza.
Ella
no ha hecho nada que avale ser perdonada, pero el Amado, fiel a su amor, le
ofrece su amparo, la invita de nuevo a morar -con Él- en su Casa. Si ella sabe
acogerse al perdón, Él no le guardará rencor, olvidará totalmente sus deslices
y sus traiciones. Y el Amor florecerá en su jardín.
Si ella reconoce su traición, el Novio le dará alas no sólo de águila, sino aún más: alas-de-ángel. Ser perdonado por Dios mismo es la mayor de las bienaventuranzas. Bastó reconocer la culpa, así todos los justificados se regocijan y llenan sus labios de aclamaciones.
En
verdad que se puede palpar y patentar que el Perdón-Divino es una
Nueva-Creación, porque el corazón al sanar, no le quedan cicatrices, no queda
ni rastro en la Memoria de las antiguas ofensas. 
Lc 12, 1-7
El
Espíritu Santo nos enseñará …  lo que
convenga decir
«Conozco tus obras.
Mira, te he puesto delante una puerta abierta que nadie puede cerrar. Aunque
tienes poca fuerza, has guardado mi Palabra y no has renegado de mí»
Ap 3, 8
Vamos
al caso contrario: Cómo desperdiciar la oportunidad del perdón. Como malbaratar
la Generosidad que ha tenido el Señor, hemos descubierto que Él está deseoso,
anhelante de reconciliarse. Algunos de nosotros -en cambio- vivimos ranchados
en nuestra “separación”, fundadores de sociedades de “gente definitivamente
buena”, gente que no tenga ni un punto de imperfección, sin tacha y sin mácula,
y, con ellos, huimos al “rincón” elegido, allí donde sólo pueden entrar los que
tiene su “carnet de afiliación” en orden y al día: el club, la secta, la
“oficina”, la “pastoral”, el “secretariado”, la “fraternidad”.
Si se da una rápida mirada, podemos pensar que es engreimiento, que es orgullo, que es pura presunción, pero -si nos tomamos un tiempo para escucharlos, nos mostraran su código ético y su clarísimo reglamento con exigencia sobre exigencia, norma con múltiples clausulas, y toda su arborescencia reglamentaria muy finamente devanada con toda su casuística. Es el “fetichismo” de la Ley. Se ha constituido la religión del “hasta el más fino detalle” se ha tomado en cuenta. Lo que más los hace sufrir es llegar a encontrar un cabo suelto. ὑπόκρισις [hipocrisis] “fingimiento”, “actuación”, “simulación”.
La
“levadura” es una acción corruptiva, es un moho, un hongo que levanta, que
infla, que hace ver más grande, pero el relleno -una estafa- es puro aire.
Además, el pan al que se añade la levadura, se descompone más rápido, si se le
deja puede descomponerse y se “nace”, la acción de la levadura es corruptiva.
Por tal, los panes que se consagran han de ser panes Ázimos. La levadura es la
tergiversación, la distorsión de la Palabra, el mensaje de Dios debe
salvaguardarse sin fermento de corrupción. Este celo debe ser doble:
1.    Evitar mezclarla
con falsedades, datos imprecisos que se ha establecido que no son, o, por lo
menos han llegado a la condición de profunda duda. Apuntes anecdóticos se
solían entreverar -antiguamente- para hacer el relato más pintoresco:
¡evitémoslo! Porque estaríamos esparciendo falsedades -y aquellos que confían
en nosotros- los repetirán.
2.    Procuremos la
coherencia con la Escritura, que lo que digamos aquí, no se contradiga con lo
que se lee en otro punto. Cuando la Escritura tenga aparentes contradicciones,
digámoslo; ya en su tiempo debido, se aclarará por qué parecía contradictorio.
No hay que suprimirlo, Dios sabe de qué está hablando -aun cuando nosotros no
logremos penetrarlo.
El
texto recalca sobre la parresia, y nos previene de callar por miedo: la
perdición nos llegará si silenciamos la verdad, pero si la proclamamos, Dios
velará, porque como lo ha dicho Jesús, somos valiosos aun cuando nos “vendan
por dos centavos” Dios nos tiene inscritos en el Libro de la Vida, y no hay
riesgo que seamos borrados de Él.
Están,
también, los que se desvelan por el chismorreo; no se preocupen por eso, no le
gasten energía, no le dediquen atención. Muchos no pegan parpados porque hay yerba-mala
en el huerto, eso es inevitable. Limitémonos a trabajar para ser como Dios nos
lo está pidiendo, las habladurías ni nos hacen más altos, ni nos achican en lo
más mínimo (Cfr. Mt 6,27). ¡Con tal que el “chismoso” o el “criticón” no sea
uno mismo!
«Cristo ve solo a los humildes, porque solo estos; y de ello son un gran ejemplo los santos y santas de Dios; -se pueden llenar de Él. ¿Por qué? Pues, porque están vacíos de sí y llenos de Dios. Estamos llamados a ser como Cristo». (Papa Francisco)





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